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Revista Humanismo y Cambio Social. Número 8. Año 4. Julio - Diciembre 2016
El Nicaragüense y los enlaces transnacionales de los libusteros
Andreas Beer
Pág. 10-23
Resumen
Basado en el análisis del periódico decimonónico El Nicaragüense, este artículo argumenta
que el fenómeno de los libusteros en Nicaragua en los años 1855-1857 sólo puede entenderse si
salimos de los límites nacionales y miramos hacia procesos, productos y actores transnacionales.
El texto analiza como esa publicación bilingüe editada por los libusteros trasladó un concepto de
periodismo estadounidense al istmo centroamericano y chocó con las ideas nicaragüenses al respecto,
simbolizando sin embargo, una idea de progreso para algunos adherentes al liberalismo en tierras
nicaragüenses. Explora el éxito propagandístico del diario, limitado su circulación a Estados Unidos;
no obstante, su impacto en ese país fue enorme. El ensayo también discute la inuencia de los cubanos
en la tropa de Walker y concluye que estos jugaron un papel clave en los procesos de traducción
lingüística y cultural entre anglosajones y nicaragüenses.
Palabras claves: Guerra Nacional; El Nicaragüense; prensa estadounidense; prensa nicaragüense;
historia transnacional, participación cubana
Abstract
Studying El Nicaragüense libuster´s publication, a paper argue that the libuster´s phenomena
in Nicaragua (1855-1857) can be understood if we have a look towards process, products and
transnational actors. The paper analyzes how the bilingual newspaper transfers an American
journalism concept to the ism that collided Nicaraguan ideas; however meant progress for those
related to liberalism in Nicaragua. The paper explores the newspaper propagandistic success that
despite of having limited circumscription to the United State, had an enormous impact. This essay also
discuss Cubans inuence of Cubans in Walker´s troop, and concludes that they played an important
communication role in cultural and linguistic translation between Nicaraguan and Anglo – Saxons.
Keywords: National war; El Nicaragüense, Nicaragua, XIX Century, American Press; Nicaraguan
Press; William Walker, Patricio Rivas, Francisco Argüello Estrada, Transnational History.
El Nicaragüense y los enlaces
transnacionales de los libusteros
Andreas Beer
a.beer@live.com
Recepción: 25-05-2016/Aceptación: 25-10-2016
Introducción
Como todos los años, durante las estas
patrias en septiembre se lleva a cabo la
conmemoración de la Batalla de San Jacinto.
El evento evoca la primera victoria de tropas
nicaragüenses contra los libusteros en la
llamada Guerra Nacional. La asociación
entre la conmemoración anti-libustera y
la celebración de la independencia nacional
subraya la importancia de este conjunto
de eventos, para la identidad colectiva del
moderno estado nicaragüense. En estas
celebraciones se articula una idea del
estado nacional que incorpora artefactos
de la conquista (como el Güegüense) con
narrativas acerca de la gesta mítica de
Andrés Castro, al protagonismo literario de
Rubén Darío, Sandino, vinculado todo a la
revolución sandinista.
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De esa manera, la lucha contra los libusteros
forma parte de – y algunos argumentan que
reemplaza a – la narración colectiva de la
independencia nacional: la independencia de
Nicaragua fue un acto protocolario, formal,
expresado en el territorio nicaragüense, por
sublevaciones locales (como antecedentes, los
registrados en León y Granada), cuyo centro
de rebelión estaba en otros países. Durante el
siglo XIX los dirigentes liberales de la nación
decidieron construir una memoria colectiva
basada en una lucha exitosa contra los
libusteros como invasores extranjeros. Bajo
este punto de vista, los sucesos de la lucha
anti- libustera se han mirado por décadas
como un hecho exclusivamente nicaragüense,
minimizando las contribuciones de otras
naciones centroamericanas (Costa Rica, en
primer lugar, Guatemala y Honduras, entre
otros).
De igual manera, se ha evitado discutir
acerca del carácter multinacional de la tropa
libustera o las colaboraciones de guras
nicaragüenses con Walker, inicialmente
invitado (contratado) a Nicaragua y celebrado
como “el salvador”, dado que ayudaría a
terminar la guerra civil entre los legitimistas
y liberales. Cuando salimos del rasgo de
la “Gran Historia”, o sea de la historia de
batallas y de gestas heroicas personalizadas
y nos enfocamos en la historia cotidiana, se
puede observar un panorama mucho más
complejo y multipolar.
Este artículo analiza el periódico El
Nicaragüense, publicado por los libusteros
en Granada a partir de octubre de 1855
hasta noviembre del siguiente año, cuando
las huestes invasoras abandonaron su
base de operaciones
principales en la ciudad
de Granada. Diario poco
conocido hoy día, fue
editado en dos idiomas
– inglés y español – y en
dos caras: una dirigida
hacia Estados Unidos
como instrumento de
propaganda colonialista, y la otra como diario
o cial de una administración de gobierno
encabezada por Patricio Rivas. Unidos en
una publicación, estas dos caras generaron
un punto de vista “bifocal”: El Nicaragüense
emergió como un artefacto transnacional,
ubicado entre la esfera nacional de Nicaragua
y Estados Unidos y también como medio,
entre los paradigmas centroamericanos y
norteamericanos del periodismo.
El estudio de este periódico, pretende
contribuir al esfuerzo de historiadores e
historiadoras de encontrar nuevas claves de
interpretación a los acontecimientos de la
Guerra Nacional desde fuera de los límites
nacionales. En este sentido, se comienza
con una descripción de la producción del
diario libustero dentro del contexto de los
años 1855 – 1856 discutiéndose luego, su
impacto nacional e internacional. La mirada
nacional y su vínculo con el libusterismo
alumbran el carácter internacional de la
tropa de Walker, enfocado en sus integrantes
cubanos. Después, se discute la posición de El
nicaragüense en la historia del periodismo de
Nicaragua. La conclusión del trabajo intenta
abrir caminos para futuras investigaciones a
partir de algunas preguntas y desiderata.
