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Pueblo , Cultura e Identidad
Revista Nicaragüense de Antropología Año 3 No.6 | 2019 Julio - Diciembre
Pueblo, cultura e identidad
Portada: Las mujeres de la Cos-
ta Caribe Nicaragüense aportan a
la dinámica económica, desde sus
propias costumbres y tradiciones.
Las mujeres son un factor elemen-
tal en la sociedad costeña.
Foto: Ernesto Gómez, 2016
Matriarcado Garífuna:
Ancestralidad,
Esperitualidad y Lucha
Martha Flores Recinos
Asociación Educación para el Desarrollo. Intipachamama
Coordinadora de la Secretaria Regional Jubileo Sur / Américas
ID Orcid: http: //orcid.org/0000-0002-8596-2326
mfloressol@yahoo.es
Resumen
El pueblo garífuna es una cultura ancestral que tiene su origen en la unión de tres culturas; la africana,
arawak y caribes. Este nuevo grupo étnico tiene su propia lengua, sistema de creencias, alimentos y
practicas ancestrales de la agricultura, danzas y cantos que se unen a su espiritualidad. Actualmente
habitan en 48 comunidades hondureñas, desde Masca, departamento de Cortés, hasta Plaplaya, depar-
tamento de Gracias a Dios. También se ubican en seis centros urbanos de Belice, en dos comunidades
de Nicaragua y en una de Guatemala. Se estima que hay unos 250 mil garífunas en Honduras y más
de 100 mil que emigraron hacia Estados Unidos. La cultura garífuna es ancestralmente matrifocal, las
mujeres ancianas son herederas de los conocimientos ancestrales espirituales que les permiten comu-
nicarse con las ancestras y ancestros a quienes presentan ofrendas y piden ayuda en sus luchas para
conservar sus territorios que para ellos representan la vida, la cultura, la existencia misma del pueblo
originario garífuna. Su lucha es tan antigua como su origen, a pesar que son grandes guerreros que han
sabido dar batalla a todos los invasores, desde los francés e ingleses que les expulsaron de la Isla San
Vicente, hasta el Estado de Honduras que a lo largo de la historia ha buscado la manera de expropiar
los territorios que legítimamente les fueron otorgados desde hace más de doscientos años. En el 2001
la UNESCO declaró la cultura garífuna Patrimonio Intangible de la Humanidad.
Palabras claves: Garífunas, Matriarcado, Ancestralidad, Espiritualidad, Lucha
Abstract
The Garífuna people are an ancestral culture that has its origin in the union of three cultures; The
African, Arawak and Caribbean. This new ethnic group has its own language, belief system, food and
ancestral practices of agriculture, dances and songs that join their spirituality. They currently live in 48
Honduran communities, from Masca, department of Cortés, to Plaplaya, department of Gracias a Dios.
They are also located in six urban centers in Belize, in two communities in Nicaragua and in one in Gua-
temala. It is estimated that there are about 250,000 Garifuna in Honduras and more than 100,000 who
emigrated to the United States. The Garífuna culture is ancestral matrifocal, the old women are heirs of
the ancestral spiritual knowledge that allow them to communicate with the ancestors and ancestors to
those who offer offerings and ask for help in their struggles to conserve their territories that for them
represent life, culture, the very existence of the Garifuna native people. Their struggle is as old as their
Matriarcado Garífuna: Ancestralidad, Espiritualidad y Lucha
Garífuna Matriarchate: Ancestrality, Spirituality and Struggle
Recibido: 08-10-2019
Aceptado: 11-11-2019
Copyright © 2019 UNAN-Managua
Todos los Derechos Reservados.
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origin, although they are great warriors who have known how to fight all the invaders, from the French
and English who expelled them from San Vicente Island, to the State of Honduras that along the history
has sought a way to expropriate the territories that were legitimately granted to them for more than two
hundred years. In 2001 UNESCO declared the Garifuna culture Intangible Heritage of Humanity.
Keywords
Garifuna, Matriarchy, Ancestrality, Spirituality, Struggle
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Introducción
El ensayo titulado Matriarcado Garífuna: An-
cestralidad, Espiritualidad y Lucha, documen-
ta el origen, ancestralidad espiritualidad y las
luchas por la defensa de los territorios ances-
trales del pueblo garífuna, de Honduras. Como
un resultado del encuentro entre un grupo de
hombres africanos que sobrevivieron al naufra-
gio de las embarcaciones en que les traían para
comercializarlos en el mercado de esclavos y
dos grupos que estaban poblando las islas del
Caribe de Centroamérica: Los Arawak y los
Caribes, resulta un nuevo grupo étnico llamado
garífuna.
