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Dr. José Miguel Ayerdis García
Tema Central
Dr. José Miguel Ayerdis García.
Re-pensando
una pedagogía
para la paz desde
la Universidad,
(Reflexiones)
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Revista Humanismo y Cambio Social. Número 13. Año 6. Enero-Junio 2019.
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RESUMEN
Este trabajo es un aporte que los académicos estamos haciendo desde la
Universidad para el fomento de una cultura de paz y convivencia que, desde
el 2018 está en agenda como consecuencia de la crisis política en la que se
vio inmersa la sociedad nicaragüense. Esta propuesta problematiza acerca
del lugar y el papel del docente universitario en la búsqueda de prácticas
discursivas que canalicen las diferencias y/o contradicciones por cauces
cívicos, sabiendo que la sociedad en general quiere paz para continuar me-
jorando sus condiciones de vida material y espiritual. Lo que pretende esta
investigación, es responder a preguntas como, ¿estamos trabajando de ver-
dad en una agenda individual y/o colectiva en función del fortalecimiento
del liderazgo docente y contribuyendo de manera concreta a la solución de
los problemas que enfrenta la sociedad nicaragüense a consecuencia de la
crisis política iniciada el pasado 18 de abril? ¿Creemos en los valores de una
cultura de paz (ya institucionalizada por medio del decreto de ley 985) como
convergencia para el fortalecimiento del bien común? Por último, ¿estamos
desarrollando estrategias pedagógicas en las aulas para el fomento de va-
lores que contribuyan a una visión positiva, constructiva-propositiva y tole-
rante en los estudiantes, buscando contrarrestar los discursos destructivos
que, las burbujas mediáticas, a diario inoculan en las mentes de los jóvenes?
ABSTRACT
This work is a contribution that as academics we are making from the
University on the theme of promoting a culture of peace and coexistence,
since 2018 on the agenda as a result of the political crisis that was immersed
in Nicaraguan society. This proposal problematizes the place and role of
university professors in the search for discursive practices that channel
differences and/or contradictions through civic channels, knowing that
society in general wants peace in order to continue improving their material
and spiritual living conditions. The purpose of this research is to answer
questions such as, are we really working on an individual and/or collective
agenda in terms of strengthening teacher leadership and contributing in a
concrete manner to the solution of the problems facing Nicaraguan society
as a result of the political crisis that began on April 18? Do we believe in the
values of a culture of peace (already institutionalized through Decree-Law
PALABRAS CLAVE
Cultura de paz/bien común/liderazgo
docente/pedagogía para la paz
KEYWORDS
Culture of peace/common good/teaching
leadership/pedagogy for peace
Re-pensando una
pedagogía para la paz
desde la Universidad,
(Reflexiones)
Recibido: 10 Mayo 2019
Aceptado: 05 de Junio 2019
Copyright © 2019 UNAN-Managua
Todos los DerechosReservados.
Re-thinking a pedagogy for
peace from the University,
(Reections)
Dr. José Miguel Ayerdis García.
Dr. En ciencias históricas, catedrático universitario, autor
de distintos artículos cientícos en revistas nacionales e
internacionales, actualmente Director de la Dirección de
Relaciones Internacionales de la UNAN-Managua.
https://orcid.org/0000-0001-9677-7786
mayermis@unan.edu.ni
1 Dejo constancia que lo expresado en este artículo es única y exclusiva responsabilidad de su autor. Son puntos de vista sustentados en la interacción diaria con los diferentes
grupos y/o componentes de nuestra comunidad universitaria. Mi cariño y respeto para nuestras autoridades superiores, docentes y trabajadores administrativos, quienes
trabajan con mucha dedicación por la calidad y pertinencia de la educación superior, fortaleciendo de esta manera el liderazgo de nuestra Universidad en el país.
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985) as a convergence for the strengthening of the common good? Finally, are we developing
pedagogical strategies in the classrooms for the promotion of values that contribute to a
positive, constructive-positive and tolerant vision in the students, seeking to counteract the
destructive discourses that the media bubbles inoculate in the minds of young people on a
daily basis?