El periodismo nicaragüense
en los años 1850
Cuando William Walker y sus hombres
desembarcaron en puerto de El Realejo y se
incorporaron al ejército liberal, se hizo notar
que al menos algunos de los estadounidenses
tenían una visión de cambio político-social
para Nicaragua, que iba más allá de quedarse
[Walker quiso] apropiarse de las fincas de los que consideraba
enemigos, para adjudicarlas a los americanos; de enajenar a
los extranjeros quinientos mil acres de las mejores tierras de
la República, al infame precio de cuatro reales el acre, para
invertir su producto en fuerzas opresoras del país, expresando
el designio de emplear estos recursos en verificar reformas
políticas y religiosas (Rivas, 1856).
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como colonizadores. La cúpula visionó el país
como un nuevo estado federal de Estados
Unidos, gobernado por el mismo código
legal y con una organización social similar a
la conocida en el norte. Consecuentemente,
y con el apoyo inicial de los liberales,
empujaron diferentes proyectos para lograr
esta similitud: invitaron a ciudadanos
anglosajones estadounidenses a venir, no
sólo a luchar con ellos, sino a quedarse como
campesinos o artesanos. Ellos intentaron
introducir diferentes leyes de Estados
Unidos como la promulgación del inglés
como idioma ocial o cambiando el régimen
y la titulación de propiedad de la tierra.
El programa de “americanization” de junio
de 1856 fue uno de los puntos claves para la
ruptura entre la administración de Patricio
Rivas y los libusteros dirigidos por Walker.
Los cambios en el régimen legal, supuso un
enorme peligro al poder político y económico
de la élite de hacendados. Como lamentó el
mismo Rivas después de huir de Granada:
Desde el inicio de su estancia, Walker y
su círculo trabajaron para lograr estas
metas, y como adherentes de la idea de la
misión civilizadora basada en ideal(es) de
la Ilustración, estaban convencidos que la
fundación de un periódico formaba parte
de la supuesta reforma social. Como bien
nos recuerda Brady Harrison en su estudio
donde delinea las intersecciones entre el
mundo literario-periodista, con lo que llama
carácter imperial de la época del Manifest
Destiny estadounidense: “un aspecto clave
del carácter imperial: su voz, su habilidad
para persuadir a otros y a través de su poder
lingüístico cambiar el mundo” (Harrison,
2004, p. 29).
1
Este poder lingüístico sirve “como una da
las armas más importantes” en el arsenal
de los llamados “maestros de elocuencia”
(Harrison, 2004, p. 35). Aunque Harrison
habla de manera clara en superlativos y
se enfoca en los líderes intelectuales del
imperialismo, su análisis del nexo entre
poder militar y capacidades de retórica,
son recurrentes con las ideas de Max Weber
sobre personalidades carismáticas y pueden
ser aplicable para la descripción de Walker y
otros jefes libusteros (De igual manera, para
imperialistas en general, como nos recuerda
David Spurr).
Siempre en esta línea, Benedict Anderson
ha subrayado la importancia de novelas y
periódicos para la conguración narrativa y
cticia del estado nacional (véase Anderson,
2003). De manera instintiva los libusteros
seguían estos pasos de construcción nacional
porque considerándolos similares a los
dados por los independentistas de los años
veinte del siglo XIX, como Simón Bolívar o
José de San Martín.
También hay que tener en cuenta la
importancia del primer informativo que
hacía referencia a la situación de Nicaragua
en el contexto de la guerra civil. Precisamente
el periodismo tiene un gran poder creativo
en períodos donde reinan los rumores y la
incertidumbre. Los libusteros intentaron
posicionarse como las únicas voces ables de
habla inglesa en el territorio nicaragüense.
A partir de estos aspectos, es lógico suponer
que Walker ordenara la apertura de un
diario lo más pronto posible. Esta se presentó
cuando los libusteros entraron a la ciudad
de Granada en octubre de 1855 y encontraron
únicamente restos de la prensa local.
En esa época la esfera de periodismo en
Nicaragua era muy limitada. La pobreza
económica y la concentración de poder
político-social en manos de unas pocas
familias de hacendados, signicó que la gran
mayoría de la población se mantuviera en
el analfabetismo. Dentro de esa mayoría,
debe de pensarse de manera especial, en el
género. En una sociedad patriarcal como
la nicaragüense de este período en estudio,
1 Todas las traducciones de inglés a español fueron realizadas por el autor de este artículo.
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las mujeres no eran admitidas dentro del
incipiente sistema educativo, más allá de
esfuerzos individuales de aprendizaje
básico. No existen datos estadísticos, pero en
su importante obra sobre el periodismo en
Nicaragua, Miguel Ayerdis estima que hasta
la así designada década liberal de los años 70
del siglo XIX, la tasa del alfabetismo rondaba
el 10% a nivel nacional (Ayerdis, 2005, p.
16). Las publicaciones que existían entonces
fueron dirigidas a un círculo muy limitado
de personas que muchas veces obtuvieron un
rol multivocal en la sociedad nicaragüense,
como políticos y patrones hacendados,
pero también como escritores, periodistas y
“gente de letra” en general. En estos debe de
incluirse a Francisco Castellón, los ministros
liberales Buenaventura Selva, Hermenegildo
Zepeda y Francisco Díaz Zapata. Por el lado
conservador, a Mateo Mayorga, Sebastián
Salinas o Fruto Chamorro (presidente y
editor de El Mentor Nicaragüense).
Las publicaciones existentes en la década de
los 40 y 50 estaban ligadas, en su mayoría, a
los dos centros intelectuales del país: León (el
bastión liberal) y Granada (ciudad sede del
conservatismo). Sólo estos dos puntos focales
contaban con prensas, vinculadas a las
dos estructuras políticas dominantes. Eran
periódicos de una a cuatro páginas, cuya
circulación se daba de manera preferencial
entre estudiantes y miembros de las familias
que dirigían la política del país.
