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Deshumanización del trabajo y necesidad colectiva: consideraciones acerca del trabajo informal
Norling Solís Narváez
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Deshumanización del trabajo y necesidad colectiva:
consideraciones acerca del trabajo informal
Norling Solís Narváez
univernorling@gmail.com
Resumen
El comercio informal en los espacios urbanos suele ser la salida para sustentar la necesidad inmediata de sobrevivencia
entre muchos obreros y campesinos que migran hacia la ciudad en busca de “mejores oportunidades”. El trabajo en
su expresión básica, es una implicancia práctica del movimiento humano. El ser humano en su cotidianidad ejerce
trabajo, porque emplea su cuerpo, sus manos, sus pies, sus sentidos, buscando la satisfacción de necesidad de movimien-
to, alimentación, hidratación, etc. En ese sentido, el trabajo no debería ser un problema mayor, sin embargo, bajo la
lógica del sistema capitalista, el trabajo adquiere otra dimensión, esclaviza, explota. Este ensayo aborda el comercio
informal, como un hecho laboral donde convergen relaciones sociales de poder. Se busca evidenciar que los mercados, en
contextos urbanos, son espacio de conictos, pugnas de poder provocados por la necesidad de sobrevivencia. El proceso
metodológico utilizado se basa en las observaciones y notas de campo
1
, diarios de campo, así como la sistematización
de la experiencia teórica y documental sobre el tema. Es un aporte a la discusión sobre los conictos que con frecuencia
se suscitan en estos mercados populares.
Palabras claves :Trabajo informal, relaciones de poder, lucha de clases, pequeños burgueses,
Abstract
Small business in urban area usually are the livelihood of labor and peasants who migrates to cities looking for
“better opportunities.” Work in its basic expression, is a practical implication of human movement. Human being
in daily life works. By uses his hands, feet, senses, seeking needs satisfaction of movements, nutrition, hidratation,
etc. Thus, work should, not be great problem, however under capitalism system; work acquires another dimension,
scans, exploits. This essay is about small business, as a labor fact where power relationship converge. Seeks evidence
that markets in urban context are conict spaces, power struggles caused by the need to survive. The methodological
process is based on observation and eld notes, also theoretical and documentary experiences systematization. It is a
contribution to discuss about conicts frequently found in these popular markets.
Keywords: small business, power relationship, class struggle, petit bourgeois
1Trabajo de campo realizado para la investigación de titulación de licenciatura: Entre tramos, carretones y canastos: identidades y relaciones sociales
entre los comerciantes del mercado Oriental. 2015. UNAN-Managua.
Recepción: 05-08-16 /Aceptación: 15-11-2016
ANTROPOLOGÍA
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Introducción
Desde una perspectiva general, el trabajo se ha
constituido para muchos teóricos, como el motor
generador del raciocinio humano. En este sentido,
se considera el trabajo como una práctica huma-
nizadora, como proceso aplicable de la habilidad
del individuo para la realización de una actividad.
Un ejemplo aplicado en los análisis de Engels
(1876), es la relación que hace de primates y sus
habilidades para satisfacer sus necesidades bási-
cas, haciendo uso de movimientos psicomotores,
en la obtención de sus alimentos o para defen-
derse. Textos reconocidos como el de Althusser
(1967), abona a la explicación del trabajo como
proceso, siendo un indicador de desarrollo, gene-
rando habilidades y necesidad nuevas a satisfacer
en un continuo.
Retomando el aspecto anterior, resulta relevante
la ambigüedad que genera el ejercicio del trabajo.
Cumple una función inicial para satisfacer nece-
sidades básicas inmediatas, generando a su vez
otras necesidades que apelará a otros medios para
su satisfacción. Un ejemplo de ello, es la necesidad
de comunicación por medio del habla y los proce-
sos de desarrollo de lenguaje que contribuyeron a
agruparse en expresiones sedentarias, en los pri-
meros seres humanos. Contrario a lo anterior, la
movilidad provoca nuevas necesidades: aprende o
amplia forma de comunicación y de interrelación
social.
Entendiendo la lógica del trabajo, como lo explica
Engels, en la actualidad se ha dado un giro signi-
cativo sobre esta práctica. A partir de los estadíos
evolutivos del ser humano, el trabajo ha trazado
una línea progresiva, de sistemas económicos so-
ciales simples, desde el comunismo primitivo al
capitalismo, sin faltar expresiones más agresiva en
los últimos tiempos, el neoliberalismo globalizan-
te.
