Resumen
Los campesinos son un grupo social diverso que reivindican sus derechos, incluyendo la tierra, y empleo digno, y de vivir en paz y con bienestar. A pesar de que existen teorías tradicionalistas que sugieren una desaparición del campesinado como clase social, la lucha y resistencia campesina ha alcanzado muchos logros, dentro de los cuales se encuentra la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y de Otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales, aprobada mediante la Resolución del Consejo de Derechos Humanos el 28 de septiembre de 2018 y adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 17 de diciembre del mismo año. Por lo que el ensayo explora algunos de los debates teóricos sobre los campesinos, y posteriormente presenta de manera cronológica algunas experiencias del movimiento y lucha campesina centroamericana en el siglo XX, con principal enfoque en la historia de Nicaragua. Es importante sistematizar las luchas campesinas, para entender sus aportes históricos a la sociedad centroamericana y su labor como clase insustituible en la seguridad y soberanía alimentaria, la lucha contra la pobreza, la independencia económica, la resiliencia frente al cambio climático, y la defensa de la soberanía nacional.
Palabras Clave:
Campesinos, movimientos sociales, Centroamérica, Nicaragua.
Abstract
Peasants are a diverse social group who claim their rights, including land, decent employment, and to live in peace and with well-being. Although there are traditionalist theories that suggest a disappearance of peasantry as a social class, the peasant struggle and resistance has achieved many accomplishments, among which is the United Nations Declaration on the Rights of Peasants and Other People Working in Rural Areas, approved by the Human Rights Council Resolution on September 28, 2018 and adopted by the United Nations General Assembly on December 17, 2018. This essay explores some of the theoretical debates on peasants, and subsequently presents in chronological order a few experiences of the 20th century Central American peasant movement and struggle, with main focus on the history of Nicaragua. It is important to systematize the struggles of peasants in order to understand their historical contributions to Central American society and their work as an irreplaceable class in food security and sovereignty, the fight against poverty, economic independence, resilience in the face of climate change, and the defense of national sovereignty.
Key Words:
Peasants, social movements, Central America, Nicaragua.
Introducción
Según la Declaración de las Naciones Unidas (ONU) sobre los Derechos de los Campesinos y de Otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales:
Se entiende por “campesino” toda persona que se dedique o pretenda dedicarse, ya sea de manera individual o en asociación con otras o como comunidad, a la producción agrícola en pequeña escala para subsistir o comerciar y que para ello recurra en gran medida, aunque no necesariamente en exclusiva, a la mano de obra de los miembros de su familia o su hogar y a otras formas no monetarias de organización del trabajo, y que tenga un vínculo especial de dependencia y apego a la tierra. (Asamblea General ONU, 2018, p. 5)
La ONU también incluye en su definición, otras personas que dedican su vida a las áreas rurales, pueblos indígenas, trabajadores asalariados y temporales en las propiedades de extensiones mayores.
Muchas de las teorías tradicionales sobre el campesinado se enfocan en una descripción despectiva e individualista. En ese sentido, el enfoque teórico clásico plantea la posibilidad de su extinción como grupo social, y convertirse en emprendedores (Van der Ploeg, 2008). Incluso se atribuye a Marx la comparación de los campesinos franceses con un saco de papas- haciendo referencia a una percepción de desorganización. Marx no despreciaba al campesinado como tal, sino que analizaba su posición en la estructura social y económica de su tiempo. Por lo cual, bajo ciertas circunstancias el campesinado tendría que unirse con la clase proletaria como alternativa de una mejor organización en la reivindicación de sus derechos; lo que ha dado lugar a que muchas de las teorías más dominantes de la cuestión agraria marxista clásica, que propone que el destino del campesinado sería su integración al proletariado o (algunos) a la burguesía (Serra, 1991), mientras que Chayanov (1975), defendía una lógica de subsistencia basada en las necesidades del núcleo familiar.
