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Artículo
MSc. Francisco Martínez Báez
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Rescate de la
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urbana: el
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Revista Humanismo y Cambio Social. Número 13. Año 6. Enero-Junio 2019.
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RESUMEN
En este trabajo se estudian los avances en materia de protección de los bienes
culturales, especícamente los cementerios patrimoniales y la relevancia de
las normas de protección para la conservación de sitios que resguardan la
memoria histórica urbana, y perlan la evolución artística del arte funerario.
Asimismo, se reconocen los esfuerzos que hace la Alcaldía de Managua
en conjunto con otras instituciones y población organizada para rescatar y
promover el patrimonio cultural tangible e intangible de Managua.
ABSTRACT
This paper examines advances in the protection of cultural property, specically
heritage cemeteries and the relevance of protection standards for the conser-
vation of sites that safeguard urban historical memory, and outline the artistic
evolution of funerary art. It also recognizes the efforts made by the Mayor's Of-
ce of Managua in conjunction with other institutions and organized population
to rescue and promote the tangible and intangible cultural heritage of Managua.
PALABRAS CLAVE
Patrimonio Cultural. Cementerios
Históricos. Hitos Urbanos. Rescate cultural
KEY WORDS
Cultural Heritage. Historic Cemeteries.
Urban Milestones. Cultural rescue.
Rescate de la
memoria histórica
urbana: el cementerio
San Pedro de
Managua.
Rescuing Urban Historical Memory: San Pedro Cemetery
in Managua
Recibido: 24 Enero 2019
Aceptado: 10 Marzo 2019
Copyright © 2019 UNAN-Managua
Todos los DerechosReservados.
MSc. Francisco Martínez Báez
Coordinador de Letras y Artes de la Dirección
de Cultura de la UNAN-Managua.
https://orcid.org/0000-0002-1538-7602
frankartista@gmail.com
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MSc. Francisco Martínez Báez
Introducción
E
l interés estatal por rescatar y promover los bienes culturales materiales se
comienza a manifestar en Nicaragua, desde mediados de la década de los
cincuenta con las declaratorias de Monumento Nacional, otorgadas mediante
leyes promulgadas por el Congreso de la República, esta nominación se hacía
principalmente a templos, todos católicos, por su valor artístico y/o histórico.
Esta protección se hace extensiva a otro tipo de construcciones (inmuebles habitacionales,
parques, sitios naturales, etc.) a partir de la década de los ochenta, cuando se promulga la
Ley para la Protección del Patrimonio Cultural de la Nación (Decreto 1142 y su reglamento),
asimismo, a nivel internacional, y bajo el auspicio de la UNESCO, se desarrolla un serie de
estudios y reexiones acerca del valor de los cementerios como parte de la memoria histórica,
en tanto, algunos de ellos son hitos urbanos o bien, quienes reposan en ellos tuvieron especial
relevancia para la historia municipal, nacional o centroamericana; por otro lado, los criterios de
antigüedad y valor artístico, en cuanto a la apreciación de sus tumbas y mausoleos (en este
estudio se dedica un apartado a este tema) comienza a ser de interés para los estudiosos.
A inicios del siglo XXI el tema de los “cementerios patrimoniales” toma un mayor empuje y el
Estado vuelca su interés en reconocer los valores históricos o artísticos a necrópolis de diferentes
ciudades y poblados del país, como el de Matagalpa, León, Granada, Rivas, Río San Juan y
Managua, en este último caso, San Pedro, cuya declaratoria como Patrimonio Nacional, nalmente
es aprobada en el año 2003 y en el año 2013, el sitio se eleva a la categoría de Panteón Nacional.
En este trabajo se destaca la importancia que tienen las declaratorias de patrimonio
cultural para el rescate y conservación de los inmuebles y sitios históricos en lo
general y para los cementerios patrimoniales en lo particular, los cuales constituyen
hitos urbanos y su sentido social y estético funciona en la reconstrucción de la historia
nacional, como señala la historiadora de arte chilena Carla Brodsky Zimmermann (2012).