Introducción
L
os dramáticos acontecimientos políticos durante el mes de abril del año 2018, cuyas
secuelas aún estamos viviendo en el país, han puesto en agenda un tema de discusión
postergado, o en el mejor de los casos no abordado de manera sistemática y a profundidad en
la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua. Nos referimos a la relación
entre el bien común, como concepto integral de comunidad y su correlato moral, entendido
como cultivo de virtudes asociadas a una visión positiva y estable entre los diferentes
componentes de la comunidad universitaria y la sociedad.
Desde hace más de una década, el gobierno de Nicaragua viene haciendo ingentes esfuerzos
por la mejora de la vida material de todos sus habitantes, sin discriminación alguna. Para
realizarlo, ha tenido que sortear innidad de trabas (presiones externas) que el modelo
capitalista (y los poderes que los mueven) imponen. Esfuerzos que buscan la construcción
de un modelo propio, con márgenes de autonomía, visión colectiva y el cultivo de valores
que enfrenten el neoliberalismo, cuyas expresiones se maniestan, además de la alienación
colectiva, en el control de las fuentes de nanciamiento, las amenazas, el chantajes y abyección
de grupos económicos locales a los poderes centrales, e imperiales.
De igual manera, en la actualidad se vive un contexto internacional complejo, donde se
enfrentan por un lado, posiciones supremacistas unipolares, defendida por los halcones
que dirigen la política norteamericana y sus nanciadores, las empresas armamentísticas y
grandes trust industriales o grupos nancieros; por el otro, visiones multipolares asumidas
como principio, por la mayor parte del concierto de naciones del planeta que desean un
mundo en paz. A ello se suma, el ambiente de descontrol generado por la enorme maraña de
redes sociales y conglomerados audiovisuales tradicionales y transnacionales, que producen
mensajes y noticias manipuladas de manera permanente y sin descanso, obstaculizando el
establecimiento de un consenso sólido entre los pueblos y sociedades deseosas de construir
un mundo distinto, amigable con el medio ambiente, superando los egoísmos, sectarismos,
complejos racistas y discriminatorios.
La resignación a un “estatus quo” político y económico en crisis (el capitalismo), es el punto
de vista que se quiere imponer por medio de mensajes que nos llegan a diario, de diferentes
formas y canales de difusión masiva. Los prejuicios que sustentaban el discurso de la guerra
fría, de comunismo, sinónimo de ausencia de libertad, de peligros a los derechos a acumular
capital (bajo el pretexto de la libertad individual) y a la explotación sin freno (la cantaleta del
libre mercado), han vuelto en las últimas décadas, en apariencia “renovados”, tutelados o
promovidos por grupos heterogéneos, religiosos, profesionales, intelectuales, feministas de
nuevo cuño, y movimientos sociales de ONG. Grupos oscurantistas que de manera violenta
(o por medio de un discurso de fachada crítica al modelo hegemónico del imperialismo), se
oponen a cualquier proyecto de gobierno o estado, mínimamente novedoso o progresista,
convirtiéndose en los defensores más activos del modelo capitalista.
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Frente a prácticas discursivas seudo avanzadas, huecas en su esencia, sustentadas en teorías
y hechos históricos provenientes de modelos hegemónicos, eurocéntricos que satanizan todo
proyecto sustentado en nuestras vivencias históricas y culturales, las universidades públicas,
de mayor arraigo, presencia y autoridad, deben establecer una agenda nacional que ponga en
perspectiva el lugar que ocupa la academia en la búsqueda de consenso. Ir más allá de la superación
de la crisis de abril, como se sabe, generada por factores políticos violentos en contubernio con
ONGs, empresarios inescrupulosos y religiosos extremistas. Ser promotores (como ya se vienen
haciendo desde la UNAN-Managua) de canales o relaciones estables, permanentes y de respeto
con los distintos componentes que conforman la sociedad nicaragüense en general, sobre todo,
trabajando en la construcción de alianzas estratégicas con sectores vulnerables de la sociedad,
grupos sociales, indígenas, iniciativas culturales y emprendimientos económicos, en esencia
creyentes de la utopía “que es posible un mundo mejor”.
