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Publicaciones periódicas y vida intelectual en Nicaragua:
El Mentor nicaragüense de Frutos Chamorro (1841-1842)
Miguel Ayerdis
ayermi2003@yahoo.com
Resumen
En este ensayo se hace una aproximación a la vida cultural nicaragüense de la primera mitad del siglo XIX, en
diálogo con E.B. Burns quien en Patriarcas y pueblos. El surgimiento de Nicaragua. 1798-1858, arma que en la
Nicaragua de esos primeros años de vida republicana, había una actividad intelectual digna de documentar. Sobre
este aspecto, se estudia a uno de los personajes controversiales en la historia de este país, Fruto Chamorro, a partir
de su veta intelectual, principalmente en su faceta de periodista, al frente de El Mentor Nicaragüense (1841-1842).
Otro aspecto que se integra al tema, es la labor de documentalista de Orlando Cuadra Downing, quien desde la Re-
vista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, divulgó documentos valiosos para la historia de Nicaragua.
Por ello, este trabajo además de problematizar acerca de la cultura de Nicaragua en las primeras décadas del siglo
XIX, hace una valoración al trabajo documental.
Palabras claves: cultura nicaragüense, vida intelectual, publicaciones periódicas, gestión documental
Abstract.
This essay is an approximation of cultural Nicaraguan life during the rst half XIX century in dialogue with
E.B. Burns who in “Patriarcas y pueblos. El surgimiento de Nicaragua. 1798-1858”, who says that in the rst
period of the republican life of Nicaragua, there was such intellectual activity that merit to be documented. This
paper study one of the most controversial personage in this country: Fruto Chamorro. Beginning from his intellectual
background, mainly as a journalist leading El Mentor Nicaragüense newspaper (1841-1842). The documentation
work done by Orlando Cuadra Downing through the Conservadora del Pensamiento Centroamericano magazine,
where released valuable documents for Nicaraguan history is also addressed. Because of that this paper in addition to
problematize about Nicaraguan culture at the beginning of XIX century, does an assessment of documentary work.
Keywords: Nicaraguan culture, intellectual life, documentary management, newspaper publica-
tion.
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Revista Humanismo y Cambio Social. Número 9. Año 4. Enero - Junio 2017
HISTORIA
Recepción: 21-04-16 /Aceptación: 18-07-2016
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Intelectualidad y publicaciones periódicas en Nicaragua (1830-1858): el caso de El Mentor
Nicaragüense y la antología La Voz Sostenida de Orlando Cuadra Downing
Miguel Ayerdis
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Introducción
Hablar de intelectuales en Nicaragua durante la
primera mitad del siglo XIX pareciera anacróni-
co, sabiendo el lastre del período, y la experiencia
--opuesta a la anterior--, de la segunda mitad de
ese siglo, donde con propiedad se puede armar
que se congura un grupo de personas, con for-
mación académica, que ejercen en su cotidiani-
dad, una profesión u ocio, siendo uno de ellos el
de la crítica (generadora de opinión pública) sobre
aspectos sensibles de la vida política, económica
y cultural de la época. En lo referente al “período
de anarquía” (primera mitad del siglo XIX), --cog-
nomento dado por la historiografía tradicional ni-
caragüense al período que va de 1824 a 1858, E.
Bradford Burns (1998) arma de la existencia de
“cierto desarrollo intelectual” (p.41). Este criterio,
poco extendido en los estudios sobre el siglo XIX
en Nicaragua, requiere de mayores reexiones, y
este ensayo es un aporte al mismo.
La armación señalada de Burns, hace que se re-
exiones sobre los textos del siglo XIX escritos
por intelectuales de esa época, recogidos en la
sección La Voz Sostenida, de la Revista Conser-
vadora (nombre de su primera etapa) y Revista
Conservadora del Pensamiento Centroamericano
(segunda etapa) por Orlando Cuadra Downing,
durante la década de los 60 del siglo pasado. En
el prólogo para la edición en forma de libro del
primer tomo (publicado hasta el año 2007), el
compilador, Cuadra Downing, enfatiza el carác-
ter de “antología del pensamiento nicaragüense”
por medio de cual se puede hacer una relación
del pensamiento libertario y la “formación de la
nacionalidad patria” (2007, p.34). Más adelante,
señala el antologista que la producción escrita (li-
teraria le llama) en temas losócos o doctrina-
rios son escasos, aspecto sobre los cuales se hará
referencia en este ensayo (2007; p.35).
