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MSc. Francisco Martínez Báez
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Rescate de la
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Revista Humanismo y Cambio Social. Número 13. Año 6. Enero-Junio 2019.
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RESUMEN
En este trabajo se estudian los avances en materia de protección de los bienes
culturales, especícamente los cementerios patrimoniales y la relevancia de
las normas de protección para la conservación de sitios que resguardan la
memoria histórica urbana, y perlan la evolución artística del arte funerario.
Asimismo, se reconocen los esfuerzos que hace la Alcaldía de Managua
en conjunto con otras instituciones y población organizada para rescatar y
promover el patrimonio cultural tangible e intangible de Managua.
ABSTRACT
This paper examines advances in the protection of cultural property, specically
heritage cemeteries and the relevance of protection standards for the conser-
vation of sites that safeguard urban historical memory, and outline the artistic
evolution of funerary art. It also recognizes the efforts made by the Mayor's Of-
ce of Managua in conjunction with other institutions and organized population
to rescue and promote the tangible and intangible cultural heritage of Managua.
PALABRAS CLAVE
Patrimonio Cultural. Cementerios
Históricos. Hitos Urbanos. Rescate cultural
KEY WORDS
Cultural Heritage. Historic Cemeteries.
Urban Milestones. Cultural rescue.
Rescate de la
memoria histórica
urbana: el cementerio
San Pedro de
Managua.
Rescuing Urban Historical Memory: San Pedro Cemetery
in Managua
Recibido: 24 Enero 2019
Aceptado: 10 Marzo 2019
Copyright © 2019 UNAN-Managua
Todos los DerechosReservados.
MSc. Francisco Martínez Báez
Coordinador de Letras y Artes de la Dirección
de Cultura de la UNAN-Managua.
https://orcid.org/0000-0002-1538-7602
frankartista@gmail.com
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Introducción
E
l interés estatal por rescatar y promover los bienes culturales materiales se
comienza a manifestar en Nicaragua, desde mediados de la década de los
cincuenta con las declaratorias de Monumento Nacional, otorgadas mediante
leyes promulgadas por el Congreso de la República, esta nominación se hacía
principalmente a templos, todos católicos, por su valor artístico y/o histórico.
Esta protección se hace extensiva a otro tipo de construcciones (inmuebles habitacionales,
parques, sitios naturales, etc.) a partir de la década de los ochenta, cuando se promulga la
Ley para la Protección del Patrimonio Cultural de la Nación (Decreto 1142 y su reglamento),
asimismo, a nivel internacional, y bajo el auspicio de la UNESCO, se desarrolla un serie de
estudios y reexiones acerca del valor de los cementerios como parte de la memoria histórica,
en tanto, algunos de ellos son hitos urbanos o bien, quienes reposan en ellos tuvieron especial
relevancia para la historia municipal, nacional o centroamericana; por otro lado, los criterios de
antigüedad y valor artístico, en cuanto a la apreciación de sus tumbas y mausoleos (en este
estudio se dedica un apartado a este tema) comienza a ser de interés para los estudiosos.
A inicios del siglo XXI el tema de los “cementerios patrimoniales” toma un mayor empuje y el
Estado vuelca su interés en reconocer los valores históricos o artísticos a necrópolis de diferentes
ciudades y poblados del país, como el de Matagalpa, León, Granada, Rivas, Río San Juan y
Managua, en este último caso, San Pedro, cuya declaratoria como Patrimonio Nacional, nalmente
es aprobada en el año 2003 y en el año 2013, el sitio se eleva a la categoría de Panteón Nacional.
En este trabajo se destaca la importancia que tienen las declaratorias de patrimonio
cultural para el rescate y conservación de los inmuebles y sitios históricos en lo
general y para los cementerios patrimoniales en lo particular, los cuales constituyen
hitos urbanos y su sentido social y estético funciona en la reconstrucción de la historia
nacional, como señala la historiadora de arte chilena Carla Brodsky Zimmermann (2012).