Actualmente los garífunas se ven amenaza-
das por propuestas de creación de proyectos
mega-turísticos, concesiones mineras o hidro-
eléctricas y ciudades gestionadas por corpora-
ciones, a menudo conocidas como “ciudades
modelo”. Como consecuencia de tales acciones,
las comunidades garífunas están siendo forza-
das a abandonar sus tierras. Las expropiaciones
son sólo uno de los problemas a los que las co-
munidades garífunas de Honduras han tenido
que enfrentarse en los últimos 10 años trans-
curridos desde el golpe de estado contra el
presidente Manuel Zelaya, apoyado por los EE
UU hasta el presente 2019 en que las lideresas,
lideres y comunitarios están siendo criminaliza-
dos, perseguidos y asesinados por sicarios, con-
tratados por los sectores interesados en que las
poblaciones garífunas desalojen sus comuni-
dades, abandonen incluso el país, obligándolos
a ser migrantes, siendo los legítimos dueños de
parte del territorio de Honduras.
Como todos pueblos originarios, resguardan
conocimientos ancestrales de conexión con la
madre tierra, para ellos y ellas los territorios,
la playa, el mar son como su misma vida, es-
tuvieron ahí desde antes de su nacimiento y
se quedaran después de su partida del mundo
físico, pero mientras vivan practican la cultura
de vida, la producción de alimentos saludables,
de plantas medicinales, de practicas armonio-
sas con el medio ambiente, de conservación de
agua limpia y aire libre de contaminación. El
pueblo garífuna se siente parte de su territorio,
no se siente dueño de la tierra ni considera que
tiene derecho de dañar lo que le fue entregado
para proteger, cuidar, heredar, transmitir.
Esta cosmovisión de la vida comunitaria es in-
compatible con el capitalismo depredador, el
neoliberalismo, neocolonialismo y patriarcado.
Es un sistema de muerte contra un sistema de
vida. Mientras el pueblo garífuna lucha por re-
cuperar los territorios, reforestarlos, producir
alimentos, detener la erosión de las playas,
permitir que las madres puedan alimentar a sus
hijos en su propia tierra y cultura; el Estado de
Honduras aprueba leyes y decretos que permit-
en expropiarles los territorios y entregarlos a
las transnacionales, para que talen los bosques,
planten grandes extensiones de monocultivos
que impactan el medio ambiente, como la pal-
ma, que deja infértiles a los suelos, contaminan
las aguas con los tóxicos de los trabajos de la
minería y ordenan que persigan, criminalicen
y asesinen a los líderes comunitarios y defen-
sores que tienen el valor para luchar y denun-
ciar tales acciones.
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Como resultado mucho pueblo garífuna se
ven obligados a migrar para el norte, prin-
cipalmente las madres solteras junto a sus
niños, porque el Imperio norteamericano les
exige llevarlos para dejarlas entrar. Todavía
no se sabe cual es la intensión del gobierno
norteamericano, con los infantes garífuna,
pero para la gran lideresa Miriam Miranda,
Estos pequeños están siendo reclutados para
mandarlos a la guerra, como futuros soldados.
Origen ancestral de los Garífunas
La emigración, los desplazamientos forzados,
los procesos de liberación, pero, sobre todo,
la defensa del territorio y el acceso a la tierra
como derecho fundamental de vida, marcaron
el origen del Pueblo originario Garífuna. Para-
fraseando a Sofía Montenegro, hasta hace un
poco más de 500 años el Caribe centroameri-
cano y sus Islas estaban pobladas por muchos
grupos humanos, entre estos; los Arawak y los
Caribes, ambos del tronco lingüístico Macro
Chibcha y que venían migrando desde el sur
del Continente, poblando las Islas de sur a
norte. (MONTENEGRO, 1985).
Según Francesca Gargallo entre 1635-1675
por lo menos tres barcos españoles que trans-
portaban más de un centenar de hombres
esclavizados, traídos de África, naufragaron
frente a las costas de Barbados y San Vicente,
islas caribeñas que eran disputadas entre
Francia y Gran Bretaña, el naufragio les per-
mitió escapar y aunque parte de ellos pere-
cieron ahogados, los que lograron sobrevivir
llegaron hasta la Isla San Vicente y fueron
ayudados por los Arawak-Caribes. Así nació
un nuevo grupo étnico del mestizaje de Af-
ros-Arawak-Caribe y crearon una cultura con
idioma, espiritualidad, música, bailes y cocina
propios. A este pueblo se les llamó Garífunas,
karaphuna y garinagü, también Caribes ne-
gros; se destacan por su combatividad políti-
ca que les ha permitido forjar una identidad
donde los roles desempeñados por hombres y
mujeres están bien definidos, siendo las mu-
jeres quienes realizan un rol protagónico en
las luchas, que son principalmente por prote-
ger sus territorios. (Gargallo, 2000).
