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Exilio y fracaso en las batallas perdidas de Marco Antonio Flores
Revista Humanismo y Cambio Social. Número 12. Año 5. Julio-Diciembre 2018. ISSN.2309-6713
Dra. Ana Yolanda Contreras
Exilio y fracaso en
Las batallas
perdidas de
Marco Antonio
Flores.
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Dra. Ana Yolanda Contreras
Revista Humanismo y Cambio Social. Número 12. Año 5. Julio-Diciembre 2018. ISSN.2309-6713
Pág 92- 101
PALABRAS CLAVE
Exilio, fracaso, expatriación, revolución,
trauma.
Dra. Ana Yolanda Contreras
1
United States Naval Academy
https://orcid.org/0000-0003-1510-6732
contrera@usna.edu
RESUMEN
En su novela Las batallas perdidas, el autor guatemalteco Marco Antonio
Flores (1937-2013) continua su peculiar marca novelística concerniente al
uso del lenguaje irreverente y los temas de decepción y fracaso. En esta
novela el exilio y el fracaso se representan a través de la intimidad psicológica
de los personajes principales, y de su vida marcada por obstáculos que
les impiden realizar sus sueños utópicos. Este ensayo explora el exilio de
los tres personajes principales, y analiza los fracasos predichos o llevados
inconscientemente a cabo por ellos mismos. El análisis cubre diversas
etapas vivenciales, desde la niñez abandonada hasta la madurez de los
personajes, y se basa en la teoría desarrollada por Sigmund Freud sobre la
melancolía, y en los planteamientos teóricos sobre el exilio de Edward Said.
ABSTRACT
In The Lost Battles, Guatemalan author Marco Antonio Flores (1937-2013)
continues his peculiar novelistic mark regarding the use of irreverent
language, and the topics of disappointment and failure. Exile and failure, in
this novel, are portrayed from the psychological intimacy of the characters
and their lives marked by obstacles to an attain success, or to realize their
utopian dreams. Thus, the purpose of this paper is the exploration of exile
and the failure endured and experienced by the three main characters. The
analysis focuses on the setbacks predicted, or unconsciously carried out
by the characters through various facets of their lives. This analysis covers
a time span that ranges from their abandoned childhood through their
adulthood. It is based on the issues of melancholy theorized by Sigmund
Freud, and Edward Said’s theoretical framework of the exile.
KEYWORDS
Exile, failure, expatriation, revolution,
trauma.
Exilio y fracaso
en Las batallas
perdidas de
Marco Antonio
Flores
Exile and failure in Marco Antonio
Flores’s Lost Battles
1. Doctora en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Tulane en 2003. Actualmente es profesora asociada en el Departamento de Lenguas y Culturas de la Academia Naval
de Estados Unidos. Imparte cursos de lengua, cultura, cine y literatura hispanoamericana en dicha institución. Su enfoque investigativo se centra en estudios culturales, cine y
literatura de Guatemala. Sus publicaciones han aparecido en revistas académicas como Centroamericana, Istmo: Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos,
A Contracorriente: una revista de estudios latinoamericanos, entre otras.
Recibido: 12/10/2018
Aceptado: 20/11/2018
Copyright © 2018 UNAN-Managua
Todos los DerechosReservados.
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Exile is strangely compelling to think about but terrible to experience. It is the
unhealable ri forced between a human being and a native place, between the
self and its true home: it is essential sadness that can never be surmounted.
Edward W. Said
El exilio político en varios países latinoamericanos durante el pasado siglo, se convirtió en un
fenómeno constante a raíz de la existencia de una serie de gobiernos dictatoriales que gobernaron
el área por varias décadas. En Guatemala, país que nos concierne, la salida forzada de miles de
ciudadanos que buscaron salvar su vida y huir del sistema represivo que imponían las diversas
dictaduras que gobernaron el país
2
, se intensicó durante las décadas de los setenta y ochenta.
“Hacia mediados de 1980 se estimó que había por lo menos 192.000 guatemaltecos en México,
de los cuales una buena parte eran refugiados no reconocidos” (Gonzáles 2007, p.4). Entre
este grupo considerable de guatemaltecos que buscaron refugio en México, y como había
sucedido en los exilios anteriores, se encontraba un considerable número de escritores, artistas
e intelectuales, varios de ellos directamente involucrados con los movimientos políticos de
oposición o con las distintas organizaciones guerrilleras. Uno de dichos escritores fue Marco
Antonio Flores (Guatemala,1937- Guatemala, 2013), miembro de la generación literaria que inició
el movimiento conocido como la Nueva Novela Guatemalteca.