Cabe aclarar, respecto a los alcances e implicancias de las declaratorias, que: “Toda vez que
se produce la declaratoria formal, pasan a integrarse dentro de alguna de las categorías
que la Ley establece y se integran en el Patrimonio Cultural de la Nación, y prescindiendo
de su titularidad pública o privada como de su régimen, se da la nota común que afecta al
cumplimiento de una función social o función cultural, que modaliza el ejercicio de las
facultades dominicales o posesorias quedando bajo la tutela o intervención pública. Es
decir, el principio liberal de libertad de propiedad, cede, en estos bienes, ante el rango del
principio de función social establecido por nuestra Constitución Política. Una declaratoria no
implica cesión o traspaso al Estado del objeto o conjuntos de bienes declarados a menos
que en la misma Declaratoria esto de manera expresa se indique” (Carcache Gonzaga, 2016).
Material y métodos.
Este trabajo es el resultado de la búsqueda, recopilación y análisis de la escasa bibliografía
existente y textos normativos promulgados en diferentes períodos, acerca de los
cementerios históricos más relevantes de Nicaragua, por ser la última morada de personajes
que dieron su aporte no sólo a la historia del país, sino de la región centroamericana.
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Revista Humanismo y Cambio Social. Número 13. Año 6. Enero-Junio 2019.
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Este trabajo se desarrolla en orden cronológico tomando en cuenta, a grandes rasgos,
los aspectos más destacados en grandes períodos de tiempo con los cuales podemos
identicar la evolución del sitio patrimonial conocido como Cementerio San Pedro.
Cabe mencionar que no es posible hablar del parque museo de sitio San Pedro, sin
referirse a uno de sus más apasionados protectores y promotores, el historiador Roberto
Sánchez Ramírez (q.e.p.d.), quien desde su cargo como Director, en la Dirección de
Patrimonio Histórico de la Alcaldía de Managua, realizó entre los años 2003 y 2004, las
gestiones necesarias para rescatar este sitio histórico y que fuese nalmente declarado
Patrimonio Histórico de la Nación y su obra de investigación, publicada en el año 2004
e intitulado: “Cementerio San Pedro. La resurrección del recuerdo” (Sánchez Ramírez,
2004), es un referente obligatorio para conocer este interesante y apacible lugar intersticial.
Asimismo, se realizó una visita de campo para vericar información y encontrar elementos
de valoración cultural tanto del sitio, como de su entorno y tumbas que alberga.
El Cementerio San Pedro en la naciente ciudad de Managua
Para entender la existencia de este sitio histórico, se debe hacer una evocación necesaria
de la situación social y política que vivía Managua a mediados del siglo XIX. Se eleva a la
categoría de ciudad el 24 de julio de 1846 y siete años después, se declara como capital de
la República (5 de febrero de 1852), es nota común en todos los viajeros del siglo XIX que
escribieron su estadía en la nueva ciudad, que Managua “no es más que una gran aldea
que ocupa una media legua cuadrada de supercie, con cuatro o cinco iglesias y casas
desperdigadas que se pierden en los montes vecinos”. (Belly, 1858. Citado por Luciano
Cuadra en Managua vista por viajeros del siglo pasado. Revista Conservadora. S/F).
Este cambio de estatus urbano obligaba a las nuevas autoridades municipales a
reordenar la ciudad, que no dejaba de ser en su aspecto, una especie de “pueblón”,
sumado a este hecho, las epidemias de cólera que asolaron Nicaragua desde
1855 y Managua en 1867 (Sánchez Ramírez, 2004), obligaron a disponer de un
terreno para cementerio en las afueras de la ciudad, por cuestiones de salubridad.