Estas publicaciones eran irregulares en su
producción y circulación (debido al hecho
de que por lo general eran producto de una
sola persona que guraba como escritor
y redactor). Muchas veces sus contenidos
respondían a ataques o rumores escritos
en las publicaciones enemigas. La esfera
del periodismo en ese entonces, reejaba el
modelo de conversación académica escrita
en los folios letrados, descrito por Jürgen
Habermas como precursor de la esfera pública
burguesa (Habermas, 2010). No existía un
mercado para publicaciones periódicas,
como sí existía en Europa, Estados Unidos
y algunos países de América del Sur (véase
Guerra & Lempérière, 1998).
El Nicaragüense y sus orígenes en la
prensa estadounidense
En el anterior apartado se hizo una breve
descripción del panorama político y cultural
en el que intervinieron los libusteros.
Algunos de estos aventureros tenían
experiencia en el periodismo: William
Walker se había desempeñado como redactor
del New Orleans Daily Crescent (donde
reemplazó al poeta estadounidense Walt
Whitman); Joseph Malè, George Cook, John
Tabor y Francisco Agüero Estrada, sirvieron
como editores de El Nicaraguense en varias
ediciones. Otros columnistas regulares, como
J.T. Cady y J.W. de Frewer, también tenían
alguna experiencia en el mundo de la prensa.
Este grupo de libusteros tenía una visión
del periodismo muy diferente a la del modelo
nicaragüense, orientándose a la realidad
estadounidense dónde la prensa ya jugaba
un papel protagónico en la vida cotidiana.
Estados Unidos había experimentado un
crecimiento de tasa de alfabetismo casi el 50
por ciento de la población desde la década
del 40. Los almanaques, panetos y de
manera especial los diarios se convirtieron
en la lectura preferida de la población. Los
libros por su consto alto, seguían fuera
del alcance de la clase obrera y campesina
(véase Rodríguez Díaz, 1997; Zboray, 1993,
1997). Los años 50 vieron un hábito de
lectura “promiscua”, mundana (Zboray,
1997, p. 195), en otras palabras, era una
práctica de consumo de textos, alejadas de
obras canónicas como la biblia. Las fuentes
eran variadas, en su mayoría publicaciones
periódicas, orientadas a la comprensión del
mundo social y político de la época.
Mientras tanto, elementos orales como
las reuniones de ciudadanos (“town hall
meetings”), sermones religiosos o los
discursos públicos persistieron. Los esclavos
negros y otros grupos “minoritarios”, fueron
excluidos de esta tendencia cultural de
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consumo de publicaciones periódicas. Puede
decirse que desde nales de la década de los
40 el periodismo moderno en sus diversos
género había llegado a Estados Unidos
(véase Brodhead, 1994).
Existieron en la pujante nación norteamericana
de la época, una variedad de periódicos
a nivel local, muchos de estos aliados a
partidos o tendencias políticas, pero con
una creciente orientación independiente
y con una visión hacia lo nacional. Se
ofrecieron publicaciones diarias, semanales
o mensuales, enfocados en la economía,
otros eran satíricos o también estaban los así
llamados “story papers”, publicaciones que
contaban historietas de sucesos militares,
de expediciones geográcas o simplemente
de aventuras. Estos últimos, usaban dibujos
profesionales y el estilo de reportaje era una
especie de híbrido entre las revistas literarias
de contenido cticio y el periodismo de
actualidad, dado que en muchas ocasiones
los escritores no había participado de manera
directa en los sucesos (Streeby, 2002, p. 25;
Zboray, 1993, p. 120).
Esa explosión en la industria de las
publicaciones – apoyado por innovaciones
técnicas como imprentas más poderosas,
una distribución más rápida merced de la
amplicación de la red de barcos y trenes
de vapor o algo tan sencillo como gafas
de bajo precio y la disponibilidad de luz
eléctrica para leer después del trabajo en la
tarde – resultó en una competencia feroz
para atraer a lectores. Como parece ser una
constante antropológica, los escándalos y
hechos violentos atraen la atención humana,
generando competencia, estableciendo la
primera fase de la prensa amarilla en Estados
Unidos.
Una de las características de la prensa
estadounidense de esa época es que podía
encontrarse una mezcla vivaz de noticias
amarillas, chistes (muchas veces racistas),
reportajes serios, historias copiadas de otros
diarios – muchas veces de Francia o Inglaterra
– noticias tendenciosas, noticieros locales y
editoriales, artículos de opinión. Todo esto
compartido en el mismo medio y en muchas
ocasiones dentro de la misma página.
Este tipo de periódicos fue el que William
Walker y sus hombres conocieron,
consumieron y practicaron en ocasiones, en
sus lugares de origen. Será esta concepción
de periodismo la que trataron de aplicar en
Nicaragua con el periódico que fundaron.
Walker, en su calidad de comandante-en-
jefe estaba decidido a convertir la iniciativa
periodística en algo exitoso, y aunque
necesitaba que todos sus hombres estuvieran
dedicados a la lucha armada que libraba al
interior del país centroamericano, destinó
a dos de ellos como editores de tiempo
completo. Esos editores fueron –como se
mencionó arriba-- Malè y Cook, este último,
reemplazado por Charles Cutler, y al morir
asumiría el cargo Tabor.
Cuando Tabor muere – riesgo común en
la profesión aventurera de libustero
nalmente Owen Duffy toma su lugar al lado
de Joseph Malè, el editor más importante
de la publicación. La sección en español
contó con un solo editor, el ya mencionado
Francisco Agüero Estrada. Aparte de los
editores, Walker designó cuatro soldados
más como tipógrafos (Bolaños Geyer, 1998,
p. 309-b).
Walker supervisaba la redacción con ojo de
lince, evidenciando la importancia que le
daba el jefe mercenario, al periódico. Esto
también le motivaría a colaborar en algunas
ocasiones con artículos. La imprenta donde
se editaba el periódico la instaló en el mismo
edicio de su comandancia con el n de tener
cerca el proyecto editorial y controlara todo
lo que se editara (Bolaños Geyer, 1998, p.
xiii).