En este sentido, el docente es un actor importante dentro de la comunidad universitaria y la
sociedad en general, orientando y facilitando procesos de convivencia, desde las aulas de
clase, en la interacción diaria con estudiantes, claustro, amigos, familiares. En cualquier espacio
social donde se encuentre, se espera que establezca pautas o formas para la comprensión y/o
aprehensión de modelos sociales y culturales, sean estos progresistas o revolucionarios. Su
condición académica le habilita y exigen la difusión y/o socialización de la cultura institucional,
por medio de su presencia, de manera sistemática, beligerante y constructiva, en eventos,
redes académicas culturales y sociales, aprovechando la movilidad e intercambio nacional e
internacional.
La posición “privilegiada” del docente dentro de la comunidad académica nacional, le permite
promocionar reglas de convivencia, respeto a las diferencias de ideas; estructurar un pensamiento
crítico a partir del contrastaste o puesta en cuestión del origen e intención de las fuentes y de
los contenidos de los mensajes de la información que se consume a diario. No es gratuito el
cognomento de guía que se le adjudica al docente, lo que signica que debe dejar constancia
de su liderazgo sin sura, en el aula, entorno afectivo inmediato y comunitario.
Lo anterior nos lleva a preguntarnos, si estamos trabajando de verdad en una agenda individual
y/o colectiva en función del fortalecimiento del liderazgo docente y contribuyendo de manera
concreta a la solución de los problemas que enfrenta la sociedad nicaragüense, a consecuencia
de la crisis política iniciada el pasado 18 de abril de 2018.
De igual manera, si creemos en los valores de una cultura de paz (ya institucionalizada por medio
del decreto de ley 985) como convergencia para el fortalecimiento del bien común. Importante
interrogarse también, si estamos desarrollando estrategias pedagógicas en las aulas para el
fomento de valores que contribuyan a una visión positiva, constructiva-propositiva y tolerante en
los estudiantes, buscando contrarrestar los discursos destructivos que, las burbujas mediáticas,
a diario inoculan en las mentes de los jóvenes. Estos son los puntos que de manera general,
aborda este escrito, fortalecido de un análisis documental, como primordial método y de la
perspectiva del educador que observa y analiza desde el espacio en que interactúa y que nos
hace crear posicionamientos de orden práctico que fortalecen las epistemes teóricas.
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¿El docente a la deriva?
Uno de los argumentos escuchados entre algunos compañeros, tanto dentro como fuera
de la Universidad, después de restablecido el orden y la tranquilidad ciudadana en julio del
año 2018, es la aparente o real confusión experimentada por docentes durante el fallido
intento golpista iniciado el 18 de abril del pasado año. Esta armación deja una serie de
resquicios de reexión para nuestras autoridades, gremios, expresiones organizadas de
nuestra comunidad universitaria, y de manera particular en cada uno de los académicos,
acerca de lo hecho o dejado de hacer en relación a planes e iniciativas de actualización
integral del docente universitario y fortalecimiento de su compromiso institucional.
En principio, debemos ser autocríticos y reconocer las debilidades en las políticas de ingreso y/o
promoción de docentes a la Universidad. Es cierto que nuestras autoridades han dado pasos
importantes en los últimos años, en función de institucionalizar una serie de prácticas y procesos
académicos, creando y fortaleciendo normativas, como el ingreso de estudiantes, evaluación al
desempeño (puesta en vigencia el pasado 13 de marzo de 2019), movilidad, convenios, entre otros.
También, cierto descuido o displicencia durante años, en la labor de formación y actualización
docente, ha sido factores que en parte explican el comportamiento de algunos de ellos durante
los tres meses que duró la crisis política, así como su actitud posterior. Debe reconocerse como
un paso importante en el proceso de mejora institucional, la puesta en vigencia de la “Normativa
para la evaluación al desempeño del personal”, y como bien lo decía la Maestra Ramona
Rodríguez, Rectora de nuestra Universidad, durante el acto de juramentación de las comisiones
ad hoc, no tiene carácter punitivo, sino que busca la calidad y el compromiso con la institución.
