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1. ¿Por qué 2 grados?
El Acuerdo de París, en virtud de la Convención Marco
de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
(CMNUCC), cuenta con dos objetivos principales de
protección climática: “man-tener el aumento de la
temperatura muy por debajo de los 2 °C e impulsar
los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5 grados”
(COP21). La primera cuestión importante que hay que
abordar es si los compromisos actuales, adquiridos por
las partes de la CMNUCC a través de las Contribuciones
Nacionales Determinadas (NDC, sus siglas en inglés),
pueden verdaderamente lograr las metas propuestas
en el Acuerdo de París (Schleussner et al., 2016; Rogelj
et al., 2016). Por ejemplo, Rogelj et al. (2016) indican
que con el n de mantener el calentamiento global
“muy por debajo de los 2 °C, se estima que se requerirá
una reducción adicional de las emisiones del 15 al 20%”.
Asimismo, varios artículos (Schleussner et al., 2016,
2018), incluido el último Informe Especial sobre 1,5 °C de
Calentamiento Global del Grupo Intergubernamental
de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, sus
siglas en inglés) (Rogelj et al., 2018), señalan que es
muy poco probable que las emisiones de gases de
efecto invernade-ro se reduzcan al ritmo y volumen
necesario para mantener la temperatura por debajo de
los 2 °C; mucho menos por debajo de 1,5 °C. Por tanto,
este es un nivel de calentamiento que tiene muchas
probabilidades de darse de aquí al año 2030 (Aleri et
al., 2017).
Aunque aún quedan preguntas importantes por
responder con respeto a nuestra capacidad de
alcanzar las metas planteadas en el Acuerdo de
París sobre Calentamiento Global, una de las
principales consecuencias de dicho acuerdo es
que los 2 °C (habitualmente medidos sobre nive-les
preindustriales) se perciben e incluso se aceptan como
un calentamiento global relativamente seguro, en
términos de impactos y adaptación. Varios estudios
han evaluado los impactos en el ámbito mundial de un
calentamiento global de 2 °C y prevén grandes riesgos
si la temperatura media mundial alcanza a subir 2 °C
(Huang et al., 2017; Lehner et al., 2017; Harrington et
al., 2018). Además, en la actualidad, existe cada vez
más evidencia de que, en el ámbito mundial, existen
diferencias importantes entre los escenarios con
un aumento de 1,5 °C y 2 °C, tal como lo resume el
Informe Especial más reciente del IPCC sobre 1,5 °C de
Calentamiento Global (Hoegh-Guldberg et al., 2018).
Andy Jarvis, Ana Maria Loboguerrero, Deissy Martinez-Baron, Steve Prager, Julian Ramirez Villegas, Anton Eitzinger,
Lorna Born, Carlos Gonzalez, Jaime Tarapues
Situación rural de América Latina
y el Caribe con 2 grados de
calentamiento
Situación rural de América Latina y el Caribe con 2 grados de calentamiento
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Documento nº 10
2030/
Alimentación, agricultura y desarrollo rural en América Latina y el Caribe
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No obstante, los cambios mundiales promedio son
menores que los cambios regionales esperados en
la mayoría de la supercie terrestre y, por tanto, las
conse-cuencias tienden a subestimarse en el plano
regional (Seneviratne et al., 2016). El compendio de
conocimientos sobre la evidencia existente acerca
de los impactos y adaptación a escala regional y,
especícamente para América Latina y el Caribe, es
muy limitado.
Por ello, enfocamos nuestra visión en las consecuencias
de un aumento de temperatura de 2 °C en los medios
de subsistencia de las áreas rurales de América Latina
y el Caribe. Empleamos una combinación de análisis de
datos originales y revisión de literatura. En primer lugar,
ha-cemos una revisión de los escenarios climáticos
con un incremento de 2 °C de la temperatura mundial
por encima de niveles preindustriales, así como las
consecuencias de dichos cambios en la productividad
de la producción agrícola, pecuaria y pesquera. Luego
nos centramos en las repercusiones principales que
tendría un mundo 2 °C más caluroso sobre el contexto
sociopolí-tico y los medios de subsistencia en el área
rural. Por último, examinamos políticas, tecnologías y
enfoques integrales para el desarrollo rural.
2. Escenarios climáticos para América Latina
y el Caribe: ¿qué implican los 2 °C?
Con el n de comprender a plenitud qué implican 2 °C
para América Latina y el Caribe, las pro-yecciones se
pueden analizar de dos maneras diferentes, aunque
relacionadas. En primer lugar, comprendiendo la
magnitud de los cambios que se proyectan en cuanto
a temperatura, precipi-tación pluvial y otras variables
climáticas al momento en que el incremento de la
temperatura mundial sobrepase los 2 °C. Para América
Latina y el Caribe, un aumento de 2 °C en la tempe-
ratura mundial indica incrementos generalmente
entre 2 y 3 °C (Figura 1). En América Latina y el Caribe,
los cambios también varían por subregión, a veces de
manera sustancial. En América Central, los cambios
en la temperatura media son de 2,2 °C, en tanto las
proyecciones para la región amazónica indican un
aumento de 2,6 °C (Knutti et al., 2016). El noreste
de Brasil, el sur de Sudamérica y la costa oeste de
Sudamérica muestran un aumento de 2,1, 2,3 y 2,2 °C,
respectivamente (Figura 2a). Los cambios asociados
con la precipitación pluvial, en su mayoría indican
tendencias lluviosas en el oeste de los Andes y el
sur de Sudamérica (hasta 10 a 15% de aumento en
precipitación) y tendencias hacia la sequía en el centro
de Brasil, Amazonas, Méxi-co, Centro América y el
Caribe (hasta un 10% de reducción de la precipitación)
(ver Figura 2b).