Dicho movimiento literario se inauguró en 1976 con un texto fundador de la autoría de Flores, la
novela titulada Los compañeros. Marco Antonio Flores, como otros escritores de su generación
militó en dos ocasiones en el movimiento guerrillero urbano a la edad de 26 y 44 años
3
. Debido
a esta militancia salió en dos ocasiones al exilio y se radicó en México, la primera vez en 1968
“después de que su nombre apareció en ‘una lista de la muerte’, y la segunda en mayo de 1981,
después de un intento de asesinato a cargo de la G-2 (inteligencia militar), del cual escapó
apenas”
4
. Marco Antonio Flores, a través de sus obras, ya bien desde la cción, o desde el corte
autobiográco, hacía memoria de lo vivido y narraba su propia experiencia o la perteneciente a
personas cercanas involucradas en la militancia izquierdista.
En la narrativa de Flores se evidencia lo aseverado por Silvia Molloy con respecto a la autobiografía
escrita en Latinoamérica, en cuanto a que la mayoría de autores latinoamericanos tienden a
hacer un recuento de memorias relacionadas con sus experiencias sobre acontecimientos
históricos y socio-políticos
5
. Flores denunciaba las injusticias sociales y económicas existentes
que daban pie a brotes de rebelión, así como la represión y violencia estatal en que estaba
sumida Guatemala, con ello Flores sitúa al lector en un contexto histórico especíco que muestra
las razones por las cuales muchos militantes buscaron el exilio. Este cúmulo de experiencias
conforman lo que Ángel Rama denominaba un “sesgo testimonial de lo auténticamente vivido (el
vecu bretoniano)” (Rama, 1986, P. 469), que sin duda establece un campo de autenticidad en la
narrativa de Marco Antonio Flores.
2 De acuerdo con Jorge Ramón González Ponciano durante las dictaduras de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920), del General Jorge Ubico (1931-1944) y después del derrocamiento
del gobierno del Coronel Jacobo Árbenz Guzmán en 1954 “cientos de familias e individuos, que trabajaban para esos gobiernos o simpatizaban con sus planteamientos” cruzaron
la frontera y se refugiaron en tierras mexicanas. México fue el país que les brindó refugio a miles de guatemaltecos, entre ellos a escritores y artistas como Luis Cardoza y Aragón,
Miguel Ángel Asturias, Carlos Mérida, Augusto Monterroso, Carlos Illescas y Mario Monteforte Toledo, entre otros. Ver. “Guatemaltecos en la ciudad de México”, en Les Cahiers
ALHIM 2 (2001), págs. 2-3.
3 J.L Perdomo Orellana, El insurrecto solitario: Vida y obra de Marco Antonio Flores, (Guatemala, Editorial Óscar de León, 1997), págs. 24-25.
4 Leona Nickless, Trilogía de la violencia -Narrativa de Marco Antonio Flores- (Guatemala, FLACSO, 2011), pág. 13.
5 Silvia Molloy, At Face Value: Autobiographical Writing in Spanish America. (Cambridge University Press, Cambridge, 1991); pág. 74.
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Con Los compañeros, Marco Antonio Flores iniciaba una narrativa que continuaría a lo largo de
sus subsiguientes novelas, especialmente Los muchachos de antes (1996) y Las batallas perdidas
(1999), y patentizaba las dolorosas experiencias y desilusiones padecidas por personajes
militantes en la izquierda guatemalteca. Dichas experiencias no solamente se relegaban al
sufrimiento físico experimentado ante la persecución, acoso y violencia ejercida por las fuerzas
represivas gubernamentales, sino a la experiencia dolorosa del abandono y la falta de solidaridad
de los compañeros de militancia una vez que se encontraban en el exilio. El exilio es un tema
importante y central en Las batallas perdidas, el cual será motivo de análisis en este ensayo a
través de las diferentes experiencias de vida y angustias existenciales que experimentan los tres
personajes principales sobre los que gira la narrativa.