Cabe aclarar, respecto a los alcances e implicancias de las declaratorias, que: “Toda vez que
se produce la declaratoria formal, pasan a integrarse dentro de alguna de las categorías
que la Ley establece y se integran en el Patrimonio Cultural de la Nación, y prescindiendo
de su titularidad pública o privada como de su régimen, se da la nota común que afecta al
cumplimiento de una función social o función cultural, que modaliza el ejercicio de las
facultades dominicales o posesorias quedando bajo la tutela o intervención pública. Es
decir, el principio liberal de libertad de propiedad, cede, en estos bienes, ante el rango del
principio de función social establecido por nuestra Constitución Política. Una declaratoria no
implica cesión o traspaso al Estado del objeto o conjuntos de bienes declarados a menos
que en la misma Declaratoria esto de manera expresa se indique” (Carcache Gonzaga, 2016).
Material y métodos.
Este trabajo es el resultado de la búsqueda, recopilación y análisis de la escasa bibliografía
existente y textos normativos promulgados en diferentes períodos, acerca de los
cementerios históricos más relevantes de Nicaragua, por ser la última morada de personajes
que dieron su aporte no sólo a la historia del país, sino de la región centroamericana.
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Este trabajo se desarrolla en orden cronológico tomando en cuenta, a grandes rasgos,
los aspectos más destacados en grandes períodos de tiempo con los cuales podemos
identicar la evolución del sitio patrimonial conocido como Cementerio San Pedro.
Cabe mencionar que no es posible hablar del parque museo de sitio San Pedro, sin
referirse a uno de sus más apasionados protectores y promotores, el historiador Roberto
Sánchez Ramírez (q.e.p.d.), quien desde su cargo como Director, en la Dirección de
Patrimonio Histórico de la Alcaldía de Managua, realizó entre los años 2003 y 2004, las
gestiones necesarias para rescatar este sitio histórico y que fuese nalmente declarado
Patrimonio Histórico de la Nación y su obra de investigación, publicada en el año 2004
e intitulado: “Cementerio San Pedro. La resurrección del recuerdo” (Sánchez Ramírez,
2004), es un referente obligatorio para conocer este interesante y apacible lugar intersticial.
Asimismo, se realizó una visita de campo para vericar información y encontrar elementos
de valoración cultural tanto del sitio, como de su entorno y tumbas que alberga.
El Cementerio San Pedro en la naciente ciudad de Managua
Para entender la existencia de este sitio histórico, se debe hacer una evocación necesaria
de la situación social y política que vivía Managua a mediados del siglo XIX. Se eleva a la
categoría de ciudad el 24 de julio de 1846 y siete años después, se declara como capital de
la República (5 de febrero de 1852), es nota común en todos los viajeros del siglo XIX que
escribieron su estadía en la nueva ciudad, que Managua “no es más que una gran aldea
que ocupa una media legua cuadrada de supercie, con cuatro o cinco iglesias y casas
desperdigadas que se pierden en los montes vecinos”. (Belly, 1858. Citado por Luciano
Cuadra en Managua vista por viajeros del siglo pasado. Revista Conservadora. S/F).
Este cambio de estatus urbano obligaba a las nuevas autoridades municipales a
reordenar la ciudad, que no dejaba de ser en su aspecto, una especie de “pueblón”,
sumado a este hecho, las epidemias de cólera que asolaron Nicaragua desde
1855 y Managua en 1867 (Sánchez Ramírez, 2004), obligaron a disponer de un
terreno para cementerio en las afueras de la ciudad, por cuestiones de salubridad.