En los mercados de Managua se expresan de algu-
na forma, prácticas colectivas de trabajo, produc-
to de necesidades básicas a suplir. Los miembros
de familia pobres se agrupan, a partir de una or-
ganización sencilla, para la realización de una acti-
vidad mercantil informal. Este tipo de trabajo, es
suplido en mercancía, por comerciantes formales,
quienes tienen mejores condiciones que los pri-
meros. La mayoría de estos comerciantes ambu-
lantes y temporales de los mercados, trabajan de
manera indirecta para este grupo formal, conside-
rado una “elite en los mercados”.
En el nivel planteado arriba, el trabajo pierde su
esencia real como medio humanizante, por su in-
corporación en una ruta comercial, poco o nada
reconocida, legal y socialmente hablando: “la in-
formal”. La gente tiene necesidad de ejercer algún
tipo de trabajo que le permita la obtención de re-
cursos para alimentarse y vestirse. La imagen que
tiene el gremio de esta “élite de los mercados”, de
los comerciantes ambulantes o temporales, es que
estos últimos, consideran, tienen comportamien-
to delincuenciales, cargados de antivalores; de su-
jetos peligros. Esta imagen colectivizada entre los
compradores, genera desconanza, haciendo que
muchos busquen los establecimientos formales.
La paradoja es que estos mismos comerciantes
abastecen a los informales. (Narváez, 2017)
Los mercados libres (como el Oriental) se han
convertidos en el “refugio” o el “mundo”, como
expresan los mismos comerciantes informales, de
los habitantes provenientes de los barrios margi-
nales de la sociedad. Por tanto, la necesidad de
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sobrevivencia se colectiviza, expresada esta, en las
en las diversas estrategias que aplican para ganarse
su sustento. El punto de inexión está en la natu-
raleza del trabajo, el cargar por largas horas bolsas
de agua; llevar de un lado a otro carretones llenos
de mercancía, halados a manos; limpiar parabrisas
de vehículos; permanecer por largo tiempo bajo
el sol con productos recibido en consignación o
para la “reventa”, ganando la cuarta parte del va-
lor real.
Estamos consciente el retrato que se describe, es
común de los países con grandes desigualdades,
como los latinoamericanos. Lo que se quiere des-
tacar en este enfoque relacionado al trabajo, es el
sesgo que se alcanza a partir de la condición de
marginación, donde personas que viven y trabajan
dentro de estos circuitos, estructuran su propio
“mundo”, diferente al normado, formalizado del
sistema capitalista. Es un mundo de espacios pre-
cario, sometido a la violencia de todo género con
sus propias normas y regulaciones.
En este artículo se hace un acercamiento etno-
gráco al contexto donde se centra el estudio: el
trabajo informal del Mercado Oriental. En este
primer apartado se describe desde la primera per-
sona, ese mundo al que aludimos. La idea es que el
fenómeno expuesto sea percibido desde el punto
de vista de un espectador. Para esta exposición,
desde el punto metodológico, se recurre a un ins-
trumento valioso, utilizado por el autor de este
artículo en su trabajo: el diario de campo. En este
diario, se anotaron las sensaciones y emociones
del momento, cuando se realizaban las visitas al
lugar.
En el segundo apartado, se realiza un análisis teó-
rico sobre el trabajo, desde la reexión de Engels
y Marx, considerando los estadios del ser humano
a partir del trabajo y las formas que este adquiere
en la actualidad. El enfoque prevaleciente, acen-
túa el proceso de despojo y/o desarraigo de su
humanidad, por medio del trabajo que realizan
estas personas marginadas, llevándola al límite de
sus condiciones físicas, esperanzado en agenciarse
ingresos o medios para su supervivencia.
En el tercer y último apartado se realiza una re-
exión sobre el trabajo informal y sus acciones
deshumanizantes. En este sentido, se realiza un
análisis de lo observado en el Mercado Oriental,
dentro de un criterio vivencial surgido del trabajo
informal, donde el esfuerzo por la sobrevivencia,
los lleva a poner en riesgo su propia vida.
Un día en el Mercado Oriental
Para iniciar, me dispensan el utilizar la primera
persona para abordar el tema de la compleja coti-
dianidad del Mercado Oriental. Este recurso, bus-
ca establecer mayor cercanía entre mi exposición
y la problemática que expongo, por su naturaleza,
no requiere de adornos, ni subterfugios, ella surge
con descarnada realidad.
En la segunda semana de mayo del 2014, me
orientaron realizar mi segundo trabajo de campo.
Luego de un primer momento de reexión acer-
ca de lo que había encontrado, me atrapaba una
nueva interrogante, ¿Qué sucede en el Mercado
Oriental? ¿Por qué se ve tanta desorganización?,
¿por qué los comerciantes mantienen una actitud
de confrontación entre ellos? al menos un sector
con otro, aunque cada uno de estos sector está
fuertemente asociado.
