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Revista Humanismo y Cambio Social. Número 11. Año 5. Enero-Junio 2018.
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RESUMEN
Este ensayo analiza el modo en que Domingo Faustino Sarmiento percibe la
dicotomía “civilización y barbarie”. En ese sentido, el estadista argentino se
adentra en un estudio geográco, cultural y político de la gura de Facundo
Quiroga que reeja su fascinación no solamente para con el personaje,
sino con lo que éste representa. Así, la cultura y la naturaleza de esa
representación aparecen para Sarmiento como un obstáculo que, de ser
necesario, debe ser sorteado para establecer el Estado Nación.
ABSTRACT
This essay analyzes the way in which Domingo Faustino Sarmiento perceives
the “civilization and barbarism” dichotomy. In this sense, the Argentinian
statesman enters into a geographical, cultural and political study of the
gure of Facundo Quiroga, which reects his fascination not only with the
character, but with what he represents. Thus, the culture and nature of that
representation appear to Sarmiento as an obstacle that, if it is necessary,
must be overcome to establish the Nation State.
PALABRAS CLAVE
Sarmiento – Argentina – Facundo –
Ensayo.
KEY WORDS
Sarmiento – Argentina – Facundo –
Essay.
Lic. Adrián Rocha.
Licenciado en Ciencias Políticas.
Universidad Abierta Interamericana, UAI.
https://orcid.org/0000-0003-0538-0316
Adrianhrocha86@gmail.com
Facundo, entre
la naturaleza y la
condición humana
Facundo, between nature
and the human condition
Recibido: 20 de marzo 2018
Aceptado: 23 de mayo 2018
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Todos los DerechosReservados.
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Introducción
E
ste ensayo se centra en la manera en que Domingo Faustino Sarmiento percibe la dicotomía
“civilización y barbarie”. En ese sentido, el mandatario argentino se adentra en un estudio
geográco, cultural y político de la gura de Facundo Quiroga, que reeja su fascinación no
solamente para con el personaje, sino con lo que éste representa. Así, la cultura y la naturaleza
de esa representación aparecen para Sarmiento como un obstáculo que, de ser necesario,
debe ser sorteado para establecer el Estado Nación. El objetivo de estas reexiones es indagar
en cómo el mando siempre se construye sobre la base de premisas estéticas, losócas y
culturales, y persistir, entonces, en la siempre dudosa pero latente cuestión que existe en torno
de la existencia, o no, de la naturaleza humana
Mímesis entre naturaleza y elementos sociales: reconocimiento por
medio de la fuerza y fascinación estética por la cultura no civilizada
Escribir sobre Facundo implica, en un registro inicial, adentrarse en las problemáticas inherentes
a la organización nacional. Ese adentramiento, por su parte, induce a reexionar acerca de los
tópicos clásicos del drama decimonónico de la política argentina: la extensión territorial, “el mal
que aqueja a la Argentina
1
” , la búsqueda de un poder centralizado (bajo diferentes modalidades
y propuestas); la guerra civil, el monopolio legítimo de la fuerza, en n, la creación de un estado
nacional.
Estos elementos conforman ineludiblemente el mapa de los problemas que en la supercie
del análisis sarmientino se presentan cruda y vivamente delineados, pero también subyace al
mismo un discusión más profunda respecto de la condición humana y de su vínculo con la
naturaleza o el medio geográco. Si bien es cierto que la cuestión del relacionamiento entre
la tiranía, la geografía, las costumbres y el “asiatismo” bárbaro ya ha sido planteada por otros
autores
2
, lo que aquí interesa destacar es el desdibujamiento al que por momentos se asiste
en Facundo entre la descripción de caracteres humanos y detalles naturales; disolución que
difusamente se anca en el hombre cuando el autor describe con ahínco aspectos humanos
que intencionadamente busca señalar, y en la naturaleza cuando analiza aspectos propios de un
medio geográco que, según su interpretación, posee las mismas cualidades que le endilga al
elemento social que en él habita.