Dentro de las preocupaciones de mejora institucional, existe conciencia dentro de la educación
superior pública, de la herencia histórica sustentada en el modelo napoleónico (Moncada, 2008;
142-143), en su estructura (escuelas-departamentos-Facultad) y enfoque de especializaciones
(profesionalizante). Pero también, tenemos fresca en nuestra memoria, el signicado de Córdoba
de 1918, en cuanto a autonomía y cogobierno, dentro de un concepto “comunitario” de gran
trascendencia para la producción de conocimiento y el aporte sustantivo a la sociedad. De igual
manera, el Plan de acción (2018-2028) surgido, del encuentro universitario de la III Conferencia
Regional de Educación Superior para América Latina y el Caribe (CRES), en ocasión del centenario
del “Grito de Córdoba”, asumiendo la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS) promulgada
por la Asamblea General de la ONU en 2015, que apunta a la eliminación de la pobreza, hambre
cero, igualdad de género, entre otros aspectos esenciales para la paz y el cultivo del bien común.
La concepción de “especialización” del docente actual, no justica una práctica de “burbuja”
(siguiendo a Periser), donde se ltre únicamente lo relacionado a la especicidad del tema que
se imparte en el aula de clase. Los contenidos de las asignaturas, sean estas de ingeniería,
física, medicina, biología, al igual que las provenientes de las ciencias sociales en general,
están inscriptos en entornos sociopolíticos especícos, siendo obligación del académico
la puesta en contexto, con la responsabilidad y pertinencia que esta labor requiere. En este
sentido, debe preocuparse por el cultivo de un piso cultural integral que le permita ubicar los
contenidos de su materia, en su justa dimensión político social, pensando en la misión y visión
de la Universidad; práctica esencial y necesaria en nuestro quehacer que posiciona a nuestra
Alma Mater (porque somos parte sustantiva de ella) como orientadora y guía de la sociedad.
La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), plantean en su esencia una visión
distinta a la actual sociedad. Este documento de la ONU apela a un mundo cuyo sujeto principal
es el ser humano, en comunidad, sensible al cuido de la tierra, la solidaridad y la inclusión social.
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En este sentido, durante el análisis y la síntesis de los contenidos temáticos que se hacen en
las aulas de clase, no debe perderse de vista esta perspectiva. De manera fundamental, por la
posición de docente/investigador apegado a una realidad social concreta, contribuyendo de esta
manera a la resolución de los problemas del país e incidiendo en el fortalecimiento del liderazgo.
La postura anterior, pasa por el convencimiento y/o identicación plena y consciente de
la visión, misión y objetivos de nuestra Universidad. El principio de universidad pública,
abierta a todos los sectores de la sociedad, prioriza a los estudiantes de escasos recursos
y comunidades indígenas afro descendientes. Es un punto de partida esencial para
asumir la defensa de la institucionalidad del sistema de educación superior con enfoque
inclusivo. Los factores golpistas del 18 de abril, tuvieron y tienen en mira la destrucción de
la educación pública porque no responde a sus intereses estratégicos de nación si llegan al
poder: elitista, plutócrata. Lo ocurrido en nuestra Universidad durante la toma violenta de sus
instalaciones, entre el 7 de mayo y el 13 de julio del pasado año, no fue un mero “accidente”.
Las campañas de desprestigio continúan, surge la pregunta como docentes ¿Qué estamos
haciendo para contrarrestar esta campaña en contra de las Universidades Públicas? Esto requiere
una postura ética y moral como académicos, rompiendo con vicios y actitudes complacientes
o de mínimo esfuerzo. En la coyuntura actual, debemos --parafraseando a Kennedy-- no
preguntar
¿qué puede hacer la Universidad por nosotros?, sino ¿qué podemos hacer por la Universidad?.
Cultura de paz y bien común: cuerpo y alma del discurso docente
A la llegada al Ejecutivo de la República, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), por
medio de la Alianza Unida Nicaragua Triunfa en 2007 (2011 GRUN), se empezó a escuchar en los
discursos ociales, el concepto de bien común, que hoy día nos es familiar. Es un concepto muy
antiguo, que puede encontrarse en “La República” de Platón (como algo que trasciende los bienes
particulares) y en “La Política” de Aristóteles (comunidad política que implica buenas acciones para
vivir bien). En esta teoría general del Estado de la época antigua, como dice Dieter Nohlen y Rainer
Olaf Schultze, et.al. (2006), las normativas y regulaciones sobre el bien común son diversas y hacen
referencia a la “vida virtuosa en la comunidad bien ordenada, la idea del derecho, la paz, la libertad,
el bienestar y la autorrealización general dentro y por medio de la participación política” (p.158).
