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compromiso social
COMPROMISO SOCIAL. Revista de la UNAN-Managua, Extensión Universitaria,
N° 5, Año 03. Vol 1 Ene-Jun. 2021.
(en el marco de organizaciones e instituciones de
base territorial) parte de pensar colectivamente la
problemática, los objetivos, la metodología de trabajo,
la planicación de las acciones, etc. En otras palabras,
analizar la redacción del proyecto identicando
variables que ponen al otro (no universitario) en el
centro de la escena para la construcción del proyecto.
Esto es fundamental al momento de leer el proyecto,
interpretando cómo se gesta el proceso y si existen
espacios para los consensos y la toma de decisiones
colectivas.
Es así que se espera que, quien evalúa, ponga gran
énfasis en evidenciar si el proyecto se esgrime como
una instancia de aproximación para construir y/o
aanzar un vínculo de conanza mutua, así como una
“plataforma” de base para trabajar y consolidarse
en la función extensión. Nos referimos a que la
evaluación se centre en evidenciar la permeabilidad
del equipo universitario a la interpelación por parte de
la comunidad. En otras palabras, se debe determinar
si el proyecto se plantea como “un lugar de llegada”
al territorio, con una propuesta cerrada y de carácter
transferencista, o bien, si se propone generar “un
recorrido dinámico y participativo” que resulte exible
y permeable a los cambios y modicaciones que surjan
a medida que avance la ejecución del mismo.
Otro de los aspectos prioritarios a contemplar es la
dimensión pedagógica del proyecto, el cual debe
tener un perl fuertemente vinculado a procesos
de enseñanza-aprendizaje a partir de abordajes
participativos de problemas contemporáneos. La
universidad, en su rol de institución educativa, y más
aún en estos procesos, debe ser prioritaria y central en
su perspectiva pedagógica. El acto educativo debe ser
una de las prioridades, sino la principal, y en ese sentido
los proyectos constituyen una excelente oportunidad
para repensar la forma de enseñar y aprender. Aquí
se presenta la posibilidad de, en conjunto con la
comunidad, buscar el abordaje a las problemáticas
de los territorios, generando el espacio para que los
estudiantes y docentes puedan enseñar y aprender
en contexto. La práctica territorial como instancia
de formación profesional, sumada a experiencias
de abordaje de dichas problemáticas desde una
práctica integral e integrada, no sólo puede aportar al
mejoramiento de la calidad de vida de la comunidad,
sino también propiciar procesos de aprendizaje de
gran impacto en el estudiante de grado y/o posgrado
y también en los docentes, generando profesionales
comprometidos con la realidad social.
En nuestra experiencia hemos identicado, con mucha
frecuencia, gran cantidad de proyectos que minimizan
o que no incorporan esta dimensión, generando
intervenciones que carecen de vinculación real con
cátedras y que no interpelan ni aportan a la formación
profesional de los estudiantes universitarios. Como
objetivo de máxima, planteamos que la participación
de cátedras en el marco de experiencias curriculares
debería ser obligatoria en el marco de los proyectos
de extensión, pero somos conscientes de que las
condiciones estructurales y operativas actuales
impiden concretarlo.
De todas formas, y a estas alturas, estamos seguros
de que no podemos seguir dejando a la catedra
alejada de estos procesos, y que podemos generar
estrategias factibles para su incorporación gradual.
En los espacios curriculares es en donde creemos
que se deben disputar la mayoría de los conceptos
abordados en este texto, y comenzar a naturalizar
que los estudiantes transiten estos espacios de forma
institucional en el marco de su proceso de formación
profesional, es algo central. Es todo un desafío que
todas esas experiencias territoriales interpelen hacia
el seno de las cátedras y transformen los currículos.
Hasta aquí, las dos dimensiones planteadas se resumen
en:
• La apertura y predisposición del equipo universitario
a gestar un proceso dialógico con los actores
comunitarios.
• La dimensión pedagógica del proyecto.
Desde nuestra óptica, la existencia de éstas en la
formulación de un proyecto le otorga la categoría de
“proyecto pertinente”, o sea que él mismo “calica”
como propuesta de trabajo pertinente a la función
extensión universitaria. Sin la presencia de alguno de
estos componentes, la propuesta, por más adecuada
que resulte en otras variables o dimensiones técnicas
y/o metodológicas, no debería considerarse como un
proyecto de extensión, aun cuando se adecúe a los
requerimientos mínimos postulados en la convocatoria
(como cantidad de docentes, estudiantes, convenios
con organizaciones, etc.). Para entrar en la categoría
de “Proyecto de Extensión”, el mismo debe plantear
la articulación del territorio y la Universidad, a los
efectos de contribuir a la formación integral de
los estudiantes y a la construcción participativa de
alternativas a problemáticas contemporáneas, junto
con las organizaciones y la comunidad.
Pág. 74-82
Benjamín Andrés Monti Falicoff y Juan Ignacio Rucci