Raíces
Revista Nicaragüense de Antropología Año 1 No.2 | 2017
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La Familia en los Pueblos Originarios y Afrodescendientes...Víctor Manuel Del Cid Lucero
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Revista Nicaragüense de Antropología Año 1 No.2 | 2017
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Etnografía, escritura y experiencia
Hacia un relato polifónico: experiencias de campo
en la Ciudad de La Plata
Towards a polyphonic story: Field experiences in the City of La Plata
Antropólogos e Investigadores
Universidad Nacional de la Plata, Argentina
Resumen
Si como sostiene Herzfeld (1987) “la antropología, es la práctica de una teoría”, la práctica de la disciplina
se aprende en el “Trabajo de Campo”. Aprender a distinguir, a observar, a escuchar, a saber interrumpir
y a registrar. Partiendo de una práctica de entrenamiento en trabajo de campo en la ciudad de La Plata,
Argentina, pretendemos en este artículo debatir sobre la construcción de un conocimiento colaborativo,
intentando derribar esos mitos arraigados del genio del/la antropólogo/a en soledad, aislamiento y
exotismo. Desde una narrativa polifónica, acorde al desarrollo de la investigación, compartimos algunas
reflexiones sobre este rito de iniciación en el oficio del antropólogo y los avatares de la escritura. Poniendo
de manifiesto la tensión, entre lo individual y lo grupal, que entendemos constituyen en su dialógica, el
meollo de la construcción del conocimiento colaborativo.
Palabras clave: Experiencia, Trabajo de campo, Antropología Urbana, Conocimiento colaborativo, Método
Abstract
If, as Herzfeld (1987) sustains “anthropology is the practice of a theory”, the practice of the discipline is
learned on the “fieldwork”. To learn to distinguish, to watch, to listen, to know when to interrupt, and
to register. In this article we discuss the construction of a collaborative knowledge trying to tear down
those ingrained myths of the anthropologist / genius in solitude, isolation and exoticism, starting from a
training practice on field work in the city of La Plata, Argentina. From a polyphonic narrative, according
to the development of the investigation, we share some reflections on this initiation rite in the profession
of the anthropologist and the avatars of writing. Highlighting the tension between the individual and
the group, what we understand constitutes, in its dialogic, the core of the construction of collaborative
knowledge.
Key words: Experience, Fieldwork, Urban Anthropology, Collaborative Knowledge, Method.
Recibido: 05-07-2017
Aceptado: 14-11-2017
Griselda Späth
Orcid 0000-0002-9386-4419
griseldaspath@gmail.com
Rosana Menna
Orcid 0000-0002-3424-2257
rosana.menna@gmail.com
Mora Ruffo
Orcid 0000-0002-5465-4996
mora.ruffo@gmail.com
Julián Trovero
Orcid 0000-0001-6735-299X
juliantrovero@gmail.com
Araí Itatí Acuña
Orcid 0000-0001-7164-9702
araia8@hotmail.com
Gonzalo Schmidt
Orcid 000-0002-4177-3988
schmidt_gonzalo@yahoo.com.ar
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Hacia un relato polifónico: experiencias de campo...Griselda Späth et al.
Introducción
Hacia Un Relato Coral
El espacio urbano enfrenta a los antropólogos, y nos ha
enfrentado en cuanto aprendices del oficio (Augé, 2007;
Bourdieu et al., 1999), a requerimientos particulares
en el trabajo de campo, como la necesidad de llevar
a la práctica ese mecanismo de desdoblamiento tan
personal y siempre requerido: “el extrañamiento”
(Augé, 1996; Althabe, 1999).
Hacer antropología en un presente próximo sugiere
una serie de condiciones para producir conocimiento
desde el interior del mundo social a escala
microscópica. Los sujetos agrupados en la “situación de
campo” pertenecemos a una pluralidad de situaciones
sociales. Desde donde estemos, sólo obtendremos una
presentación de sucesos, relaciones e intercambios
bajo la forma de una “puesta en escena”, que surge
en el encuentro con los sujetos, y cuyo sentido debe
primar en la misma situación:
El investigador es uno de los actores del juego social
que se ha dado a la tarea de comprender, cuya
coherencia quiere poner en evidencia, cuyas reglas
quiere definir, permite tratar a la investigación
misma como un terreno de indagación. La manera
en que el antropólogo queda ´convertido´ en actor,
las transformaciones de su posición, las relaciones
en las cuales se ve implicado, forman parte del
universo social que estudia y son construidas por
el modo de comunicación que elabora los términos
que en él se emplean” (Althabe,1999, p.65).