El propósito de este trabajo es aproximarse a la
vida cultural nicaragüense de la primera mitad del
siglo XIX con el n de problematizar acerca de la
armación de Burns, de la existencia de una acti-
vidad intelectual en Nicaragua en estos primeros
años de vida republicana. Otro propósito, con-
siste en la identicación de los intelectuales y su
producción escrita, partiendo de la selección que
hiciera Cuadra Downing y los espacios de divul-
gación y circulación de los textos. Por último, se
hará mención del caso de un “intelectual del siglo
XIX” que combinó la pluma y la acción política
con éxito, dejando un legado, aún no estudiado
a profundidad, y que marcó la historia del país:
Fruto Chamorro (1804-1855) y el periódico El
Mentor Nicaragüense (1841-1842)
Contexto del estudio
Para iniciar, es importante hacerlo comentando
estudios sobre la vida cultural en el siglo XIX en
Nicaragua (Quizás sea válida para toda Centroa-
mérica). Algunos hacen referencia a un despertar
intelectual después de la primera mitad de este
siglo, de manera particular a partir de lo que la
historiografía ocial nicaragüense (tradicional) ha
denido como período de los “Treinta años con-
servadores” (véase a Cuadra Pasos, C.; Teplitz,
B.; Urbina, N.; Cuadra Downing, O.; Cruz S. A.;
Ayerdis, M. ;).
Si bien, la mayoría de estos estudios, hacen alu-
sión a guras notables dentro de la cultura y la po-
lítica (Gregorio Juárez, Jesús de la Rocha, Enrique
Guzmán, Jerónimo Pérez, Tomás Ayón, Anselmo
H. Rivas, José Dolores Gámez), su vida intelec-
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tual y los ambientes en que se movieron, apenas
se dibujan en los escritos de la época, dejando
la duda de si en verdad existió una ambiente de
“vida intelectual” como tal en Nicaragua, durante
la primera mitad del siglo XIX.
De lo que sí hay consenso entre los especialista de
Nicaragua en esta época, es la relación existente
entre “vida intelectual” (ambiente intelectual) y
publicaciones periódicas (Ayerdis, Herrera C., M.
Á.). Los periódicos y revistas, representan espa-
cios simbólicos de encuentro y debate de ideas
(siguiendo a Chartier), donde los deseos y reali-
dades alrededor del modelo de estado y de nación
a construir y los problemas (institucionalidad,
educación, ciudadanía, soberanía, progreso) que
enfrentan para alcanzar esa metas, se hacen sentir
con fuerza, entre la élite dominante, heredera de
los poderes políticos y culturales del Antiguo Ré-
gimen y los abanderados de las nuevas corrientes
de pensamiento.
La periodización (dos grandes períodos) elabora-
da por la historiografía tradicional que da cuenta
de lo ocurrido en el siglo XIX, contraponiendo,
un período de anarquía y una de paz, está mediada
por dos factores: la primera, es una suerte de “re-
duccionismo intelectual”, salida de una documen-
tación del período. Sin restarle méritos a estudios
que relacionan la inserción de los países de Cen-
troamérica al mercado mundial, con los avances
en vida material de los habitantes de estos país,
no se puede ser tan contundente y señalar que la
vida intelectual y cultural de la segunda mitad del
siglo XIX, en el caso de Nicaragua (para hablar
de nuestro objeto de estudio), era dinámica y de
gran riqueza, a lo sumo habían --como lo sugie-
ren esos mismos autores (Sergio Ramírez, Arturo
Cruz Sequeira, Benjamín Teplitz, Charles Stan-
sifer, Miguel Ayerdis) manifestaciones incipientes
de vida cultural, en la capital y algunas ciudades
de importancia.
La otra, es la creencia del período de la “Anar-
quía” (dentro de una concepción que parte de
la oposición, liberales-conservadores) como una
suerte de Edad Media europea (tal como nos lo
enseñaron en las escuelas muchos años atrás), de
un período oscuro, tenebroso, donde nada se pue-
de rescatar. El Estudio de Frances Kinloch Tije-
rino (1999) es uno de los pocos que rebate esa
concepción al problematizar sobre la identidad y
la construcción política y cultural del estado en
este período nicaragüense (1821-1856). Otro as-
pecto que resalta el trabajo de Kinloch Tijerino y
el de Herrera C. (1999) también, es la comproba-
ción de las posibilidades de hacer estudios de la
primera mitad del siglo XIX, sabiendo usar con
creatividad y racionalidad, las fuentes dispersas
relacionadas con Nicaragua de este período.
