María Meléndez Primer lugar
En las calles
Él no llora.
Él es un hombre y los hombres no lloran.
Se levanta a las cuatro de la madrugada a limpiar sus chinelas,
remendar sus pantalones,
pero no llora
porque él es un hombre y los hombres no lloran.
Cruza la madrugada, el cementerio y la quebrada
con las patas enrolladas,
congelado hasta las entrañas
con la mirada chilicosa
y la mochila cargada de mariposas.
Pero no llora
porque él es un hombre y los hombres no lloran. Llega a su trabajo cansado: del tráfico, de sí mismo. Pasas doce horas malabareando el sol en sus manos debajo de la esclavitud. No come, no levanta la mirada, no ríe, no se detiene. y se va por la ruta más lejana, alargando su destino con la esperanza de cambiarlo, dejando volar las mariposas con la esperanza de ser una mañana. Pero llega a su casa, entrega sus 10 pesos y toma agua. No come. y aunque es apenas un niño, no llora, porque él es un hombre y los hombres no lloran.
La ruta
La calle está en rojo y tras la ventana que comparto con tantos extraños
Está pasando lo que pasa hoy en todo el mundo:
un cuerpo,
dos máquinas,
mucha sangre, mucho ruido,
mucha texturas y colores,
hermoso como el inicio de la vida
fatídico como el resto de ella. Pero ser espectadora de los puentes entre el sueño y el desencanto no me conmueve. Prefiero cerrar mis ojos y fingir por un momento que te veo atrapando mariposas como si fueran voces. saltando en mis ojos de pupila en pupila en el último segundo, en último suspiro casi a la vuelta de las estrellas te veo cayendo en mi sonrisa y volando en el aliento de mis sueños.
De regreso
Atardeceres azules pájaros tullidos en los cables globos negros atados a los árboles negros atados a tus ojos vista perdida, viaje cansado en la huella de tus manos estoy.
Owen Reyes Segundo lugar
De regreso
Estos agrios y flacos aullidos
que explotan en mis tímpanos y llegan a mi lengua
Y los saboreo,
y aturden mis papilas hasta
y aturden mis papilas hasta. Delicadas cuerdas, látigos, que revienta mi sangre. Mírala, viejo desafinado y poco hombre: Si solo por un instante en la claridad de las almas
con el ávido arco tocara la suya. Mírala:
Si la muerte, como el agua se refleja sobre la luna,
se refleja en su sien así de provechoso.
¡Pero qué beldad tenerla en mis labios que pierden!
Haría de la muerte mi esposa.
La golondrina
Solamente un horizonte te separa de tu cielo. Abre tus alas y con esas tijeras corta el firmamento, que se desangre nube a nube entre arreboles manchados.
Como un murmullo: amenaza el silencio...
tiende a romper con ímpetu de látigo,
en el torso escalonado de la caprichosa esclava
que guarda entre sus alas de escombro, la libertad. Un vuelo lo es todo cuando no hay un destino. Sacude tus alas pues el polvo pesa, no vaya a envidiar el fénix agónico, al verte retozar a ti también entre las cenizas. Dile al silencio que calle, que no grite más, que no lo despierte de su calcinado sueño. Tus plumas valen más que un fénix que se apaga. ¿Te vas? Rumbo vas hacia el perdido sueño, sin adivinarlo, te sigo. Una bandada sigilosa se aproxima, con el pecho ensangrentado, delineado del azul. ¿Te marchas? como una tormenta esquiva entre enjambres de bruma Entrando en el ancho inframundo, rojo, muerto, donde tú, rondine, tú, eres alma viva.
Estilo
Anoche, como en ninguna noche antigua,
la luna es un girasol gigante…
¿Girasol o Giraluna?...
Abra su ventana y dígame:
¿Qué jardín más basto que la oscuridad universal y sola? Amarilla brilla sobre la orilla de la nada.
Nos mira queriendo llorar y cierra los ojos.
Podría ser la primera noche de la noche
en que la luna hace reverencia a la luna y la persigue.
Como un giraluna de pétalos empolvados y un cráter. De polvos blancos, maquillada en cal
Giraluna inmensa, que nos vio.
Guiña el ojo al vernos, y por enterarse