La investigación en la que trabajamos comenzó cuando
movidos por el interés de experimentar algo vinculado
al oficio antropológico, Rosana, profesora de una de
las materias que habíamos cursado recientemente, nos
sugirió hacer “algo”.
El objeto de estudio, los objetivos, y la metodología no
los teníamos demasiado claros, empezamos con la idea
de estudiar el espacio público. Estábamos casi todos por
terminar el segundo año de la carrera de Antropología,
y la estrategia de Rosana para transmitirnos el modus
operandi del quehacer antropológico fue guiarnos con
pocas instrucciones, algunas correcciones y muchos
ejemplos al estilo de los manuales de metodología. Como
señalan Bourdieu y Wacquant (1995), de una forma más
parecida al entrenador deportivo que a un profesor.
Como actores del juego social que tratábamos de
comprender nos proponemos hoy, jugar con la memoria
y reflexionar sobre la práctica de entrenamiento en el
trabajo de campo en nuestra ciudad: La Plata.
Desarrollo
Nuestro espacio urbano
La ciudad de La Plata - capital de la provincia de Buenos
Aires, Argentina - fue fundada el 19 de noviembre de
1882. La idea rectora de Dardo Rocha, el gobernador de
Buenos Aires, era “fundar una gran ciudad cuyo trazado
y características urbanas sintetizasen condiciones
de: higiene, las conquistas del arte y adelantos de la
industria” (De Paula, 1987, p.77).
Así el trazado de la misma resultó clave para llevar
adelante el proyecto urbano que se propuso. En palabras
de este autor: “La ciudad de La Plata se materializó
como un reflejo del urbanismo de fines del siglo XIX
en la amplitud de sus calles y avenidas arboladas que
aseguraban comodidad, ventilación e higiene; también
se hizo presente aquel espíritu en la abundancia de sus
plazas, parques y su Paseo del Bosque, providencialmente
salvado por el Dr. Rocha” (De Paula, 1987 p.88). Dentro
de esta lógica en 1883 se creó una comisión cuyo fin
era encargarse del arreglo de las plazas públicas. Plaza
Moreno, siendo el centro geométrico de la ciudad, reúne
los edificios de importancia cívica local: la Catedral y la
Municipalidad. Con algunas excepciones, la mayoría de
las plazas se configuran como rotondas, cuadrados en
Vista aérea de la ciudad de La Plata, donde se aprecia el trazado fun-
dacional. Fuente: Pousta
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Etnografía, escritura y experiencia
posición ortogonal o diagonal, lo que genera distintos
diseños de la trama urbana.
Al día de hoy, como pudimos apreciar durante nuestro
trabajo de campo, las plazas permanecen como espacios
públicos, manteniendo el espíritu original del trazado y
la relevancia en la vida cotidiana de sus habitantes.
La investigación fue un proceso largo, que abarcó
varios momentos y formas. Fuimos construyendo y
delimitando el objeto a medida que avanzábamos en el
trabajo de campo y en las lecturas. Algunos de nosotros
comenzamos leyendo y en un momento posterior
salimos al campo, mientras que otros a partir de las
inquietudes allí surgidas, pasamos a la reflexión teórica,
mediada nuevamente por la lectura.
Con la idea de refractar nuestras diferencias en tanto
actores sociales plurales de la misma investigación,
abrimos este trabajo con una presentación polifónica de
nuestras experiencias.
Contrapunto de Solistas:
Mora
Mi primera participación en el grupo fue en plaza
Moreno. Tras faltar a la reunión previa, llegué al campo
con un: “Llévate una libreta y llega a las dos, nos
encontramos en el medio de la plaza”. Decir perdida,
es poco. Ese primer día copié las preguntas que habían
hecho y acompañé a los demás en sus entrevistas. Me
dediqué a observarlos a ellos y a hacer, muy de vez en
cuando, comentarios. Durante las primeras reuniones
recuerdo que no participé mucho, me centré en mirar
la dinámica del grupo y ver qué era lo que Ros nos
presentaba y nos pedía, no me sentía lista para participar
del todo y preferí empezar en silencio. Como yo no soy
de la ciudad, ir a las plazas fue conocer nuevos lugares
y ampliar un poco el espacio por el que me manejaba.