Si lo humano y lo natural se desdibujan en la lectura que Sarmiento hace de la Barbarie, es
porque su análisis está provisto de una hermeneusis cultural de la cual es plausible extraer
interpretaciones que, paradójicamente, sugieren la dicultad de integrar la barbarie, tal como la
piensa Sarmiento, al ideario civilizatorio que él vislumbra para la Argentina; excepto que éste se
implemente por medio de la violencia y de métodos que en el mismo texto son considerados
como propios de aquélla:
Así es como en la vida argentina empieza a establecerse por estas peculiaridades el
predominio de la fuerza brutal, la preponderancia del más fuerte, la autoridad sin límites
y sin responsabilidad de los que mandan, la justicia administrada sin formas y sin debate
3
.
1- Sarmiento, D.F., Facundo, civilización y barbarie, M. Alfredo Angulo Editor, Buenos Aires, Colección “Letras de Oro”, pág. 6. En adelante, las citas correspondientes a Facundo
remitirán todas a esta edición.
2 -Entre ellos, cabe destacar los trabajos de Ana María Barrenechea y Carlos Altamirano, respectivamente. En el caso de ella, el énfasis está puedo en las campañas pastoras,
la estética romántica, la figura del gaucho, La Pampa y el uso del cuchillo. En el caso de Altamirano, la cuestión del “asiatismo” está trabajada en profundidad, en diálogo con
el ensayo de Ricardo Piglia.
3- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 11-12.
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Estas cualidades se encuentran aunadas en el cuadro de la barbarie que Sarmiento traza, allí donde “la
naturaleza salvaje dará la ley por mucho tiempo y la civilización permanecerá débil e inecaz
4
” . Más
adelante, se volverá sobre la cita que destaca que la justicia se administra “sin formas y sin debate”,
porque en ella hay varias aristas a tratar.
Este constante juego de integración y desintegración de la condición humana y la condición natural
constituye un hilo invisible que atraviesa todo el libro, y da cuenta de que si bien la preocupación de
Sarmiento aparece cifrada bajo el diagnóstico político e institucional, en su anverso se maniesta como
losóca y cultural. Aunque no sería erróneo preguntarse si esa latencia losóca no es, a su vez, un
modo “profundo” de legitimar un discurso político, o si, por el contrario, ese discurso no sería un modo
vigoroso y espectacular de manifestar una inquietud losóca y cultural que Sarmiento descubriría como
causalidad decisiva del drama nacional. Ni una ni otra parece explicar por sí misma la cuestión.
En lo que sigue, se intentará demostrar que esta disyuntiva constituye una simplicación, y que, por
añadidura, la dicotomía entre civilización y barbarie plantea un conicto que no debería explicarse por
una lógica de exclusiones, aunque así fuera usufructuada políticamente por Sarmiento.
Reflexión
Si partimos de la aceptación de que la dicotomía “civilización y barbarie
5
” no funciona en el análisis
de Sarmiento necesariamente como un sistema de exclusiones, sino que opera mediante una lógica
que, en efecto, es binaria, pero cuyos componentes jamás logran excluirse denitivamente (y allí reside
precisamente el drama, ya que ninguna termina por vencer completamente a la otra, para el momento
en que Sarmiento escribe fragmentariamente este trabajo), entonces debe descartarse el planteamiento
maniqueo, debido a que ni el discurso político busca legitimarse en el trasfondo losóco, ni éste
pretende encubrirse a través de aquél, aunque esté clara la posición política de Sarmiento.