Esta imagen del campesino ha impactado en la creación de políticas y programas de Estado enfocados en el desarrollo económico del campesinado, sin embargo, académicos de la corriente de estudios agrarios críticos, o estudiosos del tema, como Friedman (2021) y Akram-Lodhi y Kay (2021), enfatizan que la literatura clásica sobre la cuestión agraria aporta también diversas dinámicas y modelos que son menos lineales de lo que parecen. Así mismo, a partir de finales de 1960 y la década del 70, en un contexto de luchas1 en contra de la intervención norteamericana, y por la tierra y la soberanía nacional, en donde el campesinado fue una importante base (Bruckmann y Dos Santos, 2005), emergen más teorías sobre la resistencia campesina, movimientos campesinos y el vínculo del campesinado con las revoluciones. También se realiza una crítica de que caracterizar una clase tan diversa como el campesinado, que vive dentro de una variedad de estructuras sociales y políticas, con historias diferentes, no es tan fácil y tal vez poco fructífero (Skocpol, 1982). Por lo general, ha sido subestimado el papel del campesinado en las revoluciones, en parte porque la historia está escrita desde una perspectiva de la élite, alfabeto y sectores urbanos (Forster, 2001).
Según Centre technique des industries mécaniques CETIM, (s.f.), existen 1.2 mil millones de campesinos, los que producen un 80 % de los alimentos consumidos mundialmente; y según el Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración, (Grupo ETC, 2017) estima que tal producción de alimentos es para más del 70% de la población mundial. El reconocimiento del trabajo y rol del campesino en la seguridad y soberanía alimentaria ha hecho eco en la Organización de las Naciones Unidas, por lo que en el 2018 aprobó la Declaración de los Derechos de los Campesinos y otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales. Quiere decir que es muy importante analizar, estudiar y teorizar a los campesinos y el protagonismo que han desempeñado y desempeñan en nuestras sociedades.
1. América Latina en particular tiene una inmensa historia de movilización social. Estos movimientos han sido compuestos por diversos sectores incluyendo trabajadores, campesinos, estudiantes, mujeres y miembros de la clase media especialmente a partir del siglo XXI (Bruckmann y Dos Santos, 2005).Declaración de los Derechos de los Campesinos y otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales. Quiere decir que es muy importante analizar, estudiar y teorizar a los campesinos y el protagonismo que han desempeñado y desempeñan en nuestras sociedades.
En este ensayo se abordará de manera breve algunos aspectos de las luchas campesinas durante el siglo XX en Centroamérica, donde se expondrán las dificultades y luchas que atravesó el movimiento campesino a nivel económico debido a las políticas intervencionistas norteamericanas.
En un segundo apartado se reflexiona de manera específica acerca de las luchas campesinas de Nicaragua, contra la colonización española, el imperialismo norteamericano y la dictadura Somocista, que imponían políticas sometimiento al pueblo y creando profundas desigualdades sociales y económicas, principalmente en relación con la tenencia de la tierra.
Algunas luchas centroamericanas del siglo XX (Breve recorrido histórico)
Centroamérica ha sido una región con mucho movimiento político y social, caracterizada por una historia de lucha permanente por el control de sus territorios, recursos naturales, mano de obra, y que durante la época de las Repúblicas se caracterizó especialmente por la influencia del gobierno y capital norteamericano, bajo la lógica de la Doctrina Monroe, “América para los (norte)americanos”.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, se presentan cambios profundos en los países de Centroamérica. Este tiempo marca el establecimiento de los mercados de agroexportación de café y de banano, trayendo con ello la pérdida de territorios indígenas y la necesidad de mano de obra barata de los mismos grupos indígenas y campesinos (Gould, 2016; Euraque, 1996). La creación de organizaciones gremiales y sindicatos en la región tiene sus primeros pasos en el siglo XX, especialmente durante la tercera década de este siglo. Además, del crecimiento del modelo agroexportador que dependía de mano de obra barata, la creación de los gremios se da en parte por influencia de los movimientos internacionales y la urbanización (donde hay más sindicatos en su inicio); pues con sus diferentes influencias desde el liberalismo norteamericano hasta el comunismo e interacciones entre los gremios y los partidos políticos (González, 1978).
El contexto se volvió menos favorable para los movimientos campesinos de la región a finales de 1920, por cuanto la Gran Crisis de 1929 afectó a los mercados del café y banano en la región, los presupuestos de los gobiernos y los sueldos de los obreros (Gould, 2016). Además, la década del 30, estuvo marcada por la instalación de dictaduras en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, con actitudes por lo general represivas hacia las organizaciones, especialmente de los obreros y campesinos.
En 1932, los campesinos de El Salvador vivieron uno de los momentos más represivos de la historia, en el contexto de una insurrección de miles de salvadoreños, entre ellos, indígenas y comunistas que protestaban por diversas situaciones, entre ellas, por elecciones fraudulentas, la pérdida de tierras, y salarios bajos para obreros cafetaleros a pesar de la expansión del mercado (González, 1978; Gould, 2016). El resultado fue una terrible masacre de diez mil personas, principalmente indígenas, perpetuada por el gobierno de Maximiliano Hernández Martínez, dando fin a esta primera época de organización en la región (González, 1978).