La piratería francesa y británica en sus preten-
siones invasoras y colonialistas, atacaron a los
Garífunas de San Vicente, para expropiarles
las tierras más fértiles, Los pueblos originar-
ios les dieron batalla durante 19 meses, fi-
nalmente la fuerza militar de los ingleses se
impuso y en 1775 los británicos se apropiaron
de la isla y quemaron las casas y medios de
vida de los Garífunas, a quienes expulsaron
en 1797 y los enviaron a la Isla de Roatán y
posteriormente, al puerto de Trujillo, en Hon-
duras. (Davidson, 1996).
Los invasores colonialistas que ocupaban
Honduras, aceptaron la presencia Garífuna
ya que representaban una fuerza de trabajo
adicional. Los hombres trabajaron como sol-
dados y pescadores, y las mujeres en la siem-
bra y cosecha de alimentos. De este modo Los
Garífunas, producían los alimentos para los
europeos que ocupaban Centroamérica.
El pueblo originario Garífuna o Garinagüs, ac-
tualmente habita en 48 comunidades hondu-
reñas, desde Masca, departamento de Cortés,
hasta Plaplaya, departamento de Gracias a
Dios. También se ubican en seis centros ur-
banos de Belice, en dos comunidades de Nic-
aragua y en una de Guatemala. Se estima que
hay unos 250 mil garífunas en Honduras y
más de 100 mil que emigraron hacia Estados
Unidos.
Como parte de los testimonios del origen
garífuna, es el canto de las mujeres que, en
su lengua materna, dicen: Negetia wagariabei
Büigarümutuba warubuite Yurumei negetia
Wagariabei bugarigü Hamutua harutia Eigui
liguiagu waya Bie faya faya ha and Lencho
waluan Geina un garinagu walade.
Una traducción de su sentido general, referida
por Maira Cacho, es: «Nosotros somos de Yu-
rumei, pero nos echó nuestro presidente». La
centralidad se encuentra en Yurumei, nombre
garífuna que se le da a la isla de San Vicente,
en El Caribe, de donde proviene el grupo. Es-
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tos versos indican el sentido de pertenencia y el
inicio de la diáspora. También llamados Black
Caribs, o caribes negros, esta población de
ancestros africanos y originarios centroameri-
canos ocurrió, efectivamente, en el norte de la
isla de San Vicente. (Cacho, 2016)
Espiritualidad y Matriarcado Garífuna
El pueblo garífuna afirma: Somos un pueblo
heredero de la cultura caribe insular, nuestro
idioma es producto de la fusión del arawak y el
kalinagu. Conservamos como parte de nuestra
espiritualidad el dügü - que surgió del sincre-
tismo de la espiritualidad kalinagus con el an-
imismo practicado por los pueblos de origen
bantu, además de algunas prácticas cristianas
OFRANEH.
Para realizar las practicas espirituales, los co-
munitarios construyen un centro ceremonial,
con materiales como la palma y madera, el piso
es de suelo natural. En los centros ceremoni-
ales se honra y se presenta ofrendas a las y los
ancestros, El pueblo garífuna es conocedor de
la conexión que existe entre el pasado y el pre-
sente por medio d ellos ancestros y ancestras,
en las ceremonias se hace un recordatorio a sus
orígenes, a sus luchas comunes y a su unidad
étnica y espiritual.
En las ceremonias del dügü, afianzan sus con-
ceptos de la vida después de la muerte, la con-
tinuidad de las líneas familiares matriarcales,
estrechando los lazos que unen a los garífunas,
es decir, una creencia con la convicción que los
ascendientes que habitan en el plano espiritual
interfieren a favor de la vida cotidiana de sus
descendientes.
El pueblo garífuna ha resistido a la colo-
nización de sus creencias, a pesar que como a
todos los pueblos originarios de América, les
acusaron de tener practicas diabólicas, según
el discurso conquistador y dominatorio de la
religión católica romana. A pesar de tanta in-
fluencia, los garífunas conservaron su lengua y
su sistema de creencias y esto les ha permitido
mantener la unidad, defender sus territorios y
seguir existiendo como pueblo originario.
Para el pueblo garífuna el culto a los ancestros
es la base esencial del equilibrio en sus vidas.