Las batallas perdidas enfoca en un relato paralelo de la historia entrelazada de tres vidas, la de una
mulata cubana, una mujer guatemalteca y un hombre guatemalteco, a través de una progresión
narrativa en la cual se presentan las diferentes etapas de la vida de los personajes, principiando
con una regresión a los años de infancia, la adolescencia con todas sus implicaciones, la post-
adolescencia, la ideologización como militantes de la izquierda revolucionaria, y la vida adulta.
Las historias conuyen en Cuba, punto geográco, al cual la pareja guatemalteca ha viajado
para formarse ideológicamente y conocer el sistema revolucionario de cerca. Tanto el personaje
masculino como el personaje femenino militan en una organización guerrillera. Es en Cuba
donde debido a presiones de su organización y a reclamos del gobierno cubano que ambos
personajes deben contraer matrimonio, formando así una pareja legal, acto que se realiza de
una forma obligada, según lo explica el personaje masculino. Durante su permanencia en Cuba
y su interacción con varios delegados del gobierno cubano, ambos personajes guatemaltecos
conocen a la mulata cubana, quien funge como responsable del personaje masculino. En el
contacto diario de dichos personajes surge un atractivo sexual que los lleva a un posterior
encuentro adúltero, y a raíz del mismo surgen problemas conyugales entre la pareja guatemalteca,
y consecuentemente su pronta separación.
Aunque existía la posibilidad de que la relación entre guatemalteco y cubana progresara a una
relación sólida, la inestabilidad sentimental y psicológica de ambos personajes no lo permite.
A raíz del fracaso en diversos ámbitos vivenciales y de la imposibilidad de estas relaciones
amorosas, los tres personajes principales de la novela llevan una vida solitaria y melancólica,
la cual se ve acrecentada en el exilio que termina siendo el destino de todos ellos. Las batallas
perdidas, como bien indica su título presenta una colección de fracasos sentimentales e
ideológicos, enmarca el derrumbamiento de sueños utópicos, así como de vivencias dolorosas
y desesperadas en los tres distintos lugares de exilio que también continúan siendo parte de
luchas sin victoria vividas en la soledad y el vacío.
Para analizar los tres exilios que experimentan los personajes en Las batallas perdidas los
conceptos teóricos de Edward Said serán de gran utilidad. Said explica que el exilio “unlike
nationalism, is fundamentally a discontinuous state of being. Exiles are cut off from their roots,
their land, their past” (Said, 2000, P.177). Además, parafraseando a Said, el exiliado siempre va
a sentir la expulsión, y en cualquier lugar donde se encuentre vivirá una vida miserable, siempre
con el estigma de ser un extranjero.
Es importante notar que Edward Said hace una diferencia fundamental entre los estados en que
se encuentran aquellas personas que son desplazadas y/o desterradas de su país de origen.
Para Said existe una distinción marcada entre refugiados, expatriados y emigrados. En cuanto a
la designación del estatus de refugiado, Said nos dice que ésta ha sido una creación del Estado
durante el pasado siglo XX. De acuerdo con Edward Said “[t]he word ‘refugee’ has become
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a political one, suggesting large herds of innocent and bewildered people requiring urgent
international assistance, whereas ‘exile’ carries with it, […] a touch of solitude and spirituality”
6
.
Los expatriados, por otro lado, son aquellos que voluntariamente viven en un país ajeno,
generalmente por razones personales o sociales. Además, “[e]xpatriates may share in the
solitude and estrangement of exile, but they do not suffer under its rigid proscriptions”. Los
emigrados, por su parte, se encuentran en un estatus ambiguo, según Said “[t]echnically, an
émigré is anyone who emigrates to a new country. Choice in the matter is certainly a possibility”
(Said, 2000, P.181).
Siguiendo dichas propuestas teóricas, en Las batallas perdidas se pueden apreciar dos
diferentes categorías de exilio en el escenario de cuatro grandes ciudades como lugares del
exilio: Miami, Los Ángeles, México D.F. y Madrid. Por un lado, la experiencia de la expatriación
y la emigración, en la cual juegan un papel importante diversos motivos personales y un afán de
mejora económica. Por el otro lado, el exilio forzado causado por la persecución política, en el
cual el exiliado vive una vida anómala y miserable. No obstante, en ambas categorías como ya
se ha establecido anteriormente, y a pesar de que los exiliados tratan de negociar su identidad,
todos los personajes en su estatus de exiliados viven “with the stigma of being an outsider”
(Idem), y tienen que aprender a lidiar con sus nostalgias, y soportar el anonimato y la soledad.