Además de la precipitación pluvial y la temperatura,
se proyecta que cambios en muchas otras variables
se den si la temperatura media mundial se eleva más
allá de los 2 °C sobre niveles preindustriales (IPCC,
2012; Wartenburger et al., 2017; Dossio et al., 2018).
Los cambios en los fenómenos extremos es de suma
importancia (IPCC, 2012). Las Figuras 2c y 2d ilustran los
cambios en precipitaciones extremas para diferentes
subregiones de América Latina y el Caribe. De ellas
se deduce que, aunque se proyecta que los cambios
sucedan en todas partes, se espera que algunas
regiones se vean más afectadas que otras. El sur de
Sudamérica (SSA), por ejemplo, muestra el mayor
incremento de lluvias extremas que pueden causar
inundaciones en terrenos agrícolas. Por otra parte,
en el noreste de Brasil (NEB), se espera el periodo
de sequía de mayor duración, lo cual probablemente
redundará en mayor aridez.
Alimentación, agricultura y desarrollo rural en América Latina y el Caribe
Figura 1. Cambios proyectados en temperatura y precipitación
asociados con una temperatura mundial de 2 °C por encima de
niveles preindustriales (1870-1889) utilizando el conjunto CMIP5.
Fuente: Knutti et al. (2016)
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Los climas extremos, que abarcan tanto el clima
extremo como fenómenos meteorológicos ex-
tremos, de la manera en que lo dene el IPCC (2012),
sereferirán a un aumento en la fre-cuencia e intensidad
de fenómenos extremos en toda la región, incluidos
impactos de sequías, inundaciones, olas de calor
y ciclones. Donat et al. (2016) demuestran que un
aumento de la precipitación extrema en regiones
áridas se relaciona linealmente con el cambio en
la tem-peratura mundial y aumenta el riesgo de
inundaciones, en la medida en que el clima se hace
más caluroso, particularmente en regiones áridas. En
general, los riesgos de inundación vienen explicados
por condiciones de lluvias torrenciales durante varios
días consecutivos, que pueden contribuir a que se
den condiciones de inundación (ver Figura 2c). Otro
indicador importante de clima extremo son las olas de
calor, que están causando el aumento de la mortalidad
y la reducción de la productividad laboral. Dosio et
al. (2018) muestran que la magnitud de las olas de
calor se duplicará con +2 °C, en comparación con
+1,5 °C. Además, las olas de calor no solo se volverán
más intensas, sino más frecuentes, sobre todo en
regiones tropicales y un aumento de temperatura
daría lugar a olas de calor prolongadas. Su análisis
muestra que la fracción de áreas afectadas por olas
de calor extremas cada 20 años aumentará 30% en la
región amazónica. En un planeta con +2 °C, las olas de
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Situación rural de América Latina y el Caribe con 2 grados de calentamiento
Figura 2 Cambios proyectados en el promedio regional de temperatura media (a), precipitación pluvial media (b), precipitación extrema
(c) y duración del periodo de sequía (d) para distintas subregiones de América Latina y el Caribe en el momento en que la temperatura
media mundial supere los 2 °C por encima de niveles preindustriales.
Fuente: Datos tomados del atlas DROUGHT-HEAT (http://www.drought-heat.ethz.ch/atlas/).
Nota: Las regiones según el AR5 del IPCC (Wartenburger et al., 2017) están ordenadas de norte a sur, de la siguiente manera: CAM: América Central
(incluye México), AMZ: Amazonas, NEB: noreste de Brasil, WSA: oeste de Sudamérica y SSA: el sur de Sudamérica. Los cuadros representan el rango
intercuartil; la línea gruesa de color rojo es la mediana y las líneas discontinuas se extienden del 5 al 95% de los datos.
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calor extremas pueden llegar a afectar a 500 millones
de perso-nas, por lo menos una vez cada 5 años. En
América Latina y el Caribe, el impacto repercutiría en
las regiones costeras desde la República Bolivariana
de Venezuela hasta Brasil. Gasparrini et al. (2017)
proyectan un incremento en la mortalidad asociada al
calor en la región de América Central hacia nales de
siglo. Wehner et al. (2018) presentan una proyección
de estadísticas de ciclones tropicales futuros en un
escenario de calentamiento con +2 °C, indicando cómo
las temperaturas de la supercie del mar podrían
ocasionar menos tormentas tropicales, pero de mayor
intensidad.
Una segunda forma de abordar las proyecciones
climáticas con una meta de calentamiento de 2
°C, consiste en determinar los tiempos en que la
temperatura media local sobrepasa este umbral.
Joshi et al. (2011) analizan el momento en que las
temperaturas medias locales sobrepasen los 2 °C de
calentamiento por encima de niveles preindustriales
utilizando el resultado del modelo CMIP3 para el
escenario SRES-A1B. Sus resultados sugieren que a
lo largo de América Latina y el Caribe, el incremento
por encima de los 2 °C sucede entre 2040 y 2070.