Desde un principio me emocionó mucho el juntarnos a
“hacer antropología”, lo que fuera que eso quisiera decir.
Julián
Yo ingresé a la facultad en el año 2009. El entusiasmo
me duró poco. Al año decidí regresar a mi casa, en los
alrededores de la ciudad, y dejar mi residencia en La
Plata. En ese momento tuve una crisis con la carrera. La
delegué al último plano. Pero casi como una obligación
no perdí la constancia, sobre todo, con los exámenes.
A las pocas semanas, Rosana nos ofreció, a algunos
compañeros y a mí, ingresar al laboratorio de la División
Etnográfica. La propuesta era trabajar sobre las plazas
de nuestra ciudad; algo así como “el uso del espacio
público”. Nunca fue muy clara. Acepté. Casi sin querer.
No me sentía cómodo en ninguna clase, en ningún
laboratorio, sin embargo, acepté.
Las plazas fueron una buena experiencia. Me
acuerdo del miedo que tenía antes de ir a la primera.
Llevábamos algunas preguntas para hacer entrevistas.
Incertidumbre era todo lo que teníamos. No me
sentía en condiciones de trabajar. ¿Cuándo cambié
mi actitud? Creo que fue cuando una chica más o
menos de mi edad se sentó a descansar en un banco.
La entrevisté, algo me gustó en ella, me dejé llevar
por la situación. Sin importar la información que
saqué o que perdí esa fue mi primera entrevista,
o por lo menos la primera de la que tengo
buen recuerdo. Desgrabar fue una experiencia
horrenda. Había que desgrabar por alguna razón.
Plano de la Ciudad de La Plata con las plazas donde se realizaron
las observaciones y entrevistas, marcadas en rojo. La Plata, 2014
Fuente: Web Gifex
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Hacia un relato polifónico: experiencias de campo...Griselda Späth et al.
Es lo que hacen los antropólogos. Tampoco me
sentía antropólogo.
Araí
¿Cómo empecé mi trabajo? venía de terminar un
primer año muy difícil relacionado mayoritariamente
a las ciencias naturales. En segundo año comenzó
eso que había anhelado y con ello el descubrimiento
de la carrera, materia tras materia. Por esa época,
una profesora nos invitó a hacer trabajo de campo
en las plazas, ¿En las plazas? Lugar que desde
siempre me trajo buenos recuerdos, cargados de
vivencias gratas y hermosas experiencias, ¿Cómo
decir que no? Me entregué sin duda. Entrevistas,
observaciones, grabaciones, palabras que escuchaba
decir a diario, pero no comprendía aún su significado...
Con el tiempo, pude entender que esta primer experiencia
fue muy importante en el desarrollo posterior de todos
mis trabajos de campo, mis entrevistas, hasta incluso el
lugar donde elegí trabajar (el proyecto de investigación)
ya que al haberlo hecho de una manera colaborativa, y
en grupo, posteriormente siempre busqué experiencias
similares; no en la soledad que requieren ciertos trabajos
antropológicos. Considero que nuestra primera entrada
al campo modela la práctica profesional, inscribiéndose
en el cuerpo.
Gonzalo
Todo comenzó con una inquietud, un interés que se
remitía a la cuestión de tener una experiencia en el
aprendizaje acerca del quehacer antropológico. Se
asomaba una imagen idílica producto de lecturas de
aquellos autores clásicos que nos relataban acerca de
tierras lejanas en sus etnografías. No obstante, ante el
peso de la evidencia del momento histórico reciente y
geográficamente cercano, se convertía aquello en una
representación casi novelesca. Narrativas insoslayables,
por la riqueza de sus datos y contribuciones para pensar
el trabajo de campo, sin duda aportaron al ejercicio de
la antropología para estar ahí. En este caso, para estar
en una plaza observando “un detalle que yo reconozca
significativo según mis ideas de lo que constituye una
diferencia”, lo cual era un reto y una apuesta por la
antropología urbana como persona que habita esta
misma ciudad: situarse en el campo y no sólo en una
plaza de mi cotidianidad.
Rosana
A pesar del tiempo transcurrido, siempre recuerdo a
“mis” estudiantes, y sí, digo bien “recuerdo”, dado que
esta palabra con un origen tan latino: “ricordo”; y como
me han dicho los etimólogos, sería su significado último
y escondido “volver a pasar por el corazón”. Así nace
la propuesta de trabajar “juntos” para que pudiéramos
narrar, lo que fue para ellos el ineludible “rito de pasaje”:
el trabajo de campo.