Lo anterior ya tenía arraigo, al menos en lo legal, con las normas dictadas por la Corona
española y que se retomarían posteriormente, adaptadas a una naciente legislación
republicana, por los Estados Centroamericanos, como ejemplo, se cita la Real Cédula de
1787 que constituyó la Ley I, Título III de la Novísima Recopilación y se fundamentaba en “los
repetidos clamores en tantas provincias que se vieron despobladas por la destructora peste
originada en los cadáveres sepultados dentro de las iglesias y ciudades”. (UNAM, 1987: 314)
La idea consistía en obligar a hacer cementerios ¨fuera de las poblaciones, siempre
que no hubiese dicultad invencible, en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias,
pero distantes de las casas de los vecinos”. Vinculado siempre al control religioso
se sugería que se aprovecharan “por capillas de los cementerios las ermitas que
existen fuera de los pueblos, como se ha comenzado a practicar” (UNAM, 1987).
Durante los gobiernos del Presidente Tomás Martínez y las administraciones de los Alcaldes
Carlos Aragón, Indalecio Bravo y Nicanor Alvarado se comienza entonces a ordenar el
cementerio. En 1865 se inicia la construcción de una ermita con el nombre de San Pedro,
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nombre que tomó el cementerio y el barrio que surgió en sus alrededores. Los trabajos
estuvieron a cargo del maestro albañil Don José Pérez, bajo la supervisión de los señores
Manuel Espinoza y Fausto Martínez, miembros de la Junta de Caridad. Fue terminada la
construcción en julio de 1867. Gran parte del desarrollo local en el siglo XIX se debió a los
aportes que daban las Juntas de Caridad o de Benecencia, quienes no sólo buscaban los
recursos económicos para la construcción de hospitales y camposantos, mejoras de carreteras,
reparaciones de templos, también se encargaban de la administración de los mismos.
Con la creación del cementerio se crean nuevas ofertas que facilitaran los servicios
fúnebres, siendo una de ellas la primera empresa funeraria de la ciudad (cuyo nombre
se perdió con el tiempo), que acabó con el obligado sistema de conducir en hombros
las cajas mortuorias que iban con destino a San Pedro. Esta empresa fue creada por el
señor Marcial Solís Guerra, quien había sido alcalde de Managua y curiosamente fue el
primero que mandó a nominar las calles y casas de la población (Halftermeyer, 2005).
El Cementerio San Pedro era propiedad de la Junta de Caridad, encargada de cuidar de su
conservación y mejora. También, esta institución civil estaba en la obligación de construir otro
camposanto para personas no católicas.
Estas juntas de caridad obligatoriamente se encontraban asociadas con la parroquia cercana
por lo cual, todo control sobre quienes serían sepultados debía pasar por el ltro de la Iglesia
Católica y regirse bajo sus normas, por ello, se destinó un terreno colindante para cementerio de
extranjeros, masones declarados y suicidas.
Este terreno que se adhiere al Cementerio San Pedro, fue precisamente el que
se compró en 1875 para enterrar a Don Enrique Gottel, quien no era católico y
además era masón. Esta área de la necrópolis se inaugura el 5 de enero de 1885
integrándose al resto del camposanto en 1894, cuando se secularizan los cementerios
por decreto de la Asamblea Nacional Constituyente, bajo los aires de la Libérrima.
Este hecho histórico no sólo se dio en Nicaragua, en toda Latinoamérica los cementerios, todavía
a mediados del siglo XIX estaban ligados a la Iglesia Católica o a instituciones de piedad, se tiene,
como ejemplo, el caso de los cementerios que servían a las ciudades mexicanas que no fue sino
hasta la década de 1850-1860 cuando se decidió a favor del Estado lo que Anne Staples ha llamado
acertadamente “la lucha por los muertos”, lucha que se había venido librando desde el último cuarto
del siglo XVIII entre el poder laico y el eclesiástico y que ganaría el primero al crearse en 1857 la ley del
Registro Civil (que entendería, entre otros asuntos, de las defunciones) y al pasar a la jurisdicción
del Estado, por la ley del 31 de julio de 1859, el control total de los entierros (UNAM, 1987).
El Cementerio San Pedro durante las primeras décadas del siglo XX
Para 1920, el cementerio se extendía más allá de lo que es ahora la Avenida Bolívar, los terrenos
que ocupa actualmente el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, los barrios aledaños
hasta llegar a la calle Colón.