El énfasis puesto de manera sistemática por la
historiografía nicaragüense, a este período, es de
inestabilidad política. Con ello se busca sustentar
los argumentos más usados por los intelectuales
de esta época, quienes esgrimieron como causa
principal de los problemas del país, las asonadas
o levantamientos armados, producto de las divi-
siones localistas entre las élites que buscaban el
control del estado. Ahora bien, el proceso de res-
cate o visibilización de guras que podrían con-
siderase dentro de la categoría de intelectuales,
debe tomar en cuenta las condiciones históricas
de la época, donde el fuerte componente localista,
hace ver un pensamiento atomizado, donde.--por
ejemplo-- el concepto de “patria” utilizado en el
discurso público, es tan ambiguo, que no se sabe
si se habla de los nuevos Estado/nación surgidos
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de la disolución de la Federación (1838), las ciu-
dades donde viven las élites, o lo que comprendía
el Reino de Guatemala (Kinloch Tijerino, 1999).
“Vida intelectual” y publicaciones periódicas
La identicación del clima intelectual en las so-
ciedades del siglo XIX centroamericano y nica-
ragüense, debe de pasar por el conocimiento y/o
comprensión del funcionamiento de las publi-
caciones periódicas producidas en cada uno de
estos países. La experiencia del Editor Consti-
tucional en Guatemala (1808-1926), es un claro
ejemplo de la forma en que los intelectuales de la
época creaban estos espacios (físico y simbólicos)
para debatir acerca de los diversos temas, teóricos
(doctrinarios), políticos o económicos.
En el caso de Nicaragua, la situación no es dis-
tinta al del resto de países de Centroamérica. Las
publicaciones periódicas, surgidas después de la
llegada de la imprenta en 1830, son los puntos de
inicio para hacer un recuento de la vida intelectual
y explicar las preocupaciones que estos tenían en
relación a la nación, “lo nacional”, a como lo su-
giere Benedict Anderson (1993, Anderson; 2005;
Ayerdis). En el trabajo citado de Bradford Burns
(1998), se menciona a los periódicos como los es-
pacios naturales donde se debatía sobre diversos
temas de la vida nacional. No viene al caso, ni es
el propósito hacer una historia de los impresos o
publicaciones periódicas, sino destacar a algunos
personajes, que de alguna manera, aparecen como
guras públicas en esos períodos iniciales de la
construcción del estado nación y que con sus es-
critos publicados en estos espacios, representan
la base “doctrinaria” o “losóca” que Cuadra
Downing no pudo encontrar, cuando hizo la revi-
sión documental del siglo XIX.
Otro aspecto sobre los intelectuales es lo que
señala Burns para esta época en América Latina:
además de periodista eran “activistas políticos y
sociales” (p.41). Es bueno recordar que una de las
formas de la canalización de las ideas y la sociali-
zación de las demandas de las elites de esta épo-
ca, era por medio de las universidades existentes
(Guatemala y León) y los espacios públicos donde
la elite letrada se daban cita y uno de estos eran las
publicaciones periódicas u hojas sueltas.
Esos espacios públicos modernos eran las ter-
tulias, las cuales proliferan poco antes de la in-
dependencia y continúan con fuerza en la etapa
de construcción de la república, en el siglo XIX.
Como bien lo dice Renán Silva (1998), las tertu-
lias, “son espacios privados o semi privados, o aún
espacios públicos, utilizados de manera privada,
de conversaciones y discusiones que funciona-
ban en las habitaciones de estudiantes” (p. 81-82).
Las Sociedad Económica de Amigos del País y la
Gazzeta de Guatemala (1797) es una publicación,
creada como plataforma o tribuna de expresión
por prominentes intelectuales independentistas,
con la nalidad de socializar sus puntos de vis-
ta políticos y económicos con el público letrado
(Bonilla, A. p.121).
La relación tertulia o clubes y publicaciones perió-
dicas, representa la conuencia de dos espacios (el
real y el simbólico) cultural letrado o intelectual
de gran valor.--por lo que representa como fuen-
te-- para la comprensión de la sociedad del siglo
XIX. La mayor parte de los periódicos aparecidos
desde 1830 en Nicaragua, tienen como nalidad
la divulgación de ideas políticas en el marco de
contiendas electorales o de crisis políticas. Du-
rante el siglo XIX era habitual que cada club o
tertulia política que apoyaba un bando o facción
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política, editara proclamas, octavillas o periódicos
(Kinloch, Tijerino. 1999: p. 122-127).
