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MSc. Dustin Ezequiel Amador Jiménez
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RESUMEN
El COVID-19 es una enfermedad respiratoria infecciosa muy contagiosa y se trans-
mite rápidamente de persona a persona a través de secreciones y contactos cer-
canos, por lo que se convirtió rápidamente en una pandemia. En muchos países
se han tomado diversas medidas preventivas como la cuarentena y el distancia-
miento social durante un largo tiempo. Esta situación puede tener consecuen-
cias a corto y largo plazo en la salud mental de las personas, al ser una fuente de
estrés prolongada puede incrementar el riesgo de presentar problemas de salud
mental como ansiedad, depresión, estrés postraumático y comportamientos de
riesgo como un mayor consumo de sustancias como el alcohol, tabaco, sedantes
y otras drogas durante el transcurso de la pandemia, como posibles estrategias
de afrontamiento ante el estrés. A pesar de que se han realizado diversas investi-
gaciones sobre el COVID-19 y la salud mental de la población, aún hay muy poca
información sobre la relación entre la pandemia y el consumo de sustancias, en
las circunstancias actuales y momentos posteriores. Por lo tanto, es necesario a
estudiar sistemáticamente la relación entre la pandemia del COVID-19 y el uso y
abuso de sustancias en mediante diseños de investigación de corte longitudinal.
ABSTRACT
COVID-19 is a highly contagious infectious respiratory disease that spreads rapidly
from person to person through secretions and close contacts, quickly becoming a
pandemic. In many countries various preventive measures such as quarantine and
social distancing have been taken for a long time. This situation can have short and
long-term consequences on people's mental health, as it is a source of prolonged
stress, it can increase the risk of presenting mental health problems such as anxiety,
depression, post-traumatic stress and risk behaviors such as increased substances
use such as alcohol, tobacco, sedatives and other drugs during the course of the
pandemic, as possible coping strategies in the face of stress. Despite the fact that
various investigations have been carried out on COVID-19 and the mental health
of the population, there is still very little information on the relationship between
the pandemic and substance use, in the current circumstances and in the future.
It is necessary to systematically study the relationship between the COVID-19
pandemic and substance use and abuse through longitudinal research designs.
PALABRAS CLAVE
COVID-19, Salud Mental, Consumo de
Sustancias
La pandemia del COVID-19, su
impacto en la Salud Mental y el
Consumo de Sustancias
The COVID-19 pandemic, its impact
on Mental Health and Substance Use
Summary
Recibido: 10 agosto 2020
Aprobado: 05 de octubre 2020
Copyright © 2020 UNAN-Managua
Todos los DerechosReservados.
KEYWORDS
COVID-19, Mental Health, Substance
Use.
MSc. Dustin Ezequiel Amador Jiménez
Master en Psicología Clínica y de la Salud, Licenciado en
Psicología, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua
(UNAN-Managua).
Profesor del Departamento de Psicología
https://orcid.org/0000-0001-6894-4997
dustin_amador@live.com
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MSc. Dustin Ezequiel Amador Jiménez
Introducción
A nales de diciembre del 2019, surgió el COVID-19, el cual podría causar una neumonía infecciosa
aguda. El 30 de enero de 2020, la OMS lo había declarado como una emergencia de salud pública de
importancia internacional (Ren et al., 2020). Posteriormente la situación se declaró como pandemia el 11
de marzo del corriente año (Brooks et al.2020; Li et al., 2020). En muchos países esto ha ido acompañado
de la implementación de políticas de salud pública que alteran signicativamente la vida cotidiana de
las personas, como la cuarentena de los ciudadanos durante períodos de tiempo prolongados, con
consecuencias a corto y largo plazo para el bienestar psicológico y la salud mental de las personas (Brooks
et al., 2020; Inchausti et al., 2020, Xiong et al., 2020).
Dado que la pandemia actual es una situación estresante sin precedentes a nivel mundial, es importante
examinar las posibles consecuencias a mediano y largo plazo en la salud mental de las personas, así como
las conductas de riesgo asociadas como el consumo de sustancias, el cual puede ser utilizado como
mecanismo de afrontamiento ante situaciones que sobrepasan los recursos adaptativos del sujeto.