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El 9 de junio de 1922 se cierra ocialmente el libro de registro de defunciones con 307
entierros. No obstante que el cementerio había sido clausurado, por encontrarse en dicho
sitio el mausoleo de la familia Zelaya, el 12 de octubre de 1930 fueron sepultados los restos
del ex presidente José Santos Zelaya López, fallecido en Nueva York el 17 de mayo de 1919.
Las honras fúnebres del ex presidente, fueron las apropiadas para un personaje de su altura,
la crónica señala que:
“La llegada de los restos del General José Santos
Zelaya en octubre de 1930 a la tierra natal, con
procedencia de Nueva York, constituyó una apoteosis
que el pueblo… le hacía al recordado Presidente.
Desde el arribo del barco a Corinto, las salvas de
artillería del puerto anunciaron el ingreso del cadáver,
y así, de estación en estación, hasta la llegada del tren
a Managua, fue una continua manifestación de aprecio
y de satisfacción porque los restos del esclarecido hijo
de Nicaragua iban a reposar en el patrio suelo. En el
Salón del Congreso Nacional permanecieron un día
en capilla ardiente, y de allí conducidos al panteón
familiar del clausurado cementerio de San Pedro, el 12
de octubre del referido año. En los funerales llevó la
palabra ocial el Vice-Presidente de la República Dr.
Enoc Aguado” (Halftermeyer, 2005).
Un año antes, en 1929, ocurre un hecho del
cual el General de Hombres Libres, Augusto
C. Sandino eleva su más alta protesta: “El 5
de junio de 1929 se produce una escandalosa
profanación cuando marinos de las fuerzas
de ocupación norteamericana, en estado
de ebriedad y en compañía de prostitutas,
realizaron una tremenda orgía. El General
Augusto C. Sandino logró que el Segundo
Congreso Mundial Antiimperialista, reunido
en julio de 1929, en Frankfurt, Alemania,
publicara una resolución condenando
el hecho”. (Sánchez Ramírez, 2004)
Con el crecimiento de la ciudad, a partir
del año 1936, se comienzan a cercenar los
terrenos del cementerio, realizándose grandes
exhumaciones y se trasladan a los nuevos
cementerios los restos de ilustres personajes
como los del General José del Carmen
Díaz y Reñazco, militar y poeta y del Doctor
Adán Cárdenas, ex presidente de la nación. Otros restos fueron echados a fosas comunes.
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Muchas familias, con el cierre del cementerio y la inauguración del nuevo, ya habían comenzado a
exhumar los restos de sus familiares, algunos, como los restos del héroe nacional Andrés Castro,
fueron llevados a las cercanías de Tipitapa, ignorándose su destino (Sánchez Ramírez, 2004).
En la década de los cincuenta se comienza a construir el edicio del Seguro Social y se desmiembra
otra parte del terreno que ocupaba originalmente el cementerio. Sumado a lo anterior, los terremotos
de 1931 y 1972, provocaron la destrucción de sus monumentos más altos y de la misma ermita de
San Pedro. Se da un tráco desmedido de sus esculturas y mármoles provocando que muchas
tumbas no sean identicadas ni se tenga una idea clara de cómo fue el cementerio en su totalidad.
Situación del Cementerio San Pedro en la década de los noventa (siglo XX).
El 12 de noviembre de 1991, el Concejo Municipal declaró al cementerio como Patrimonio
Histórico del Municipio de Managua. Se elaboraron planos que incluían los terrenos hacia el
este, hasta llegar a la Avenida Bolívar, con el objetivo de convertirlo en un parque de carácter
histórico. La situación física del sitio no cambió, el cementerio siguió en el abandono y sus
tumbas a merced de la maleza y los delincuentes que saqueaban sus piezas de mármol.