Efectuamos un análisis similar al de Joshi et al. (2011)
utilizando las proyecciones de CMIP5, centrándonos
en la trayectoria de nuestras emisiones actuales (VCR
8,5) (Figura 3). El análisis indica que en algunos lugares
no solo se excede el umbral de 2 grados a comienzos
del siglo XXI (~2020), sino que se proyecta que la región
completa sobrepase dicha meta alrededor del año
2050 (Figura 3c). La temprana superación del umbral
(~2025) se da en la mayor parte de la cuenca del Ama-
zonas, el centro de Brasil, el Estado Plurinacional de
Bolivia, los Andes peruanos, la República Bolivariana de
Venezuela y el oriente de Colombia. América Central,
México y el Caribe tam-bién superan temprano los 2
°C (entre 2035 y 2040). La superación más tardía se da
en el sur de Sudamérica, hacia la Patagonia chilena y
argentina (entre 2065 y 2075). De manera similar, los
cambios en precipitación pluvial al momento en que la
temperatura local supera el umbral de los 2 °C indican
aumento de las lluvias en el sur de Sudamérica y el
oeste de los Andes y sequías en otras partes (Brasil,
Amazonas, América Central y el Caribe) (Figura 3b).
Se proyecta que algunos de esos cambios excedan
la variabilidad natural, lo que puede generar climas
ajenos a la experiencia actual del agricultor (Rojas et
al., 2018).
Las variaciones regionales cuando se superen los 2
grados en toda América Latina y el Caribe, así como
en condiciones climáticas al momento en que se
exceda el umbral, indican que habrá diferencias entre
las áreas rurales y urbanas, países, sistemas agrarios
y grupos étnicos. La Figura 4 ilustra algunas de esas
diferencias. Los sistemas de pastoreo muestran fechas
relativamente tardías (~2070) en que se cruza el
límite de los 2 °C. En cambio, en los sistemas mixtos
exten-sivos (Cerrados y Llanos Orientales), sistemas
extensivos de tierras secas mixtas (Gran Chaco) y
sistemas forestales se observa que el 100% del área
supera el límite de 2 °C en 2030 o antes (Datos del IPCC
2013).
Figura 3. Momento del siglo XXI en el que el cambio de la temperatura
local supera los 2 °C por encima de niveles preindustriales (a);
cambios proyectados de la precipitación pluvial correspondientes
al momento en que se supera el umbral de 2 grados (b) y supercie
terrestre física acumulada en América Latina y el Caribe (expresada
en % del total) que supera el umbral de 2 grados (c).
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Los sistemas mixtos de gran altitud (Andes centrales),
sistemas intensivos mixtos del altiplano (Andes del
norte) y sistemas agrarios intensivos mixtos presentan
más de 2 °C de calentamiento en todas sus áreas en
años relativamente tempranos del siglo XXI (~2040).
Lo mismo ocurre en sistemas importantes para la
agricultura de subsistencia, como el sistema milpa
(frijol-maíz) en América Central, los cuales se proyecta
experimentarán un calentamiento por encima de
los 2 °C alrededor del año 2040. Generalmente se
proyecta que las áreas rurales excedan más rápida-
mente el límite de 2 °C, en comparación con las áreas
urbanas, aunque las islas de calor en cen-tros urbanos
probablemente presenten temperaturas mayores en
relación con las zonas rurales circundantes. En todos
los grupos étnicos, encontramos que los orígenes
mestizo y amerindio son los más expuestos al cambio
climático (superación temprana del límite de 2 °C),
mientras que los mulatos son los menos expuestos.
Los distintos periodos en que se excede el límite de 2 °C
en todos los sistemas agrarios, contextos (rural frente
a urbano), grupos étnicos y países implican distintos
periodos de impacto y, por tanto, diferentes medidas
de adaptación a tomar.
3. Contexto en relación con otros motores de
cambio
La globalización ha impulsado cambios
socioeconómicos signicativos en todo el mundo,
sobre todo con respecto a tendencias de consumo y
de producción en la agricultura, además de cam-bios
en las estructuras económicas, usos de la tierra y
demográcos.
La agricultura a pequeña escala es clave para la
región: aproximadamente 14 millones de pequeños
agricultores producen más de la mitad del total de
la producción de alimentos en América Latina (IADB,
2014). La agricultura familiar (según la denición de
la FAO) representa el 80% de las ncas de América
Latina y del Caribe y ocupa aproximadamente el 35%
de la tierra con vocación agrícola, lo cual aporta el 40%
de la producción de alimentos y el 64% de empleos
relacionados con la agricultura (IADB, 2014). En las
próximas décadas se esperan cambios importantes en
toda la región, en términos de desarrollo económico.
Por tanto, pese a que América Latina y el Caribe
necesitarán adaptarse a un mundo más caluroso,
con más extremos y cambios en los regímenes de
precipitación pluvial, tal adaptación deberá darse
dentro del contexto de otros motores de cambio. En
esta sección, discutimos los cambios socioeconómicos
y su relación con el cambio climático, especialmente
dentro de un contexto en el que se han superado los
2 °C.