Por lo tanto, el objetivo del texto es hacer una revisión del impacto que puede tener la pandemia del COVID-19
en la salud mental, y de forma especíca, en el comportamiento de consumo de sustancias psicoactivas
o drogas. Este tipo de reexiones son importantes para visibilizar y tomar en cuenta el componente de la
salud mental en el diseño de políticas y protocolos de atención que aborden la problemática del COVID-19,
teniendo de esta forma, una visión integral y en perspectiva de la situación, tomando en cuenta las posibles
consecuencias en la salud mental y física de las personas, donde el incremento del consumo de sustancias
como el tabaco y alcohol, son comunes durante el transcurso de la pandemia, especialmente en personas
que tienen un patrón de consumo problemático previo o que presentaban problemas de salud mental
antes de la situación sanitaria actual.
Desarrollo
La pandemia del COVID-19
El Coronavirus 2019 (COVID-19) es una enfermedad infecciosa ocasionada por el virus del Síndrome
Respiratorio Agudo Severo Coronavirus 2 (SARS-CoV-2), se originó en diciembre de 2019 en la ciudad de
Wuhan, China (Li et al., 2020). El virus muy contagioso y se transmite rápidamente de persona a persona por
vía respiratoria, a través de secreciones y contactos cercanos (Maguiña et al., 2020).
En cuanto al cuadro clínico, generalmente las personas con COVID-19 presentan síntomas respiratorios
de leves a moderados, sin embargo, una minoría importante presenta sintomatología grave y necesitan
tratamiento hospitalario, una proporción adicional puede necesitar atención en la Unidad de Cuidados
Intensivos (UCI) con una tasa de mortalidad elevada, donde el riesgo de mortalidad aumenta con la edad
(Verity et al., 2020). Los síntomas informados incluyen ebre, tos, fatiga, dolor de cabeza, diarrea, hemoptisis,
disnea y neumonía (Guo et al., 2020). El periodo de incubación en el 95% de los casos es de 12 días, sin
embargo, podría darse casos con períodos entre 4 a 14 días (Maguiña et al., 2020). La rápida propagación
del virus puede colapsar los sistemas sanitarios que asisten a los pacientes con cuadros clínicos moderados
y graves, además, el riesgo de mortalidad es mayor para personas con otras enfer¬medades o a adultos
mayores (Guo et al., 2020).
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Hasta el momento, el tratamiento de las personas diagnosticadas es sintomático, no hay fármaco
antiviral efectivo ni una vacuna que genere inmunidad (WHO, 2020), por esa razón, se hace énfasis en la
implementación de medidas preventivas de forma masiva. Las medidas de protección contemplan el uso
de mascarillas, la higiene frecuente de manos con agua y jabón, la cuarentena y el distanciamiento social
(Maguiña et al., 2020). El avance de la pandemia se ha visto acompañado de políticas públicas, como la
puesta en cuarentena de los ciudadanos durante períodos de tiempo signicativos. La cuarentena implica
la separación y restricción del movimiento de personas que potencialmente han estado expuestas a una
enfermedad contagiosa, lo que permite reducir el riesgo de infección (Brooks et al., 2020). Sin embargo,
las consecuencias en la salud mental de este tipo de medidas deberán ser evaluadas en el futuro próximo.
Las experiencias pasadas han puesto en evidencia que el impacto en la salud mental puede durar más
y tener una mayor prevalencia que la propia epidemia y que los impactos psicosociales y económicos
pueden ser incalculables en diferentes contextos (Ornell et al., 2020).
Durante las epidemias, es mayor la cantidad de personas con afectaciones de salud mental que la cantidad
de personas afectadas por la infección (Ornell et al., 2020), por lo que Brooks et al. (2020) recomiendan
que el período de cuarentena debe ser corto a menos que se den circunstancias extremas, ya que diversos
estudios sobre cuarentena y salud mental han reportado sobre síntomas psicológicos generales durante el
período de connamiento, entre estos se presenta alta prevalencia de ansiedad, depresión, estrés, estado
de ánimo bajo, irritabilidad, insomnio, síntomas de estrés postraumático, ira, y agotamiento emocional
e incluso un incremento del riesgo suicida (Ornell et al., 2020, Brooks et al., 2020). Entre los efectos a largo
plazo de la cuarentena, resaltan las conductas de evitación, como minimizar el contacto directo con
personas, evitar los espacios públicos o lugares cerrados con mucha gente, además pueden presentarse
síntomas de abuso o dependencia del alcohol y otras drogas (Brooks et al., 2020).
El COVID-19 no solo puede causar problemas de salud física, sino que también provoca una serie de
trastornos psicológicos (Brooks et al., 2020). La imprevisibilidad de la enfermedad, la pérdida de control y
libertades personales, los cambios repentinos en los planes para el futuro inmediato o la preocupación por
la propia salud y de familiares son ejemplos de fuentes de estrés asociado a la pandemia, al estar presentes
por largos períodos de tiempo, puede esperarse que estos factores estresantes incrementen el riesgo de
desarrollar psicopatología (Bueno-Notivol et al., 2020).