De hecho, toda el área que abarca desde las costas del lago hasta la explanada del Hotel
Intercontinental, conservó hasta nales del siglo XX, las ruinas de la capital que se fue con
el terremoto de 1972, entremezclándose con nuevas construcciones que poco a poco fueron
ganando terreno a la ciudad ruinosa que una vez tuvo un diseño urbanístico, convirtiendo así
a los barrios fundadores en zonas marginales. Cabe citar al Doctor Giuseppe Gatti cuando nos
recuerda que: “La rapidez con la que se ha desarrollado el crecimiento de las ciudades americanas
hace que éstas se encuentren todavía en un proceso de amalgama y de continuas mutaciones,
tanto en lo arquitectónico como en lo social. El conjunto de estas mutaciones concurre a
conformar un permanente estado de precariedad, en el que los mismos cánones estéticos varían
en función de los cambios sociales y políticos” (Gatti, 2011), continúa su reexión señalando
que: “ Lo que la contemporaneidad descarta se convierte en un lugar al margen, territorio que
sobrevive a duras penas como un desecho rodeado por nuevas edicaciones” (Gatti, 2011).
Situación del sitio en el siglo XXI
En julio del 2001 , gracias a los documentos encontrados en el Archivo Municipal, se inicia un trabajo de
investigación vericando un censo en el propio cementerio, lo cual permitió ubicar 782 tumbas y 159
restos con sus nombres y apellidos, fechas y hasta partidas de defunción (Sánchez Ramírez, 2004).
En el año 2003, la Alcaldía de Managua incluye al sitio en el Presupuesto General de la República y el
Cementerio San Pedro, es declarado Patrimonio Histórico de la Nación mediante el Decreto número
36-2003 del 12 de abril del año 2003, considerando que ante el grado de deterioro que presentaba
el sitio era necesario establecer mecanismos que aseguraran su restauración y el mantenimiento
de los elementos y conjuntos escultóricos, así como la debida protección de todo el conjunto.
La Alcaldía de Managua, a través de la Dirección de Patrimonio Histórico, realiza labores de
limpieza, restauración y conservación del sitio, se construye el muro perimetral y se acondicionan
las áreas de visitantes.
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Mediante Ley 829 rmada por el Comandante Daniel Ortega Saavedra y publicada en La Gaceta,
Diario Ocial, número 13 del 23 de enero del año 2013, el gobierno de Nicaragua destaca la
importancia del sitio “por ser el lugar de reposo de importantes personajes tanto nacionales
como extranjeros vinculados a la historia de la ciudad y del país, entre los que se destacan el
Presidente José Santos Zelaya López y el educador Maestro Gabriel Morales Largaespada”
y crea la categoría de Panteón Nacional otorgándole esta distinción al cementerio, entrando
en otra dinámica, ya que no sólo es la última morada de sus notables ocupantes sino que
ahora podrán ser depositados los restos mortales de las personas que se hayan destacado
en forma positiva al servicio de la Nación, en la defensa de su soberanía, las artes, ciencia,
literatura, deporte, el cuido y desarrollo del medio ambiente, en denitiva, a quienes le hayan
dado prestigio y honra a la nación, tanto a nivel nacional como internacional, correspondiéndole
a la Asamblea Nacional, determinar las personas que deberán ser sepultadas en el Panteón
Nacional, sin que esto pueda darse antes de quince años de haber fallecido la persona.
Aunque la normativa especial que eleva el sitio al rango de Patrimonio Histórico, primero, y
como Panteón Nacional, después, establecen guras administrativas, en la práctica el lugar se
encuentra supeditado a la Alcaldía de Managua.
En el Decreto 36-2003 se crea un Comité de Administración integrado por:
1. Un delegado de la Presidencia de la Reblica.
2. Un delegado del Instituto Nicaragüense de Cultura.
3. Un delegado de la Policía Nacional.
4. Un delegado de la Alcaldía de Managua.
5. Dos delegados de las asociaciones civiles de apoyo al desarrollo turístico
1
.