Casi todos los años, al terminar la cursada, se acercan los/
las estudiantes para conocer la “cocina” de los trabajos de
investigación. La mayoría de las veces acobardados/as por
la tarea inmensa, hercúlea que suponen deben realizar:
escribir una obra como la de los grandes clásicos que han
leído dentro de la currícula, intrigados por trasponer la
teoría en trabajos específicos. Así, se fueron formando
los grupos con aquellos motivados por conocer. Y en esos
vínculos, fueron descubriendo fortalezas y debilidades,
que posibilitan ir asumiendo roles, compromisos, gustos
e ideologías; aspiraciones y sueños.
Desde una formación y experiencia metodológica de
índole cualitativo descriptivo, suelo estar muy atenta
a la sinderepia (Pardinas, 1993), pues en este tipo de
abordajes es de mucha importancia tener en cuenta
quienes la realizan, según sean las motivaciones de
cada recorrido biográfico. Por ello planteo temas o topos
muy amplios, así afloran esas preguntas minúsculas,
pero que un trabajo reflexivo puede convertirlas en un
“objeto” de investigación. Mayormente, la experiencia
y alguna lectura me ha indicado que una cuota de
misterio, seduce (Baudrillard, 1981), despierta la pasión
y aflora la creatividad.
Un trabajo en conjunto
Nuestra ida al campo fue un proceso de reflexión
continua, circunscribimos en simultáneo las técnicas de
construcción de datos, y los conceptos que aplicábamos.
Realizamos observaciones que registramos en libretas de
campo, tanto en forma gráfica cómo narrada, grabamos
entrevistas personales semi-estructuradas, individuales y
grupales (focus group naturales, Marradi et al., 2007) y
tomamos fotografías digitales.
Revisábamos en el laboratorio las entrevistas para ver
cómo podíamos mejorar nuestra performance en el
campo, empezamos apegándonos a las preguntas que
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Etnografía, escritura y experiencia
habíamos diseñado y a medida que nos sentimos más
cómodos las flexibilizamos. También fuimos ajustando el
diseño de las mismas, para asegurarnos que las respuestas
no fueran influenciadas. En el campo aprendimos a
“escuchar”, a poner en práctica nuestras incipientes
reflexiones metodológicas.
Del ejercicio de observación entendimos que teníamos
que delimitar un contexto. Entonces nos propusimos
aunar criterios en la forma de registrar, ya que los datos
que cada uno había construido no eran homologables.
Al inicio, cada uno tenía diferentes intereses, la mayoría
de nosotros comenzó sin ninguna lectura, pretendiendo
que el campo nos abriera los interrogantes. Despertado
el interés, buscamos en la lectura las herramientas
para enfrentar nuevamente la tarea e ir completando
(en el campo) el ejercicio de cada una de las técnicas.
Así, casi sin notarlo, fuimos armando nuestra caja de
herramientas repleta de experiencias, técnicas y teoría,
indispensable para el oficio del antropólogo.
El hecho de que el trabajo se realizara en nuestra ciudad
nos obligó a repensar el entorno, delimitándolo como
objeto de estudio. Vivir en la ciudad o en sus alrededores
hizo que ir al campo pareciera sencillo, en el sentido de
que estaba cerca, siempre ahí, a nuestro alcance.
La práctica nos mostró que estar ahí” como antropólogo
implicaba un cambio de actitud momentáneo nada fácil
de realizar: no fue algo intensivo, no nos instalamos un
largo período de tiempo en un contexto completamente
diferente al de nuestra cotidianeidad. En un principio el
“extrañamiento” fue un esfuerzo consciente; un desafío
que con el tiempo fuimos internalizando. Nunca lo
logramos del todo. Conocíamos los lugares de distintas
maneras: los que vivimos toda la vida en la ciudad
teníamos una perspectiva diferente de aquellos que
recién llegábamos; todas las miradas aportaron a la
construcción de la perspectiva antropológica.