La experiencia de expatriación, éxodo y luego exilio permanente es experimentada principalmente
por la mulata cubana. Su primer viaje, en el cual sale de Cuba hacia Estados Unidos lo lleva a cabo
involuntariamente, siguiendo los designios de su padre. Dicho viaje, que puede considerarse
como una expatriación, es principalmente motivado por la búsqueda de la madre, quien había
abandonado a la familia durante la niñez de la mulata. Se hace evidente en Pippo, el padre de la
mulata, la posesión de la idea equivocada de magnicar a Estados Unidos y creer que en dicho
país la realización del “sueño americano” y el mejoramiento económico es posible y accesible a
todos aquellos que llegan a su territorio. Por lo cual, es bajo esta premisa que padre e hija van
a Miami.
El padre de la mulata, en su visión distorsionada de la realidad estadounidense, cree que
realizará sus sueños, y al mismo tiempo encontrará a la mujer que los abandonó. Sin embargo,
una vez en Miami, Pippo y su hija experimentan que, a pesar de encontrarse en Estados Unidos,
una súper potencia económica y el llamado lugar de la libertad y oportunidades, el éxito para
ellos está negado. Al contrario de sus sueños, la emigración resulta desastrosa afectando
negativamente a la mulata cubana al observar el derrumbe de la utopía paterna, y la propia, a
través de su imposibilidad de encontrar a la esposa/madre y de poseer un trabajo precario. Las
consecuencias, al igual que para miles de inmigrantes en Estados Unidos, son una existencia en
la pobreza y la experimentación de la discriminación y el racismo, aún mayores que en su país
de origen. La vergüenza del fracaso es aún mayor cuando deben afrontar un retorno a Cuba y
mostrar públicamente su infortunio y deterioro económico.
No obstante, el fracaso de la emigración fallida para la mulata se aminora con su retorno a Cuba.
Este retorno al país de origen funciona como un renacimiento debido al hecho que coincide con
la plena gestación de la Revolución Cubana. Su integración en esta nueva sociedad aviva sus
esperanzas de cambio y atiza una recuperación en su identidad. A través de su participación
activa la mulata cubana puede crear ideales y contribuir en la construcción de la aclamada
utopía social. Sin embargo, a través del tiempo y de experimentar la hipocresía y represión
que los mismos compañeros revolucionarios ejercen sobre ella y su vida, la mulata empieza a
decepcionarse.
6 Edward W. Said, Reflections on Exile and Other Essays, (Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 2000), pág. 181.
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Se inere en el caso de la mulata cubana que parte de esta desilusión, por un lado, se origina en
sus propios errores como militante y la poca comprensión por sus pares, pero por otro, está la
continuidad de un sistema patriarcal, machista. Consecuentemente, en su caso, al anularse sus
ideales dentro de la Revolución decide voluntariamente exiliarse en España. Este exilio, que en
realidad es una expatriación, es el estado que presenta más sacricios y dolor de los tres exilios
presentes en Las batallas perdidas, ya que la mulata cubana al decidir irse de Cuba en busca de
una soñada libertad está renunciando a su país y cancelando cualquier vínculo con la Revolución
y sus compatriotas, y con ello se queda sin la posibilidad de poder volver a su país natal. Su
voluntaria expatriación “a ella sí le está doliendo muy fuerte, en el vientre, como si estuviera
pariendo el futuro; esta huida signica quedarse sin país, sin pasado, sin la identidad que le había
dado la revolución” (Flores, 1999, P.16).
Desafortunadamente, contrario a sus esperanzas de empezar una vida libre y diferente en el
exilio, la ciudad de Madrid se convierte en un lugar inhóspito y difícil, donde para sobrevivir
además de un trabajo mal remunerado tiene que recurrir a la prostitución. La libertad anhelada
se convierte en una terrible soledad y una vida sin sentido. Su nostalgia en el exilio la lleva a
recordar la Revolución como un recinto en donde era posible encontrar calor humano, identidad, e
inspiración para luchar por ideales de cambio. Muy al contrario de otros cubanos que encuentran
el apoyo en otros miembros de la diáspora cubana en el exilio, la mulata encuentra solamente
rechazo entre sus compatriotas. De nuevo, sufre doblemente el racismo y la discriminación,
por un lado, por los habitantes locales y por otro, por los mismos cubanos exiliados que la
desprecian debido a su color y condición socio-económica. La expatriación voluntaria causa
en ella un deterioro físico, psicológico y socio-económico. Emocionalmente sufre la anulación
de motivaciones para continuar su existencia. Al perder su autoestima y bajo las presiones de
sobrevivencia se expone constantemente al peligro, la violencia, el desprecio y la denigración.