La Alcaldía de Managua, se reservó la Secretaría Ejecutiva de este comité. En
dicho decreto no se estableció una partida presupuestaria para este parque museo
por lo cual su mantenimiento se realizaba con fondos de la Alcaldía de Managua.
De igual manera, establecía este Decreto, que el Comité debía elaborar un Plan Maestro en colaboración
con otras instituciones estatales, no fue posible vericar la existencia de dicho documento técnico.
La Ley 829 deroga los artículos 2, 3, 4 y 5 del anterior Decreto (es decir, sólo se
conserva el artículo 1 en el cual al camposanto es declarado como Patrimonio
Histórico). Crea un Comité Interinstitucional de Administración conformado por:
1. El Alcalde o Alcaldesa de Managua, quien lo presidirá.
2. Una persona delegada por la Presidencia de la Reblica.
3. Un miembro de la Comisión de Educación, Cultura, Deportes y Medios de Comunicación Social de la
1. Artículo 4 del Decreto 36-2003, publicado en La Gaceta, Diario Oficial, número 74 del 22 de abril del año dos mil tres.
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Asamblea Nacional.
4. Una persona delegada por el Instituto Nicaragüense de Cultura.
5. Una persona delegada por el Instituto Nicaragüense de Turismo
2
.
En esta Ley se mandata a dicho Comité a elaborar un reglamento interno para su funcionamiento,
al igual que otras disposiciones que estimen necesarias, así como otros proyectos o planes de
manejo, en coordinación con otras instituciones, para el resguardo, desarrollo y conservación
del Panteón Nacional.
Para el año 2019 no se estableció ninguna partida especial para el Parque Museo por parte de la
Asamblea Nacional, lo cual es vericable con la lectura de la Ley Anual de Presupuesto General
de la República (Ley 984, publicada en La Gaceta, Diario Ocial, número 246 del 19 de diciembre
del año 2018).
Entorno del Cementerio Nacional San Pedro.
El Cementerio San Pedro, que ostenta la categoría de Panteón Nacional, se encuentra
ubicado en el llamado Centro Histórico de Managua. Colinda con el edicio central del
Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) y el Hospital de la Vista hacia el oeste,
un parquecillo llamado 11 de julio al Norte y con algunas pequeñas empresas, hacia el este
y sur colinda con edicaciones habitacionales de reciente construcción la mayoría, con
vecinos que no se encuentran vinculados a la historia de los barrios viejos de Managua.
El sitio cuenta con muro de protección, una ocina-centro de documentación, vigilancia y servicios
de agua potable y energía eléctrica. El área que ocupa actualmente el Cementerio, está arborizada,
tiene un área de parqueo para visitantes, bancas de descanso y senderos para caminata. Cuenta
con rotulación informativa vinculada con historia de Managua y algunos personajes ahí enterrados.
A este histórico lugar se trasladó la estatua del Cacique Diriangén, escultura de Edith Gron,
fechada en 1960, la cual se encontraba en el Parque Las Piedrecitas, al suroeste de Managua.
Llama la atención que los vigilantes parece que han tenido algún tipo de formación en
historia del sitio, porque durante la visita de campo que se realizó en septiembre del
año en curso, estuvieron atentos a mí persona y comentaban datos vinculados con el
cementerio y sus personajes relacionados con algunas de las tumbas que se observaban.
Al momento de la visita de campo, el personal de la pequeña ocina administrativa
y centro de documentación se encontraba en una capacitación en la Alcaldía de
Managua, por lo cual no se constató sí el parque museo cuenta con guía de sitio.
Los vecinos, según veriqué en pláticas casuales con algunos de ellos, están conscientes de la
importancia histórica del sitio, por ser “antiguo”. Aunque la mayoría de habitantes en el área son
nuevos residentes, tomando en cuenta esta particularidad, reexionamos en que: “Una mayor
y mejor convivencia social está vinculada estrechamente a la apropiación colectiva del espacio
público. Elevar la calidad de uso y de apropiación de los espacios públicos implica una contribución
a la integración social, al sentido de pertenencia, a la participación y la sociabilidad en un barrio,
2. Artículo 4 del Decreto 36-2003, publicado en La Gaceta, Diario Oficial, número 74 del 22 de abril del año dos mil tres.