Al inicio el diario El Nicaragüense evidenció
carencias en recursos como papel, materiales
a publicar e incluso cuido en la redacción:
eran dos páginas. El primero número
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fechado el 20 de octubre de 1855 traía
únicamente un corto texto en español (“A
nuestros amigos hijos del país”) donde se
anunciaba para los números subsiguientes,
una parte en idioma español más extensa.
A excepción de este escrito, los restantes
materiales que traía ese número, estaban en
inglés. Se observan deciencias ortográcas
y tipográcas, principalmente en su título.
Se puede especular que estos problemas de
edición se debieran a la falta de personal
hispano parlante competente, pero había
sus colaboradores que eran nativos de la
lengua española, y como se puede observar
en los ejemplares existentes, El Nicaragüense
se quedó sin la diéresis en su título hasta su
liquidación.
Pronto el diario creció en extensión y páginas
llegando a tener entre cuatro y ocho páginas
en cada número que apareció. Los libusteros
llegaron a una frecuencia de publicación
muy rigurosa y regular: El Nicaragüense
salía al público cada sábado, excepto en
tres ocasiones cuando la circunstancia del
conicto armado le exigió a los libusteros,
disponer todas sus fuerzas a operaciones
militares.
En comparación con los diarios nicaragüenses
que dependían casi siempre de una sola
persona, en términos de redacción y edición,
afectando su frecuencia de salida, el número
del personal designado por Walker para el
trabajo directo en el periódico, y aquellos
libusteros colaboradores regulares,
redondearon una buena base de personas
dedicadas a esta empresa. Eso explica la
enorme producción publicitaria que se
observa en los ejemplares editados, con más
de 4.000 artículos escritos por los redactores
y colaboradores, 450 documentos ociales
reproducidos y miles de noticias copiadas de
otras publicaciones (Bolaños Geyer, 1998, p.
xviii).
La sección en español del periódico comenzó
a editarse a partir del segundo número. En el
cuarto número, se observa un equilibrio en
páginas entre la edición inglesa y la española
(cada una de ellas abarcaba dos páginas. Pese
a ello, el enfoque de la publicación libustera
siempre estuvo un sesgo propagandístico
que priorizaba al público de Estados Unidos.
A pesar del espacio que le destinaban al
público de habla hispana, siempre le dieron
poca importancia a este segmento cultural.
Al fungir como órgano ocial, la mayor
parte del material era repetido en ediciones
subsiguientes. La misma necesidad de
legitimidad y de hacer que el público
conociera las medidas del gobierno, les
impulsaba a mantener por varias ediciones,
proclamas, leyes u otra medida emitidas por
el Presidente Patricio Rivas o alguno de sus
ministros.
El hecho que la cabecera de El Nicaragüense les
diera crédito a los redactores angloparlantes,
no así a los redactores/editores en idioma
español, subraya la predominancia del
enfoque pro norteamericano y anglosajón
del diario bilingüe. Es de notar que el
periódico sólo reveló a Francisco Agüero
Estrada como su redactor en mayo de 1856,
después de más que veinte números en los
que aparecen artículos en español. El colmo
de la negligencia, el corto texto en inglés
donde se informa del redactor, aparece mal
escrito su apellido y cambiando el nombre,
“José” por Francisco (Tabor, 1856b).
El libustero Francisco Agüero Estrada era
cubano, hermano de Joaquín de Agüero
y Agüero, uno de los principales actores
de la primera ola del independentismo en
la isla caribeña. Ambos provenían de una
rica familia de hacendados en Camagüey.
Después de la muerte de su padre, Joaquín
heredó no sólo las plantaciones sino también
la mano de obra esclava de la familia. En
un gesto inuenciado por las ideas de la
Ilustración, Joaquín decidió liberarlos. Este
fue un primer paso hacia su radicalización en
sus aspiraciones independentistas. Empezó a
imprimir panetos anti-coloniales, presidir la
Sociedad Liberadora de Camagüey llegando
a reunir grupos de simpatizantes y tomar
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armas contra la administración de la corona
española en la isla.
Durante el año de 1851, su hermano
Francisco le apoyó en varias acciones de
lucha y cuando la persecución colonial se
intensicó al siguiente año ambos huyeron
a Estados Unidos (Luis-Brown, 2009, p.
452). Joaquín regresó a Cuba de inmediato
a seguir luchando por la independencia,
siendo capturado, torturado y ejecutado por
las autoridades, mientras Francisco se quedó
en Nueva York instalándose en los círculos
cubanos de la metrópoli de la costa este
donde ejerció como periodista y poeta.
Los círculos o clubes políticos cubanos
existieron desde los años cuarenta,
se auto-denominaban “libertadores”,
“revolucionarios” o (en algunos casos)
“libusteros” (por ejemplo, publicaron un
diario llamado El Filibustero) y fueron en su
gran mayoría independentistas, buscaban la
liberación de la isla natal del yugo español
(Lazo, 2005). El más famoso de ellos, sin
duda, era el venezolano Narciso López,
quien organizó varias expediciones hacía la
isla y murió en su último intento en 1851.
Existían una diversidad de opiniones de
cómo realizar la independencia, para este
artículo, basta destacar la brecha de discusión
más importante: la interrogante acerca de
la lucha para una Cuba libre formando
parte de Estado Unidos (incorporado como
estado federal a la unión) o como nación
independiente.
En su mayoría, los cubanos exiliados en
la costa este de Estados Unidos fueron
liberales y el modelo unionista, popular a
nivel internacional, desde el punto de vista
republicano y económico, era una razón de
gran valor para que abogaran por la anexión
a este país del norte. Esta idea emocionó a
una partes importantes de la comunidad
política estadounidense, como a John A.
Quitman, gobernador de Mississippi, quien
apoyaría en términos nanciero o en algunos
casos material y con voluntarios esta causa
(May, 1985).