Para autores como John Rawls (1979), el bien común, se dene como “ciertas condiciones generales
que son de ventaja para todos”, dentro de un marco jurídico que sustenta las instituciones estatales.
Para que el bien común se materialice se requiere de consenso, de tal forma que, proyectos o
acciones educativas, productivas y culturales, puedan tomar cuerpo en la vida diaria de las
comunidades o grupos sociales. Es un concepto que fomenta la paz fundada, “sobre el principio
de justicia y el acatamiento de la ley universal. Si el ordenamiento jurídico logra una verdadera
y auténtica paz social, entonces sí, se está realizando el bien común” (Beltranena M, 2010).
La noción de cultura de paz es más reciente, aparece arropado bajo la tutela de la UNESCO
a nales de la década de los ochentas del siglo pasado, al crear una Cátedra con ese
nombre, apelando a la educación para la paz, la lucha contra la pobreza, el pluralismo
cultural y el diálogo intercultural. Es un concepto que ve la educación y sus implicaciones
familiares y sociales, como el centro de la convivencia, la tolerancia, sin que eso signique
ausencia de conicto, estos últimos canalizados en la búsqueda de soluciones colectivas.
Para Isabel Hernández Arteaga (2017), es desde las escuelas y el sistema educativo donde se
“construye una cultura de paz”. Conceptos complejos por sus implicaciones sociales, porque
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se habla de relaciones entre personas, colectivos con intereses disímiles que interactúan unos a
otros y donde las contradicciones aoran. Señala esta autora, que es un esfuerzo multidisciplinar
construir una cultura de paz, ya que debe “trascender los límites de los conictos” [para]
convertirse en una vivencia cotidiana de contextos, como la escuela, el trabajo, la familia” (p.152).
De lo anterior, la ley 985, “Ley para una cultura de diálogo, reconciliación, seguridad, trabajo y paz”,
promulgada por la Asamblea Nacional y aprobada por el Presidente de la República Comandante
Daniel Ortega Saavedra, el 24 de enero de 2019, plantea el reto de asumir la tarea desde nuestros
espacios de trabajo, familia, escuelas y universidades; resolviendo “nuestros desencuentros,
aportando soluciones a la transformación y a la construcción de ambientes saludables, sanos en
la familia y la comunidad, mediante estrategias de promoción de valores” (preámbulo de la ley 985).
Ante la situación de violencia política vivida a partir de abril del pasado año, y la fractura social
causada por el fallido golpe de Estado que afectó de manera signicativa la economía del país
y desgarró el tejido familiar y comunitario, al docente universitario se le exige: abandonar cierta
actitud pasiva, dejando a un lado su papel de espectador, asumiendo un rol de liderazgo dentro de la
comunidad universitaria, en sus diferentes espacios donde interactúa. Por tanto, el docente debe
ver la educación –como dice la autora Hernández Arteaga, et. Al (2017), “desde el concepto de paz
neutra (…) que actúa desde el diálogo, busca el consenso (…) y los acuerdos (…) por ello que requiere
el desarrollo de [un] pensamiento crítico unido a la formación en valores y convivencia” (p.160).
Como se observa, el bien común y el cultivo de una cultura para la paz, convertida en
ley de la República por medio del decreto 985, ofrece el marco jurídico de acción y dene
la política de Estado para los diferentes componentes de la sociedad, de forma que redunde
en acciones que fomenten el diálogo, la reconciliación, la armonía, la seguridad ciudadana, y
el trabajo. Es una ley que busca en primera instancia, restañar las heridas causadas por el
trauma de la violencia extrema que vivió el pueblo nicaragüense entre abril y julio del pasado
año, sentando las bases de una nueva cultura de convivencia y concordia. Como docentes,
debemos de apropiarnos de los ejes, actores y acciones que la ley señala e incorporarlos como
un componente esencial de nuestros contenidos y apoyo intrínseco de la metodología de
enseñanza en nuestra aula de clase. De esta manera se puede construir una pedagogía social
(Rojano Mercado: 2008; 39; Freire; 1983) para la paz y la convivencia desde la Universidad.