El primer periódico publicado en Nicaragua, El
Telégrafo (1835), en una de las páginas interiores
de su primer número señalaba:
En los tiempos de anarquía, cuando se hor-
roriza el género humano al contemplar los
bárbaros desórdenes que se comenten y que
pasman a la admiración misma, la libertad
e igualdad, se oye en boca de todos. E in-
cluso en que con más ereza la atacan y des-
truyen con sus obras. Los sans-culottes de
Francia, los gibelinos de Florencia y todos
los que han querido contrariar las institucio-
nes más benécas, se han valido de esta voz
encantadora… [el periódico]” (20 de agosto
de 1835)
Estas ideas de gran signicación, por el contex-
to de inestabilidad que evoca, eran leídas por las
elites anes al bando que defendían, dado que en
estas iniciales publicación periódicas, estaba au-
sente la cultura de la réplica en el mismo periódi-
co. Eran periódicos para ser leídos por los segui-
dores letrados. Otra experiencia de estos espacios
públicos simbólicos, es la del periódico Mentor
Nicaragüense (1941-1942), fundado y editado por
Fruto Chamorro, miembro de la élite política de
Granada, quien hace uso de este recurso comu-
nicacional, con el n de hacer sentir su liderazgo
por medio de los escritos que publica.
El periódico el Mentor y Fruto Chamorro
En el periódico El Mentor está recogido todo el
ideario político de Fruto Chamorro (1804.1855),
considerado el fundador del Partido Conservador
de Nicaragua. El lema que acompañaba el título
del periódico: “no hemos nacido sólo para noso-
tros, sino también para la Patria” (CD. Periódicos
de Nicaragua del siglo XIX. V.2; Catálogo Perió-
dicos, TI, 1992), reeja la voluntad política e in-
telectual de esta gura nacional, quien habiendo
nacido y vivido su juventud, Guatemala, inuyó
con su pensamiento y acción, la política del país
hasta principios del siglo XX.
El Mentor, al igual que la mayoría de los periódi-
cos de esta época, busca llenar vacíos que el Esta-
do por su debilidad institucional y carencia de re-
cursos no podía asumirlos, como era la educación.
En este sentido, la educación era concebida bajo
un criterio racionalista ilustrado donde se debía
de educar al pueblo sobre los deberes públicos,
moral y de justicia. El primer número del mentor
trae un artículo donde establece los propósitos de
la publicación:
Procurar la ilustración de los pueblos, pre-
sentándoles doctrinas claras y sencillas de
las materias que más les interesan: manifes-
tarles todo aquello que inuya en su bien y
prosperidad: formar el espíritu público so-
bre las sólidas y verdaderas bases en que se
funda nuestro sistema de gobierno; y poner
al alcance de todos cuantas ideas y pensa-
mientos hagan relación con aquellos obje-
tos (Chamorro Zelaya, 1960; p. 27).
Es importante destacar que la mayor parte de los
artículos que aparecen en El Mentor son escri-
tos por Fruto Chamorro, quien demuestra, con
la variedad de temas abordados y la información
que despliega, una sólida formación académica,
la cual adquirió en la Universidad de San Carlos
de Guatemala, donde se graduó de bachiller en
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Filosofía y sobresalió en matemáticas (Chamorro
Zelaya, p.11).
La historia de este personaje en la vida política ni-
caragüense es singular. Era hijo natural de Pedro
José Chamorro Argüello, un potentado vecino de
Granada, y de reciente migración a Nicaragua y
de Josefa Pérez, guatemalteca de la que se conoce
poco de su vida. Toda su infancia y adolescencia
la pasó en Guatemala, al lado de la familia mater-
na (desde niño llevaba el apellido de la madre).
Según cuenta uno de sus biógrafos, Pedro Joaquín
Chamorro Zelaya, la llegada de Fruto a Nicara-
gua obedeció a una solicitud hecha por la viuda
de Pedro José Chamorro, doña Josefa Alfaro y
Monterrroso, quien a petición de su esposo, poco
antes de morir en 1824, le llamó y convenció para
hacerse cargo de los negocios de su difunto pa-
dre, en su condición de hijo mayor. El 27 de octu-
bre de 1829 doña Josefa Alfaro hizo el traspaso a
Fruto Chamorro (quien ya aparece con el apellido
de su padre) del poder generalísimo de los bie-
nes de la familia ante los ocios notariales de don
Dionisio de la Quadra (Chamorro Zelaya, pp.).