En las comunidades hay presencia de los Buye-
is - médicos espirituales- los que se encargan
de determinar el origen de las enfermedades,
además de servir de mediadores entre los es-
píritus de los ancestros y ancestras y de suplir
un papel como consejeros en los problemas
cotidianos. Karen García afirma al respecto
“Nuestra sociedad es matrifocal, las mujeres in-
tegramos por linaje el grupo que danza y canto
en las ceremonias espirituales, somos hered-
eras de la organización social tradicional del
pueblo garífuna”
A través de los grupos de danza se mantiene
viva la transmisión del conocimiento tradicion-
al garífuna, además de fortalecer la familia ex-
tensa y la red de apoyo mutuo. Las ceremonias
son frecuentes y poseen propiedades terapéuti-
cas en su mayoría.
Todas las ceremonias van acompañadas de
canciones y danzas, que son una muestra de
la cultura de nuestros ancestros del Abya Yale
y de la madre África. El pueblo garífuna como
herederos del idioma arawak maipure nort-
eño nos encontramos íntimamente ligados a
las culturas originarias del Orinoco, de donde
proviene el casabe , la danza en círculo y la
construcción de cayucos. El factor de haber
conservado el dügü, sin poseer un fuerte sin-
cretismo con el catolicismo, es una de las ra-
zones de la fortaleza cultural que poseemos.
Son pocos los pueblos originarios del Istmo
Centroamericano que han podido preservar
hasta la fecha sus culturas, especialmente sus
prácticas espirituales, las que en su mayoría se
han diluido aceptándolos esquemas de la cul-
tura occidental impuesta y dominante. (García,
2019).
La Matrifocalidad: Para el pueblo Garífuna
las mujeres juegan un rol jerárquico en las cer-
emonias espirituales ancestrales, estos encuen-
tros espirituales son dirigidos por las abuelas
llamadas nagoto, a las que se les rinde tributo
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en el Dügü. Los hombres garífunas saben que
las mujeres son elegidas de generación en gen-
eración para comunicarse con las ancestras y
ancestros, ellas resguardan conocimientos an-
cestrales vitales para la vida del pueblo garífu-
na, por eso, todo autentico garífuna reconocen
y respectan el matriarcado y la importancia que
tienen estas mujeres en la defensa del territorio
ancestral.
La herencia matrilineal es llamada alagan y se
conserva hasta la actualidad, pero según OF-
RANEH se ha venido luchando para que no
desaparezca o sea sustituida por el concep-
to de herencia patriarcal predominante que
enseña la cultura occidental y que practica la
población mestiza de América Latina mestiza.
Afirman que, así como el reconocimiento del
Matriarcado ancestral garífuna garantiza la un-
idad del pueblo con sus ancestros y ancestras,
y el éxito de las luchas comunes, también se
enfrentan al peligro cotidiano que su propia
población se deje manipular por el Estado de
Honduras y caigan ante la filosofía patriarcal.
Principalmente por la aparición de los nuevos
procesos de “legalización” y titulación de tier-
ras promovidos por el Estado, que han servido
para despojar al pueblo Garífuna, y desconocer
la herencia matrilineal.
En el año 2001 la Cultura Garífuna fue declara-
da Patrimonio Intangible de la Humanidad
por la UNESCO, esta distinción posee un peso
nominativo ya que es un reconocimiento a la
originalidad ancestral a pesar del avance del
colonialismo impuesto hace 500 años y que
se conserva hasta el presente. Para el pueblo
garífuna que conserva su cultura, si se pierde
la matrifocalidad y la espiritualidad, se perderá
también el territorio y posteriormente el pro-
pio pueblo. Para el comunicador popular Cesar
J. La sobrevivencia del pueblo Garífuna sería
un desafío ante la desaparición del territorio y
la pérdida del idioma y la cultura matrifocal.
Los retos son enormes, pero con la protección
y la guía de las deidades ancestrales, así como
la resolución en la defensa de nuestra heren-
cia cultural y territorial lograremos sobrevivir
como cultura originaria matrifocal, para garan-
tizar los bienes comunes de la naturaleza a las
futuras generaciones. (J, 2019).
Lucha y defensa de los territorios
Para los pueblos originarios del Abya -Yala (la
tierra donde corre la sangre), el territorio no se
reduce al espacio que se habita (casa y comu-
nidad), sino que va más allá de la concepción
urbana que los entiende como espacios de uso
(lugar de habitación, lugares de servicios, es-
pacios de convivencia y recreación). Y va más
allá todavía de la concepción rural, espacio
de habitación y espacio de producción (traba-
jaderos), llegando hasta lo que la Compañera
Berta Cáceres denominaba “hábitats funcion-
ales”. Para el pueblo Garífuna, existe un vínculo
indivisible entre ellos como comunidad, el mar
y sus tierras ancestrales, es un arraigo cultural
que ha venido siendo violentado por el Estado
hondureño, quien de forma intencionada ha or-
denado o promovido acciones de usurpación y
despojo.