Ella se convierte en un ejemplo de lo que Edward Said describe como “always eccentric who feel
[her] difference […] as a kind of orphanhood” (Said, 2000, P.182).
En el caso de la mujer guatemalteca, su exilio en los Estados Unidos es debido a la persecución
política llevada a cabo por las fuerzas contrainsurgentes en su país y derivada de su participación
en el movimiento guerrillero. Después de su estadía en Cuba y su adiestramiento como
cuadro guerrillero, para la mujer guatemalteca la revolución implicaba ser parte actuante en la
construcción de una sociedad justa e igualitaria, por lo cual su participación en la lucha armada
guatemalteca era requerida. Por otro lado, la militancia en el movimiento revolucionario venía a
reemplazar las carencias y los fracasos de su utopía personal anterior que se había construido a
través de la relación amorosa con el hombre guatemalteco y de un hijo al cual no se le permitió
nacer. A través de buscar la utopía social este personaje femenino trata de encontrar alivio a sus
pérdidas anteriores y de aminorar sus culpas.
A diferencia de su ex pareja, el personaje masculino, la mujer guatemalteca vuelve a su país
para sumarse a la lucha armada a través de su participación en un comando guerrillero urbano.
No obstante, se encuentra con tan mala suerte que en las primeras acciones bélicas su célula
sufre un ataque ejecutado por las fuerzas gubernamentales, aunque ella, por azares del destino,
puede escapar con vida. A raíz del ataque contra sus compañeros guerrilleros y su situación
como sobreviviente acosada por las fuerzas del orden se observa que la mujer guatemalteca
sufre un quebranto en su moral guerrillera, y consecuentemente se le destruyen todos los ideales
y sueños de cambio a través de la lucha armada.
El terror y la paranoia se apoderan de ella y se convierten en el centro de sus sentidos y
pensamientos, y es únicamente a través de su fuga al exterior que puede encontrar cierto sentido
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de esperanza. Su escape al extranjero se realiza debido a la intervención y trámites hechos por
su madre. Sin embargo, metafóricamente se puede observar como otro aborto esta huida al
exilio y su abandono de los ideales revolucionarios a través de la lucha armada. Aunque en su
caso particular y debido a su estado emocional y psicológico el exilio es “[…] better than staying
behind or not getting out […]” (Said, 2000, P.178).
Ya en el exilio, la mujer guatemalteca, en un estado discontinuo, cortada de sus raíces, de su
tierra y de su pasado, irónicamente, se asimila con el transcurrir del tiempo a la cultura y al
sistema capitalista sin mayores dicultades. Ella experimenta lo que Edward Said explica como
la necesidad de los exiliados de reconstruir sus vidas despedazadas. Según Said, “usually by
choosing to see themselves as part of a triumphant ideology or a restored people” (Idem, P.177).
En el caso de este personaje femenino, ella dejá atrás por completo todo su pensamiento marxista
y revolucionario y enfoca su vida en obtener y acumular bienes materiales. Al alcanzar una
posición económica desahogada la mujer guatemalteca se auto engaña al creerse, según dice el
narrador extradiegético, “la imagen del éxito, de la comodidad, de la realización”. Sin embargo,
a pesar del disfrute de una vida sin mayores preocupaciones económicas, emocionalmente se
encuentra “vacía, con el cuerpo en el aire […] sin poder asentar los pies sobre la tierra”. Su
existencia como un número más en la basta sociedad estadounidense “destroza [s]us sueños
de poder. [S]us manos se vuelven dependientes, asalariadas” (Flores, 1999, P. 171), y de
cierta manera, se da cuenta que es otro ser anónimo en un conglomerado de seres ignorados
y ninguneados. Ella misma se condena a un completo aislamiento y soledad que derivan en
el alcoholismo y la infelicidad. Aunque se pudieran observar ciertos aciertos en su vida en
Estados Unidos, en este personaje se cumple lo dicho por Said: “The achievements of exile are
permanently undermined by the loss of something left behind forever” (Said, 2000, P. 186).