La Partitura
Rosana
Esta narrativa, cómo el trabajo mismo, se
constru desde el estilo y la creatividad de todos los
que participamos. Fue mi interés promoverlo como
facilitadora de conocimiento, pues no me sentiré nunca
una docente que tiene “el saber”. Por ello, en un intento
un tanto atrevido de emular la “pluma” de Oscar Lewis
en “Una muerte en la familia Sánchez”, buscamos dejar
plasmadas las vivencias de tan significativo ritual para
la vida profesional. Tratando al narrar de incorporar
la performance experiencial en semiosis escritural. El
primer trabajo de campo, es de esas vivencias que quedan
tatuadas en la memoria. No es el primer grupo, que
después de cursar la materia Teoría Antropológica, queda
seducido por el reflexionar sobre el trabajo antropológico,
anhelando participar de ese ir y venir; entre la más
abstracta teoría y el más misterioso y palpable campo;
entre la lectura, la acción y la reflexión sobre lo actuado.
Todos/as hemos debido pasar por este ritual. Con otros
grupos hemos trabajado en nuestra ciudad, La Plata, en
los edificios públicos, en los bares y en los tiempos de “la
fiesta”. Todos estos trabajos fueron motivos de encuentros
con estudiantes curiosos/as y apasionados/as que forjaron
lazos que se mantienen a pesar del tiempo y la distancia.
En el laboratorio de la División Etnografía del Museo de La Plata -
FCNyM - UNLP, siempre se compartían discusiones y mate (bebida
autóctona Argentina). La Plata, 2011(Autora: Rosana Menna)
Plaza Moreno, centro geográfico de la ciudad. La plata, 2017
(Autora: Mora Ruo)
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Hacia un relato polifónico: experiencias de campo...Griselda Späth et al.
Y lo más entrañable ha sido que ha surgido el afecto,
por ese trabajar solidariamente, colaborativamente
y parafraseando a Sennett (2012): cuando más y
mejor se coopera, la habilidad social y la cognitiva se
entremezclan. Las dos habilidades dignas de destacar
son: el experimento y la comunicación. Experimentar
implica hacer cosas nuevas, y más aún, estructurar estos
cambios en el tiempo. La comunicación, casi siempre
ambigua, con el tiempo requiere pactar las reglas de
juego, ser capaces de negociar y resolver. Se advertirá
que aprender a cooperar en estos términos no es nada
fácil. Esta dificultad, en cierto sentido, es positiva;
la cooperación se convierte más en una experiencia
adquirida que en un mero compartir irreflexivo. Lo
mismo que en otros campos de la vida, apreciamos más
lo que hemos conseguido con esfuerzo.
Griselda
También yo llegué aquí, convocada por Rosana, con
quien en su momento me inicié en los avatares del
trabajo de campo antropológico… y desde entonces,
con más o menos intensidad, seguimos trabajando
juntas... Como eslabón en esta cadena de formación
que emprende cada año, estar incluida en otro lugar
del camino de investigación/narración, me enfrentó a
un desafío diferente: ya no el del momento fundante
del trabajo de campo, sino el de la construcción de una
narración colaborativa.
¿No es con otros, cómo llevamos a cabo cada paso
del proceso de investigación? Y en esta oportunidad,
también el de narración. Entonces cada paso no puede
menos que ser un arte. Un arte distinto y novedoso
seguro, según quien sea ese otro, pero sin lugar a dudas
será un arte o ciencia de trabajar colaborativamente.
Julián
No quiero hacer una antropología vacía. Una antropología
desde los libros está vacía. Tampoco quiero escribir una
antropología insulsa. La antropología sin creatividad está
muerta. Nuestra disciplina nace en el campo.
Necesita de la veracidad del campo, de las relaciones
que allí se erigen y se derrumban. Pero ¿Qué es la
antropología? ¿Por qué hacemos antropología? ¿Para
quién hacemos antropología?
Se dice que la antropología está en los libros, en parte
estoy de acuerdo. Es fundamental un compromiso del
antropólogo como autor, con su firma. El texto es un
canal donde el escritor puede volcar su subjetividad.
Distinguir no sólo su experiencia en el campo
como un “estar allí”, sino las partes de sombras e
incertidumbres que una investigación jamás llega a
disipar. Poder transmitirlo es entender la palabra como
objeto, atravesada por distintos significados cuando es
leída; su sonoridad, longitud, su aspecto visual, es un
sustento que poco a poco delínean una imagen, como
el trazo de un pintor. Cada palabra tiene luminosidad
propia y afinidades con la naturaleza de la que quiere
dar cuenta. ¿Cuáles son los relatos etnográficos más
populares? Aquellos que no se privan del poder de la
palabra ambigua (o poética, o palabra-objeto), esta
palabra, leída desde el campo es siempre esclarecedora,
porque es sincera. Pero hacer antropología no es hacer
poesía. La escritura está en el corazón de la disciplina.