Era lunes, iniciaba la semana en busca de infor-
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mación interesante. El asunto era un tanto com-
plicado. Había entrado al contexto o ambiente del
mercado y los informantes que buscaba en esta
ocasión, eran las autoridades administrativas, con
quienes quería hablar acerca de los criterios que
tenían para clasicar a los comerciantes en: jo y
ambulante.
Antes de dirigirme a las ocinas de las autoridades
del Mercado, hice un recorrido de mis informan-
tes. Pasé por el tramo de doña Chagua, comer-
ciante de la zona uno, señora de unos cincuenta
años, carismática, líderesa, dirigente en la Asocia-
ción de Comerciante de Nicaragua. Estuve con
ella un rato mientras me contaba de lo interesante
de ese “mundo” al que se alude en este trabajo. Lo
decía con tanta elocuencia esta humilde comer-
ciante, que ese mundo al que aludía, se represen-
taba de manera diáfana en nuestras mentes y en
cada uno de los objetos que mirábamos, dando la
sensación de transportarnos a otra ciudad que no
era Managua, o quizás, una al lado o debajo de la
otra, como se quiera ver.
Las mismas expresiones antes citadas de doña
Chagua, me recordaba uno de mis primeros en-
cuentros con otros informantes. En algunas oca-
siones ellos hacían referencia a ese “mundo” de
los comerciantes de estos mercados, como un es-
cenario aislado, socialmente hablando, imaginado
que únicamente toma vida en sus acciones colec-
tivas. Esto me recordó las consideraciones de los
antropólogos urbanos Manuel Castells (1972) y
Hannerz (1987) quienes sustentan la tesis de estos
mercados, como expresiones de una ciudad den-
tro de otras ciudades.
Doña Chagua insistía en que pusiera atención a
los diálogos entre los comerciantes, las expresio-
nes que utilizaban, impregnadas, la mayor parte
de ellas, de conanza y cohesión entre los grupos.
Aunque en los diálogos, se intercalaban palabras,
consideradas obscenas dentro del establishment
urbano formal, era (y sigue siendo) de uso co-
mún entre ellos, sin que resulte ofensa alguna.
Los comerciantes ambulantes, entre “amigos” se
lanzan improperios, pero dentro de un ambiente
de camaradería. No así con otras personas per-
tenecientes a otros grupos con los cuales no se
tiene el mismo nivel de conanza o familiaridad,
pudiendo desembocar en conictos.
Mientras escuchaba a doña Chagua, su voz se
confundía con otras voces provenientes de los
alrededores, en un coro disonante de ofertas de
productos: “que vas a querer amor”, “llévate to-
mates, frescos tomates”. La estrategia se devela-
ba sencilla: convencer al potencial comprador,
utilizando recursos verbales y gestuales sutiles.
A quienes no les gusta que lo trataran con frase
amorosas, reaccionan cuando el vendedor interca-
la frases que apelan a la sociabilidad y al comercio,
describiendo el producto con sus supuestas atri-
buciones. Al cabo de un rato, mientras seguía en
el tramo de doña Chagua, ubicado muy cerca de la
Estación 1 de la policía; llega una amiga de ella, a
quien me presenta, ofreciéndose a acompañarme
en el recorrido por el Mercado.
Mientras hablábamos a media y entre cortado, de-
bido a la dicultad de caminar en medio de tra-
mos, mercancías de todo tipo sobre los andenes y
calles, el sol del mediodía y el calor sofocante, ha-
cía que aligeráramos el paso. Llegamos al Gancho
de Camino, una referencia popular del mercado,
esquina arriba, subimos tres cuadras, desembo-
cando en una calle libre de tramos y mercancía,
con mucho tránsito. Giramos a la izquierda y con-
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tinuamos caminando sobre una calle abarrotada
de tramos de electrodomésticos, al nal de la mis-
ma llegamos a la esquina “Power 0.99”, tienda de
árabes. Tomamos a la derecha y al fondo de esta
divisé el árbol de limonaria, donde permanecen
habitualmente, un guarda de seguridad o un poli-
cía, en esta ocasión estaba un policía sentado en
una silla de plástico.
Por n llegamos a COMMEMA. En el portón les
solicité a los guardas de seguridad entrar para con-
versar con el asistente del Gerente. Sin mucho trá-
mite llegué hasta el despacho del Asistente, quien
sin abandonando cualquier protocolo –si existía--
me orientó con quien abocarme para conseguir
mi información y continuar con mi investigación:
los Vice gerentes.