Por su parte, el hombre guatemalteco, personaje masculino central, sin identidad conocida y
narrador homodiegético, nos relata sus experiencias en el exilio. En su narración se evidencia la
utilización lingüística del habla de la clase pequeñoburguesa de la capital guatemalteca salpicada
con una mezcla de coloquialismos mexicanos, debido a su intento de asimilación en su exilio en
México D.F., actualmente Ciudad de México. Para este exiliado sus “[…] habits of life, expression,
or activity in the new environment inevitably occur against the memory of these things in another
environment. Thus, both the new and the old environments are vivid, actual, occurring together
contrapuntally” (Idem, p.186). Su estancia como exiliado en la Ciudad de México resta de ser
placentera y todo a su alrededor lo tiene al borde del colapso, así lo evidencia cuando asevera:
“[t]odo me tiene harto en este pinche país; el cuartucho, la promiscuidad […] (Flores, 1999, P.17).
Ha escapado de la violencia política que se experimentaba en Guatemala, al ser perseguido por
su militancia en una de las organizaciones guerrilleras. Sin embargo, se encuentra inmerso en
la violencia del entorno, donde el estrés y la contaminación del ambiente se vuelven parte de
su diario vivir: “acelerones, frenazos, pitazos, putizas, madrazos, rechinar de llantas y como un
manto camuador el humo del diésel que lo cubre todo […]”. Tiene como labor diaria resguardar
su vida de la violencia automovilística: “si uno no se pone abusado lo apachurran, manejan
como locos estos cabrones y les vale gorro que peatónpendejolento no logre pasar a tiempo”
(Idem). Además de la tortura que le ocasiona la sobrevivencia en ese entorno, este personaje
tiene que lidiar con el estrés que implica la llegada al exilio sin seguridad de sobrevivencia y sin
la posibilidad de llevar a cabo una vida digna y con cierta normalidad.
A estas preocupaciones se agrega la falta de apoyo y solidaridad por parte de los miembros
de su organización en el exilio. Para su infortunio, las mismas actitudes de desunión,
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7 El personaje masculino, en Las batallas perdidas, de cierta manera refleja los hechos reales vividos por su autor Marco Antonio Flores, quien fue acusado por la izquierda
guatemalteca de ser un traidor a la causa, y un agente de la CIA. Acusaciones serias que le dejaron sin amigos, sin apoyo y le cerraron las puertas de varias editoriales y le negaron
la oportunidad de ganar cualquier concurso literario. Marco Antonio Flores asevera: “Fui estigmatizado por la supuesta izquierda latinoamericana que no se cansó de aventarme
calumnias a la espalda. Perdí a casi todas mis amistades. Cuando comprendí que si alguien se atreve a decir su verdad será atacado de la forma más vil, ahí fue cuando comencé
mi silencio de 15 años”. Ver J.L Perdomo Orellana, El insurrecto solitario: Vida y obra de Marco Antonio Flores, (Guatemala, Editorial Óscar de León, 1997), págs. 38-39.
8 Eugenia Meyer y Eva Salgado a través de varias entrevistas recopiladas en su libro exponen que las diásporas argentinas, uruguayas y chilenas armaron ciertos sistemas de
apoyo en México durante su exilio. Entre los miembros de dichas diásporas se apoyaban mutuamente a nivel moral y económico, Un gran porcentaje de estos exiliados formaron
comunidades y asociaciones en las cuales se mantenían activos y veían por el bien común. Ver Un refugio en la memoria: La experiencia de los exilios latinoamericanos en México.
(México, Editorial Océano, 2002), págs. 161-262.
oportunismo, trato preferencial y corrupción existentes entre los militantes de la izquierda ya
experimentadas en Guatemala continúan en el exilio. Su integración a la célula exiliada del PGT
(Partido Guatemalteco del Trabajo) ocurre sin ningún éxito, siendo que la dirigencia no le tiene
buena estima. Por lo tanto, debido a la falta de apoyo este personaje forma un “grupo paralelo
para ayudar a quienes caen a(ll)í bien pisados” (Idem, P. 19). Este intento de auto-salvación y
ayuda colectiva le gana la acusación “de conducta antipartido”. Para este personaje las horas
muertas en el exilio le sirven de recapitulación de los acontecimientos vividos en su militancia
y para enjuiciar a su organización y sacar a relucir la corrupción y verticalismo de la misma
7
. Su
situación es igualmente estresante, desgastante y desesperanzadora a la que experimentan los
personajes femeninos en la novela. Al igual que la mulata cubana, no encuentra una diáspora
guatemalteca que promueva solidaridad y apoyo a los recién llegados.