Pero escribir no es hacer antropología. La primera
aproximación al campo me sembró una importante
pregunta: ¿Qué antropología quiero hacer?
Gonzalo
La situación de campo en plazas de mi cotidianidad, puso
en escena la reflexión sobre mis condicionamientos en
tanto sujeto portador de la misma condición ciudadana
que abordamos etnográficamente. Aquella “experiencia
ritual” estaba empalmada también con la condición de
ser un joven estudiante y extranjero. Atravesamientos
que son considerados para hacer una antropología
situada. En el transcurso de esta experiencia de
antropología urbana, el extrañamiento formó parte
del proceso. A mi entender, resulta productivo en lo
metodológico, y a partir de esta experiencia, tomar
decisiones sobre la condición de sujeto en el campo,
para ejercer la situación de extrañamiento.
Discusión
La estrategia narrativa polifónica no es novedosa. Fue
propuesta como una maniobra, en los surgimientos
de la antropología posmoderna, para diseminar la
autoridad del autor (Clifford y Marcus, 1991; Geertz
1989). Si bien este estilo de escritura fue insinuado para
el par Antropólogo/Informante, este trabajo reformula
el procedimiento en pos de enaltecer la pluralidad de
voces autoriales. Pluralidad que intenta reflejar la
diversidad de experiencias que integran el proceso de
investigación. Éste estuvo planteado desde el inicio
en clave grupal. Implicó negociaciones, revisiones
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Etnografía, escritura y experiencia
y resoluciones que desembocaron en un quehacer
colaborativo. Los segmentos individuales y grupales
del texto buscan honrar la lógica de las experiencias en
el campo y laboratorio; respetando la dialógica de la
convivencia.
En el lapso de un año, relevamos diversas plazas de la
ciudad, intercalando integrantes, días y horarios. Todos
trabajamos eventualmente con cada uno de nuestros
compañeros, volviendo imposible de separar el trabajo
singular del trabajo del equipo. Fuera del campo, las
lecturas, si bien individuales, eran compartidas en las
reuniones, discutidas y aplicadas a nuevas instancias
de investigación.
El antropólogo también es un ser social. Con los otros en
el campo, y con los otros en la academia. Las trayectorias
individuales pertenecen a una misma urdimbre. Esa
ambigüedad, esa tensión, entre el actor y el escenario,
entre el músico y la orquesta, constituyen el fundamento
de este artículo.
Conclusiones
La redacción de este trabajo indica que se consumó
un recorrido. Nuestras reflexiones surgieron a
partir de la práctica y de las lecturas, así como de
los intercambios, y discusiones.
Pero toda esa actividad del orden del deseo y la
intención, permanece anárquica o se vuelve efímera si
no es plasmada en la escritura. El pasaje de una forma
oral a una escrita no implica sólo un ejercicio de estilo,
sino una elaboración conceptual.
La forma en que nos iniciamos en el trabajo de campo nos
permitió considerar al proceso de investigación inserto
en una red de relaciones que abarcan más de lo que
las grandes etnografías dejan entrever. El antropólogo
solitario no existe, ni siquiera en la más espesa de las
selvas. Trabajar en equipo es un desafío, la producción
colaborativa implica concesiones y pérdidas, pero
también permite emergentes inalcanzables por otros
caminos. La ciencia nos trae una encrucijada: años de
hiper-especialización, individualización y competencia
entre los científicos han renovado la crítica ¿Cómo
queremos trabajar? Con otros y no contra otros. No
sólo entre las distintas disciplinas, sino dentro de la
misma. El diálogo y el debate constante, son quienes
engrandecen esta manera peculiar. Porque en el espacio
que tenemos en frente, en las costas que conforman lo
ajeno, se esconde todo lo que no somos, todo lo que no
sabemos, todo lo que queremos ser. En palabras de un
poeta uruguayo:
“[…] Así pues
desde este misterioso confín de la existencia
los otros me ampararon como árboles
con nidos o sin nidos
poco importa
no me dieron envidia sino frutos […]”
(Como árboles, Mario Benedetti)
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(ISCC) - n° 13-14 : Espace
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inist.fr/handle/2042/15084
Griselda Späth
Licenciada en Antropología sociocultural, por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de
La Plata (FCNyM), también realizó estudios en Letras en la misma casa de estudios. Becada por el CONICET, inició su
doctorado sobre construcciones identitarias vinculadas a las migraciones. La tesis doctoral, actualmente en evaluación,
fue fruto de años de trabajo de campo, realizando entrevistas en profundidad a hijos de familias en tránsito.
