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compromiso social
COMPROMISO SOCIAL. Revista de la UNAN-Managua, Extensión Universitaria,
N° 5, Año 03. Vol 1 Ene-Jun. 2021.
En el caso de Colombia, Paulina Berego (ucraniana)
gura como la primera mujer graduada de una
universidad en el territorio nacional, que para este
caso fue la Universidad de Cartagena en 1925 y
Mariana Arango Trujillo la primera colombiana en
obtener un título profesional (Odontología en la
Universidad de Antioquia, en 1937), no obstante, fue
solo hasta 1933 que el gobierno mediante el Decreto
227, permitió la entrega del título de bachiller para las
mujeres y en consecuencia la posibilidad de que éstas
ingresaran a la Educación superior. Ahora, en cuanto
a cargos de dirección y administrativos jerárquicos
de las Instituciones de educación superior a nivel
latinoamericano, un informe reciente de la UNESCO ha
revelado que “solo un 18% de universidades públicas
latinoamericanas cuenten con mujeres en calidad
de rectoras” (UNESCO, 2021), lo que concuerda con
el caso colombiano en donde fue necesario que
pasaran 42 rectores y 150 años desde la creación de
la Universidad Nacional de Colombia, para que llegara
en 2018 a la rectoría de ésta, catalogada como la
mejor universidad del país, una mujer: Dolly Montoya
Castaño. Sin embargo, como dirían Corzo y Galeano en
su texto “Las mujeres ante la educación superior en
Colombia”.
“Desde entonces, las mujeres han ido conquistando
derechos a nivel global, y en el contexto colombiano los
avances, aunque lentos, también se han ido incorporando
a lo largo del siglo XX y de las dos primeras décadas del
XXI.” (Corzo Morales, M., & Galeano Camacho, E. 2020).
Como puede observarse en los últimos 25 años, la
presencia de la mujer ha cambiado notablemente
en el ámbito universitario. Gran parte de los países
latinos y europeos, han trabajado por superar las
marcadas desigualdades a n de alcanzar una casi
equidad femenina que disminuya la brecha de género.
Parafraseando a Maria Valpuesta (2012), la mujer se ha
incorporado al mundo de lo público trascendiendo con
creces las expectativas generadas y soportando en gran
medida, la atención a los más necesitados sin ningún
tipo de retribución. La mujer lo ha hecho, entonces,
de manera cada vez mayor y visible a partir del siglo
XXI a la educación superior y por ende a sus procesos
sociales y extensionistas. Y qué mejor ejemplo de esta
inclusión y presencia femenina en las universidades
latinoamericanas que el informe del Observatorio de
Derechos Humanos de la Universidad Nacional de
Córdoba presentado en 2017, que evidencia:
“En el año 2006 la planta Nodocente de la Universidad
estaba constituida por 41% de mujeres y un 59% de varones.
9 años después, en 2015, las mujeres representan el 60%;
es decir, que hubo un incremento de casi el 20% lo que
reeja el fuerte proceso de feminización de este claustro
universitario” (Observatorio de DD. HH. De la UNC, 2017)
Por su parte la Universidad Nacional de La Pampa
también ha venido reexionado al respecto, y en
consecuencia ha armado que:
En los últimos años, el incremento de las iniciativas
dirigidas y coordinadas por mujeres se han acentuado
y superan al 75%. Ello tuvo una marcada incidencia en
la conformación de los equipos y las problemáticas
planteadas (…) Este proceso de feminización de la
matrícula universitaria, es decir, mayor número de
mujeres como personas inscriptas, también se reeja
en la extensión como función. Los datos señalan que
son las mujeres quienes tienen mayor presencia en la
dirección y coordinación de propuestas de extensión
de las últimas cuatro convocatorias (correspondientes
a los años 2016, 2017, 2018 y 2019). En la del año 2016
el 70% de los programas, proyectos y acciones fueron
dirigidos por mujeres (docentes, no docentes y
estudiantes), en 2017 el 73%, en 2018 el 83% y en 2019
alcanza el 78%. En cuanto a la conformación de los
equipos extensionistas, el número de participantes
mujeres también es más elevado ya que en el último
período alcanzó un 65% (UNLPam, 2020).
De igual manera, pero mucho más al norte del
continente americano, es posible encontrar otras
investigaciones en las que se evidencia la feminización
de la extensión, vinculación o proyección social. La
universidad de Costa Rica, por ejemplo, analizó en
el periodo del 2002 al 2017 el comportamiento de
participación de mujeres tanto profesionales como
estudiantes en: liderazgo, dirección y gestión de
proyectos de extensión, hallando que:
“Las mujeres representan el 55% de la población total de
extensionistas, (…) Con respecto a los roles de jerarquía,
se observa para el año 2016 que pasa a ser un 55% a cargo
de mujeres y un 45% a cargo de hombres (…) el 42% de
las mujeres participan en proyecto integrados frente
a un 35% de hombres que también participan, y un 13%
de mujeres que trabajan directamente con proyectos de
extensión frente a un 10% de hombres que igualmente
lo hacen” (Rojas Herrera Silvia en: Lovo S.M; Ramos M y
Valenzuela S.M., 2019).
En suma, la llegada, presencia y participación de las
Pág. 33-51
Sylvia María Valenzuela Tovar