Re-pensando estrategias pedagógicas en valores
La experiencia vivida en Nicaragua, Venezuela y otros países, agredidos por el imperialismo
norteamericano, utilizando las redes sociales, como una nueva arma de dominación, y
las posibilidades que el uso tecnológico de los algoritmos encierra, en la llamada guerra de
quinta generación, ha puesto en agenda el tema de los valores, éticos y morales, sustento
clave para caracterizar y/o juzgar el comportamiento individual y colectivo de las personas.
En este sentido, durante el siglo XXI en que nos encontramos, debemos comprender que
las “armas de destrucción masiva” (término militar en uso durante la retórica de guerra fría)
no son aquellas que desde el punto de vista material, destruyen los hábitats humanos, sino
las que de manera furtiva o subliminal, penetran la siquis de las personas, exterminando
sentimientos nobles al pulverizar las estructuras de pensamiento, en medio de un
cuadro desolador de caos que facilita la dominación imperial u otras causas extremas.
La batalla por “las mentes y corazones”, iniciada con el boom del internet y las redes
sociales, conlleva una serie de implicaciones que de manera transversal, cruzan la vida de las
personas y las colectividades. En apariencia, se presenta como una lucha pacíca, pero de
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manera implícita contiene una carga de violencia y destrucción acumulada, similar al efecto
de una “bomba de hidrógeno”. La experiencia de abril de 2018, es un ejemplo del trabajo
silencioso, sistemático y perseverante para la creación de un frente de guerra mediático.
El uso y consumo de las redes sociales de manera irrestricta por grupos opositores, la
tolerancia gubernamental (en extremo permisible) de la circulación de mensajes tendenciosos
y manipulados, producidos desde medios convencionales y/o alternativos de comunicación,
crean en poco más de una década, el escenario político ideal de violencia destructiva e irracional
contra la institucionalidad. Narcotizados por el sistemático consumo de mensajes tóxicos,
los agentes de este “ejército cibernético” pasan a las agresiones físicas en abril 18 del 2018
(semejante a una cábala diabólica) denotando un cuadro de enajenación y paroxismo inusitado,
al protagonizar de manera real una serie de puesta en escena que imitan (recuerdan) a Yo Robot
(Proyas, A; 2004) y a Terminator 2: el juicio nal (Cameron, J.; 1991). Es la consecuencia de
grupos domesticados, atrapados bajo las redes de los ltros burbujas que bien explica Eli
Periser (2017) en su libro El Filtro Burbuja,
“Cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos.
Estratagema aplicada a partir de experiencias vividas en otros países (primavera árabe), y de las
recetas de ideólogos del imperialismo (Gene Sharps) donde una vasta estructura mediática de
uso en la actualidad, sirve de plataforma para las agresiones, la destrucción y la dominación,
en el contexto de la guerra de quinta generación que vivimos. Detrás de los trolls que fabrican
noticas falsas (fakes news) buscando vulnerar valores y creencias de los usuarios de las
redes sociales y medios de comunicación electrónica, está todo un sistema bélico mediático
controlado por los halcones del Pentágono. El objetivo político de los ejecutores del plan político
de abril del pasado año era: acabar con la institucionalidad del país, socavando los valores y
principios históricos y culturales que sustenta el imaginario social, y familiar del nicaragüense.
La realidad arriba descrita, sugiere que todos los sectores sociales, amantes de la paz, la convivencia
pacíca y la solidaridad en pro del bien común, deben asumir una posición que contribuya a la
solución de los problemas y no ser parte de ellos. Desde la posición del docente universitario,
implica la estructuración de una pedagogía que recupere el sentido constructivo de los valores
de convivencia en comunidad, se promueva la tolerancia y el respeto a la diversidad de ideas,
vulnerados por la violencia esquizofrénica emprendida por factores políticos sedientos de poder.
