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Textiles Andinos: trabajo y labores que resisten.
Revista Humanismo y Cambio Social. Número 14. Año 6. Julio-Diciembre 2019.
Pág 26-32
esa necesidad lo llevará a descubrir y servirse de los instrumentos que le posibilitarán un mejor
resultado. Arendt sostiene que el surgimiento del “homo faber” (hombre que hace, fabrica) está
ligado al descubrimiento de los instrumentos o útiles. Aunque está comprobado, al menos en
el campo textil, que los instrumentos son posteriores a ese “homo faber”; si pensamos que la
aguja con ojo (instrumentos que permite coser) se descubre a nales del paleolítico. Entonces
está claro que será el “animal laborans” del que habla Arendt, el que iniciará la labor textil.
Sabemos por las fuentes documentales, que el tejido desempeñaba el rol de arte mayor, que
tenía nes mágico-religiosos y que incluso en ellos se registraba parte de la historia de las
sociedades que los produjeron. Los tejidos prehispánicos hallados en contextos arqueológicos
nos permiten reconstruir parte del complicado sistema de códigos asociados a la vestimenta,
así como también saber de su tecnología, materia prima, formas, iconografía y sus diversas
funciones. Sin duda, que aquel “homo faber” fue, no sólo el responsable de inventar la
instrumentalidad, sino también el que realizó y fabricó las telas. Sin embargo, Arendt sostiene
que el “homo faber” será incapaz de lograr entender la signicación, pues sólo es un fabricante.
La única salida al dilema de la no significación en toda filosofía estrictamente utilitaria
es apartarse del mundo objetivo de las cosas de uso y recurrir a la subjetividad del
propio uso. Solo en un mundo estrictamente antropocéntrico, donde el usuario, es
decir, el propio hombre, pasa a ser el fin último que acaba con la interminable cadena
de medios y fines, puede la utilidad como tal adquirir la dignidad de la significación.”
(Arendt 2014:173).
En el espacio andino el tejedor o tejedora, logró que el tejido funcionara como un
verdadero libro de sabiduría, donde se registraban ideas, se contaba los mitos y hasta
las técnicas y los símbolos tenían un signicado. Así pues, las imágenes visuales que
trasmite el textil, en el cuerpo, en el muro, en el altar siguen siendo una forma de expresión
social, gestual y simbólica. Su lenguaje permanece por siglos, ya sea en el espacio de lo
sagrado como en el ceremonial y hasta en lo doméstico. Al igual que en muchas otras
sociedades, el textil comunica identidad étnica, rol social y político de sus portadores,
se relaciona con la vida, la muerte y, la realidad cotidiana, y con el mundo de lo sagrado.
Así podemos armar que, el textil forma parte de las obras de arte, y como tal, tiene un carácter
duradero, es decir, que logra permanecer en el tiempo ((Arendt 2014: 185). Además, como
toda obra de arte, su origen está en el pensamiento, ya que este por sí solo, no produce ni
fabrica cosas tangibles (libros, pinturas, etc.). De ahí el concepto de reicación, que motiva
para que se materialice el pensamiento. (Arendt 2014: 183). Arendt dirá que esa reicación y
materialización de las cosas tangibles tendrá un precio, que será la vida misma. Pues en toda
obra de arte, existe una distancia que separa entre el pensamiento original, que estuvo en el
artista en el momento de su concepción, y el destino nal de la obra. (Arendt 2014:186). Para
el tejedor o tejedora primero está el pensamiento, pues necesita armar un esquema mental
de cómo producirá el tejido (cantidad de hilos que pondrá en la urdimbre, los símbolos que
plasmará en el campo del tejido, dependiendo de la prenda que quiera confeccionar, etc.)
El pensamiento, por lo tanto, aunque inspira la más alta productividad mundana del homo
faber, no es en modo alguno su prerrogativa; únicamente empieza a afirmarse como fuente
de inspiración donde se alcanza a sí mismo, por así decirlo, y comienza a producir cosas
inútiles, objetos que no guardan relación con las exigencias materiales e intelectuales, con las
necesidades físicas del hombre ni con su sed de conocimiento.” (Arendt 2014: 188).