Fuente: Sistemas agrarios según la clasicación de Dixon (2001),
la distribución geográca rural y urbana se tomó del Centro para
la Red Internacional de Información sobre las Ciencias de la Tierra
(CIESIN, sus siglas en inglés) (2011) y la distribución de grupos
étnicos se tomó de Forero et al. (2018).
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Cambios en las estructuras económicas
Los países de América Latina y el Caribe son
heterogéneos con respecto a su estructura econó-
mica, lo cual podría implicar una variedad de cambios
en las estructuras de las economías de la región en
un contexto con 2 °C más, sobre todo en el sector
agrario. Los retos de cada país serán diversos, debido
a sus particularidades. Se evidencian diferencias
importantes entre econo-mías; por ejemplo, en tanto
Costa Rica reporta un PIB per cápita de US$9808 en el
año 2017, Honduras reportó US$2210; Chile, US$15.059
y Ecuador, US$5256, según las estadísticas del Banco
Mundial (BM). El valor agregado del sector Agricultura,
Silvicultura y Otros Usos de la Tierra (ASOUT) en dichas
economías es 5,1, 12,9, 3,8 y 9,3%, respectivamente, y su
porcentaje de población rural alcanza un 21% en Costa
Rica, 44% en Honduras, 13% en Chile y 36% en Ecuador.
Estas diferencias desempeñan una función relevante
al abordar el cambio climático, en términos de la
capacidad de responder a los impactos negativos
del cambio climático y la magnitud del impacto, que
también varía a lo largo de la región. La mayoría de
economías en América Latina y el Caribe dependen del
sector comercial, nanciero y el de la manufactura (15,
20 y 15% en promedio, respectivamente), pero el sector
agrario es clave, en términos de empleo y seguridad
alimentaria y nutricional. El empleo rural en la región
se encuentra entre el 9% en Chile, el más bajo, y 30% en
Guatemala, el más alto (IFAD, 2016).
La creciente población de mediano ingreso en la
región también tiene repercusiones en un mundo 2
°C más caluroso, más aún cuando se ha duplicado en
las últimas décadas; sin embargo, persisten brechas
socioeconómicas signicativas entre países y grupos
etarios (IADB, 2016). Por una parte, las diferencias
en cuanto a educación son signicativas entre la
clase media y la población rica y, por otra parte, las
familias de clase media tienden a preferir medios de
subsistencia urbanos sobre los rurales, que es donde
vive la población más pobre (Ferreira et al., 2013). Esto
ha ocasionado niveles muy altos de urbanización y un
descenso signicativo de la agricultura de subsistencia.
En un escenario de cambio climático con 2 °C más,
los países de América Latina y el Caribe podrían estar
mejor preparados para afrontar los impactos climáticos
con una población de clase media más numerosa,
a través de una mayor capacidad de adaptación
y, probablemente, enfrentarían menos impactos
directos, debido a su ubicación en las áreas urbanas
(Adger y Ke-lly, 1999). Esto último signicaría que las
poblaciones más vulnerables en el área rural, aunque
minoría, estarían menos preparadas para enfrentar
dichos impactos en la productividad agrícola, así como
en los patrones de cultivo (Vermeulen et al., 2012).
Los cambios en la distribución de los ingresos en la
población de América Latina y el Caribe, así como
la creciente clase media, pueden tener efectos
signicativos en las áreas rurales. En dicho contexto,
se necesita una transformación rural para reducir las
brechas de ingreso, dado que los sistemas agrarios y
medios de subsistencia rurales podrían verse afectados
por el cambio climá-tico y, con ello, el suministro de
alimento para las áreas urbanas.
En países de América Latina y el Caribe, los cambios
en el paisaje rural han abarcado diferen-tes patrones,
tales como comercio, instituciones, productividad
laboral y desarrollo territorial (IFAD 2016), lo cual
podría conllevar diferentes resultados, dependiendo
de condiciones espe-cícas por contexto para cada
país.
Puesto que la variabilidad y cambio climático afectan
la productividad agraria, deben hacerse ajustes en las
políticas e inversiones con el n de facilitar y permitir
que se den las transforma-ciones en el área rural.
El pensamiento clásico implicaría crear estrategias
enfocadas en cambios de la estructura económica,
mientras se abordan otros problemas por aparte.
Sin embargo, los desafíos climáticos han puesto
de maniesto la necesidad de adoptar enfoques
holísticos e in-tegrales y la transformación rural es un
excelente ejemplo, tanto desde el punto de vista de la
adaptación como de la mitigación, pero es necesario
considerar cuidadosamente sus ventajas y desventajas
(Campbell et al., 2018).
Cambios en el uso de la tierra
La dinámica del uso de la tierra es un factor importante
cuando se toma en consideración la exposición a un
futuro con 2 °C más en América Latina y el Caribe. En
promedio, se estima que un 80% de la población de la
región vive en las ciudades y se espera que esa cifra
aumente a 90% hacia el año 2040. En muchos casos,
debido a deciencias en la planicación y manejo de
infraestructura urbana, las poblaciones citadinas han
estado aumentando, en tanto la densidad de la ciudad
ha ido disminuyendo. Esto último ha derivado en una
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mayor presión sobre el me-dio ambiente natural,
una infraestructura crítica deciente y problemas
signicativos en cuanto a contaminación (incluidos los
gases de efecto invernadero) y el desplazamiento.