Como la expansión territorial en los años
40 y principios de los 50 del siglo XIX fue
una opción viable para el movimiento
cultural y político “Young America” y de la
administración de los presidentes Millard
Fillmore y Franklin Pierce, los cubanos
radicados en Estados Unidos simpatizaron
con esta visión y deseaban unirse con los
norteamericanos para liberar a la isla y
formar parte de esta último país. Como en
Cuba aún existía la esclavitud, la otra gran
discusión giraba alrededor del estatus de ese
régimen inhumano: si los independentistas
optasen por la incorporación a Estados
Unidos, la prolongación de la esclavitud
hubiera signicado un voto más para el sur
esclavista en el Senado estadounidense. Ante
esta disyuntiva, cubanos que luchaban por la
abolición buscaría apoyar a las fuerzas anti-
esclavista.
En medio de esta mezcla de posiciones
y ambiciones aparece Francisco Agüero
Estrada posicionándose pronto a favor
de una independencia total de Cuba,
oponiéndose a la anexión de la isla a Estados
Unidos. Durante el tiempo que trabajó en los
periódicos El Pueblo y El Mulato, su voz fue
una de las más fervientes en criticar la junta
de los cubanos que favorecían la anexión.
Con artículos como “Errores de la revolución
cubana,” El Pueblo llamó la atención sobre las
inconsistencias de las posiciones favorables
a la anexión. De esta manera, se generaría
una matriz de opinión diferente que en los
años de 1854–1855 inclinaría la opinión de
los círculos o clubes de exiliados cubanos a
favor de la independencia total (Lazo, 2005,
pp. 94–95).
Con este trasfondo crítico a las posiciones
expansionistas de Estados Unidos, resulta
inexplicable el apoyo de Agüero Estrada
a la causa libustera, dejando Nueva
York en 1855 y viajando a Nicaragua e
incorporándose a las huestes aventureras de
Walker. Decenas de cubanos se enrolaron al
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grupo de libusteros en Nicaragua, algunos
como Domingo de Goicuría, --considerado
héroe de la independencia cubana--, apoyaba
la causa desde una década antes, incluso
acompañó las expediciones de Narciso
López; otros se enrolaron invitados por
Walker, o por su propia iniciativa.
Todos estos antillanos coincidían en la
convicción que Nicaragua bajo el control
de los liberales nicaragüenses o de fuerzas
provenientes de Estados Unidos, la liberación
de Cuba sería más fácil. Al parecer Walker
les prometió apoyo para la causa cubana,
al menos a Goicuría. La decepción vendría
pronto. Cuando Walker tomó el poder real
(Patricia Rivas ejercía un poder nominal) y
con el programa de “Americanization” en
marcha, donde establecía la re-introducción
de la esclavitud en tierras nicaragüenses,
los cubanos abandonaron a los libusteros
(El Nicaragüense del 16 de agosto de 1856,
después del éxodo, todavía menciona a 32
cubanos en las las libusteras). Su líder
intelectual, Goicuría, dimitió aunque Walker
le había hecho embajador para Inglaterra y
Francia; y Francisco Agüero Estrada dejó el
cargo de redactor de El Nicaragüense el 14
de mayo de 1856, citando razones de salud
(Agüero Estrada, 1856b).
Durante el período en que Agüero Estrada
y resto de cubanos estuvieron en las las
libusteras, fueron claves en los éxitos
iniciales de Walker y sus huestes. Ellos
fueron los vínculos entre la sociedad católica
e hispanoparlante centroamericana y los
anglosajones del Norte. La comunicación
entre los libusteros y la cúpula del partido
liberal, se facilitó debido, no sólo al aporte de
traducción hecha por como Charles Thomas,
comerciante estadounidense radicado en
Nicaragua desde mucho tiempo atrás, sino
por el grupo de cubanos de base cultural
hispana caribeña. Para Michel Gobat, los
cubanos eran los “intermediadores más
importantes que denieron las relaciones
entre Walker y el pueblo nicaragüense […]
porque los cubanos compartían la creencia
de muchos nicaragüenses de que la mejor
manera de desarrollar su país era a través de
su ‘americanización’” (Gobat, 2006, p. 80).
El Nicaragüense como medio
transnacional entre
Estados Unidos y Nicaragua
El medio más importante para la difusión
de las ideas liberales lo constituyó el órgano
ocial de los libusteros, el periódico El
Nicaragüense. A través de traducciones de
editoriales escritos por Walker, Agüero
Estrada intentó familiarizar a los lectores
nicaragüenses con los planes y proyectos de
los libusteros aprovechando cada ocasión
para vincular la lucha en Nicaragua con
la liberación de Cuba. En el editorial “Los
Americanos y los Centro-Americanos”
subrayó que los legitimistas (conservadores)
eran los mismos “desde Cuba hacia
California” y por eso los libusteros, aunque
tal vez extraño en varios aspectos, eran
hombres de conar en una lucha compartida
(Agüero Estrada, 1856a).
Como Agüero Estrada era el único redactor
de habla hispana en la redacción del
periódico, las traducciones fueron escasas
y en varias ocasiones inoportunas. Cuando
los libusteros fantasearon sobre el gran
apoyo que supuestamente tenían en la
sociedad nicaragüense o cuando los artículos
hacían énfasis en la superioridad de la raza
anglosajona, Agüero Estrada no los traducía.
Las listas de ociales de guardia,
informaciones sobre procesos de sanción
en el ejército libustero o las noticias de
periódicos de California no merecieron
tampoco la traducción de Agüero Estrada. En
vísperas de la ruptura entre Walker y Rivas,
esta tendencia se acentuó: informaciones
claves se quedaron en inglés sin traducir.
La edición número 33 de periódico es
particularmente interesante en términos
de las traducciones del material a publicar:
Después de la fuga de Rivas, la sección en
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El Nicaragüense y los enlaces transnacionales de los libusteros
Andreas Beer
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inglés publicó varios pronunciamientos de
Walker, uno de ellos dirigido a sus tropas
donde el jefe libustero les motivaba a
continuar luchando por su “país adoptivo”.