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2. Artículo 4 del Decreto 36-2003, publicado en La Gaceta, Diario Oficial, número 74 del 22 de abril del año dos mil tres.
una zona o una ciudad…. la recuperación de memoria histórica puede implicar fortalecer la
identidad de los habitantes con su barrio, y también un paso en la generación de actuales
y futuras propuestas y acciones, que activen su condición de ciudadanos” (Segovia, 2007).
Valoración de los enterramientos y arte funerario en el Cementerio San
Pedro
Los cambios en el terreno original del Cementerio San Pedro, a mediados del siglo XX, no permiten
una valoración de la distribución real de los enterramientos y sí existió algún tipo de orden en
cuanto a categorías sociales, religiosas o causas de muerte, salvo las notas existentes acerca del
cementerio de extranjeros, el cual, como mencioné, posteriormente se fusionó con el resto del sitio.
El inventario de sepulcros que se realizó hace más de quince años, distribuyó a las tumbas en
andenes, partiendo de norte a sur, correspondiendo el andén número 1 “al que va paralelo a la
avenida que pasa frente al edicio del INSS o sea a la par del muro” (Sánchez Ramírez, 2004).
En las pocas tumbas identicadas algo notorio es la edad de los fallecidos, lo cual nos permite
conocer la expectativa de vida del siglo XIX, además, que muchos murieron por enfermedades
en boga en esa época como el cólera.
En la visita de campo al Cementerio, pudimos leer en las inscripciones lapidarias, las
fechas de nacimiento y muerte de los fallecidos, mencionamos como ejemplos llamativos:
1) La gura 1 del periodista y pionero Enrique E. Gottel, quien nació en 1831 en Prusia
(Alemania) y fallece en Nicaragua el once de enero de 1875, murió a la edad de 44 años.
2) La tumba de Rosa Angela Sobalvarro, quien nació el 17 de noviembre de 1845 y
muere el 7 de marzo de 1885, siendo la Tesorera de la Sociedad de Benecencia (regente del
Cementerio). Muere de 40 años de edad.
3) La tumba de Juanita Herrera, quien nació en 1898 y muere en 1919, edad: 21 años.
4) La tumba de Flora Torres, muy llamativa porque la inscripción reza: “UN RECUERDO
DE SU HIJO GUADALUPE PALADINO” y la fecha que registra es 1913-1927. Ella
muere a la edad de catorce años, por la naturaleza de la inscripción y la corta edad de la
fallecida, podemos asegurar que murió durante el parto, situación que en la actualidad de por
sí en menores de edad representa un embarazo de riesgo, eran más susceptibles de fallecer en
las primeras décadas del siglo pasado. La lápida es notoriamente más ancha que sus vecinas.
No obstante, encontramos tumbas con inscripciones que nos revelan que algunos difuntos,
lograron pasar más allá de los cincuenta años de edad, siendo algunas de estas:
1. Acapito Gavarrete, quien nació el 18 de agosto de 1834 y muere el 21 de noviembre de 1888. Muere a la
edad de 54 años.
2. La tumba de Gertrudis Largaespada, quien nació en el año de 1784 y fallece en el año 1871, a la edad
de 87 años. En la misma tumba se encuentran los restos de su hija de nombre Marcela Morales, quien
nació en 1817 y fallece en 1876, a la edad de 59 años. Con este enterramiento determinamos el uso del
mismo espacio para uso de dos o más cuerpos, práctica que aún se mantiene en nuestros camposantos.
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En cuanto a la tipología de la escultura tumbal o iconografía funeraria, apreciable
en los pocos monumentos conservados en el sitio, ésta no es tan rica como la
existente en otros históricos cementerios (Rivas, Granada o León, por ejemplo).