Shigemura, et al. (2020) informan que las primeras respuestas emocionales de las personas incluyen miedo e
incertidumbre, percepciones distorsionadas de riesgo y consecuencias dañinas, así como comportamientos
sociales negativos. En una meta-análisis realizado por Salari et al. (2020), se encontró que la prevalencia del
estrés es del 29,6%, la de ansiedad es del 31,9% y la de depresión es del 33,7%. Mientras que en un estudio
longitudinal (Shanahan et al., 2020), se encontraron mayores niveles de emociones negativas, como estrés
y enojo percibidos durante la pandemia, en comparación con el periodo anterior.
Estos estados y conductas pueden dar pie a problemas en salud mental incluidas reacciones de angustia,
problemas especícos como trastorno de estrés postraumático, trastornos de ansiedad, depresión,
somatizaciones y comportamientos riesgosos para la salud como mayor uso de sustancias como el alcohol,
tabaco y otras drogas, las que podrían ser utilizadas como mecanismo de afrontamiento ante el estrés
asociado a la situación sanitaria.
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Consumo de sustancias psicoactivas
Una sustancia o droga es, aquella que puede modicar una o más funciones del organismo que la ingiere.
De forma especíca, una sustancia psicoactiva tiene la capacidad de altera el estado de ánimo, la percepción
y nivel de conciencia, el razonamiento, el funcionamiento cerebral y la conducta maniesta (Caballo,
Salazar & Carrobles, 2014). Al ingerir la sustancia, esta pasa rápidamente desde el torrente sanguíneo
hasta el cerebro, afectando la afectividad, cognición y conducta. Estos cambios suelen ser percibidos como
placenteros o reforzantes, por lo que muchas personas continúan tomando la sustancia a pesar de las
consecuencias negativas (Caballo, Salazar & Carrobles, 2014). Con base en su efecto en el Sistema Nervioso,
las sustancias pueden ser depresoras (alcohol, sedantes, cannabis, opiáceos, inhalantes), estimulantes
(cocaína, tabaco, anfetaminas, drogas de síntesis) y alucinógenas (peyote, mescalina, hongos, dietilamina
del ácido lisérgico (LSD).
El consumo de una sustancia se entiende como la ingestión de la droga que no produce consecuencias
negativas en el individuo, es el más habitual cuando se produce de forma esporádica. Sin embargo, cuando
se da un consumo continuado a pesar de las consecuencias negativas derivadas de este comportamiento,
se conoce como abuso de la sustancia (Becoña et al. 2011; Caballo, Salazar & Carrobles, 2014). La Asociación
Americana de Psiquiatría (APA, 2014) indica que todas las sustancias o conductas adictivas producen
una activación directa del sistema de recompensa cerebral, lo que se traduce en que las actividades
cotidianas pueden ser descuidadas en favor de la conducta de consumo, lo que es característico de los
trastornos relacionados con sustancias. Por otro lado, la Oganización Mundial de la Salud (OMS, 1992)
en la CIE-10, entiende la dependencia de sustancias como el conjunto de manifestaciones siológicas,
comportamentales y cognoscitivas en el cual el consumo de una droga, adquiere la máxima prioridad para
el individuo. La dependencia se caracteriza por el deseo, a menudo fuerte y a veces insuperable, de ingerir
sustancias psicoactivas (OMS, 1992; ONUDD, 2017). La base de estos síntomas y conductas es la alteración
de las trayectorias neuronales en las áreas del cerebro que regulan la motivación y el estado de ánimo,
experiencia de placer y bienestar, memoria y aprendizaje, y la habilidad para suprimir impulsos indeseables
(ONUDD, 2017).
El consumo de sustancias es un proceso complejo, en una fase previa o de predisposición, una fase de
conocimiento, una fase de experimentación e inicio al consumo de sustancias, la fase de consolidación,
pasando del consumo al abuso y a la dependencia, la fase de abandono o mantenimiento y la fase de recaída
(Caballo, Salazar & Carrobles, 2014). Existen toda una serie de factores de riesgo constitucionales (inuencias
genéticas), familiares (malos tratos en la infancia, conicto familiar), emocionales e interpersonales
(inmadurez emocional, incompetencia social), intelectuales (baja inteligencia, fracaso escolar), ecológicos
(vecindario desorganizado y delincuencia), que, junto a acontecimientos estresantes (como la situación de
pandemia), incrementan la probabilidad de tener problemas con el consumo de sustancias (Becoña et al.,
2011).