Tarea nada fácil, si analizamos los instrumentos utilizados por los dirigentes de esta
guerra de quinta generación. La colonización de la mente y conciencia de las personas
con nes de instrumentalización, es el primer paso para el reclutamiento de los que están
en la primera línea de “combate” en esta contienda mediática. La destrucción moral y
física de colectividades o grupos sociales es el segundo, no importando relaciones de
anidad, consanguinidad o afectividad; dejando a las personas vacías, huecas en su
sentido de humanidad, objetivo último a alcanzar en el campo de batalla cibernético.
Un claro ejemplo de la degradación humana por medio de las redes sociales y su consumo sin
reparo alguno (sin que medien estrategias para la utilización sana y constructiva), es la actitud
violenta, agresiva y escéptica de personas que, por diversas razones, se vieron arrastradas por
la vorágine de la violencia mediática orquestada por agentes especialistas, bajo las órdenes de
políticos extremistas. Algunas de estas personas alienadas, niegan sin rubor alguno, la destrucción
de la Universidad durante el período de la toma por la fuerza del campus (abril-julio de 2018).
Es más, llegan al cinismo paranoico de armar que fue una autodestrucción. Aventurando un
paralelismo extremo, esta actitud nos recuerda la postura de células neo nazi europeas que niegan
el holocausto perpetrado en contra de la comunidad judía durante la Segunda Guerra Mundial.
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La literatura señala que el valor ético está ligado de manera intrínseca con la individualidad,
y la moral con la sociedad (Ortiz Millán, 2016; 119-125), ambas afectadas por la crisis
política que enfrentamos desde el 2018. Encontrar el equilibrio que restañe la conanza
y promueva el diálogo, como una forma de respeto y convivencia, es una tarea urgente
que en estos momentos de desgarro del tejido social, el docente universitario no debe
soslayar. Eso implica, la formulación de una pedagogía que sobre la base del quehacer
integral del día a día de los estudiantes, amigos, y familiares, revitalice los contenidos de los
conceptos de autoridad, autonomía, conanza, amistad y solidaridad. De esta manera, la
articulación de los discursos individuales y colectivos y la práctica de vida, exigen renovación
a partir de la reapropiación y/o re signicación de estas estructuras de pensamiento.
En otras palabras, debemos pensar en la experiencia de una pedagogía que retome el
espíritu que motivó a Paulo Freire (1980; 1983) en la década del 60 y 70 del siglo pasado,
al apropiarse de la persona (en su carácter de sujeto social) como objeto de su estudio,
enmarcado en su entorno cotidiano e inmerso en sus complejas relaciones sociales. Con sus
motivaciones, problemas, se erigen en sujeto de su propia liberación. Estrategia que pasa por
la autoconciencia de la realidad circundante y las posibilidades de enfrentarlas sin arredrarse.
Tal es el caso nicaragüense, donde las desigualdades representan retos estructurales; los
poderes fácticos (religiosos y de clase) y mediáticos, se resisten a sujetarse y/o respetar la
legalidad institucional; y mezquinos grupos económicos y nancieros (vinculados a esos
poderes fácticos), deenden como sagradas las leyes que sustentan el modelo capitalista.
Conclusión
Las crisis políticas en cualquier contexto, por sus implicaciones o connotaciones en todo el
tejido social, actores económicos y culturales, no deja indiferente a nadie. Los hechos ocurridos
a partir de abril de 2018 demostraron contradicciones que creíamos superadas, entre ellas la
violencia como instrumento para dirimir las controversias. De igual manera, puso en la agenda
pública, la necesidad de trabajar en temas que atiendan y/o prioricen la comunicación con
todos los sectores sociales y económicos, mejorando los canales de participación individual y
colectiva, en sus comunidades, territorios, colectivos de trabajo, pequeños, medianos o grandes
emprendimientos, en función de la atención y resolución de los problemas de cada una de sus
expresiones organizadas.