Otras influencias para los movimientos campesinos de la región durante el siglo XX se dieron desde Guatemala y Honduras años después. En Guatemala, en 1944, se derrocó a la dictadura del General Jorge Ubico Castañeda en la Revolución de Octubre. En sus principios, la Revolución fue liderada principalmente por movimientos urbanos, pero se logró consolidar un movimiento social con la participación de campesinos y obreros agrícolas organizados durante la revolución que duró diez años, eligiendo primero al doctor Juan José Arévalo Bermejo, y para el segundo periodo al presidente progresista Jacobo Árbenz, bajo la plataforma de una reforma agraria en el país (Forster, 2001). Siendo una amenaza para el control de las empresas bananeras de capital norteamericano, Árbenz fue derrocado en un golpe de Estado en 1954 (Frank, 2005).
La historia de la lucha campesina por la reivindicación de sus derechos se ve marcada en Honduras por la gran huelga bananera de 1954 (Euraque, 1996; González, 1978; Moreno, 2004), la más fuerte y trascendental desde que las empresas bananeras se habían instalado en el país al inicio del siglo XX, superando en crisis a las huelgas agrícolas de los años 1925, 1930 y 1932. El pliego reivindicatorio de los derechos de los campesinos lo conformaba una lista de treinta demandas relacionadas a salario, salud, vivienda, alimentación para los obreros bananeros en la parte norte del país (González, 1978). Los resultados fueron expansivos incluyendo el derecho de organizar sindicatos, la seguridad social, reducción de horas de las jornadas laborales, entre otras (Moreno, 2004).
La reforma agraria siguió siendo un tema central en la región, como demanda de los sectores populares. El triunfo de la Revolución Cubana y la implementación de su reforma agraria, generó mucho miedo por parte del gobierno de los Estados Unidos, que podría influenciar el fortalecimiento de movimientos campesinos de la izquierda. Frente a esta situación, bajo la dirección del presidente John. F. Kennedy se promovió el programa Alianza para el Progreso, una reforma agraria con programas enfocados en modernizar la agricultura y promover el sistema capitalista en los territorios2 (Cousins, 2021; Teubal, 2001). Sin embargo, en desafío de las medidas norteamericanas, se organizaron movimientos de campesinos y obreros agrícolas para implementar cambios en sus comunidades, y a la par se formaron movimientos guerrilleros con el objetivo de derrocar a los gobiernos represivos (Frank, 2005; Holt-Giménez, 2006).
Fue así como, por ejemplo, en la década del 70 nació el movimiento campesino a campesino con indígenas maya Kaqchikel en San Martín Jilotepeque, Guatemala. El movimiento se basó en el intercambio de experiencias y diálogos entre campesinos/as para compartir diferentes prácticas agroecológicas, en la educación popular y diálogo de saberes. El movimiento campesino a campesino, además de organizaciones nuevas como el Comité de Unidad Campesina – CUC, sufrieron represión brutal incluyendo secuestros, asesinatos y desapariciones a gran escala (McCune y Sánchez, 2019). A pesar de la represión, el movimiento campesino a campesino luego tuvo mucho auge en México, Honduras, Nicaragua, y Cuba debido a los intercambios internacionales y la migración de dirigentes guatemaltecos que estaban huyendo de la represión (Holt-Giménez, 2006).
En El Salvador, igualmente, varios partidos y organizaciones, con bases campesinas, se unieron a formar el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), reclutando participación campesina para apoyar a la guerrilla que estuvo activo desde 1980 hasta la firma de los Acuerdos de Paz en 1992 (Villacorta, 2015). En esta dinámica de organizaciones y guerrillas campesinas, con diferentes enfoques de lucha de clases, derechos para los obreros, antimperialismo, y en pro de atender las necesidades básicas en las comunidades rurales, no se puede negar la importancia e inspiración que provocó la experiencia en Nicaragua y el papel de Sandino (González, 1979), y luego el triunfo de la Revolución Popular Sandinista (Villacorta, 2015), que conforma el enfoque de la próxima parte del ensayo.