Los Garífunas expresan: El mar sabe todos
nuestros secretos, nuestras penas y alegrías.
Él sabe todos los misterios, es un amigo que
siempre está ahí. Cuando nosotros nacimos ya
estaba ahí; cuando nos vayamos, él va a quedar
todavía. Enero de 2017. (OFRANEH, 2019).
En el siglo XVIII los colonialistas franceses y la
Corona de España unieron sus intereses y obli-
garon a que los garífunas migraran a las costas
hondureñas, posteriormente los gobiernos re-
publicanos les reconocieron ser pobladores de
lo que ellos llamaron la «terra nullius» (tierra
de nadie). Ahí se dedicaron a la pesca, a la caza
y a la agricultura de subsistencia.
En el año de 1885 recibieron el primer recono-
cimiento jurídico, con las titulaciones de las
tierras de Santa Fe, San Antonio y Guadalupe,
consideradas ejidos municipales. El título fue
comunitario, acorde a las costumbres del grupo
étnico. En 1889 extendieron el título de Punta
Castilla a favor de las comunidades de Cristales
y Río Negro; en 1915, Iriona y Travesía; en
1921, Limón y Santa Rosa de Aguán; en 1922,
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Punta Piedras y Cusuna; en 1936 los garífunas
recibieron los papeles legales para los territo-
rios de Sangrelaya, Tocamacho y los ejidos de
Bacalar; y en 1950, la acreditación de Triunfo
de la Cruz.
En la década de los 90, los garífunas enfren-
taron la contra reforma agraria, enmarcada en
la Ley para la Modernización y el Desarrollo
del Sector Agrícola, la cual permitió la venta
de las tierras y las cooperativas campesinas
surgidas en los años 70. Por su parte, la Ley
de Propiedad, en su artículo 100, posibilitaba
la anulación de los títulos comunitarios. Bajo
este marco legal, los garífunas enfrentan políti-
cas que promueven la comercialización, el aca-
paramiento y la individualización de las tierras
comunitarias ancestrales.
Los nuevos invasores no tardaron en llegar para
expropiarles sus territorios, en esta ocasión
eran los ganaderos, madereros, políticos, mili-
tares, empresarios, alianzas públicas y privadas,
consorcios transnacionales y grupos ligados al
narco tráfico o crimen organizado. Estas leyes
también permitieron las Concesiones Mineras y
proyectos de generación de energía en Hondu-
ras, lo más impactante es que 159 concesiones
mineras y las 33 licencias para la generación de
energía, otorgadas desde el 2009 por el Estado,
fueron dadas en los departamentos donde es-
tán los territorios ancestrales de los garífunas,
bajo el amparo de la Ley de Minería y la Ley
General de Aguas que permiten la explotación y
extracción de las áreas protegidas, representan
una amenaza para sus territorios. Además de
las aprobaciones decretadas por el Congre-
so Nacional para la explotación petrolífera, la
conformación de las Zonas de Empleo y Desar-
rollo Económico (ZEDE) y las Ciudades Modelo
proyectadas dentro de 20 comunidades garífu-
nas.
La coordinadora de la OFRANEH, Miriam
Miranda, explica que la lucha por defender sus
territorios es difícil, porque la cantidad de las
concesiones cedidas por el Estado en las zo-
nas donde están los territorios garífunas, sola-
mente se pueden estimar, no se puede tener
cifras concretas, porque «a pesar que existe una
Ley de Transparencia, también está la Ley de
Secretividad y cuando pedimos que nos den la
información, la niegan». Esta conducta pública
contradice el Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), ratificado por
Honduras en 1995, que otorga el derecho de los
pueblos originarios a ser consultados de mane-
ra previa, libre e informada, para que sean ellos
y ellas los que decidan el uso de su territorio
ancestral. Pero en la práctica, muchas veces
los garífunas se percatan de los proyectos de
exploración al ver las máquinas de excavación.
(Miranda, 2019) .
Para la OFRANEH, perder el territorio ances-
tral diluiría la cultura garífuna y la reduciría a
ser solamente un grupo afrodescendiente. Las
políticas de explotación y extracción, así como
las prácticas ilegales, amenazan a un pueblo
con una visión particular sobre la propiedad,
quienes practican tradiciones que reflejan su
cosmovisión comunitaria, como tierra colectiva,
entienden los territorios ancestrales utilizados
bajo un sistema de administración comunitario.