La sección en español no menciona la palabra
fuga en conexión con Rivas y no traduce los
pronunciamientos, pero publica una nota
escrita por Fermín Ferrer donde explica, en
su calidad de “ciudadano”, las razones por
las que se vio obligado a asumir el gobierno
en sustitución de Patricio Rivas.
Agüero Estrada llenó las páginas de la
“Sección español” con noticias sobre América
Latina, extraídas todas ellas, de periódicos
que llegaban del extranjero por medio de la
línea de vapores que regularmente hacían
la ruta Chile-México, pasando por Perú. La
mayoría de estas publicaciones que llegaban
de esos países eran órganos ociales. Patricio
Rivas, anterior a la ruptura con los libusteros,
consideró a El Nicaragüense órgano ocial
de su gobierno, por esa razón la sección
en español reproducía correspondencia
ocialista y proclamas, contrastando con
la sección en inglés que reproducía temas o
sucesos de Estados Unidos.
La sección en inglés contó con reportajes
(reales o cticios) de los miembros del
ejército libustero relacionados con
Nicaragua. Contenía anuncios publicitarios
(pocos y repetitivos de albergues y
vapores controlados por extranjeros),
elementos grácos, artículos de opinión,
correspondencia pública, desde y hacia EE
UU, rumores sociales, chistes, extractos de
libros de autores de habla inglesa que hacían
referencia a Centroamérica, relatos sobre
la (supuesta) vida cotidiana en Granada e
invitaciones a eventos sociales.
Esa estructura de contenido del periódico se
enmarcaba dentro de un esfuerzo publicitario
para dar una imagen de normalidad del país
en el exterior que nunca existió durante la
permanencia de los libusteros. La sección en
inglés era el típico ejemplo de un periódico
de mediado del siglo XIX en Estados
Unidos o Europa pero no de Nicaragua. La
sección en español, reproducía las prácticas
y el perl que la mayoría de los periódicos
centroamericanos tenían en esa época:
panetarios, llenos de noticias ocialistas.
Una mirada a la composición, el enfoque
y las fuentes elegidas, se puede señalar
que el experimento de El Nicaragüense de
combinar dos secciones en un periódico, en
dos idiomas distintos y contenidos diferentes
para dos grupos de lectores culturalmente
opuestos en su raíz histórica – Estados
Unidos y Centroamérica – hizo que no
prosperara como proyecto editorial. Durante
toda su existencia, este periódico libustero
fue en la práctica dos periódicos impresos en
una misma edición, reejando dos contextos
sociales, lingüísticos e históricos diferentes.
Es probable encontrar conexiones temáticas
o de interés de acuerdo al objetivo que
perseguía el periódico. No obstante, la
realidad era que los libusteros lo producían
pensando más en el público norteamericano
que el nicaragüense. El título es sugerente,
El Nicaraguense, pretendiendo con esto,
establecer una identicación con el pueblo,
opiniones y formas de vida, pero el
descuido ortográco en el título evidencia
el menosprecio que los libusteros sentían
hacia los centroamericanos.
Sería demasiado fácil calicar El Nicaragüense
como una publicación estadounidense
producida en Centroamérica. También es
importante destacar que su pretendida doble
mirada lo sitúan en un ámbito transnacional,
hemisférico de una idea civilizadora liberal
que motivó a cubanos, lo mismo que a
estadounidenses o nicaragüenses; a católicos
como a luteranos.
Es sintomático que este periódico libustero
difícil de clasicar, sea considerado un diario
estadounidense por muchos historiadores, no
formando parte de la historia del periodismo
nicaragüense. Pese a ello, es anecdótico el
hecho que el archivo más completo de esta
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El Nicaragüense y los enlaces transnacionales de los fi libusterosAndreas Beer
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publicación y de documento histórico sobre el
tema hoy día, se encuentra Nicaragua gracias
al esfuerzo y dedicación del historiador
Alejandro Bolaños Geyer.
Bolaños Geyer, médico de profesión, al
triunfo de la revolución sandinista en 1979
emigró a Estados Unidos y durante el tiempo
que vivió en este país, desarrolló un enorme
interés por los libusteros emprendiendo una
búsqueda frenética de documentos, en ese
entonces, diseminados en diversos archivos
de Norteamérica. Durante ese tiempo
coleccionó y publicó una serie de documentos.
Al fallecer legó este acerbo documental a la
Universidad Centroamericana de Managua.
El impacto propagandístico de El
Nicaragüense
El plan original de los libusteros era que El
Nicaragüense jugara su papel propagandístico
en Centroamérica al igual que en Estados
Unidos, la realidad fue otra, el éxito de esta
publicación se limitó a este último país,
donde tuvo una buena recepción. La prensa
estadounidense anhelaba noticias del istmo y
de los supuestos patriotas y El Nicaragüense
era el único medio que enviaba información
directamente desde Nicaragua y en inglés.
Muchos periódicos, incluyendo el New-York
Daily News, copiaron artículos del órgano
libustero en sus columnas sin mencionar
su cuestionable origen, generando así una
enorme plataforma para la versión partidista
de los acontecimientos en Centroamérica. En
una época donde los estándares profesionales
de los periodistas apenas se estaban
con gurando, y en un clima
de simpatía por las acciones
expansionistas de Walker y
los suyos, no sorprende que
los diarios estadounidenses
en su mayoría, aceptaran
artículos tendenciosos sin un
mínimo de control crítico.
Los  libusteros aprovecharon el apoyo de
ciertos reporteros simpatizantes de su causa
y que llegaron al país, así como de capitanes
de barcos y pasajeros de los vapores que
hacían la ruta ístmica para llevarle ejemplares
de El Nicaragüense a Estados Unidos.
Esta estrategia de circulación visibilizó al
periódico, sabiendo del tiraje limitado de
este impreso y su precio elevado, 20 centavos
dólar de la época, representando diez veces
más el precio en comparación con los diarios
neoyorquinos.
