Raíces
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Desarrollo comunitario
Revista Nicaragüense de Antropología Año 3 No.5 | 2019 Enero - Junio
mencionados son propios de poblaciones de alrededor
del año 1200 (d.J.C.) cuando se acercaban oleadas de
poblaciones mesoamericanas del tronco lingüístico Uto
-aztecas, náhuatl, que pasaron por el Golfo de Chorote-
ga y avanzaron hasta el Pacíco Sur (Portilla, 1972)
Otros autores creen que en Managua es imposible que
exista un grupo con tronco originario, menos que man-
tenga ciertos elementos identitarios como la lengua,
territorio entre otros, por tanto, me resulta interesante
preguntar ¿Qué ocurre con esos grupos que se niegan
a desaparecer, manteniendo prácticas culturales como
la reciprocidad como reejo de su inconsciente étnico?
Según algunos datos que se han logrado reexionar
junto a la propuesta de los ambientes comunitarios
en que viven las familias
en Managua, es que las fa-
milias de la comunidad La
Hoyada viven en un entorno
de carácter urbano, toman-
do en cuenta que el entorno
tiene relación directa entre
lo que puede ser nacional
o local (Ulloa, 2010), la co-
munidad la Hoyada se man-
tiene en un entorno local.
Y entonces llega el momento
de armar que lo que sucede
en el entorno de la comuni-
dad de La Hoyada está es-
trechamente vinculado en la
forma como la comunidad entiende y encara su mundo
a lo interno. Puede ser que en Managua muchas perso-
nas no conciban que exista una comunidad de origen
indígena, pero claro que sí existen. Sabemos que hay
personas de ciertas etnias que migran a la capital, que
hablan su idioma y, se siguen distinguiendo por su len-
gua. Solo que ellos se encuentran con la experiencia
fenomenológica de vivir en un mundo con situaciones
no solo ecológicas, sino también sociales y políticas
que atentan contra su identidad. Entre ellas vemos,
por ejemplo, el hablar español como lengua ocial, y
tener que abandonar en ciertos grados su lengua orig-
inal.
Por otro lado, se encuentra con la realidad que existe
una comunidad dentro de Managua, que en apariencia
es una comarca de la Managua “capital” como cualqui-
er otro barrio, pero resulta que mantienen ciertos ras-
gos que las hace ser distintas. Es decir, es un pequeño
universo comunitario con sus propios elementos de
carácter organizacional, distribución espacial, vincu-
lación genealógica, sistemas de producción, redes de
socialización, vestigios culturales, centros de concen-
tración comunitaria, etc.
En esta comunidad aún existe como práctica cultural,
y de organización social-espacial en un extenso terreno
dedicado a una familia, por ejemplo, la familia de don
Adán Molina – una de las familias con las cuales se ha
hecho contacto para este trabajo de investigación- que
tiene de vivir en ese lugar lo que tiene de vida. Sin em-
bargo, tienen muchos años más, su familia, sus padres
y abuelos ahí vivieron. Por
tanto, he calculado en este
proceso de reexión que, si
don Adán tiene 92 años, y
sus padres murieron más o
menos a esa edad, toman-
do solo tres generaciones la
suya, sus padres y abuelos
signica que al menos las
últimas tres generaciones
a partir de sus abuelos ten-
drían más de 150 años de
habitar ese espacio.
Eso es un dato interesante,
pues esta comunidad tiene
una distribución por apelli-
dos, y los apellidos más viejos en la comunidad, por
ejemplo, las personas comentan que existe el sector de
los Molinas, como el de los Mendoza, eso en términos
prácticos indica que en ese sector viven familias con
apellidos suscitados por una trayectoria generacional
y genealógica.
En su efecto si un miembro de la familia se casa con
alguien de otro sector o fuera de la comunidad este
“alguien” llega a vivir con ellos a ese sector, el mayor
de la familia, es decir padre o madre ceden al nue-
vo miembro y núcleo familiar un “pedazo” de terre-
no donde construirán una vivienda, pero dentro de la
misma tierra, por ejemplo, en el terreno de los Moli-
na. Esto permite dejar otra pregunta auténtica ¿Qué
sucede cuando son dos miembros que pertenecen a la
“patrón de expansión de las ciudades se
asocia a la vez con tendencias de dispersión
en donde se incorporan pequeños pobla-
dos y periferias rurales dentro de un am-
plio y complejo sistema metropolitano. La
mayoría de estos espacios periurbanos tie-
nen un perfil agroambiental y económico
distintivo basado en la agricultura.” (Lima &
Rodríguez Sánchez, 2006)