Civilización y barbarie signican dos condiciones que conviven y que buscan imponerse, y es precisamente
por la imposibilidad de triunfar de ninguna de ambas que se asiste a una suerte de tragedia. Debido a
ello, resulta más preciso situarse en lo de indeterminado del drama, en eso que lo convierte en cuasi una
tragedia: la tensión entre civilización y barbarie expresa un problema que, desde la óptica de Sarmiento,
debe resolverse sin rodeos en favor de la civilización. Pero la complejidad del asunto estriba en el hecho
de que como la barbarie no sólo no ha sido desterrada ni acabada para el momento en que el sanjuanino
escribe, pues se siente orgullosa de sí y su poderío va en aumento, Sarmiento necesita analizarla y
comprenderla, interpretarla y desmenuzarla en sus partes más entrañables e incluso en sus dimensiones
encantadoras:
Sin ninguna instrucción, sin necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia como sin necesidad,
es feliz en medio de su pobreza y de sus privaciones, que no son tales para el que nunca conoció
mayores goces, ni extendió más alto sus deseos; de manera que si esta disolución de la sociedad
radica hondamente, la barbarie, por la imposibilidad y la inutilidad de la educación moral o
intelectual, no deja, por otra parte, de tener sus atractivos
6
.
Sarmiento descubre el encanto de la vida del gaucho y de la vida social que la cultura de las campañas
supo forjar: la intermitente relación con la muerte, la virilidad propia de quienes asiduamente se enfrentan
a los peligros del llano; el uso del cuchillo como modo de enfatizar no necesariamente una doctrina de la
muerte sino más precisamente una doctrina de la dominación:
4- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 10
5- Hay que enfatizar que Sarmiento utiliza “y” y no “o”, razón por la cual no sería del todo lícito pensar el asunto en términos excluyentes, aunque ése sea el objetivo político
del autor. La convivencia entre ambos elementos configura un drama que Sarmiento necesita señalar como un obstáculo para los fines políticos que él persigue, pero en el
tránsito de ese señalamiento el autor dio lugar, acaso sin notarlo, a una interpretación cuyas resonancias no parecen ir en la misma dirección que sus objetivos políticos.
6- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 22.
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A la mayor señal de insubordinación, el capataz enarbola su chicote de erro y descarga
sobre el insolente golpes que causan contusiones y heridas; y si la resistencia se prolonga,
antes de apelar a las pistolas, cuyo auxilio por lo general desdeña, salta del caballo con
el formidable cuchillo en mano y reivindica bien pronto su autoridad por la superior
destreza con que sabe manejarlo
7
.
El desdén por las pistolas y la preferencia por el cuchillo tal vez expliquen esa mixtura analítica, ese
desdibujamiento del cual se habla en el comienzo de este trabajo, respecto del medio geográco
y del factor humano que en él se despliega. Lo que ese hombre necesita y busca, en el meollo de
un contexto siempre amenazante, no es aniquilar completamente las amenazas, sino domeñarlas;
no se trata, en efecto, de la destrucción total del otro, sino de la práctica del deseo antropógeno:
Todo deseo humano, antropógeno, generador de la Autoconciencia, de la realidad
humana, se ejerce en función del deseo de ‘reconocimiento. Y el riesgo de la vida por el
cual se ‘reconoce’ la realidad humana es un riesgo en función de tal Deseo. Hablar del
origen’ de la Autoconciencia implica por necesidad hablar de una lucha a muerte por el
reconocimiento
8
’.
(…) De nada sirve al hombre la lucha para matar a su adversario. Debe suprimirlo
‘dialécticamente. Es decir, debe dejarle la vida y la conciencia y destruir sólo su autonomía.
No debe suprimirlo sino en tanto que se le opone y actúa contra él. Dicho de otra manera,
debe someterlo
9
.