La dinámica del uso territorial se basa en sus
tradiciones antiguas que definen, distribuyen y
regulan los derechos individuales y colectivos a
la tierra, lo que suele llamarse como tenencia
consuetudinaria.
Las tierras comunitarias son propiedad de y es-
tán gestionadas por hombres y mujeres que de-
sarrollan diversas actividades, como la agricul-
tura, la caza y la pesca. Utilizando los recursos
naturales como bien común. Para comprender
el apego del garífuna a la tierra comunitaria,
se debe reflexionar en lo que significan las pal-
abras de Idelfonsa Guzmán, una garífuna de
72 años, cuando dijo: «Estoy muriendo solo
de pensar que si nos quitan nuestras tierras a
dónde vamos ir a vivir. Aquí nació mi bisabuela,
mi abuela, mi mamá, yo, mis hijos, mis nietos
y bisnietos», dijo la habitante de Barra Vieja,
una comunidad desplazada por las compañías
bananeras, fundada en 1919 y registrada por la
municipalidad de Tela.
Manifestado por Idelfonsa describían las pre-
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siones y desalojos que enfrentan los garífunas
de las comunidades aledañas en el 2014 por un
megaproyecto turístico, en un territorio ocupa-
do por este pueblo originario desde 1885. Sin
embargo, en al 2015, cuando el pueblo garífuna
se levantó en defensa de sus cuerpos-territorios,
el Tribunal de Sentencia de Tela acusó a 64 garí-
funas por el delito de usurpación en el caso del
proyecto Indura, las denuncias fueron hechas
por la Empresa Nacional Portuaria (EPN) y el
Instituto Hondureño de Turismo (IHT). Luego
de largos procesos legales, que incluían visitas
a los juzgados todas las semanas, fueron absuel-
tos el pasado 9 de septiembre de 2016.
Frente a estas luchas constantes, vienen las con-
secuencias, Miriam Miranda afirma que «Cuan-
do los pueblos se ven amenazados, emigran.
Prueba de ello fue ese mismo proyecto turísti-
co, que dejó a la comunidad de Tornabé sin
ningún tipo de territorio para producir, ni para
recolectar frutas. Es una situación terrible con-
tra las mujeres, porque son las que producen.
Estos proyectos afectan su economía, sobre todo
porque el 80% son madres solteras. En Tornabé
comprobamos que casi el 70% de la comunidad
que migró entre 2014 y 2015, fueron madres
con sus hijos. Si por naturaleza el garífuna em-
igra, no es de esta manera», comenta Miriam
Miranda.
De acuerdo a un estudio de la organización
juvenil garífuna, Nanigu, de enero a agosto
de 2014 emigraron más de 300 habitantes de
Corozal hacia Estados Unidos, en su mayoría
jóvenes de 12 a 30 años. Resalta el caso de
Magda Meléndez, de 18 años, quien falleció en
agosto de 2016, al caer de un tren mexicano du-
rante su travesía migratoria. «Historias como la
de ella antes no sucedían con los garífunas, son
hechos que demuestran, que nos enfrentamos a
un fenómeno terrible, así como al deterioro de
nuestras condiciones de vida en Honduras», co-
menta Miranda.
Lo ocurrido en Barra Vieja no es aislado. Co-
munidades garífunas como Miami, San Juan,
Triunfo, Tornabé, Santa Fe, Vallecito, Sambo
Creek, Puerto Castilla, Corozal, Nueva Armenia,
Punta Piedras, Iona, Masca, Cusuna, se encuen-
tran en situaciones similares, los proyectos e
invasores varían, pero todos evidencian que el
acaparamiento ilegal de las tierras ancestrales,
es por lejos, una realidad pretérita.
La defensa del territorio de Vallecito es un
ejemplo de perseverancia del Pueblo Garífuna,
donde mujeres y hombres unidos luchan con
la esperanza de recuperar esta tierra ancestral,
razón por la cual enfrentan amenazas, acoso,
persecuciones, secuestros, ataques físicos, in-
timidaciones y judicializaciones. El modelo ne-
oliberal, capitalista del Gobierno de Honduras
realiza usurpación no solo de los territorios an-
cestrales garífunas, sino también de su cultura,
ya que pretenden hacer desaparecer al pueblo
garífuna por medio del mestizaje. Ante la resist-
encia y lucha, ejercen la represión e imponen
sus proyectos económicos que no solo implican
despojos de territorios, sino que también conlle-
van a la discriminación, contracultura e impacto
negativo contra el hábitat funcional.