Aunque las ciudades han servido para concentrar
la demanda de alimento y otros productos básicos
agropecuarios, los cambios en la escala de la producción
han sido signicativamente menos consecuentes. En
el hemisferio sur, el tamaño de las explotaciones por
lo general se ha mantenido pequeño y su número se
ha reducido, debido a una serie de factores, incluidas
las endencias hacia la desagrarización, aceleradas por
la liberalización del mercado y el ajuste es-tructural
(Bryceson, 2002). El alto índice de urbanización
(Lerner y Eakin, 2011) y, en algunos casos, las normas
de sucesión, han dado lugar a la fragmentación del
terreno, con lo cual las explotaciones se dividen entre
más y más personas (Davis, 2006; Lowder, Skoet y
Raney, 2016). En otras partes, existe evidencia que
apunta hacia un aumento de la mediana agricultura
(Jayne et al., 2016). De manera similar, en América
Latina y el Caribe, existe alguna evidencia que su-giere
que los dos tamaños de explotación se encuentran en
crecimiento y que las más pequeñas no comprenden la
categoría mayoritaria (Lowder, Skoet y Raney, 2016). El
tamaño de la ex-plotación es importante, pues afecta
los bienes económicos y sociales que son vulnerables,
pero también los mismos bienes pueden utilizarse para
adaptarse al cambio climático.
Aunque la urbanización y el tamaño de las explotaciones
agrícolas son fundamentalmente las fuerzas motrices
del cambio en el uso de la tierra, existen presiones
contrapuestas para extensio-nes de tierra de otros
usos. Las tierras agrícolas, incluida la tierra arable,
cultivos permanentes (por ejemplo, cacao o palma de
aceite) y pastizales permanentes (incluidos sistemas
silvopas-toriles) con frecuencia son valiosos para
usos no alimentarios, tales como conservación de la
biodiversidad y producción de cultivos no alimentarios.
Al mismo tiempo, la pérdida de biodiversidad aún sigue
en aceleración y alcanzando magnitudes comparables
con extinciones masivas prehistóricas (Ceballos, Ehrlich
y Dirzo, 2017; Ceballos et al., 2015). Abordar este desafío
clave requeriría medidas drásticas de conversión; los
estimados sugieren que la conversión de la mitad de
toda la tierra productiva hacia la conservación de la
biodiversidad se traducirá en pérdidas signicativas
para la producción de alimento y biocom-bustibles
(Wilson, 2016; Mehrabi, Ellis y Ramankutty, 2018;
Steen et al., 2015; Leclere et al., 2018). Los nuevos
conceptos alternativos, tales como el trabajo con los
paisajes, pueden propor-cionar soluciones mediante un
balance entre biodiversidad y servicios agropecuarios
(Kremen y Merenlender, 2018). Sin embargo, sigue
existiendo incertidumbre en torno a las disyuntivas y
oportunidades en distintas situaciones de ingreso y
regiones agrarias para balancear la biodiver-sidad con
la producción de biocombustibles y alimentos en una
supercie limitada de terreno (Deen, 2017; Havlík et al.,
2011; Renzaho, Kamara y Toole, 2017).
Cambios demográcos
A pesar de que los contextos anteriores implican
algunas presiones negativas potenciales, uno de los
rasgos marcados de América Latina y el Caribe es
que casi toda la región está entrando en un periodo
al que se conoce como “coyuntura demográca
favorable”, lo cual signica que la pro-porción de la
población potencialmente activa (productiva) supera
a la población potencialmen-te inactiva (Saad, 2011). Al
mismo tiempo, la población continúa creciendo, pero
a un ritmo decreciente, que se espera sea cercano a
cero en 2050 (Saad, 2011). Por tanto, las oportunidades
para el desarrollo económico son fundamentales,
dado que en el futuro, la población que en-vejece
requerirá atención médica y el apoyo que proviene de
economías con buen desempeño.
Aunque la coyuntura demográca favorable sí pinta
una imagen positiva, los matices del creci-miento de la
población son muy heterogéneos a nivel local y pueden
verse exacerbados por los impactos climáticos en
momentos relativamente inoportunos. Por ejemplo,
se espera que la región en su conjunto presente un
incremento en el índice de dependencia (es decir, el
número de per-sonas, de edad avanzada o jóvenes,
a quienes mantiene la población activa). En muchos
casos, se predice que habrá aumentos drásticos en el
índice de dependencia (por ejemplo, en México; ver
Saad, 2011) que coinciden con el año en que se supera
el umbral de 2 °C (ver Figura 3).
La migración en general, y la migración del campo a la
ciudad en especíco, está impulsada por un complejo
conjunto de factores de tracción y empuje. Por ejemplo,
Nawrotzki et al. (2017) utilizaron datos del censo de
México para ilustrar que cada mes adicional de sequía
aumentaba las probabilidades de la migración del
campo a la ciudad en 3,6%. En América Latina y el Ca-
ribe, los jóvenes parecen ser particularmente
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Cada uno de los motores descritos se encuentra
básicamente congurando la forma en que producen
un efecto en el cambio climático. El clima está
afectando a la región entera de una u otra forma,
de modo que los Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS) (UN 2015) deben verse a través de este lente.