Hay en torno de este asunto una discusión profunda acerca del monopolio de la fuerza. Discusión
que está en el centro del problema de la organización nacional y que aqueja a Sarmiento y lo
moviliza a desandar eso que rechaza pero que no le es de ningún modo ajeno. Sin embargo, como
se decía anteriormente, en el transcurso de ese análisis, en el derrotero que Sarmiento traza sobre
al vida de Facundo Quiroga, el escritor advierte una alteración en el orden de las cosas: alteración
que anida en la imposibilidad de importar un modelo de civilización hacia el interior de una cultura
que ha logrado cierto grado de autonomía respecto de la que se practica en la ciudad; y esa
autonomía se funda, con todo lo que ello implica, en una simbiosis con el medio geográco que
lleva consigo la exaltación del uso de la fuerza, pero no para matar ni para destruir por mero goce
mortífero, sino y exclusivamente para monopolizar ese control que todo Estado necesita para dar
lugar a la organización ulterior: el control sobre el territorio a partir del monopolio legítimo de la
fuerza, según la clásica denición weberiana
10
. En ese sentido, el control que ejerce el cuchillo
del gaucho, la fuerza que brota de su dominio sobre el territorio y todo aquello que le rodea, es
el mayor obstáculo al monopolio que necesita el Estado tal como se lo pregura Sarmiento; esto
es, al monopolio de la fuerza en clave moderna y organizada, que recién con Julio A. Roca se
consolidará.
Así advertimos en Facundo el descubrimiento por parte de Sarmiento de que esa dicotomía
política es, a su vez, una dicotomía cultural, y que ésta, por su parte, es un espejo de aquella. Este
efecto especular no permite que el analista prescinda de las imágenes que el fenómeno proyecta
sobre él, ni mucho menos el consecuente y ansiado enfoque sobre “el elemento central” que
permitiría ese deslinde. Por el contrario, al ser un conicto de aristas simultáneas pero sobre un
territorio común, sus rasgos adquieren un tono dramático y trágico que le imprimen al mismo una
impronta fatal: la civilización y la barbarie se disputan un terreno, pero ambas guardan antagónicas
prácticas signicantes que se reejan tanto en la política como en la cultura.
7- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 11.
8- Kojève, A. La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, Buenos Aires: Leviatán, 2006. Pág. 14.
9- Kojève, A. op. cit. Pág. 22.
10- Weber, M. Economía y sociedad, México: FCE, 1964. Tomo I.
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Existe en Facundo una suerte de fascinación antropológica por parte de Sarmiento para con el
rasgo autónomo, en el sentido estricto del término, de esa cultura que anida en los espacios no
urbanos, no civilizados. Es este rasgo de autonomía lo que desespera a Sarmiento, debido a que
como él conoce y ha experimentado el bienestar de la vida civilizada, tanto en sus dimensiones
materiales como estéticas, además de haber estudiado a los autores europeos en boga, desea
dar cuenta de la vida aldeana y pobre que esos gauchos llevan, quienes ignoran profundamente,
según su interpretación, todo el bagaje cultual que desde Europa y América derrama sobre Buenos
Aires, la ciudad por antonomasia:
Es preciso ver estas caras cerradas de barba, estos semblantes graves y serios, como los de
los árabes, asiáticos, para juzgar del compasivo desdén que les inspira la vista del hombre
sedentario de las ciudades, que puede haber leído muchos libros, pero que no sabe aterrar
un toro bravío y darle muerte; que no sabrá proveerse de caballo a campo abierto, a pie y
sin el auxilio de nadie (…)
11
(…) Este hábito de triunfar de las resistencias, de mostrarse siempre superior a la
naturaleza, de desaarla y vencerla, desenvuelve prodigiosamente el sentimiento de la
importancia individual y de la superioridad.
12
En ese vínculo entre medio geográco y vida cultural, Sarmiento redescubre la condición
humana de los llanos, pero lo hace a través de la tendencia del hombre a organizarse y a ser,
ontológicamente, de un modo especíco bajo determinaciones símiles:
En n, otros mil accidentes que omito prueban la verdad de que modicaciones análogas
del suelo traen análogas costumbres, recursos y expedientes. No es otra la razón de hallar
en Fenimore Cooper descripciones de usos y costumbres que parecen plagiadas de la
pampa; así, hallamos en los hábitos pastoriles de la América, reproducidos, hasta los
trajes, el semblante grave y hospitalidad árabes .