A los pocos años de establecido en Granada, en
su calidad de jefe del clan Chamorro, es encarce-
lado por haber participado en las luchas de faccio-
nes (Chamorro Zelaya. p.21). En el año de 1836,
es elegido diputado de la Asamblea ordinaria del
Estado, donde aboga por la creación de institu-
ciones educativas, logrando pocos años después,
la fundación de la Universidad de Oriente y Me-
diodía, desde donde daría a conocer su pensa-
miento político, fundando el periódico El Mentor
Nicaragüense (Chamorro Z. p. 23).
Su ideario político se sustentaba en una sólida for-
mación libresca (lectura de clásicos europeos), y
en la experiencia vivida en Guatemala y Nicara-
gua, identicando como causa fundamental de la
inestabilidad política en ambos estados, la debili-
dad del poder ejecutivo (Chamorro Z. p. 23). La
idea del orden, libertad, autoridad y legitimidad,
serán los ejes del pensamiento que lo acompaña-
rán hasta su prematura muerte en 1855.
Para los comicios de representantes y de autorida-
des municipales de 1841 exhortaba, desde las pá-
ginas de El Mentor Nicaragüense, a los electores
a participar de manera consientes, sabiendo que:
“Los actos electorales deben ser absolutamente
libres. Todo lo que tienda a impedir la libertad
es un atentado. Por esto, es prohibido, aún a la
autoridad, tener en ellos más intervención que la
necesaria para conservar el orden” (Chamorro
Zelaya, p. 31).
Se le considera el padre del Partido Conservador
porque defendió ideas moderadas, sustentada en
una moral cristiana, que prescribía que el hombre
debe actuar con cordura y haciendo el bien. En el
Mentor del 4 de diciembre de 1841, en ocasión de
las elecciones de autoridades,--ya mencionada--,
señalaba:
Estos actos (el proceso electoral) son ma-
jestuosos y como tales deben de estar acom-
pañados, no de una libertad tumultuosa, in-
solente y desenfrenada, sino de una libertad
moderada, racional, comedida, de libertad
propia de patriotas libres e ilustrados, y no
de una libertad que degenere en licencia o
libertinaje (p.1).
En el Mentor del 6 de noviembre de 1841 estab-
lecía sus ideas morales, sustentada en concepcio-
nes cristianas pero también lógicas (racionales). Si
bien su premisa moral parte de la idea “Amar a
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Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
uno mismo”, en el sustrato subyace la idea de la
necesidad de velar por la comunidad por la colec-
tividad, a partir del respeto a las diferencias y a la
libertad:
Todos debemos de empeñarnos en difun-
dir las máximas de amor al prójimo, de no
querer para otros lo que no queremos para
nosotros y de hacer a los demás el bien que
quisiéramos se nos hiciese: todos debemos
de inculcarlas, y predicarlas tanto con las pa-
labras como con el ejemplo (P.1)
Pero donde se observa una posición que fun-
damentó el catalogarlo Conservador de pensa-
miento (y desde el punto de vista político), es en
relación a la instrucción (educación), donde ma-
niesta que debe ser diferenciada para las diversas
clases sociales:
…es preciso también advertir, con el Señor
Filangieri, que popularizar la instrucción,
no es darla con uniformidad a todos los in-
dividuos de la sociedad, porque como dice
este acreditado autor: ella exige, --hablando
de educación--, que se dé a cada uno según
sus circunstancias y el objeto a que está des-
tinada. Que el colono reciba la instrucción
necesaria para ser ciudadano y colono, y no
para ser Magistrado o caudillo… (El Men-
tor, 6 de noviembre 1841; p. 67)
Otro aspecto de las ideas que deben de rescatar-
se del pensamiento de Chamorro, es su creencia
en el establecimiento de una entidad superior
que aglutinara y resguardara la soberanía de los
recién creados estados independientes, después
de la ruptura del pacto federal en 1838. Siendo
una gura pública reconocida en Nicaragua, el pe-
riodista Chamorro, se hace eco de la alarma que
causara entre la clase política centroamericana, las
acciones inglesas en San Juan del Norte, en costa
Caribe nicaragüense, y la Unión en El Salvador,
donde el Superintendente inglés, Chatld con ar-
rogancia y fuerza presionaba a los gobiernos de
Centroamérica para que “honren las deudas con-
traídas por la extinta Federación” (Kinloch Tijeri-
no; p. 74-81; Chamorro Zelaya, p.27-40).