Para in uir aún más en la opinión
estadounidense, Walker y sus hombres
enviaron cientos de ejemplares de El
Nicaragüense directamente a redactores de
prensa y a políticos en Washington, D.C
(Salinas, 1857), y luego negociaron contratos
con la empresa distribuidora de prensa Wines
and Co. para asegurar la disponibilidad de su
publicación en Nueva York, Nueva Orleans
y San Francisco (Malè & Tabor, 1856; Tabor,
1856a). Por medio de esta agencia recibieron
también materiales de prensa de Estados
Unidos en Granada, generando su propia
red de ujos noticiosos, una innovación que
an tes en Nicaragua no existía. Los redactores
nicaragüenses siempre se  aban en contactos
personales para recibir noticias o periódicos
para sus propias publicaciones.
En un esfuerzo por ampliar aún más sus
esfuerzos propagandísticos, los libusteros
que viajaban a Estados Unidos por motivos
de convalecencia o para adquirir material
para sus propósitos bélicos en Nicaragua.
Muchas veces se presentaban en los diarios
estadounidenses como viajeros neutrales,
Según nuestros [nuevos] arreglos estamos preparados
para publicar misivas interesantes con cada llegada
de correos, con ilustraciones exactas, y como nuestro
artistas y reporteros están conectados con el gobierno,
podemos ofrecer a nuestros lectores las noticias
actuales y fiables (“The Nicaraguan Question, 1856).
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El Nicaragüense y los enlaces transnacionales de los libusteros
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concediendo entrevistas donde falseaban
la realidad de la guerra civil inventando
supuestas gloriosas victorias.
Otra expresión de simpatía y publicidad
hacia la causa mercenaria entre el público
norteamericano y ciertos medios de
comunicación, se evidencia en la contratación
de libusteros como reporteros para el
prestigioso periódico semanal Frank Leslie’s
Illustrated Newspaper. En abril de 1856, Frank
Leslie’s anunció:
Según nuestros [nuevos] arreglos estamos
preparados para publicar misivas
interesantes con cada llegada de correos,
con ilustraciones exactas, y como nuestro
artistas y reporteros están conectados con
el gobierno, podemos ofrecer a nuestros
lectores las noticias actuales y ables (“The
Nicaraguan Question, 1856).
A partir del número de abril de 1856 Frank
Leslie’s (adherente al expansionismo ya desde
el inicio de la estancia de Walker) comenzarían
a editarse de manera constante, un ujo de
imágenes y textos tendenciosos producidos
por los libusteros “corresponsales”. Algunas
noticias publicadas citaban sus fuentes (“Mr.
Douglass E. Jerold” es mencionado como
artista), en otras contribuciones la fuente era
omitida, desconociéndose quién era el autor
del dibujo, ni las razones por las cuales lo
hacían.
Las noticias de los supuestos triunfos de los
libusteros únicamente eran publicados por
la prensa estadounidense de habla inglesa.
Como se ha señalado en este trabajo, el siglo
XIX vio nacer en este país, una variedad
de publicaciones en español, francés,
alemán entre otras lenguas (para la prensa
hispanoparlante véase Gruesz, 2002). De
estas publicaciones, las escritas en español
coincidían con las centroamericanas, en su
oposición feroz a la empresa libustera en
Nicaragua. Es verdad que El Nicaragüense
en su calidad de órgano ocial del gobierno
Walker–Rivas no podía ser ignorado, pero
también lo fue que los redactores latinos
en Louisiana, lo mismo que Costa Rica
o El Salvador, mantuvieron una postura
lo sucientemente selectiva y crítica para
no caer en el juego de las noticias cticias
fabricadas por los partidarios o simpatizantes
de Walker.
Los medios escritos en español refutaron en
todo momento las tendenciosas noticias del
supuesto éxito militar de los libusteros,
dando espacio en sus páginas a voces
opuestas al libusterismo, como la de José
de Marcoleta, embajador nicaragüense en EE
UU, cuando Walker llega a Estados Unidos.
Con su postura, estos periódicos extendía la
oposición centroamericana al libusterismo
hasta la tierra natal del libustero.
Michel Gobat ha argumentado que estas
colaboraciones anti-imperialitas a nivel
cultural y político, generaron por primera vez
una noción de “Latinoamérica”, antes de lo
que normalmente se reconoce como los inicio
de este concepto: la intervención francesa
en México en los años 1860 (Gobat, 2013).
Sin embargo, la inuencia latina se limitaba
a los círculos hispanoparlantes en EE UU,
reejando la brecha lingüística encontrada
en las propias páginas de El Nicaragüense.
Merced de unas pocas traducciones, existió
una discusión limitada entre adherentes
y oponentes de los libusteros, pero aún
falta un análisis del intercambio textual
sobre este tema en la prensa multilingüe
estadounidense.
Conclusiones
El artículo “Introductory” rmado por Malè
& Cook, inaugura el primer número del
periódico libustero en abril de 1856. El texto
señalaba:
Con el primer número de El Nicaragüense
esperamos que comience una nueva era en
la historia de la prensa de Centroamérica.
El objetivo de esta publicación será muy
diferente de todas las que hasta ahora han
aparecido en este Estado. Al mismo tiempo
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El Nicaragüense y los enlaces transnacionales de los libusterosAndreas Beer
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su conducta, aunque tal vez no se considere
nueva en otros lugares, será completamente
nueva acá (Malè & Cook, 1856).
La intención de los editores del periódico
era crear cierta expectativa en la esfera de
la prensa periódica y entre los potenciales
lectores de habla inglesa, formulando una
visión de impacto. Dejando a un lado el
tono arrogante de la “proclama”, en alguna
medida tuvieron razón porque el diseño y
las prácticas periodísticas impulsadas eran
nuevos en el país centroamericano.
Se podría aceptar que era “diferente” en
términos del estilo de periodismo al resto
de publicaciones periódicas, vista hasta ese
momento en Nicaragua y resto del istmo. No
obstante, esta nueva práctica no podía durar
mucho, porque no existía el contexto social
y político adecuado que lo sustentara. Se
carecía de un mercado interno, el segmento
letrado era en extremo incipiente (la mayoría
de la población era analfabeta), y – el punto
más importante – faltaba vinculación con la
población nicaragüense.