Participa en distintos programas vinculados al ingreso y permanencia de estudiantes universitarios en la facultad y forma
parte de un proyecto de extensión vinculado a la mejora de la calidad de atención en salud.
Actualmente trabaja como docente en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Médicas, en la
cátedra de Epidemiología, y en la cátedra de Teoría Antropológica de la FCNyM. También se desempeña como docente,
en el ámbito de la metodología de investigación, en la Universidad Maimónides.
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Etnografía, escritura y experiencia
Rosana B. Menna
Licenciada en Antropología por la FCNyM - UNLP, también realizó estudios en Ciencias Jurídicas y en Docencia
Universitaria en la misma Universidad. Trabaja desde hace 25 años en el Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET), durante 21 años en el Programa PINACO dirigido por el Dr. Héctor B. Lahitte.
Coordina desde 2002 el Proyecto Fenómenos Identitarios Urbanos en la División Etnografía del Museo de La Plata -
FCNyM - UNLP, dirigido por el Dr. Héctor B. Lahitte. Es docente de la Cátedra de Teoría Antropológica en la Facultad
de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP); también es docente de
Metodología en Ciencias Sociales, y de Antropología Social y Jurídica, estas últimas dos materias las dicta en la
Universidad Nacional de Lanús (UNLa).
Mora Ruffo
Licenciada en Antropología, por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata
(2016). Participó como pasante en el Proyecto Fenómenos Identitarios Urbanos dirigido por el Dr. Héctor B. Lahitte en
la División Etnografía Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP (2010-2011 y 2013-2014).
Actualmente colabora con el Proyecto de investigación “Prácticas y discursos sobre- discapacidad, cuerpo y sociedad”
y forma parte del proyecto de extensión “Jugándo-nos en la diversidad. Discapacidad e inclusión en una realidad en
transformación” enfocado en la inclusión a través del juego.
Julián Trovero
Licenciado en Antropología sociocultural, por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de
La Plata, FCNyM (2016). Estudiante de la maestría en Historia y Memoria ofrecida por la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación (FaHCe) de la Universidad Nacional de la Plata.
Participó en el Proyecto Fenómenos Identitarios Urbanos dirigido por el Dr Héctor B. Lahitte División Etnografía
Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP (2010-2011 y 2013-2014).
Actualmente trabaja en la continuación del proyecto “Historia Industrial de Villa Elisa desde los trabajadores”, en el marco
del programa Jóvenes y Memoria con los desaparecidos de la misma localidad en la dictadura cívico-militar del año 1976.
Araí Itatí Acuña
Licenciada en Antropología sociocultural, por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de
La Plata (FCNyM). Becada por la Universidad Nacional de La Plata, inició su doctorado este año sobre construcciones
identitarias vinculadas a niños y niñas con discapacidad. Se desempeña como docente adscripta en la facultad de
Psicología desde el año 2015 a la actualidad.
Actualmente participa en el Proyecto de investigación “Prácticas y discursos sobre- discapacidad, cuerpo y sociedad”
y forma parte del proyecto de extensión “Jugándo-nos en la diversidad. Discapacidad e inclusión en una realidad en
transformación” radicados en la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Gonzalo Schmidt
Licenciado en Antropología sociocultural, por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, FCNyM.
Participó en el Proyecto Fenómenos Identitarios Urbanos dirigido por el Dr. Héctor B. Lahitte, División Etnografía Facultad
de Ciencias Naturales y Museo, UNLP (2010-2011 y 2013-2014). Actualmente participa del proyecto tetra anual “NOA.
Arqueología, Historia y Paisaje” (11/N806, 2016 hasta diciembre de 2019) desarrollando investigación sobre los procesos de
construcción social del patrimonio arqueológico en los sitios el Shincal de Quimivil, Catamarca, Argentina y Pucara de Chena
en Santiago de Chile.