Las ocinas de estos funcionarios están ubicado
en otro lugar de donde estaba. El mercado está
dividido para nes administrativo y comercial, en
tres zonas. Tres Vice gerentes atienden cada una
de estas zonas, por esta razón, se tuvo que ir a
tres lugares diferentes. La zona 1 concentra el co-
mercio de ropa y zapatos y electrodomésticos en
general; la zona 2, carne, abarrotes, y de especias;
y la zona 3 perecederos y alguno tramos de maris-
cos, la cual es compartida con la zona 2.
La señora que me acompaño hasta COMMEMA
se había ido sin darme cuenta. Una de las primeras
decisiones que tomé, en ese momento, fue visitar
a cada uno de los Vice gerentes, comenzando por
el de la zona 1. Durante el trayecto, me encon-
tré con tramos de diversos tamaños, surtidos de
una variedad de productos. Una de las caracterís-
ticas de trabajo en estos tramos formales, es que
en ellos laboran varios muchachos o muchachas,
bajo un tipo de contrato verbal, cuyo pago se da
por hora trabajada o por temporada, pactando un
salario. Lo que no se pacta y queda a discreción
de la dueña, es la entrada y salida en cada jornada
laboral, generando agrantes abusos.
En cada uno de los callejones de la zona 1 encon-
tré al menos un vendedor ambulante que halaba
un carretón con productos diversos, refrescos,
agua helada, verduras. Sorteando las de gente
que van y vienen, en esos callejones angostos,
muchos de ellos no descansan en su camino, ape-
lando a la comprensión de cada uno de los com-
pradores: “cuidado”. En algunos casos usan el
humor para solicitar el paso: “el golpe avisa”. Su
recorrido es casi innito, sin rumbo establecido,
les guía la multitud de gente en cada callejón, de-
teniéndose sólo cuando le solicitan un producto.
El contacto con ellos, durante la investigación, me
permitió saber que pese al duro trabajo de halar
un carretón con mucho peso durante todo el día,
logran reunir unos cuantos pesos que les permite
suplir las necesidades de día en su “hogar”. El tra-
bajo diario con el carretón trae consecuencia con
el tiempo, padeciendo de problemas lumbares y
de columna. La postura inclinada a la que se habi-
túa, los encorva, siendo llamados por sus amigos
con el sobrenombre de “cuco”.
La dinámica de trabajo del vendedor de carretón,
no se diferencia mucho de otros vendedores am-
bulantes que llevan sus productos en la cabeza o
los hombros. Todos ellos deambulan en los calle-
jones del Mercado, pasan sol, empujones, y sufren
de los mismo males de salud; de igual manera, se
conocen y saben sus virtudes y debilidades. For-
man grupos siguiendo algunos principios de so-
lidaridad cultivados a la luz de alguna desgracia,
lugares de procedencia o vicios compartidos.
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Por otro lado, cargan la imagen de potenciales de-
lincuentes o pandillero, con razón o no, pero ellos
no se arredran, deenden su mundo y su forma
de ganarse la vida. Aunque hay sus excepciones,
vendedores que aspiran y luchan por migrar de
ese ambiente del Mercado.
Durante el trayecto que hice hasta la zona 1, inte-
ractué con los vendedores de los tramos, quienes
me halagaban tomándome del brazo para que me
detuviera y entrara a ver los productos que ofer-
tan. Ellos hacen todo lo posible para que no re-
pares a ver otros tramos, ni otras ofertas. Siempre
me he preguntado, si el performance que hacen
para seducir al potencial comprador, es intuitivo,
ensayado o discutido previamente con el propie-
tario del tramo.
Después de caminar por cierto tiempo, cruzando
tramos, llegué a la ocina del Vice gerente de la
zona 1. Para mi infortunio, no encontré al funcio-
nario edilicio. Durante ese momento de espera,
di unas vueltas, sin percatarme en la misma zona.
Un comerciante me hizo ver mi error, al interpe-
larme de una manera enfática, “si era un ladrón”.
Ante mi desconcierto, volvió a preguntar, esta vez
de manera concreta: “que andaba buscando, por-
que miraba raro que diera tantas vueltas cerca de
su tramo”. Me repuse de mi sorpresa, explicándo-
le mi propósito. Hizo una cara de comprensión,
para luego orientarme el camino de la ocina del
Vice gerente de la zona 2, hacia donde pensaba ir,
luego del viaje fallido a la zona 1.