Consensuar una agenda pública de comunicación (siguiendo el espíritu de Paulo Freire de
coparticipación) como canal indispensable para atender y emprender iniciativas o demandas de
los diversos sectores de la sociedad. Por su forma organizativa, beligerancia y actores implicados,
los sucesos de abril de 2018, evidenciaron que el cultivo del diálogo como mecanismo civilizado
para la resolución de controversias, requiere de mayores compromisos, consensos y mayor
integración. La campaña de reconciliación emprendida por el gobierno desde el 2007 es una
iniciativa importante que debe relanzarse y reactualizarse, desde las diversas instituciones
públicas, gremiales o cooperativas.
A partir de la complejidad del análisis de la situación que llevó a la violencia del 2018, las
universidades públicas, entre ellas la UNAN-Managua, por su esencia social y cultural, son
actores de gran importancia en la búsqueda de la superación de la crisis política que vive el
país. Desde sus inicios, las autoridades superiores universitarias han estado al frente de los
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requerimientos de los diversos sectores sociales, llamando al diálogo, la paz, la reconciliación;
incorporándose a comisiones inter estatales u otras iniciativas públicas (Más de una docena
de comunicados desde abril hasta agosto de 2018 respaldan esta posición).
La beligerancia de nuestra Universidad para contribuir a la resolución de la crisis por medio
del diálogo, ha tenido su correlato a lo interno de las estructuras de nuestra Alma Mater.
Los talleres de Convivencia iniciados en agosto de 2018 apuntaban a fomentar el diálogo
y comunicación asertiva, coherente con la preocupación de nuestro rectorado de preparar
a nuestra comunidad universitaria para enfrentar la crisis, tanto en nuestro entorno laboral,
las aulas de clase y en las relaciones de extensión e internacionalización que por función
promueve esta casa de estudios superiores.
Las preguntas que estructuran este trabajo, aluden a la contribución del docente en la resolución
de la crisis. Si bien es cierto, nuestras autoridades están al frente de los esfuerzos e iniciativas
nacionales, inter institucionales, también; que los docentes en particular debemos contribuir,
de manera individual o colectiva (por medio de equipos de trabajo, gremios, etc.), en nuestras
aulas de clase, familiares, amigos, espacios académicos nacionales o internacionales, en
la creación de un clima de diálogo, tolerancia y respeto a las diferencias. Sin embargo, la
experiencia diaria no sugiere entusiasmo o motivación suciente entre docentes para asumir
un liderazgo fuerte y coherente, desde nuestras disciplinas y asignaturas, en la promoción,
orientación y aclaración a nuestros estudiantes, acerca del fomento de los valores arriba
indicados.
De lo anterior, otra pregunta que se aborda de manera general en este trabajo, es la
perentoria necesidad de apropiarse (algunos docentes lo hacen suyo de manera consciente o
inconsciente), de la cultura de paz y su correlato, el bien común como componente esencial
en la dinámica pedagógica docente. Dos conceptos que están presente en la ley 985 “Ley
para una cultura de diálogo, reconciliación, seguridad, trabajo y paz”, que respalda iniciativas
en todos los ámbitos de la vida nacional, en función de una cultura incluyente, propositiva e
innovadora, coherente con las políticas que nuestra Universidad y sus autoridades promueven.
Como inquietud válida en estas circunstancias ¿Estamos los docentes a la altura de estas
exigencias?
Por último, debemos pensar en una pedagogía que de manera transversal incorpore los
contenidos de cultura de paz y bien común en nuestro quehacer universitario. Una condición
indispensable que haga realidad esta práctica educativa, pasa por despojarnos de prejuicios
y antivalores que nos aprisionan, arraigados en nuestra dinámica académica, entre ellos
los “feudos” o intereses de grupos. Esto implica, apropiarse y poner en práctica valores
sustentados en la misión y visión de la UNAN-Managua, siendo consciente del lugar que
ocupamos en la estructura social del país, como guías y formadores de profesionales que
serán referentes en sus entornos sociales, laborales y culturales.
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Dr. José Miguel Ayerdis García
Tema Central
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Dr. José Miguel Ayerdis García.
Dr. En ciencias históricas, catedrático universitario, autor
de distintos artículos cientícos en revistas nacionales e
internacionales, actualmente Director de la Dirección de
Relaciones Internacionales de la UNAN-Managua.
https://orcid.org/0000-0001-9677-7786
mayermis@unan.edu.ni