Lo anterior ya tenía arraigo, al menos en lo legal, con las normas dictadas por la Corona
española y que se retomarían posteriormente, adaptadas a una naciente legislación
republicana, por los Estados Centroamericanos, como ejemplo, se cita la Real Cédula de
1787 que constituyó la Ley I, Título III de la Novísima Recopilación y se fundamentaba en “los
repetidos clamores en tantas provincias que se vieron despobladas por la destructora peste
originada en los cadáveres sepultados dentro de las iglesias y ciudades”. (UNAM, 1987: 314)
La idea consistía en obligar a hacer cementerios ¨fuera de las poblaciones, siempre
que no hubiese dicultad invencible, en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias,
pero distantes de las casas de los vecinos”. Vinculado siempre al control religioso
se sugería que se aprovecharan “por capillas de los cementerios las ermitas que
existen fuera de los pueblos, como se ha comenzado a practicar” (UNAM, 1987).
Durante los gobiernos del Presidente Tomás Martínez y las administraciones de los Alcaldes
Carlos Aragón, Indalecio Bravo y Nicanor Alvarado se comienza entonces a ordenar el
cementerio. En 1865 se inicia la construcción de una ermita con el nombre de San Pedro,
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nombre que tomó el cementerio y el barrio que surgió en sus alrededores. Los trabajos
estuvieron a cargo del maestro albañil Don José Pérez, bajo la supervisión de los señores
Manuel Espinoza y Fausto Martínez, miembros de la Junta de Caridad. Fue terminada la
construcción en julio de 1867. Gran parte del desarrollo local en el siglo XIX se debió a los
aportes que daban las Juntas de Caridad o de Benecencia, quienes no sólo buscaban los
recursos económicos para la construcción de hospitales y camposantos, mejoras de carreteras,
reparaciones de templos, también se encargaban de la administración de los mismos.
Con la creación del cementerio se crean nuevas ofertas que facilitaran los servicios
fúnebres, siendo una de ellas la primera empresa funeraria de la ciudad (cuyo nombre
se perdió con el tiempo), que acabó con el obligado sistema de conducir en hombros
las cajas mortuorias que iban con destino a San Pedro. Esta empresa fue creada por el
señor Marcial Solís Guerra, quien había sido alcalde de Managua y curiosamente fue el
primero que mandó a nominar las calles y casas de la población (Halftermeyer, 2005).
El Cementerio San Pedro era propiedad de la Junta de Caridad, encargada de cuidar de su
conservación y mejora. También, esta institución civil estaba en la obligación de construir otro
camposanto para personas no católicas.
Estas juntas de caridad obligatoriamente se encontraban asociadas con la parroquia cercana
por lo cual, todo control sobre quienes serían sepultados debía pasar por el ltro de la Iglesia
Católica y regirse bajo sus normas, por ello, se destinó un terreno colindante para cementerio de
extranjeros, masones declarados y suicidas.
Este terreno que se adhiere al Cementerio San Pedro, fue precisamente el que
se compró en 1875 para enterrar a Don Enrique Gottel, quien no era católico y
además era masón. Esta área de la necrópolis se inaugura el 5 de enero de 1885
integrándose al resto del camposanto en 1894, cuando se secularizan los cementerios
por decreto de la Asamblea Nacional Constituyente, bajo los aires de la Libérrima.
Este hecho histórico no sólo se dio en Nicaragua, en toda Latinoamérica los cementerios, todavía
a mediados del siglo XIX estaban ligados a la Iglesia Católica o a instituciones de piedad, se tiene,
como ejemplo, el caso de los cementerios que servían a las ciudades mexicanas que no fue sino
hasta la década de 1850-1860 cuando se decidió a favor del Estado lo que Anne Staples ha llamado
acertadamente “la lucha por los muertos”, lucha que se había venido librando desde el último cuarto
del siglo XVIII entre el poder laico y el eclesiástico y que ganaría el primero al crearse en 1857 la ley del
Registro Civil (que entendería, entre otros asuntos, de las defunciones) y al pasar a la jurisdicción
del Estado, por la ley del 31 de julio de 1859, el control total de los entierros (UNAM, 1987).
El Cementerio San Pedro durante las primeras décadas del siglo XX
Para 1920, el cementerio se extendía más allá de lo que es ahora la Avenida Bolívar, los terrenos
que ocupa actualmente el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, los barrios aledaños
hasta llegar a la calle Colón.