En la edición del 4 de diciembre de 1941, de El
Mentor, aparece una nota, sin duda redactada por
Fruto Chamorro, donde hace un llamado a los
políticos a la unidad:
…el asunto de San Juan es muy delicado.
Su decisión debe ser menos obra de la fuer-
za que de medidas políticas y diplomáticas
que no pueden adoptarse con seguridad si
siguen los Estados separados unos de otros,
como hasta ahora, sin tener unidad nacional
y que para conseguir esto, todos debemos
agotar los arbitrios, porque de otra suerte,
peligra la independencia, no sólo de uno,
sino de todos ellos…
La creación de la efímera Confederación Centroa-
mérica, conformada por Honduras, El Salvador y
Nicaragua, surgido del Pacto de Chinandega de
julio de 1842, --pese a las diferencias y contradic-
ciones entre las elites de estos países--, se debió
en parte, a la campaña emprendida en el Mentor
Nicaragüense por Fruto Chamorro. El primer Su-
premo delegado de esta Confederación, cuya sede
se designó San Vicente en El Salvador, fue ocupa-
do por Fruto Chamorro.
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La Voz Sostenida y el pensamiento nicaragüense
del siglo XIX
La selección de textos dados a conocer en la
Revista Conservadora (1960-64) y Revista Con-
servadora del Pensamiento Centroamericano
(1964-1994) en la década del 60 del siglo XX por
Orlando Cuadra Downing, representa una de las
preocupaciones más sentidas de los intelectuales
nicaragüenses de los últimos tiempos, por “do-
cumentar el origen de la nación nicaragüense”.
Desde Jerónimo Pérez (1828-1884) hasta Sergio
Ramírez, novelista, pasando por José Coronel
Urtecho (1906-1994) y Pablo Antonio Cuadra
(1912-2001) poetas, la construcción de un relato
que narre los orígenes de la nación nicaragüense,
en sus detalles y coherencia, ha chocado con la
problemática de carencias o dispersión de fuentes
históricas.
Pero más que las carencias documentales, está
la falta de consenso en la forma en que debe de
construirse el relato que explique, desde el punto
de vista histórico, esa fundación de la nación y
los pormenores de su evolución. Los textos de
historia escritos por Tomás Ayón (1820-1887) y
José Dolores Gámez (1851-1918), considerados
como referencias de los primeros intentos por ex-
plicar, lo que Nicasio Urbina llama “la fundación
de la nacionalidad nicaragüense”, y las implicacio-
nes que este enunciado contiene, en términos de
pertenencia e identicación con una colectividad
“imaginada mayor” (siguiendo a Anderson), han
sido más bien, un lastre en términos explicativos
de los episodios más sensibles del siglo XIX. El
primero (Ayón), apenas describió el proceso de in-
dependencia (el título del libro señala hasta 1852;
incorpora un apéndice –texto breve-- acerca de
acontecimientos de 1821-1824) y el segundo (Gá-
mez), más completo en términos cronológicos de
la historia nacional, le dio un sesgo de facción,
donde los liberales tenían mayor protagonismo.
El sesgo de facción (ideológico hasta cierto pun-
to) implícito en el texto de Historia de Nicara-
gua de Gámez, publicado a nales del siglo XIX
(1896), tuvo su antecedente en otros textos de
gran importancia como referencia documental:
los escritos de Jerónimo Pérez (1828-1884). Este
intelectual de la segunda mitad del siglo XIX, tes-
tigo y participante de la guerra civil y la guerra li-
bustera de 1854-1857, escribió una serie de textos,
la mayoría de ellos publicados en el periódico que
él fundara de nombre La Tertulia (1876-1877).
Pérez, perteneció al bando conservador, razón
por la cual sus puntos de vista, serán más favora-
bles para su causa que para la de los liberales.
La falta de consenso de un relato explicativo de
los acontecimientos políticos de la primera mitad
del siglo XIX y la Guerra Nacional, ha generado
un “vacío histórico”, en las generaciones subsi-
guiente de nicaragüenses, lo cual explica en parte,
los esfuerzos de Coronel Urtecho y su libro Ree-
xiones sobre la historia de Nicaragua (2001), pu-
blicado en tres tomos en la década del 60 del siglo
pasado, y la Antología (La Voz Sostenida) publi-
cada por entregas, por Orlando Cuadra Downing.