4. Impactos de los 2 grados en los medios de
subsistencia en el área rural
La diversidad de las características territoriales será
un factor clave, en términos de la manera en que
tanto las respuestas como los impactos de distintos
motores se materializarán en la región. Berdegué et
al. (2015) concluyen que “los territorios solo se pueden
comprender en función de los sistemas más amplios
de los que forman parte y que, como resultado, el
cambio progresivo nunca se origina únicamente del
territorio en sí” (p. 134). Esto resalta la necesidad de
contextua-lizar las intervenciones dentro del entorno
rural, con respecto a tendencias mundiales y regiona-
les. Las ramicaciones de las temperaturas elevadas
en el futuro podrían dar lugar a interacciones nuevas y
complejas en sistemas diferentes y a varios niveles. Los
posibles impactos de un mundo más caluroso sobre
los medios de subsistencia se exploran más adelante.
Impacto en la producción pecuaria
La proyección de un aumento de temperatura de 2
°C en las próximas décadas puede ejercer un impacto
en los medios de subsistencia de varias maneras
diferentes e interconectadas. Los sistemas de
producción pecuaria y los medios de subsistencia que
dependen de ella se verán afec-tados por el cambio
climático, pues tanto la ganadería como la producción
avícola son sensibles a los aumentos de temperatura.
El estrés térmico es un factor limitante clave de la
producción pecuaria eciente, como lo demuestran
las pérdidas signicativas de la producción, tanto
de la industria lechera como cárnica, debidas al
estrés térmico (Nardone et al., 2010). Se estima que
aproximadamente el 60% de las explotaciones lecheras
Figura 5. Vínculos dentro de un mundo con +2 °C.
propensos a migrar (Baez et al., 2017), con lo cual se complica aún más la intersección del cambio climático y la
coyuntura demográca favorable, pues guarda relación con la agricultura y con el suministro de alimentación y
nutrición adecua-da a los centros urbanos grandes. No obstante, la migración sí ofrece sinergias potenciales y la
oportunidad de combinar mejoras sociales y ambientales en un clima cambiante. La migración puede signicar
el abandono de tierras, lo cual podría favorecer la recuperación de ecosistemas, maximizando el uso de tierras
productivas para una producción agraria muy eciente en el uso de los recursos y tierras menos productivas para
la prestación de servicios ecosistémicos, tales como la conservación de la bio-diversidad (Grau y Aide, 2008).
Alimentación, agricultura y desarrollo rural en América Latina y el Caribe
99
compromiso social
COMPROMISO SOCIAL. Revista de la UNAN-Managua, Extensión Universitaria,
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en todo el mundo pueden experimentar pérdidas
económicas debido al estrés térmico (Nardone et al.,
2010). En un estudio de ncas lecheras de Wisconsin,
un aumento de 1 °C en la temperatura durante el
verano ocasionó una reducción de la producción de
leche del 4,52% (Qi, Bravo–Ureta y Cabrera, 2015).
Temperatu-ras mayores a 30 °C en sistemas avícolas
podrían causar un estrés térmico en las aves que
provo-caría un crecimiento deciente y altas tasas de
mortalidad (Nardone et al., 2010). La elección de la
especie pecuaria también se verá inuenciada, pues
condiciones climáticas cambiantes alteran la aptitud
geográca de las especies. En un estudio de elección
de especie pecuaria en Sudamé-rica, Seco, McCarl y
Mendelsohn (2010) predijeron que en un escenario
de cambio climático caluroso y seco, el número de
cabezas de ganado lechero aumentaría en Uruguay
y Argentina y disminuiría en otros países andinos. En
cuanto a ganado ovino, predijeron que se reduciría en
Chile, Colombia, Ecuador y la República Bolivariana de
Venezuela. Predijeron que el ganado vacuno cárnico
se reduciría en Colombia, Ecuador y la República
Bolivariana de Venezuela y aumentaría en Argentina
y Chile en un escenario de cambio climático lluvioso y
más benigno (Seo, McCarl y Mendelsohn, 2010). Más
allá del estrés térmico que causa el incremento de
las temperaturas, también hay implicaciones para la
distribución de plagas y enfermedades y su impacto
en la calidad y cantidad de la producción animal. Se
estima que si continúan las ten-dencias actuales de
distribución de plagas, para el año 2050 muchos países
estarán saturados de plagas (Bebber, Holmes y Gurr,
2014).
Impacto en los recursos marinos
La temperatura interactúa con otros fenómenos
oceánicos provocados por el clima, con posibles
efectos consiguientes, tales como hipoxia, acidicación
del océano, pérdida de hielos marinos y enfriamiento,
entre otros. La interacción de factores ambientales y
vida oceánica puede derivar en respuestas complejas
del ecosistema (Pörtner et al., 2014). El IPCC reconoce
que el aumento de las temperaturas oceánicas
está desplazando a las especies mediante un giro
biogeográco en la distribución del zooplancton
y los peces hacia los polos Pörtner et al., 2014). La
distribución de los peces también está cambiando en
la medida en que las temperaturas de los océanos se
tornan más irregulares y los peces y el plancton migran
hacia condiciones más aptas, lo cual a su vez afecta
la disponibilidad de peces (Brander, 2010) y así a los
medios de subsistencia que se ba-san en la pesca. Es
con un alto grado de conanza que se proyecta que
esto continúe, además de alterar la abundancia de las
especies, su tamaño corporal, migración y actividad
estacional (Pört-ner et al., 2014). Existe un grado
medio de conanza en cuanto a que continúen los
eventos de hipoxia y alto grado de conanza en que
ocasionarán la pérdida de hábitat de depredadores
pelágicos y peces de fondo (Pörtner et al. 2014). Una
evaluación de la vulnerabilidad al cambio climático de
la pesca marina y las repercusiones para la seguridad
alimentaria nacional muestra una alta vulnerabilidad
en la región, especialmente en Cuba, Jamaica, Belice,
Honduras, Nica-ragua, la República Bolivariana de
Venezuela y Guyana (Ding et al., 2017).