13
Si bien es muy atinado el análisis de Ana María Barrenechea acerca de la inuencia de la estética
romántica en la interpretación que Sarmiento hace de Quiroga, a quien elige en lugar de Rosas
como protagonista de su obra, esa inuencia del romanticismo no excluye el hecho de que
Sarmiento se viera fascinado por lo que observa, en un sentido no necesariamente apologético (ni
tampoco peyorativo).
Sarmiento se encuentra deslumbrado por la indiferencia y aun por el rechazo que la cultura del
campo profesa respecto de la gran cultura de la civilización que él busca tenazmente instaurar
como modelo para la Argentina, y en la medida en que el texto avanza en sus detalles se percibe
cómo el factor trágico que de a momentos se presenta o bajo la crítica descarnada o bajo el
asombro inusitado que bordea la admiración no reconocida, toma de cuerpo a Sarmiento, quien
nalmente resuelve su inclinación por la civilización de un modo especular: se sirve de la fuerza y
del vigor que, como un alquimista, parece extraer del objeto de su estudio, y aplica por sobre el
mismo una ereza cuya potencia pareciera provenir no necesariamente de la civilización que en
el texto se describe y se presenta como el horizonte buscado, sino de una barbarie ínsita en su
vehemencia efusiva.
11- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 21
12- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 21
13- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 25
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14- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 29.
15- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 25.
La poesía y una aparente supresión de la lógica especular en Facundo
Acaso en la poesía Sarmiento encuentre un elemento para conjurar la tensión entre civilización y
barbarie. No es del todo seguro que así sea, pero se deja entrever en sus apreciaciones una tendencia
a considerar el carácter poético del pueblo argentino:
Así, pues, en medio de la rudeza de las costumbres nacionales, estas dos artes, que embellecen
la vida civilizada y dan desahogo a tantas pasiones generosas, están honradas y favorecidas
por las masas mismas, que ensayan su áspera musa en composiciones líricas y poéticas. El
joven Echeverría residió algunos meses en la campaña en 1840, y la fama de sus versos sobre
la pampa le había precedido ya; los gauchos lo rodeaban con respeto y ación, y cuando un
recién venido mostraba señales de desdén hacia el cajetilla, alguno le insinuaba al oído: ‘Es
poeta, y toda prevención hostil cesaba al oír este título privilegiado
14
En la poesía, Sarmiento descubre que existe un nexo, un territorio simbólico que por momentos es
categorizado como: “una facultad del espíritu humano” que “necesita del espectáculo de lo bello”.
Sin embargo, lo brillante de este fragmento de Facundo es que no parece quedar del todo clara la
verdadera posición del autor:
La poesía para despertarse, porque la poesía es, como el sentimiento religioso, una facultad del
espíritu humano, necesita el espectáculo de lo bello, del poder terrible, de la inmensidad de
la extensión, de lo vago, de lo incomprensible, porque sólo donde acaba lo palpable y vulgar
empiezan las mentiras de la imaginación, el mundo ideal.
15
Si la poesía se encuentra atada a lo bello, y si este carácter poético del pueblo argentino es, por
su parte, un aspecto creativo y una suerte de dote, a su vez también da lugar a las mentiras de la
imaginación; y si bien Sarmiento se encarga de establecer diferencias entre la poesía culta y “la
poesía desaliñada” del gaucho, no deja de reconocer que éste, cuando se presenta un poeta (como
en el caso de Echeverría) sabe respetar la investidura que, por lo demás, no clausura al sujeto incluso
cuando este provenga de la cultura ilustrada.