En Reexiones sobre la historia de Nicaragua,
Coronel Urtecho, retrata el quehacer del intelec-
tual del siglo XIX, desde los textos de historia.
Señala que en la historia escrita se repite “la his-
toria vivida como guerra civil”: “Esta se ha escri-
to desde la guerra misma y como parte de ella.
Los libros y folletos de los historiadores, puede
decirse que en cierto modo, correspondían a los
cañones y fusiles de los combatientes” (p.5). Más
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Nicaragüense y la antología La Voz Sostenida de Orlando Cuadra Downing
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adelante señala: “Hay por lo menos dos historias
distintas, aunque complementarias de Nicaragua:
la liberal y la conservadora” (p.5).
La Voz Sostenida es el nombre de la sección es-
pecial de la Revista Conservadora/Revista Con-
servadora del Pensamiento Centroamericano,
donde Orlando Cuadra Downing, en su calidad
de redactor principal, publicaba documentos his-
tóricos, de lo que llamaba “el pensamiento nicara-
güense”. Esta idea de rescate y memoria, formaba
parte del esfuerzo que el fundador y director de la
revista, Joaquín Zavala Urtecho (1891-1971) rea-
lizaba como legado a las generaciones futuras, de
los avatares que enfrentaba el país en esa época:
“daremos acogida en nuestras páginas –señalaba
en el primer número de la revista—a todo lo que
despierte memoria de nuestro pueblo (…) delibe-
radamente conducido a olvidarse de lo propio por
la supercial educación que se imparte”. (RCPC,
pág. 3)
En esta sección se recogen textos considerados
emblemáticos para la comprensión de la histo-
ria de Nicaragua, de manera particular en el siglo
XIX. En relación a los textos y autores de la pri-
mera mitad del siglo XIX, publicados en la Voz
Sostenida, se recogen trece. Los autores son co-
nocidos por sus diversas facetas que presentaron
en su vida pública (político, abogado, religioso,
periodista, cientísta), entre otros: José Antonio
López de la Plata (Tomás Ruíz (1777-¿?, Manuel
Antonio de la Cerda (1780-1828), Juan Argüello,
Desiderio de la Quadra (1779-1849), Miguel
Larreynaga (1772-1847), Toribio Tijerino Pomar
(1808-1850), Rosalío Cortés, Sebastían Salinas,
Gregorio Juárez (1800-1879) y Fruto Chamorro.
El hilo temático de los textos alusivos a temas po-
líticos y culturales, de estos autores, tienen que ver
con preocupaciones sentidas en la época, como
era la libertad, el progreso, la paz y la justicia, y
“la construcción de la patria”, ¿cuál y qué modelo
seguir? Era la pregunta que introduce el discurso
de Don Manuel Barberena en 1849 en ocasión del
XX del XXVIII aniversario de la independencia y
contestaba el “Republicano”: “[ser republicano],
es vivir bajo el gobierno más natural del hombre,
porque es el gobierno de la razón. Es la forma en
que el espíritu halla libres todos sus resortes para
hacerse y hacer todo el bien posible…” (2007,
Cuadra Downing, p.228).
El compilador Cuadra Downing se preocupó por
reunir textos que dialogaran en contextos especí-
cos de la vida nacional con el n de reconstruir
espacios de debate político, como el generado en-
tre don Rosalío Cortés y José María Estrada (¿?-
1856), en relación al “gobierno fuerte” impues-
to a expensa del orden constitucional, por Fruto
Chamorro en 1853. En ese debate público, el
Doctor Cortés replica el escrito de Estrada quien
deende la ruptura institucional y la imposición
de un régimen de los ricos:
Compañero: usted y yo estamos animados
de iguales propósitos en pro de la patria ni-
caragüense y de la culta Granada; sólo di-
ferimos en los medios de labrar su dicha y
de hacerla grande, feliz y poderosa. Pero
no debemos separarnos del sistema republi-
cano, verdaderamente liberal, que es el que
se propusieron los mayores al emanciparse
del gobierno monárquico de España: los
pueblos han saboreado este bello sistema
y si nosotros se lo cambiamos por esa oli-
garquía, provocaremos una revolución de
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resultados incalculables, en la cual nuestra
querida Granada puede quedar en escom-
bros... (2007, 165-166)
Una de las dicultades para la ubicación de la
mayor parte de estos autores (a excepción de Lar-
reynaga y Fruto Chamorro), y sus escritos en un
contexto sociocultural determinado de principios
del siglo XIX, es –además de la sistematicidad de
sus publicaciones-- la escasa referencia hasta aho-
ra encontrada, de sus actividades. La producción
intelectual se presenta limitada, comprende algu-
nas cartas, discursos, escritos didácticos y procla-
mas dispersas. No obstante, es un buen punto de
partida para hacer comparaciones o relaciones
con otros autores y contextos con el n de tener
un corpus explicativo aceptable de los temas de la
época que se quieren trabajar, en este caso, el de
la vida intelectual.