La pesca en los arrecifes de coral hacen un aporte a
la seguridad alimentaria, pues los pescado-res venden
la mayoría de su pesca y conservan una parte para
familiares y amigos (Teh, Teh y Sumaila, 2013). Los
ecosistemas de coral experimentarán una creciente
presión en la medida en que aumente la temperatura
del océano. Un incremento de 0,1 °C en la temperatura
regional de la supercie del mar en el Caribe podría
dar lugar a un aumento de 35% del alcance geográ-
co del blanqueamiento de los corales y de 42% en
intensidad (McWilliams et al., 2005). Es probable que
el blanqueamiento de los corales de los arrecifes del
Caribe se convierta pronto en una fuente importante
de estrés (McWilliams et al., 2005), lo cual ejercerá
un impacto en las comunidades cuyos medios de
subsistencia dependen de los recursos marinos.
Impacto en cultivos alimentarios
En América Latina y el Caribe, varios cultivos son
importantes para la seguridad alimentaria y los
ingresos, entre ellos, maíz, arroz, frijol, trigo, sorgo,
yuca, banano y caña de azúcar (Eric-ksen et al., 2011;
Gourdji et al., 2015). Los impactos del cambio climático
en estos cultivos afectarán los medios de subsistencia
y variarán según la región y el clima. Ericksen et al.
(2011) encontraron que en vastas extensiones de
tierra en México, Brasil, Surinam, Guyana, el Estado
Plurinacional de Bolivia y Perú, la duración del periodo
de crecimiento habrá disminuido más del 5% para el
año 2050, en comparación con la década de 2000.
También se estimó que el pe-riodo de crecimiento de
más de 120 días se reducirá en México y Brasil (Ericksen
et al., 2011). A escala mundial, los impactos futuros del
clima sobre la agricultura ocasionarán pérdidas de
Situación rural de América Latina y el Caribe con 2 grados de calentamiento
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COMPROMISO SOCIAL. Revista de la UNAN-Managua, Extensión Universitaria,
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entre 3 y 10% en los cereales principales, tales como
arroz, maíz y trigo, las cuales se darán por cada grado
que aumente la temperatura por encima de los datos
históricos (Challinor et al., 2014). En un estudio dirigido
a cuanticar la manera en que la productividad de
cultivos clave de América Latina y el Caribe cambiará
con el clima, Gourdji et al. (2015) encontraron que el
arroz es el único sistema de cultivo con probabilidad de
experimentar benecios en rendimiento en múltiples
áreas de cultivo, debido a la reducción del estrés por
sequía terminal y el incre mento de la radiación. Es
probable que la producción de secano de maíz y frijol
en grano se vea severamente afectada por un aumento
del estrés hídrico estacional en México, América
Central y el Caribe, norte de Sudamérica y noreste de
Brasil (Gourdji et al., 2015). También se predice que la
producción de trigo de secano disminuirá para el año
2050 en Argentina, al igual que el trigo bajo riego en
México y Argentina (Gourdji et al., 2015). El área apta
para caña de azúcar en 2050 aumentará en regiones de
Brasil, América Central y el Caribe y en la región andina
(Gourdji et al., 2015). El cultivo del café también se verá
afectado por el cambio climático en América Central,
debido a un cambio en la aptitud del cultivo. Se predice
que la altitud apta para cultivar café cambiará del
rango actual de 800-1400 a 1200-1600 metros sobre el
nivel del mar (Baca et al., 2014).
Impacto en seguridad alimentaria
El cambio climático impactará todas las dimensiones
de la seguridad alimentaria: disponibili-dad, utilización
y estabilidad, afectando a la totalidad del sistema
agroalimentario (Vermeulen, Campbell e Ingram 2012),
además de los rendimientos. Los principales impactos
del cambio climático en la agricultura que darán lugar,
ya sea de manera directa o indirecta, a la inseguridad
alimentaria están relacionados con:
1. Una reducción del rendimiento de los cultivos por
cambios de temperatura y el cambio de los patrones
de precipitación pluvial que provocarán sequías o
exceso de lluvias; esto último se relaciona con la
pérdida de aptitud para cultivos, como maíz y frijol en
América Central (Lane y Jarvis, 2007; Ramírez-Villegas
et al., 2013).
2. Un incremento en la gama de plagas y enfermedades,
algunas de las cuales son nuevas en algunas regiones,
debido al exceso de humedad, por ejemplo la roya en
el caso del café colombiano (World Bank, CIAT y CATIE,
2014; Lau et al., 2011).