La Vice gerente de la zona 2, era una dama, y me
fue difícil encontrar su ocina. Las orientaciones
del comerciante fueron exactas y llegue sin pro-
blema. Sentí alivio de encontrarla y atenderme de
manera rápida. Contestó las preguntas que llega-
ba. Tuvo la gentileza de delegar al guarda de segu-
ridad para que me llevara a la zona 3, propiamente
donde estaba la sede de la Vice Gerencia. Tomó
esa decisión argumentando que era una de las zo-
nas más peligrosas del Mercado.
Durante mi recorrido, debo destacar ciertas carac-
terísticas observadas en cada una de las zonas visi-
tadas. En la zona 1 el ambiente, la disposición de
los tramos, el tipo de mercancía (electrodomésti-
cos, zapatos, telas, juguetes, entre otros), y la aglo-
meración de vendedores, disputándose al cliente
que pasa en los callejones, como en un hervidero,
generé agitación y agilice el paso de la gente en su
recorrido. En la zona 2 donde se expenden carnes
y especias, los olores son diversos y la forma de
ofertar los productos está revestida por un aire
casero, familiar. No es la actividad agitada y casi
atropellada de la zona 1, sino de cierta tensa tran-
quilidad, producto de la particularidad de la dis-
posición del producto, en ganchos o pinzas, y el
uso de herramientas corto punzante. En la zona
3 el ambiente cambia de manera sustancial con
respecto a las dos zonas anteriores, el ambiente se
enrarece producto de una combinación de olores
de verduras o frutas remaduras, o descompues-
tas con tramos de mariscos, que colindan con la
zona 2. Se siente cierto tono lúgubre, pero relaja-
do, subvertido en gran medida por hombres, ves-
tidos hasta la cintura, sin camisas o con camisolas
y chanclas o chinelas.
Mientras caminaba hacia la zona tres, pasó por mi
lado una muchacha de unos 25 años (calculo, se-
gún sus facciones físicas), ella llevaba un carretón
un poco pequeño, vendía gaseosa y agua helada.
El carretoncito compuesto por dos cajones en la
parte del extremo alejado de ella, se ubica la pri-
mera caja donde lleva estos productos, en la otra
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que está pegada a la primera pero al lado de la
muchacha va un niño de un año de edad más o
menos.
Donde iba colocada el niño estaba acomodado
con una acumulación de trapos, estos trapos en
su mayoría de ropa vieja, son los más fáciles de
conseguir en ese espacio. Sin embargo aunque
la escena es desafortunada, la misma era apura-
da o rechazada por quienes estaban en un tramo
o quienes también andaban vendiendo el mismo
producto, claro porque no importa la condición
de la persona, sino que todos andan bajo la lógica
de vender y todos necesitan vender, sea cual sea
la condición.
Mientras caminaba a la zona 3, encontré tramos
pequeños, personas más desaliñadas que otras,
niños sucios y un grupo de hombres tatuados.
Estaban sentados en una esquina, cerca de unos
baños públicos y salas de juegos. Esta escena ate-
moriza a cualquiera, aligeré el paso y llegué a otra
zona con mayor auencia de compradores. Esta
imagen es la que se reproduce en los medios de
comunicación creando una visión negativa so-
bre el mercado, especícamente sobre ese sector
(Narváez, 2017).
Una cosa es cierta, la realidad del mercado retra-
ta aquello que la gente desprecia, las condiciones
inadecuadas de vida. Mucha gente que vende en
este Mercado, realiza todas las actividades perso-
nales en este lugar. Otros tienen este lugar como
su hogar. Sin duda, la situación de precariedad de
estas personas, se debe a factores diversos que
conuyen, entre ellos, acceso a educación, am-
biente familiar inestable, adicciones, entre otros.
Aproximación teórica al trabajo
Engels (1876) en su obra sobre el papel del traba-
jo en el proceso de transformación del mono en
hombre, incorpora un elemento importante para
el análisis del trabajo y su aporte transformador:
el uso de las manos. Este hecho, da origen al de-
sarrollo del individuo. Por tanto, el trabajo como
producto de la necesidad, resultó ser útil para el
sistema locomotor del cuerpo. El hombre trans-
forma el medio en el que se desenvuelve, al mis-
mo tiempo que él también cambia y evoluciona
biológica y culturalmente.
Marx (1976) desde su enfoque materialista inere
en que el trabajo llega en un momento en que la
humanidad se “humanizaba” por medio del ejer-
cicio sistemático y consciente de esa actividad.
Los individuos se han adaptado a sistemas com-
plejos que los han hecho avanzar, dentro de una
lógica hegemónica, marcada por concepciones,
necesidades básicas, e intercambio (Comunismo
primitivo, Esclavismo, Feudalismo, Capitalismo).