Miriam Miranda afirma “Las acreditaciones son
nuestro respaldo, pero sabemos que en Hondu-
ras tener títulos no es garantía de respeto, en la
práctica existe un sistema que permite su viol-
ación, capaz de otorgar certificados sobre certi-
ficados y no castigar las invasiones”, explica la
lideresa garífuna. (Miranda, 2019) . En efecto,
la obtención en 1995 del título comunitario de
Vallecito no evitó que, ese mismo año, la Cor-
poración Dinant, una agroexportadora fundada
por Miguel Facussé (1924-2015), tomara cien
hectáreas del territorio garífuna para extender
el cultivo de palma africana de su Finca Faral-
lones, colindante con las tierras ancestrales.
Con esta invasión, la comunidad enfrentó a un
consorcio poseedor de una quinta parte de las
tierras agrícolas del Bajo Aguán, también fa-
vorecido con el cierre del CREM y presunto in-
volucrado en otros conflictos de tierra, como en
la masacre de cinco campesinos en la finca de El
Tumbador, un predio cercano a Vallecito.
Miranda afirma que a medida que las palmas af-
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ricanas crecían, los garífunas visitaron durante
nueve años los juzgados. Presentaron una y
otra vez los títulos. Los abogados de Facussé
adujeron tener también acreditaciones legales.
Hasta que, en 2004, un fallo de la Corte Supre-
ma de Justicia (CSJ) favoreció a la comunidad
garífuna. Siendo una de las pocas resoluciones
legales contra la Corporación Dinant, tras su
fundación en 1960. «Facussé se adueñó de
nuestras tierras, como lo hizo en muchos otros
lados. Pero tras casi una década de lucha, las
recuperamos. Karen García una de las mujeres
garífuna defensora de Vallecito explica que a
los garífunas no les gusta el cultivo de palma,
porque vuelve infértil a la tierra.
El año 2004 el Pueblo garífuna recuperaron
legalmente 100 hectáreas de sus territorios,
pero con esto se dio el inicio de las invasiones
armadas en todas las comunidades.
En el proceso de recuperación de Vallecito
Santos Euquerio Bernárdez Bonilla, apareció
asesinado a machetazos. Él era un composi-
tor de música tradicional y vicepresidente de
una de las seis cooperativas instaladas en Val-
lecito, quien, además de construir un legado
cultural para su etnia, defendía el territorio.
Este crimen ocurrido en el departamento de
Colón, permanece impune. Miembros de la
OFRANEH comentan que la expoliación terri-
torial de 2004 en Vallecito, evocó en la me-
moria de los garífunas, el ocurrido en Puerto
Castilla, cuando en 1977, el General Gustavo
Álvarez Martínez, fundador del «escuadrón
de la muerte» denominado como «Batallón
3-16», pistola en mano, obligó a la Comunidad
de Cristales y Río Negro a ceder las tierras del
paraje conocido como La Puntilla a la Empresa
Nacional Portuaria (ENP).
Al considerar que la cultura garífuna tiene
históricamente una estructura familiar, en su
mayoría de carácter matrifocal, es decir, cen-
trada en la figura materna, no sorprende que
la defensa de sus territorios o la coordinación
de muchas de sus comunidades, recae en las
mujeres. Como es el caso de Karen García. Co-
ordinadora de Vallecito. Es originaria de San
Juan, Tela, llegó en 2012 a Vallecito, encontró
apenas cuatro garífunas. Todos hombres. Los
demás habían emigrado a raíz de los conflic-
tos. Bajo estas condiciones, su encomienda era
convertir el asentamiento en una reserva para
los pobladores de esta etnia.
Cuatro años bajo su administración comuni-
taria bastaron para atraer a 20 familias, «las
personas que viven acá son de diferentes co-
munidades, pero ahora dicen que son de Val-
lecito», comenta. Pero nada ha sido sencillo.
Ni recuperar el territorio, ni aproximar a la
gente, ni crear identidad comunitaria. A pesar
que la perspectiva tradicional de género en la
cultura garífuna, podría decirse, es más abi-
erta que en las otras siete etnias hondureñas,
la coordinadora confiesa haber enfrentado el
machismo de los hombres, «hay veces no me
querían hacer caso, les costaba entender que
fuera una mujer la que orientara a la comu-
nidad».
Este es el único pueblo garífuna que no está
a la orilla del mar Caribe -se encuentra a tres
kilómetros-, pero más que un inconveniente,
los pobladores lo consideran una ventaja,
debido a la erosión costera que enfrentan las
demás comunidades, la cual consiste en la
desintegración y eliminación gradual de sus
playas. Su lejanía con el mar limita la pesca,
pero también los especializa en la agricultu-
ra, ya sea colectiva, y si se solicita, también
de manera individualizada. Una actividad
compleja porque, en invierno, los campos de
siembra se empantanan y durante el verano,
la zona es afectada por la sequía.