La desterritorialización de la poesía, que opera en un mundo simbólico y onírico que en el caso del
gaucho se expresa también en la música, en lo triste, en la vidalita, tal vez sea la razón por la cual el
conicto por el monopolio de la fuerza en el territorio es conjurado: aun cuando a través de la poesía
se ensalcen las proezas de la guerra, sus pliegues permiten, precisamente por su distancia respecto
de las miserias terrenales, ingresar en ese ámbito no necesariamente sacro pero sí escindido del
entramado inmediato de la política: la parte superior del pliegue no admitiría, entonces, el conicto
por el monopolio de la fuerza sobre el territorio en disputa, y al ser un espacio de proyecciones
imaginarias, la tensión entre civilización y barbarie podría conjurarse; la lógica especular se disiparía
porque el simbolismo de la poesía condensaría en sí las proyecciones imaginarias, dejando de lado el
conicto territorial (a su vez terrenal).
La autoridad como fundamento de la Nación
Si a partir del análisis de la poética nacional que Sarmiento efectúa podría permitirse el lector una
interpretación que conjure, como se dijo, el conicto en el territorio, la aparición cruda de la política,
que en los capítulos de la Parte Segunda toma un curso concreto, reintroduce en el texto la variable
ideológica: el factor político triunfa sobre todos los otros, y el juego de espejos que parecía guiar
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la mimética relación entre cultura y política nalmente se rompe, aunque sólo imaginariamente (pues
Sarmiento, en ese juego, opta por una de las representaciones sin ser plenamente consciente de ello,
esto es, de que su postura responde, al n y al cabo, a una imagen transgurada en dogma viva entre
otras imágenes: la de los gauchos, por ejemplo, y su autonomía cultural), pero de un modo suciente
como para que Sarmiento se sacuda el polvo deliberativo que antes fuera el recipiendario de su talante
democrático, cuando se acongojaba de que “el predominio de la fuerza brutal, la preponderancia del
más fuerte, la autoridad sin límites y sin responsabilidad de los que mandan” dieran lugar a una justicia
que se administra “sin formas y sin debate”, para inclinarse por la centralización y la supresión de toda
deliberación y así dar lugar al establecimiento denitivo de la autoridad:
A estos elementos de antagonismo se añadía otra causa no menos grave; tal era el aojamiento
de todo vínculo nacional, producido por la revolución de la Independencia. Cuando la
autoridad es sacada de un centro para fundarla en otra parte, mucho tiempo antes de echar
raíces. El Republicano decía el otro día que ‘la autoridad no es más que un convenio entre
gobernantes y gobernados. ¡Aquí hay muchos unitarios todavía! La autoridad se funda en el
asentimiento indeliberado que una nación da a un hecho permanente. Donde hay deliberación
y voluntad no hay autoridad.
16
Aquí Sarmiento dene, y así lo hará en lo que resta del texto, la exaltación de la autoridad, elemento
central y necesario para la consolidación de la nación, que a través de la gura de Paz, “hijo legítimo de
la ciudad, el representante más cumplido del poder de los pueblos civilizados”
17
, “militar a la europea”,
espíritu guerrero de la Europa cristalizará la gura necesaria para consolidar el proyecto que Sarmiento
considera propicio para la Argentina.
Si el entrecruzamiento entre condición humana y naturaleza atribuía, según Sarmiento, un carácter
especíco a quienes vivían en determinado medio geográco, carácter que, por cierto, se haría en
torno de la violencia y de la barbarie, el uso de la fuerza por parte de un general a la europea, como
ocurre en el caso de Paz, estaría legitimado por la ruptura del juego especular: ya lo europeo adquiere
en este momento del texto una superioridad moral, estética, losóca, y lo humano puede interpretarse,
entonces, como la evocación de la voluntad de mandar, del atributo de la obediencia y de la autoridad
que si bien puede legitimarse a través de una perspectiva moral, losóca e incluso estética, no por eso
es más legítima que las otras: como se señala en el título de este ensayo, Facundo se posiciona aquí
entre la naturaleza y la condición humana, pero esa naturaleza ya deja de ser la naturaleza material del
medio geográco, y pasa a ser, por su parte, esa abigarrada concepción entendida como “naturaleza
humana”.
