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Las comunidades indígenas de Jinotega, resistencia y pertenencia
Revista Humanismo y Cambio Social. Número 12. Año 5. Julio-Diciembre 2018. ISSN.2309-6713
comunes como empachos, males de ojo, caída de mollera. Otra tarea de las parteras era aconsejar
a las mujeres durante el período de gestación, y advertían sobre los cuidados que debían tener
para garantizar un parto seguro. Migdalia López, partera de generaciones comentaba al respecto:
Cuando una mujer está embarazada se le recomienda tener reposo, no andar
levantando peso, alimentarse bien…cuando tiene síntomas de aborto la acuesto,
ligo su cadera y le preparo un cocimiento que lleva principalmente canela, granos
de cacao, hojas de limón, pimienta, hojas de naranja agria, una cerveza, miel de
jicote… Se soba la barriga a la parturienta, se tantea, si hecha líquidos es tiempo del
parto, se prepara un cocimiento con manzanilla, apazote, hojas de naranja agría,
hojas de limón, esencia de espíritu de castor, agua orida, espamon y novalgina
(Romero; 2009: 29).
Una vez que las mujeres entraban en trabajo de parto encomendaban a la mamá y al bebé a
San Ramón, patrón de las parturientas, para que posibilitara un proceso seguro y rápido. En esta
línea Teresa de Jesús Aranís, partera tradicional señala: Cuando una mujer está con dolores, se le
prepara un cocimiento a base de canela, hojas de limón y manzanilla, si se le quita no es tiempo
de parto, sino se sigue dando con cáscara de coralito tres veces nada más, en todo este proceso
debe haber bastante sábanas y ropa limpia para cubrir a la madre y al bebé, sino a la madre le
puede dar un espasmo y el bebé resfriarse (Romero; 2009: 32).
Al nacer el bebé se cortaba el ombligo a tres centímetros de la raíz, y con un clavo caliente
desinfectado se le quemaba para suturar y evitar una posible hemorragia. De igual manera, se
le hacía un parchecito con camíbar, liquidámbar, sulfatiazol, alcanfor y cebo para cicatrizar, por
último, se aseguraba todo esto con gasas y un fajero: antes quemaban con alcanfor, sino le ligaban
el ombligo y después con un clavo quemado… y quedaban sanitos (González, D; 2016).
En este momento, si el bebé salía muy sucio se bañaba con agua de manzanilla y hojas de
naranja agría, de lo contrario, solamente se limpiaba, lo envolvía en una sábana y se ponía a
dormir.
El uso de las sábanas blancas era un requisito fundamental durante y después del parto, también
a la madre se le vestía de este mismo color, en primera instancia por salubridad, y en seguida,
porque así la partera podía detectar rápidamente si se presentaban sangrados en la mujer e
irregularidades, las manchas rojas de sangre eran más evidentes en ropa y sábanas blancas.
La partera abandonaba la casa de la parturienta después de tres días, durante este tiempo, se
ocupaba de la mamá, el recién nacido y los otros hijos, preparando los alimentos de ellos y del
cuido de la casa. Una vez que estaba segura la madre y el recién nacido, abandonaba la casa
y regresaba a los ocho días para vericar que este botara su ombligo y enterrarlo en el patio de
la casa, pues se tenía la creencia de que este acto garantizaba que el recién nacido desarrollara
amor por su tierra:
A veces se quedaba días atendiendo a los otros niños y al tierno, decía ya está
seguro, ya está tranquilo, ya defecó, ya orinó y va de viaje. A los ocho días
llegaba para ver si el niño ya había botado el ombligo, sino le ponía el injundio
de gallina con alcanfor, yodo o alcohol crudo, pero sin quemarle la piel al niño
(González, D; 2016).