Karen afirma que en la nueva comunidad
construyeron un centro ceremonial para la
espiritualidad y rendir agradecimiento a las y
los ancestros. Alrededor del centro ceremoni-
al, construyeron las viviendas, con materiales
Raíces
41
Matriarcado garifuna..Martha Flores Recinos
Revista Nicaragüense de Antropología Año 3 No.6 | 2019 Julio - Diciembre
que les proporciona su entorno y el comercio
en esta remota región: bahareque, yagua, caña
brava, bloque, paja y zinc. La concepción ar-
quitectónica es tradicional, más que en las co-
munidades garífunas cercanas a las ciudades,
donde la costumbre se compagina con la ur-
banidad.
Las adversidades económicas no impidieron
que la organización comunal instalara una
escuela unidocente. Evelin Marín, una joven
garífuna, es la maestra para los 15 niños y
niñas inscritas en seis grados. La OFRANEH
paga su salario. A un lado donde antes había
una caballeriza del «Rancho El Dorado», la do-
cente imparte la educación bilingüe. Ella por
momentos explica en español y los alumnos
responden en garífuna, lengua considerada en
2001 por la Organización de las Naciones Un-
idas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), como Patrimonio Cultural Inmate-
rial de la Humanidad.
Conclusión
El pueblo Garífuna permanece en resistencia
por las amenazas permanentes de parte del Es-
tado de Honduras, las transnacionales y todo
el sistema patriarcal, imperial de la potencia
norteamericana. El principal motivo por el que
sufren amenazas y criminalización es por los
territorios que legítimamente les pertenecen
desde hace mas de dos siglos, estos son espaci-
os ricos en recursos naturales que los garífunas
protegen con sus propias vidas y que el estado
de Honduras pretende destruir al entregarlos
en concesiones a las transnacionales, cum-
pliendo así con las ordenanzas de la potencia
norteamericana.
Para mantenerse en lucha son respetuosos de
las matriarcas que mantienen viva la espirit-
ualidad ancestral y la comunicación con las
ancestras y ancestros que les transmiten sabi-
duría y predicciones para que puedan tomar
decisiones acertadas contra los invasores.
También crearon la Organización Fraternal
Negra de Honduras OFRANEH, que es un
referente de las luchas sociales del pueblo
garífuna y de todos los pueblos originarios de
Honduras, por lo que representa un obstáculo
para el Estado que respalda el avance de un
modelo extractivo y excluyente, sus constantes
movilizaciones, acciones de resistencia civil,
evidencian ante la comunidad internacion-
al los hechos de corrupción, omisión de re-
sponsabilidades sociales, entre otros; cometi-
dos por el gobierno actual, este hecho significa
que la arremetida contra la organización sea la
pretensión de criminalizar a sus miembros, así
como a las comunidades donde hay presencia
de OFRANEH.
Para los garífunas, perder el territorio ances-
tral diluiría su cultura y la reduciría a ser sola-
mente un grupo afrodescendiente. Las políticas
de explotación y extracción, así como las prác-
ticas ilegales, amenazan a un pueblo con una
visión particular sobre la propiedad, quienes
practican tradiciones que refiejan su cosmov-
isión comunitaria. Al considerar que la cultura
garífuna tiene históricamente una estructura
familiar, en su mayoría de carácter matrifocal,
es decir, centrada en la figura materna, no sor-
prende que la defensa de sus territorios o la
coordinación de muchas de sus comunidades,
esté en las manos de mujeres.
Concluyo haciendo un llamado a los pueblos
de América, a las organizaciones, movimien-
tos sociales e instituciones protectoras de los
Derechos Humanos y las culturas originarias a
unirnos y pronunciarnos en defensa del pueb-
lo Garífuna de Honduras, primordialmente
en defensa de sus matriarcas que por estar al
frente de las luchas se encuentran amenazadas
de muerte.
Bibliografía
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Raíces
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Martha Flores Recinos
Maestrante de la Maestría en Antropología y Liderazgo Social tercera cohorte. Formación principal Sociología.
Ha trabajado como Presidente de la Asociación Educación para el Desarrollo. Intipachamama, Coordinadora
de la Secretaria Regional Jubileo Sur Américas, y Consultora en Proyectos sociales, su experiencia se
desarrolla en varios países latinoamericanos en particular en Honduras, El Salvador, Nicaragua.