No falta fragmento en Facundo en el que Sarmiento palpite este elemento, pero lo que para el objeto de
este trabajo resulta relevante no se reduce a si Sarmiento adhiere a alguna de las tantas concepciones
acerca de la naturaleza humana: interesa destacar que si la relación entre naturaleza y condición humana
dotaban a esa cultura de las campañas de una suerte de barbarie por estar entretejida en medio de la
violencia: entiéndase, de la violencia destinada a domeñar, tal como se dijo anteriormente, en el caso de
la legitimación de la violencia por parte de la civilización encarnada por Paz, el destino es exactamente
el mismo: dominar, sentar las bases, a través de la violencia, de la Nación, y es precisamente en este
sentido que Facundo se encuentra entre la naturaleza y la condición humana, entendida la primera
en sus dos acepciones: naturaleza como medio geográco que podría inuir en el comportamiento
humano, y naturaleza en el sentido político, que consiste en elaborar una fórmula política
18
, tal como
concibiera Mosca, que permita legitimar el dominio que un sector de la sociedad ejerce sobre el resto.
En ese sentido, la naturaleza, ya no material, ya no geográca, ya no vegetal, ya no la fauna ni la ora,
sino la naturaleza eminentemente política del hombre, conduce la trama argumentativa que Sarmiento
despliega lúcida y tenazmente a lo largo de todo el libro: Facundo, civilización y barbarie, también puede
leerse como Facundo, el proyecto latente de la civilización y el proyecto latente de la barbarie, esto es,
16- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 105.
17- Sarmiento, D.F. op. cit. Pág. 134
18- Según Gaetano Mosca, la fórmula política es la justificación moral, legal o de otra índole que le permite a la clase política consolidar el ejercicio monopólico del poder que
lleva a cabo, ya que, según nuestro autor, no es suficiente poseer el poder de facto: además de esto, es necesario legitimarlo. Por lo tanto, Mosca indica que la fórmula política
es una “base jurídica y moral” diferente en cada sociedad.
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como una disputa entre dos modos de construirse que tiene el dominio: de un lado, racional,
europeo y estéticamente delineado, de otro, abigarrado, autónomo y en consonancia con el
entorno medioambiental.
Desde ya, esto no debería inducirnos a pensar, romántica o racionalmente, que uno u otro
proyecto era el “ideal”. El objetivo de estas reexiones es indagar en cómo la autoridad
siempre se construye sobre la base de premisas estéticas, losócas y culturales, y persistir,
entonces, en la siempre dudosa pero latente cuestión que existe en torno de la existencia,
o no, de la naturaleza humana, que, citando a Kojève, aquí se entiende como el deseo de
reconocimiento y de dominación, y que un sentido clásico, tal como se ha citado en el caso
de Mosca, pero también como lo entiende Weber y gran parte de la losofía política, puede
entenderse como los modos a partir de los cuales una dominación de facto deviene legal
(ya sea en un sentido moderno, a través del carisma, de la tradición, o mediante una mixtura
entre estos elementos, que pocas veces suelen presentarse en estado puro).
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Referencias bibliográficas
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Aires: Ariel.
Barrenechea, A.M. (1978). "Función estética y signicación histórica de las campañas
pastoras en el Facundo", en: Textos hispanoamericanos. Caracas: Monte Ávila Editores.
Kojève, A. (2006). La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, Buenos Aires: Leviatán.
Mosca, G. (2004). La clase política. México: FCE.
Piglia, R. (1980). "Notas sobre Facundo", en: Punto de Vista, W 8.
Sarmiento, D.F. (193S). Facundo, civilización y barbarie. Colección “Letras de Oro”. Buenos
Aires: M. Alfredo Angulo Editor.
Weber, M. (1964). Economía y sociedad, Tomo I. México: FCE
Lic. Adrián Rocha.
Licenciado en Ciencias Políticas.
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https://orcid.0000-0003-0538-0316
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