Bajo esta lógica de “desarrollo” y avance del ser
humano y por supuesto de las manifestaciones
del trabajo, se implementan capacidades de agru-
pamiento, estrategia de normalización de leyes y
reglas, como parte de la evolución misma de las
sociedades. Esto genera una contradicción inhe-
rente a la forma del trabajo en su concepción ini-
cial y como mecanismo de dominación.
Siguiendo esta lógica, el trabajo es un proceso en
el que el individuo se da cuenta que necesita agru-
parse y de esa forma se crean pequeñas socieda-
des (Giddens, 1991). Esta se evidencia con el pro-
ceso de dominación, por parte del hombre, de la
naturaleza. El mismo hombre se vuelve parte de
esa cultura de la dominación, individualista, sobre
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los medios de producción. Esto último es expli-
cado en Marx (1976) y Engels (1974), señalando,
la contradicción del trabajo como medio huma-
nizador y fuente para solventar las necesidades
básicas, al tiempo que es acumuladora de riqueza
(hay que recordar el doble valor de la mercancía
que Marx lo planteó en El Capital: valor de uso
y valor de cambio): Durante el proceso de producción
los hombres no sólo crean los productos materiales para su
propia subsistencia, sino que simultáneamente producen y
reproducen sus relaciones sociales (Burlatski, 1982; p.
22).
Partiendo de la idea anterior, se puede fundamen-
tar que el otro es dominado producto del giro que
se le dio al valor del trabajo. Proceso iniciado a
partir de las sociedades primitivas. En distintos
estudios de ramas diversas de la ciencias huma-
nas, se analizan las formas en que el capitalismo
ha hegemonizado las prácticas relacionadas con el
trabajo, explotando en distintos momento, y con
una variedad de mecanismos, a la mayor parte de
los seres humanos, exclavizados por el sistema.
Es propio señalar, como lo indican los estudios
hechos sobre la evolución humana (Bordes, 1968;
Burlatski, 1982; Mark y Hobsbawm, 1979; Petit,
et.al., 1978 y Harris, 1982), el hombre domina la
naturaleza, al tiempo que siente la necesidad, y
busca la forma de dominar a los seres humanos
que le rodean. En distinto momento de la histo-
ria, por la división social del trabajo y el control de
los medios de producción, se verá como el “otro”
dominado. Por tanto, quien acumula desea repro-
ducir su capital, por ello necesita mano de obra,
fuerza de trabajo, y esa condición de poder, le lle-
va a crear mecanismos de coerción, muchos de
ellos sutiles, revestidos de legalidad y “aceptados”
por la mayoría.
La dominación y relaciones de poder se expresan
de diferentes formas y niveles. Para este trabajo,
se parte del análisis de las relaciones de poder que
se dan durante el trabajo realizado a lo interno
de los mercados abiertos, populares de las ciuda-
des (en este caso el Mercado Oriental de Mana-
gua). El trabajo en los puestos informales tiene
un carácter de sobrevivencia, inscrito dentro de
una estructura de subordinación. Esta situación
se da cuando existe un vínculo comercial entre los
proveedores que cuentan con recursos y los ven-
dedores, convirtiéndose, de hecho en empleados
de ellos.
El propietario de bienes que opera en los merca-
dos dentro de la “formalidad” comercial, necesita
quien le venda su mercancía, por eso realiza con-
trato con los vendedores ambulantes, informales.
Este tipo de trabajo no se rige por los mecanis-
mos legales establecidos por el Estado. El que
realiza esta labor esta desprotegido en términos
de salud y de cualquier prestación o demanda. Es
un trabajo precario, de sobrevivencia del “otro”.
En este ejercicio, es que se da la dominación y/o
subordinación de parte del propietario que suple
mercancía a los que se comprometen a trabajar
bajo ese régimen. En caso que no cumpla con
el pago de la mercancía al nal del día, o el día
pactado, estos comerciantes tienen sus formas
coercitivas de cobrarlo. Ellos nunca pierden. Esta
dinámica de trabajo los adultos la transmiten a sus
hijos, muchos de estos acompañan al vendedor
ambulante, convirtiéndose en un círculo vicioso.
La antropóloga Larissa Lomnitz (1976), inere
que en los grupos marginados, el trabajo es la ex-
presión de la necesidad de sobrevivencia colecti-
vizada entre los miembros del barrio. Esta situa-
ción, genera agrupamientos, estructura redes de
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socialización para el trabajo, de cualquier tipo, u
otras actividades que les asegure la supervivencia
de los miembros.