Es importante señalar que las publicaciones pe-
riódicas existentes durante la primera mitad del
siglo XIX en Nicaragua, --pese a lo incompleto
de las colecciones—reejan y/o reproducen el
ambiente y/o clima social y político que se vivía
en un contexto tan complejo como el de esta épo-
ca. De igual manera, por el tipo de empresa pe-
riodística, incipiente, los que escribían la mayor
parte de los textos eran los redactores. Por ello,
esta veta de rescate del pensamiento de algunos
intelectuales, como Fruto Chamorro, Gregorio
Juárez, entre otros, no importando la dispersión y
fragmentación de las publicaciones periódicas, re-
presenta una labor todavía pendiente en algunos
casos, como el de Nicaragua.
Un ejemplo de lo anterior, es la vida del sabio
Gregorio Juárez. Este personaje, nacido en 1800,
formado académicamente en Nicaragua y Guate-
mala, no se conoce mucho de vida intelectual, en
sus primeros 50 años. Una manera de rescatar su
pensamiento es por medio de los escritos en los
periódicos que él fundó y dirigió, sabiendo que el
Redactor/Director era el que escribía, si no todas,
la mayoría de las notas que se publicaban.
En el periódico Telégrafo Nicaragüense, fundado
y dirigido por el sabio Juárez en la ciudad de León
en 1835), se aprecia el sentimiento de alegría de
estos pueblos por haber acabado con la violencia.
Sin duda que es el punto de vista del autor (J-
rez):
Es halagüeña la perspectiva del Estado de
Nicaragua, tranquilo. Tres lustros han trans-
currido desde la regeneración política de
Centroamérica y todos habían sido marca-
dos infaustamente con los desagradables
nombres dados a las guerras civiles se han
sucedido. Afortunadamente se ha dejado
ver la aurora del cuarto lustro con sus reful-
gentes rayos de hermosa luz simbolizando
la paz, el orden, la regla pública, la prospe-
ridad, y la mejor organización social. (N° 1
20 de agosto, 1935)
Conclusiones
La vida intelectual en la Nicaragua del siglo XIX
debe de reconstruirse en torno a las publicaciones
periódicas y de las tertulias o clubes políticos apa-
recidos a lo largo de este siglo. Figuras destacadas
en la vida política y cultural, supieron utilizar estos
espacios públicos de difusión para dar a conocer
su pensamiento y participar de los debates o “lu-
chas” públicas relacionados a los temas y proble-
mas vividos por los nicaragüenses (al menos los
sectores urbanos) de la época; las contradicciones
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entre las élites políticas, y los conictos con los
países vecinos y las potencias.
La carencia de un sistema educativo estatal y de
políticas culturales que fomentara el intercam-
bio de ideas es una realidad inobjetable en la Ni-
caragua de la primera mitad del siglo XIX. Las
universidades de León y la efímera universidad
de Oriente y Mediodía (Granada) fueron dos ins-
tancias –junto con la de Guatemala—que con-
tribuyeron a la promoción de intelectuales que
luego incursionarían en la política y el cultivo de
las letras y las ciencias. De igual manera, se puede
decir de las páginas de las publicaciones periódi-
cas, las hojas sueltas que proliferaban en forma
de octavillas o en escritos dispersos con nes de
publicidad o arengas políticas pero también por
medio de prácticas orales (2001, Herrera M.A.)
El pensamiento de muchos intelectuales nicara-
güense de la primera mitad del siglo XIX es aún
desconocido, no tanto por la carencia de fuentes,
sino por la poca dedicación al rescate a partir de
proyectos de mediano y largo alcance, de aquellos
escritos publicados en los periódicos de la época.
Es verdad que las colecciones de estos periódi-
cos están incompletas y en el peor de los casos
han desaparecidos, pero también lo es, que exis-
ten ejemplares dispersos en bibliotecas y centros
de documentación en la región latinoamericana o
fuera de ellas que esperan ser recopiladas y some-
tidas a un estudio crítico.
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