Puede agruparse, de forma general, en tres grandes categorías, a saber:
1. Figuras antropomórcas.
2. Animales.
3. Objetos.
Como señala el mexicano Fausto Ramírez, especialista en esta temática, en su ponencia
intitulada Tipología de la escultura tumbal en México, 1860-1920: “Es evidente que los símbolos
son multivalentes, que su signicado se modica con el tiempo y conforme al contexto en
que se usan, y también que su interpretación varía de persona en persona. Por lo común,
consigno lo que podríamos considerar el sentido general del símbolo dentro de las premisas
del pensamiento cristiano, sustento conceptual mayoritario – aunque ya no exclusivo— de la
expresión funeraria durante el período que nos ocupa, si bien es muy posible que no todos los
escultores o marmoleros, ni tampoco los comitentes, hayan conocido a fondo esos signicados.
Lo más probable es que tuviesen un sentimiento vago del mismo (…) pues sí bien es cierto
que la técnica inuye en la iconografía (el relieve, por ejemplo, se presta mejor a la narración y
al uso de determinados efectos espaciales
y expresivos) no es raro encontrar en las
tumbas una combinación de elementos de
bulto y relieves. Por otra parte, la concepción
escenográca de los monumentos
permitió a veces la presentación de
escenas en bulto entero, que uno
pensaría más propios de la representación
bidimensional” (UNAM, 1987: 186).
La nota común en los cementerios
patrimoniales de México y Centroamérica,
hasta la década de los treinta del siglo XX,
es “las escasas rmas que suelen aparecer
en las tumbas” con lo cual se conrma “la
existencia de un constante intercambio
regional (lo cual resulta más explícito cuando
se especica el lugar de donde proviene
el monumento). Además, el porcentaje
mayoritario de nombres extranjeros (y
muy en particular italianos) que asumen
la autoría de las esculturas rmadas, así
como las múltiples similitudes iconográcas
y formales que presentan éstas con la
sepulcral de otros países
3
” permite insertar
el desarrollo del arte funerario nicaragüense
en el contexto general de Occidente.
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Conclusiones.
La aplicación de las medidas de la Corona española so-
bre cementerios tuvo una aplicación restringida a es-
casas obras en los territorios de los otros continentes.
La mayoría de los cementerios se concretaron después
de la independencia bien que, manteniendo las premi-
sas e inuencias del neoclasicismo primero y del roman-
ticismo ecléctico después, sobre todo del neogótico.
No es posible conocer la estructura o diseño original
del cementerio ni la riqueza de sus esculturas por
tantas desgracias ocurridas durante más de un siglo
de su existencia. Sí es posible profundizar sobre sus
personajes que están o estuvieron ahí sepultados.
El marco legal cultural en materia de protección de
bienes culturales se ha aplicado de manera ecaz
para garantizar la puesta en valor y conservación del
Cementerio San Pedro. Actualmente el parque museo
cuenta con un presupuesto económico institucionalizado,
vigilancia permanente y se amplían los estudios
sobre el sitio mismo y los ilustres restos que alberga.
La instancia rectora de la administración del Cementerio,
tiene planicada la creación y ejecución de propuestas
de inclusión de los vecinos para la promoción del sitio, esto para convertirlo en un proyecto
participativo y de reforzamiento de la memoria colectiva, lo cual traería un mejor cuido de su entorno.
Este sitio histórico se en cuentra dentro de la ruta turística urbana dentro del circuito comprendido con
la Loma de Tiscapa, Tribuna Monumental, Parque Luis Alfonso Velásquez Flores, Palacio Nacional de
la Cultura, Teatro Nacional Rubén Darío, Antigua Catedral de Managua y Malecón Salvador Allende.
3 Ramírez, Fausto. Tipología de la escultura tumbal en México, 1860-1920, publicado en Vol. 1. ARTE FUNERARIO. Coloquio Internacional de Historia del Arte. Publicación de
la Universidad Nacional Autónoma de México. 1987.
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Artículo
MSc. Francisco Martínez Báez
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