Trabajo informal y necesidad de sobrevivencia
En el contexto nicaragüense, el trabajo y comercio
informal son fuentes de sobrevivencia de un por-
centaje sustantivo de personas, habitantes muchas
de ellas, de las zonas urbanas más deprimidas, en
términos de calidad de vida. Es habitual que en las
plazas y calles de la ciudad, se encuentren grupos
de personas, de diferentes edades y sexo, vendien-
do algún producto que los transeúntes o conduc-
tores demandan eventualmente, siendo este un
medio para “ganarse la vida”, como ellos repiten.
Es un hecho que estos vendedores lo hacen por
necesidad. Algunas familias que se dedican a la
venta, producen o cultivan algún producto el cual
venden, haciendo un cálculo del precio, donde se
pueda obtener utilidades, y continuar producien-
do. Existen situaciones extremas, de personas que
visitan lugares donde las empresas, en el caso de
lácteos, arrojan algunos desechos, recogidos por
estas personas, quienes lo reciclan y lo venden en
forma de cuajada o cajetas de leche. Lo común
es la venta ambulante, adquiriendo productos en
consignación por el día, en la mayor parte de los
casos; en otros casos, los jóvenes son contratados
como cargadores o limpiadores.
Forma parte de la dinámica cotidiana de estos
mercados populares, la presencia masiva de co-
merciantes informales, que laboran sin tiempo y
sin ninguna medida de protección, manipulando
todo tipo de productos, materiales o sustancias,
peligrosas para la salud, en algunos casos. En este
sentido, se ha enfatizado en este artículo, prácticas
de trabajo informales, como un recurso último de
estas poblaciones marginales, para su superviven-
cia. De allí que consideramos lo deshumanizador
de estas actividades, mereciendo comentarlo un
poco más.
Se sabe que la teoría de Marx (1976) relacionada
a la comprensión de la lógica de funcionamiento
del capitalismo, enfatiza el carácter dependien-
tes de las masas de poblaciones de la ciudad al
este sistema de producción, dentro de una lógi-
ca explicativa, cuyo sustento ideológico, está en
el liberalismo económico y otras de tipo socioló-
gicas, estructurada durante la segunda mitad del
siglo XIX. Dentro de esa lógica depredadora, el
campesino que vive de la tierra, se ve amenazado
y arruinado en muchos casos, ante competencias
desleales, sustentadas en leyes hechas por los de-
tentadores del modelo. Al nal, muchos de ellos
migran a la ciudad, incorporándose a las diversas
estructuras laborales existentes (Ver Stavenhagen,
1988; Cambranes, 1992).
Estos grupos migrantes a la fuerza, se suman a
los habitantes de la periferia de las ciudades, en
tugurios escondidos en las urbes, convirtiéndose
en víctimas del sistema económica capitalista. La
situación creada por el sistema capitalista, pre-
siona a estos migrantes del interior, y luchan por
incorporarse al engranaje del modelo, por medio
del mercado laboral formal.
Marx (1976) lo explica como la necesidad que tie-
ne el obrero o campesino de contar con recursos,
en este caso dinero que únicamente lo propor-
ciona el estar dentro del sistema. Es un recurso
vital suplir necesidades. Así el capitalista aumenta
la producción de algún producto ante la necesi-
dad, no tanto de llenar vacíos o carencia de los
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compradores, sino de acumular o multiplicar su
capital. Esta lógica, genera puestos de trabajo, y
remuneración de los obreros que venden su fuer-
za de trabajo por medio de un contrato laboral.
Quizás se obvio esto que voy a decir, pero es im-
portante recordarlo, este sistema crea un círculo
vicioso de dependencia mutua, aunque dentro de
la lógica explicativa del modelo, se ve como una
especie de “razón social empresarial”, ocultando
lo inequitativo del mecanismo.
El capitalista, por menor que sea su capital, sea
dueño de fábrica o de casas comerciales, siente la
necesidad de aumentar sus ganancias, porque esa
es la razón de su negocio. No se contenta con ob-
tener ganancias para vivir lo más cómodo posible,
por ello busca formas de circular su mercancía, no
importando, en muchos casos, si los canales son
formales o informales. Este es el caso particular
de los mercados libres o populares, donde aparece
la categoría del comerciante informal, subordina-
do a otro que está en el circuito formal.
En base a la cuestión de trabajo como el proceso
para la satisfacción de las necesidades, es impor-
tante señalar el planteamiento de Maslow (1954)
relacionado a la orientación que los individuos ha-
cen ante las necesidades que van experimentando.
En otras palabras, el trabajo, en el sentido básico,
siempre está orientado a priorizar lo que cada una
de las personas necesita, en un continuo organi-
zativo.