Las luchas campesinas históricas de Nicaragua
Nicaragua es un país con una historia larga de lucha contra la colonización, el imperialismo norteamericano, y la dictadura Somocista, en gran parte relacionada con conflictos por dominio sobre la tierra y el territorio. En 1523 inició en Nicaragua la invasión española y el proceso de colonización, que incluyó la privatización de sus tierras ejidales y comunales para la implementación de sistemas agrícolas, ganadería, trabajo forzado, y la imposición de la religión (Romero Vargas, 1998). Pero la colonización no ocurrió sin resistencia. Uno de los acontecimientos más conocidos de la resistencia indígena fue la rebelión de los Matagalpa (pueblo originario del norte del país) en 1881, que organizaron a un mil personas para atacar la ciudad de Matagalpa en protesta contra la política del gobierno porque apoyaba a la mano de obra forzada, fomentaba rumores y campañas de miedo, sobre llevarse hijos y mujeres de los indígenas; realizar censos sin pedir permiso y la prohibición a los indios de elaborar chicha (bebida tradicional a base de maíz fermentado) (Gould, 2016). Igual como en otros países de la región, muchas familias indígenas también resistieron la expansión del café y su participación como mano de obra forzada, y el uso de sus tierras colectivas para la explotación agrícola (Gould, 2016).
Producto de conflictos entre los liberales y conservadores de la primera época de la República, sumado al interés del capital y gobierno norteamericano, los marines norteamericanos invadieron y ocuparon Nicaragua en varias ocasiones (Willson y McCune, 2019). Uno de los momentos más emblemáticos de la lucha campesina e indígena fue dirigido por Augusto C. Sandino y su Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, el “pequeño ejército loco” de campesinos e indígenas quienes lograron vencer y expulsar a los marines estadounidenses cuando ocuparon el país durante 1927 -1933. Sandino visionó una economía basada en cooperativas, estableciendo las primeras del país en la zona norte Wiwilí, Jinotega. Además, su enfoque internacionalista, de unidad latinoamericana, su lucha fue acompañada por personas de alrededor del mundo, incluyendo el apoyo de otros centroamericanos cercanos, por ejemplo, Farabundo Martí - comunista salvadoreño; y el hondureño Froylán Turcios (Selser, 1981).
Después del asesinato de Sandino y sus seguidores, se instaló la dictadura somocista, un régimen que se mantuvo con el apoyo del gobierno norteamericano durante casi medio siglo. En este contexto de dictadura, se consolidó el modelo agroexportador en Nicaragua. Por un lado, las familias somocistas controlaban la producción de azúcar, arroz, y tabaco; la agroindustria para la exportación de café, arroz, azúcar, algodón y ganado; y los bancos. Los otros empresarios no somocistas controlaban la producción de algodón, café y ganado (Baumeister, 1985).
Como en la economía en general, también hubo una profunda desigualdad en el acceso a la tierra. Según el censo realizado en 1963, en Nicaragua había 50 mil familias campesinas sin tierra y otras 50 mil familias sin suficiente tierra para satisfacer sus necesidades básicas (Gould, 1990). Las familias campesinas (quienes producían los alimentos a bajo costo para la población) por lo general vivían en situaciones de miseria. El alto nivel de analfabetismo3 y falta de acceso a servicios básicos como educación, salud, agua y energía, caracterizaban la vida campesina. Para las y los obreros en las plantaciones y haciendas de algodón, café, banano y azúcar, la explotación fue muy común a diferentes niveles. En vez de pagar con dinero, fue estándar pagar con una ficha para ir a comprar en el comisariato de la misma empresa (Lara, comunicación personal, 21 de marzo de 2023).
En el mismo sitio, y de manera menos pública estaban instalados los bares y espacios de prostitución, mientras que la mujer que trabajaba en las labores de campo no le entregaba directamente su salario, a ello se podía sumar situaciones de violencia, el precario acceso a servicios de salud reproductiva y la planificación familiar (Palacios, comunicación personal, 23 de febrero de 2023).
Esta situación generó muchas demandas por parte de la población campesina, lo que propició la unificación con otros sectores y la lucha no solamente por la tierra y una reforma agraria, sino también, por una serie de puntos que fueron plasmados en el Programa Histórico del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1969, con una visión de democracia y soberanía nacional.
