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Revista Humanismo y Cambio Social. Número 8. Año 4. Julio - Diciembre 2016
La estrategia imperial israelí y la crisis humanitaria/alimentaria en GazaEdwin N. Montes
Pág. 83-92
se destinó al consumo y comercialización
doméstica.
La situación de bloqueo a la comercialización
de los productos palestinos, los coloca en
una situación de mayor vulnerabilidad en
materia de seguridad alimentaria. Por un
lado, se carece de los insumos necesarios
para el cultivo de alimentos, por el otro,
al no permitírseles exportar no generan
los ingresos necesarios para acceder a los
bienes y servicios alimenticios y sanitarios
requeridos para llevar una vida digna.
Currea-Lugo (2005, p.79) señala que la crisis
alimentaria y de pobreza que padece la
población de Gaza no ha sido consecuencia
de una catástrofe natural, sino que es parte
de una estrategia deliberada para “reducir
el problema palestino a un problema de arroz”;
es decir, Gaza se está convirtiendo en un
territorio en absoluta situación de miseria
ante la indiferencia y el consentimiento de la
comunidad internacional.
Frente a la situación de pobreza extrema de
más del 85% de la población, las personas han
tenido que reducir o limitar su ingesta diaria
de alimentos. En casos muy severos, gran
parte de estas personas viven endeudadas
para poder acceder a los alimentos que
necesitan diariamente o en el peor de los
casos, tienen que vender o empreñar sus
objetos personales debido a que el bloqueo
económico ha elevado los precios de los
productos.
Los cortes de electricidad llevados a cabo por
parte del ejército de ocupación y la destrucción
de plantas centrales de electricidad a
consecuencia de los bombardeos han
ocasionado la carestía de harina de trigo al
no estar funcionando muchos de los molinos
eléctricos, y los productos lácteos son escasos
debido a las restricciones del gobierno
israelí. Las autoridades israelí han impedido
también la entrada de productos como la
pasta, los garbanzos, las lentejas, el tomate,
las galletas, la mermelada o los dátiles por
considerarlos “productos de lujo”. Otros
productos restringidos son el plástico, el
cemento, las vacunas, los cuadernos y hasta
los juguetes de madera, porque el gobierno
israelí los considera que podrían ser objetos
de doble uso.
La malnutrición infantil ha crecido de
manera alarmante bajo la ocupación. De
acuerdo con informe brindado por la
Agencia de los Estados Unidos para el
Desarrollo Internacional (USAID, 2002)
cuatro de cada cinco niños bajo la ocupación
presentan tasas inadecuadas de hierro y zinc,
también destaca que el 53% de las mujeres en
edad reproductiva y el 44% de los niños/as,
también tenían propensión de bajas calorías y
falta de vitamina A. Para sustentar estos datos
es posible extraer un argumento brindado
por una madre palestina quien señalaba a un
corresponsal español en la zona señalando a
su hija de 13 años quien sólo llegará a medir
1.5 metros y pesa 26 kilos:
“Mira, mira cómo está mi hija Ola.
Siempre está cansada y no tenemos
dinero ni para hacerle unos análisis. No
comemos fruta ni verduras. Cada día,
tres veces al día, comemos solo duqqa
(semillas) y pan – continúa mientras
niega con la cabeza-. La UNRWA
[Ocina de Naciones Unidas para Ayuda
al Refugiado Palestino en Oriente Medio]
nos da tres sacos de harina, arroz y aceite
cada tres meses. ¿Tú crees que eso es
suciente?” (Pérez, 2014).
Esta situación de inseguridad alimentaria
y una dieta baja en micronutrientes ha
conllevado que el “70% de los bebés entre 9 y
12 meses y un 35% de las mujeres embarazadas”
padecen anemia (UNRWA, 2014, p.4).El
deterioro generalizado de las condiciones de
vida de la población palestina y la escasez de
agua potable ha provocado que la mayoría de
población padezca de problemas de diarrea,
y hay una propensión al desarrollo de
enfermedades contagiosas como el cólera y la
poliomielitis. Así también, a consecuencia de