Aunque algunos colaboradores del periódico
como Fermín Ferrer eran nicaragüense,
el historiador Michel Gobat argumenta
que fueron muy poco los nicaragüenses
que participaron en la guerra contra los
libusteros (véase Gobat, 2006, p. 71). Pese
a ello, la mayor parte de la élite granadina
e incluso de la leonesa, no se identicaron
con la publicación libustera. Considerada
de manera correcta como órgano ocial de
William Walker (más que de Patricio Rivas),
los nicaragüenses evitaron el periódico.
Las proclamas del gobierno de Patricio
Rivas no fueron consideradas importantes
en el contexto conictivo de Nicaragua de
esa época, menos en Granada, donde se
editaba El Nicaragüense. El aislamiento de
los editores libusteros (de ambos idiomas)
de la vida cotidiana queda subrayado, entre
otros, en el artículo “El Baptismo” fechado
en febrero de 1856. Escrito en inglés, a pesar
que su título pareciera en español, registra
la sorpresa entre los libusteros al descubrir
–cuando escucharon tañer las campanas – las
festividades relacionadas con el bautismo
de un bebé de la destacada familia Calonje,
suceso local de enorme importancia social
(Malè & Cutler, 1856). El hecho que ni los
libusteros cubanos ni anglosajones se
enteraran de este evento social evidencia
el aislamiento voluntario o impuesto, a
que estuvieron sometidos los aventureros
norteamericanos durante su estancia en
Centroamérica.
No obstante a las ambiciones de sus editores,
El Nicaragüense funcionó sólo en dos aspectos:
Primero como instrumento propagandístico
hacia Estados Unidos. Segundo, como
medio ocial de los libusteros, informando
y entreteniendo a la tropa. Esto último,
dirige nuestra atención hacia el carácter
multinacional de los libusteros. Aunque
la mayoría de ellos provenían y llegaron
en barcos de este país del norte, sus las se
vieron engrosadas por migrantes alemanes,
húngaros, ingleses y latinoamericanos,
principalmente cubanos.
Hasta hoy día es común entre los estudios
históricos de los libusteros ubicarlos
como invasores anglosajones. El análisis
de El Nicaragüense, a partir de su carácter
transnacional, la convergencia de idiomas
diferentes, historias y contextos sociales,
complejiza esta perspectiva construida a
partir de un discurso nacionalista.
Una investigación del periódico libustero
en su “doble cara” (dos idiomas y dos
culturas) abre el camino para la comprensión
de las razones que motivaron inicialmente
la invitación a Nicaragua de los libusteros;
explica por qué contaron con el apoyo de
diferentes sectores en América del norte,
sur y también de Centroamérica, incluso
de Nicaragua: ofrecieron un ideal o visión
de progreso social que sedujo a los sectores
liberales en todo el hemisferio. Walker y
los suyos tenían entonces una narración de
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El Nicaragüense y los enlaces transnacionales de los libusteros
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progreso y modernización que los actores
locales de estos países podían vincular con
sus intereses.
Los anteriores aspectos encuentran puntos
en común entre los libusteros y liberales
nicaragüenses, caudillos locales de diferentes
estratos sociales que anhelaban un cambio que
rompiera el duopolio entre León y Granada
y la creciente centralización del poder (véase
Gobat, 2006, p. 77; Kinloch Tijerino, 2006).
De igual manera, sugiere que antes de
imponer su programa de americanización
que amenazara el poder de las elites locales
basada en el latifundismo, los libusteros se
inscribían en ejes interpretativos aceptados
en Nicaragua.
La publicación El Nicaragüense se ofrece
como punto de partida para el análisis de
los ejes anteriores –como he señalado--
guiando nuestras miradas profesionales
hacia actores por mucho tiempo marginados
por la personalización de tendencias
nacionales y nacionalistas dentro de las
diferentes historiografías involucradas en
escribir las historias sobre el episodio de los
libusteros en Nicaragua. Algunos colegas
de Estados Unidos (como Michel Gobat o
Amy Greenberg) o de Costa Rica (Víctor
Acuña Ortega) han dedicado sus esfuerzos a
esta labor crítica, aunque en Nicaragua faltan
iniciativas que superen narrativas estrechas
enfocadas en estimular la idea mítica del
conjunto nacional forjado en batallas contra
las tropas libusteras.
Si los conceptos “transnacional” o “histoire
croisée”, actualmente de moda, tienen algún
sentido, para mí es este: tratar de pensar y
analizar más allá de las fronteras actuales del
estado nacional para encontrar y vincular
actores, narrativas, objetos y tendencias, sin
perderse en alguna idea vaga de lo global.
Se trata de identicar objetos concretos
de investigación. Un enfoque hacia lo
transnacional ayuda no sólo a historiadores
e historiadoras para la mejor comprensión
de sucesos pasados, sino para promover
discusiones necesarias, en conjunto con
actores actuales, en función de contribuir a
la mejora de las sociedades en que vivimos
hoy día.
El modelo de periódico que los libusteros
promovieron con El Nicaragüense fracasó.
Después de la victoria de la alianza de los
ejércitos centroamericanos, el formato de la
nueva Gaceta Ocial que apareció continuó
el periodismo ocialista anteriormente
conocido en Nicaragua. La Gaceta era un
órgano con proclamas destinadas al pequeño
círculo de poder y para legitimar sus políticas.
Como la esfera del periodismo está
íntimamente vinculada con las económicas
y sociales en general, no fue una sorpresa
que algo estructuralmente parecido a El
Nicaragüense surgiera nuevamente hasta en
la década de 70 de ese siglo XIX, el periódico
El Porvenir reeja ecos de esta experiencia.
Es un contexto donde los cambios hacia una
sociedad más liberal abren nuevos espacios
a productores, aumentando la cantidad de
consumidores de periódicos. Paradojas de la
historiografía, que un precursor de la historia
del periodismo centroamericano, pueda
encontrarse en esta publicación odiada y
menospreciada de los libusteros.
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