Consumo de sustancias psicoactivas
El estar expuesto a situaciones traumáticas y estresantes como la cuarentena prolongada, puede activar el
deseo de consumo de las sustancias (ONUDD, 2017), por lo tanto, el impacto psicológico y el estrés debido
a la pandemia pueden considerarse un contribuyente signicativo al aumento en el riesgo por consumo
de sustancias en la población general (McKay & Asmundson, 2020; Spagnolo, Montemitro & Leggio, 2020).
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El estrés crónico asociado al aislamiento social prolongado, puede desencadenar el consumo sustancias
al inducir profundas adaptaciones en los circuitos implicados en redes que involucran motivación,
recompensa, comportamiento y control cognitivo. Estas alteraciones pueden provocar impulsividad,
estados emocionales negativos y disminución de la capacidad para regular el estrés de forma adecuada, lo
que contribuye a un mayor riesgo de trastornos por consumo sustancias (Spagnolo, Montemitro & Leggio,
2020).
Sin embargo, a pesar de que investigaciones de todo el mundo han recopilado y difundido gran cantidad de
información sobre la pandemia, hay muy poca información sobre la relación entre la pandemia y el consumo
de drogas. Además, anterioremente no se hicieron muchos estudios sobre los efectos psicológicos a largo
plazo del SARS-CoV-1 y MERS, debido a esto se tienen muy pocos datos sobre los efectos psicológicos de las
pademias a largo plazo (Brooks et al., 2020). Por lo que se tiene muy poco conocimiento de las interacciones
y comorbilidad entre COVID-19 y el consumo de sustancias en la población general, así como en aquellas
personas que sufren algún trastorno por consumo de sustancias, quienes constituirían un sector poblacional
de alto riesgo en la actual situación sanitaria (Wei & Shah, 2020).
Es necesario a estudiar sistemáticamente la relación entre la pandemia del COVID-19 y el uso y abuso
de sustancias en las circunstancias actuales y en momentos posteriores a la pandemia. Debido a que la
emergencia sanitaria aún está en curso, la mayoría de estudios realizados hasta el momento han sido con
diseños transversales que solo permiten captan información en un momento determinado de la situación,
por lo que los estudios longitudinales o de seguimiento, son una herramienta importante para abordan la
problemática (Brooks et al., 2020; Huang, & Zhao, 2020), ya que permiten obtener una visión más amplia
sobre el desarrollo de un fenómeno especíco a través del tiempo y su impacto a mediano y largo plazo.
Los resultados de este tipo de estudios contribuirán a visibilizar los efectos de la pandemia en la salud
mental y en la toma de decisiones por parte de las autoridades sanitarias para prevenir y actuar ante el
impacto negativo de esta en la población general y subgrupos vulnerables (Brooks et al., 2020). De forma
especíca, la información obtenida será de utilidad para desarrollar intervenciones apropiadas para abordar
los problemas de salud mental y abuso de sustancias que surgen de la pandemia de COVID-19.
Conclusiones
El COVID-19 es un virus muy contagioso y se transmite rápidamente de persona a persona por vía
respiratoria, provoca síntomas que incluyen ebre, tos, fatiga, dolor de cabeza, diarrea, hemoptisis, disnea
y neumonía, donde el riesgo de mortalidad aumenta con la edad o ante la presencia de enfermedades
previas. En diversos países se han implementado medidas de protección como el uso de mascarillas, el
lavado de manos con agua y jabón, la cuarentena y el distanciamiento social durante largos períodos. Ante
estas circunstancias, y con base en experiencias epidemiológicas previas, se espera que las personas puedan
presentar consecuencias negativas en la salud mental debido a la experiencia estresante y traumática, como
incremento de síntomas de ansiedad, depresión y estrés postraumático.
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Entre los efectos de la pandemia y cuarentena prolongada, resaltan las conductas de evitación y el incremente
de conductas de consumo del alcohol y otras drogas, que pueden ser utilizadas como mecanismo de
afrontamiento ante el estrés durante y después de haber superado la contingencia sanitaria. Al encontrar
en el consumo un alivio ante la tensión provocada por la experiencia desagradable, se incrementan la
probabilidad de tener problemas con el consumo de sustancias como el abuso o la dependencia. Por
lo tanto, el impacto psicológico de la pandemia puede incrementar el riesgo desarrollar problemas por
consumo de sustancias en la población expuesta.
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Psicología, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua
(UNAN-Managua).
Profesor del Departamento de Psicología
https://orcid.org/0000-0001-6894-4997
dustin_amador@live.com