De lo anterior, en los mercados urbanos popula-
res, convergen grupos poblaciones provenientes
del interior del país que sienten mayor seguridad
en estos lugares, para la obtención recursos y lle-
nar sus necesidades básicas de sobrevivencia. El
discurso subalterno que ha calado entre los gru-
pos que migran, es que en las zonas urbanas se
puede progresar con mayor rapidez, Salen de
donde antes se encontraba el “nos-otros” y entran
a un mundo donde se encuentran los “otros”. Si-
guiendo a Kaustky (1974), el sistema rural es una
sociedad “ideal” de perfección porque logra un
desarrollo integral de los individuos, al articular
medioambiente-hombre-sociedad. Pero todo ese
“ideal” se ve frustrado ante la ausencia de políti-
cas públicas que armonicen lo urbano y lo rural.
En cuanto a las relaciones de poder en los espacio
de los mercados, Foucault (1984) inere que
…en las relaciones humanas, sean cuales
sean – ya se trata de una comunicación ver-
bal, como la que estamos teniendo ahora,
o de relaciones amorosas, institucionales o
económicas – el poder está siempre presen-
te: me reero a cualquier tipo de relación
en la que uno intenta dirigir la conducta del
otro. Estas relaciones son por tanto relacio-
nes que se pueden encontrar en situaciones
distintas y bajo diferentes formas; estas re-
laciones de poder son relaciones móviles, es
decir, pueden modicarse, no están deter-
minadas de una vez por todas... (Concordia)
Por consiguiente, sugiere Foucault, no importa
el espacio ni el nivel, las relaciones de poder es-
tán presentes explícitamente. Quien domina, no
es quien tiene más miembros –hablando como
grupo social. En los mercados urbanos con una
extensión mayor de 30 manzanas se pueden en-
contrar más comerciantes ambulantes que jos o
formales. Los comerciantes jos dominan el mer-
cado por su poder y por consiguiente “estabili-
dad” económica.
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Conclusiones
El trabajo como una actividad inherente al ser hu-
mano, ha tenido un proceso prolongado de cam-
bios a lo largo de la historia, estableciendo los ro-
les dentro de las sociedades. Ha sido un factor de
transformación del medio donde vive el hombre,
requeridas por necesidades de mejoras de vida,
desde el punto de vista material. De igual forma,
ha incidido de manera sustantiva en el pensamien-
to colectivo de las sociedades, generando divisio-
nes de clase, dentro de una lógica de hegemonía y
dominación capitalista.
Ell Mercado Oriental, como mercado libre, popu-
lar, es espacio de todos y de nadie. Da alternativa
de trabajo a muchas personas. De igual manera es
un lugar de permanente conictos, producto de
la precaria organización existente. Si se ordenara
se pudiera tener un mayor control de los espacios
y de las dinámicas de mercado que se establecen,
principalmente la generada entre comerciantes -
jos y ambulantes, entre grandes casas comerciales
y pequeños vendedores desplazados a zonas pe-
riféricas.
El trabajo en su sentido básico, sin que medien
valores de mercado, humaniza. Así lo fue en so-
ciedades simples, miles de años atrás. En este
sentido, la emancipación por medio de un trabajo
digno y socialmente responsable, es tarea del Es-
tado y de sus ciudadanos. La restitución de los
derechos en sociedades desiguales como la nica-
ragüense, requiere del respaldo de la sociedad a las
políticas públicas, y de avances en los niveles de
conciencia individual y colectiva.
En el caso del Mercado Oriental, para lograr su-
perar los problemas que lo aquejan, la solución
debe de ser integral. La persuasión por medio
de programas educativos y de reinserción social,
debe de ir acompañado de políticas coactivas. Es-
tas últimas, deben de incidir de manera directa en
todos los sectores que convergen, en este gran
espacio que es el Mercado, tanto entre los comer-
ciantes jos como ambulantes (Narváez, Detrás
del estigma social: ser comerciante del mercado
Oriental de Managua, 2017).
La inclusión de los sectores sociales que interac-
túan en los mercados, por medio de políticas pú-
blicas, incide de manera sustantiva en el trabajo,
humanizándolo. La gente debe sentir seguridad
donde se encuentran “ganándose la vida”, y el
proceso de hacer eso, no signique perderla.
En la actualidad, la idea del trabajo en las socie-
dades contemporáneas, signica llenar las nece-
sidades planteadas por Abraham Maslow (1954).
De alguna manera las compartimos. Se orientan
a vender “ideas”, o bienes, en un Estado demo-
cratizado, donde no exista marginalidad y hacina-
miento de las personas; donde el trabajo sea lo
más equitativo socialmente hablando, bajo condi-
ciones mínimas de ambiente y salubridad, siendo
este el trabajo ideal.
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