La movilización de trabajadores del campo en sus centros productivos y la organización de tomas de tierra (principalmente en León y Chinandega en el sector algodonero y en Matagalpa en el sector cafetalero) fueron antecedentes de la unificación de las luchas campesinas junto al FSLN para la insurrección final (Gould, 1990; Serra, 1991). A veces no hay mención del papel de los campesinos en la insurrección final para lograr la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979 (Serra, 1991), pero los campesinos contribuyeron con logística (por ejemplo, alimentos y traslado de medicinas) y con guerrilleros (Centro de Investigaciones y Estudios de la Reforma Agraria [CIERA], 1989).
Con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, se implementó un modelo de economía mixta, pluralismo político y no alineamiento. Se promovió un proceso de reforma agraria con varias fases, bajo un enfoque general de confiscar las tierras somocistas (y de otra selección de terratenientes) y construir una estructura agraria en donde trabajadores y campesinos tuvieran control de empresas agrícolas del Estado para la agroexportación, y acceso a la tierra para producir alimentos a través de cooperativas y de parcelas individuales (Ortega, 1986). Esta primera fase fue importante para la organización de trabajadores rurales y campesinos después de la caída de Somoza y la Guardia Nacional (Baumeister, 1985). Organizaciones como la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC) y la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG) participaron de manera amplia en el proceso de reforma agraria. En total entre 1978 y 1989, según datos informados por el CIERA (como se citó en Serra, 1991), se realizó una redistribución de 48.4% de las tierras agrícolas equivalente a 3,904,794 manzanas redistribuidas.
Existen varios estudios puntuales sobre el movimiento campesino en la primera etapa de la Revolución, evaluando distintos ámbitos del movimiento especialmente las cooperativas. Serra (1991), realiza una caracterización y evaluación de la participación política de las cooperativas. Moberg (1983) argumenta que los campesinos participan en las cooperativas por razones ideológicas y no solamente económicas y Deere (1983) analiza los desafíos y motivaciones para mujeres cooperativistas. Otros estudios como Baumeister (1986), Kaimowitz (1986) y Ortega (1986) debaten modelos y estructuras agrarias y sus cambios en la década de 1980.
Cabe resaltar, que esta primera escuela de reforma agraria sandinista se realiza en el contexto de la guerra contrarrevolucionaria. Es así que los obreros y campesinos se vieron en la obligación de participar en la defensa, entendiendo que la defensa de la Revolución era necesaria e importante para poder seguir en la recuperación de sus derechos que jamás habían sido respetados.
La lucha campesina del siglo XX fue importante para sentar las bases de la garantía de la seguridad alimentaria y construcción de la soberanía alimentaria en Nicaragua. A pesar de haber sufrido los efectos de 16 años de políticas neoliberales de 1990 al 2006, Nicaragua hoy produce más del 90% de sus alimentos, 80% en manos de pequeños y medianos productores (El 19 Digital, 2019) y para 2026 será 95% autosuficiente en la producción de alimentos (Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, 2021).
Conclusiones
Este ensayo ha presentado algunos ejemplos de las luchas populares forjadas en el siglo XX en los países de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua donde la participación y liderazgo del campesinado ha sido notable. Dentro de estas experiencias, se resalta el caso de Nicaragua donde el campesinado ha tenido logros concretos en cuanto el desarrollo del país, una lucha que inicia con la resistencia indígena frente a la colonización, continúa con las batallas por la soberanía nacional dirigida por el General de Hombres y Mujeres Libres A. C. Sandino, y se consolida con la participación campesina en la guerrilla y derrocamiento de la dictadura Somocista y, posteriormente, en los cambios estructurales realizados como parte del desarrollo y fortalecimiento y defensa de la Revolución Popular Sandinista. Como dijo Moberg (1983) en su estudio sobre cooperativas de la reforma agraria de Nicaragua, las caracterizaciones tradicionales sobre el campesinado, como sujeto conservador o individualista no encajan con la realidad de Nicaragua.
Esta cronología, nos ayuda para comprender por qué los campesinos no caben en la definición tradicionalista, y, por el contrario, han hecho aportes importantes y diversos en los procesos de liberación. Las luchas por los derechos laborales, por la tierra a través de la reforma agraria, en contra la intervención extranjera, y en contra la dominación corporativa han sido algunos ejes centrales donde más contribuyó la lucha campesina en la región durante el siglo XX.
Es importante sistematizar las luchas de los campesinos y obreros agrícolas organizados, para entender sus aportes históricos a la sociedad centroamericana y su labor como clase insustituible en la lucha contra la pobreza, la independencia económica, y la seguridad y soberanía alimentaria.
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