A diferencia de otras diásporas
8
, en la novela no hay rasgos de que los exiliados guatemaltecos
en México posean algún tipo de práctica en común que se dedique a crear nuevos espacios
sociales y comunitarios que sirvan de apoyo y sitio concéntrico para la colectividad y la
comunidad exiliada. A este personaje todas sus creencias ideológicas y sueños utópicos se
le derrumban en el exilio y le duele ver esa derrota, y así lo maniesta: “Lo jodido es que no es
tan simple, atrás de todo hay un cachimbo de sueños, de renuncias, de búsquedas vitales, de
convicciones ideológicas que ha costado casi el pellejo ir consolidando”. Es en este exilio que
sus “renuncias son denitivas” y sus “creencias deshechas” (Flores, 1999, pp, 56.57). Así como
los dos personajes femeninos, también el personaje masculino se desintegra moralmente en el
exilio.
En cuanto a aspectos que los tres personajes principales en Las batallas perdidas comparten,
es esencial notar que todos evidencian una existencia melancólica en su etapa adulta vivida
principalmente en el exilio. En sus vidas se reeja lo que el psicoanalista Sigmund Freud designó
como melancolía, un estado diferente al duelo. Freud, llevó a cabo una diferenciación entre el
duelo y la melancolía. De acuerdo con Freud el duelo regularmente es la reacción de pérdida
ante una persona amada, o la pérdida de algo abstracto como la pérdida del país, la libertad o
un ideal. Mientras que la melancolía es la pérdida del objeto amado sin saber realmente de que
se trata la pérdida. En el duelo se supera la pérdida debido a la separación que se hace entre
el yo (ego) y lo perdido. En cambio, en el estado melancólico se lleva a cabo una identicación
con lo perdido y el yo (ego) se convierte en parte de la pérdida, lo cual es difícil de superar
(Freud ,1953). En Las batallas perdidas, debido a las múltiples experiencias de pérdida y fracaso
experimentadas por los tres personajes se acrecienta en ellos una disminución de la autoestima.
Este aspecto se nota mayormente en la mujer guatemalteca y la mulata cubana, a través de su
incapacidad de amar, su automatización en la vida, su falta de interés, y su completa pérdida de
expectativas. Todo ello, por supuesto, exacerbado en el exilio.
A manera de conclusión se puede armar que Las batallas perdidas es una novela marcada
por la gura del exiliado y su subjetividad, así como por la búsqueda de una utopía amorosa,
personal o revolucionaria en la cual los tres personajes principales buscan encontrarse a
sí mismos y también desean encontrar una escurridiza libertad. Dicha libertad, siendo uno
de esos bienes abstractos que tiene un valor inconmensurable para las vidas de los tres
personajes, irónicamente, al encontrarla se transforma en una soledad angustiosa y agobiante.
En su desplazamiento de un espacio a otro solo hay derrumbamientos de ideales y utopías, y
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especialmente los personajes femeninos se quedan en el limbo del exilio, haciendo memorias,
viviendo de nostalgias, rememorando lo perdido y sintiendo la pérdida de su propia identidad.
Al salir al exilio, los personajes “va[n] despojado[s]: sin pasado, sin país, sin esperanza... Su[s]
vida[s] pasada[s] fue[ron] como deslizarse a través de un campo minado de batalla en batalla,
ésta es la decisiva y la tiene[n] perdida de antemano” (Flores, 1999, P.51). Es debido al estado
melancólico, agravado en el exilio, y compartido por los tres personajes en la novela, que al
confrontar la pérdida de sus ideales y de su país todo a su alrededor se convierte en un fracaso.
Los tres personajes experimentan “el abandono de la utopía revolucionaria como horizonte” y se
abandonan “a la dimensión miserable de la cotidianidad en cuanto tal
9
”.
9 Alberto, Moreiras, “Postdictadura y reforma del pensamiento” en Revista de Crítica Cultural 13 (1999), págs. 35-43
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ensayos
Dra. Ana Yolanda Contreras
Revista Humanismo y Cambio Social. Número 12. Año 5. Julio-Diciembre 2018. ISSN.2309-6713
Pág 92- 101
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