3. Cambios en la disponibilidad y acceso a los
alimentos, a causa de un menor rendi miento y
menos productos agrarios, que se concentrarán por
regiones (López, 2015; Ver-meulen et al., 2014), así
como impactos potenciales en el mercado, pérdida de
ingresos, pérdida de bienes e infraestructura, además
de inestabilidad política.
4. Una disminución en la utilización de los alimentos,
dada por la falta de acceso a agua po table y por mala
salud asociada con la inseguridad alimentaria (Wheeler
y von Braun, 2013).
5. na reducción de los ingresos de los productores,
como consecuencia de un descenso en la cantidad y
calidad de los productos alimentarios (Magrin, 2015;
Vermeulen et al., 2012).
Es importante tomar en consideración la forma en
que las economías deberán responder, en términos de
seguridad alimentaria. Como ilustra la Figura 5, se espera
que todos los países de América Latina y el Caribe, salvo
Uruguay, Perú y Chile, presenten disminuciones netas
del ren-dimiento agrario en función de un futuro con 2
°C más. En la mayoría de casos, dichas dismi-nuciones
serán parcialmente compensadas por incrementos
en el total de supercie agrícola, lo cual puede tener
un efecto dominó en el incremento de emisiones de
gases de efecto invernadero generados por el sector
agrícola.
Calidad de los alimentos con un clima cambiante
Fuente: Resultados basados en la Figura 3 y obtenidos con el modelo
IMPACT (Robinson et al., 2015).
La Figura 5 también ilustra la necesidad de considerar la forma
en que se deberán organizar los enfoques de adaptación en
toda la región. Por ejemplo, se espera que Belice y Paraguay
presenten cambios signicativos en un futuro relativamente
cercano (2034 y 2030, respectivamente). La pla-nicación para
seguridad alimentaria necesitará tomar en consideración políticas
que prevean tan-to el nivel como el momento en que se darán los
impactos en los sistemas de producción agraria.
Alimentación, agricultura y desarrollo rural en América Latina y el Caribe
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Calidad de los alimentos con un clima cambiante
Muchos estudios han investigado de qué manera los
cambios en la temperatura y concentración de dióxido
de carbono (CO2) afectarán el contenido nutritivo de los
cultivos. La calidad de los cultivos es un tema complejo.
Sin embargo, se ha determinado que la mayoría de los
nutrientes se habrá agotado en un mundo con mayor
concentración de dióxido de carbono y temperaturas
más elevadas. En un estudio sobre respuesta de
los cultivos a la concentración atmosférica de CO2,
DaMattal et al. (2010) encontraron que la calidad de
los alimentos puede disminuir con un alto nivel de CO2,
debido a una reducción en el contenido de nutrientes,
como hierro, zinc y manganeso, entre otros. La
reducción de la concentración de proteínas también
se prevé para plantas bajo mayor concentración
de dióxido de carbono (DaMatta et al., 2010). La
calidad del alimento es un componente esencial de
la seguridad alimentaria y ha sido el centro de varias
intervenciones, cuyo objetivo es la bioforticación de
alimentos (ver Briat, Dubos y Gaymard, 2015; Bouis
y Saltzman, 2017; Gurmu, Hussein y Laing, 2014). La
deciencia de nutrientes, o hambre oculta, afecta a más
de 2 millardos de personas en todo el mundo (WHO,
2016) y puede ocasionar deciencias en el crecimiento
y desarrollo cognitivo que, a su vez, pueden cau sar
discapacidad mental, pérdida de productividad y
aumento de la tasa de mortalidad infantil y materna
(Kennedy, Nantel y Shetty, 2003). Por tanto, la calidad
del alimento es un factor de extrema importancia para
tener en consideración al momento de determinar
el efecto del incre-mento de la temperatura en la
seguridad alimentaria.
De la misma manera que a la producción de
alimento, el cambio climático afectará el acceso
y el consumo. Se proyecta un incremento en los
precios de los alimentos en una amplia gama de
escenarios, aunque con diferencias signicativas entre
modelos macroeconómicos (Nelson et al., 2014). La
asequibilidad también depende del poder adquisitivo
de los hogares (White et al., 2010), el cual se puede ver
afectado por el clima, sobre todo en hogares agrícolas.
También es bastante probable que el cambio climático
afecte la geografía de la producción a gran escala
(Havlik et al., 2014), lo cual podría presentar grandes
repercusiones en los precios, ujos co-merciales y
acceso a los alimentos. El acceso físico a los alimentos
puede verse afectado por el cambio climático a través
de los efectos sobre los sistemas de transporte y
bienestar físico (White et al., 2010). El cambio climático
y el comportamiento de variables macroeconómicas
también podrían repercutir en la estabilidad de la
producción de alimentos.
Implicaciones para el comercio
Es probable que el cambio climático altere el balance
del comercio de alimentos (Wheeler y von Braun,
2014). Un aumento de 2 °C interactuará con la seguridad
alimentaria y el comercio de formas complejas y
heterogéneas. América Latina y el Caribe constituyen
predominantemente una región exportadora neta de
alimentos. En el año 2011, produjo aproximadamente
60% del total de la soya mundial y entre 2006 y
2009, el 45% del total de café y azúcar, 44% de la
carne bovina, 42% de la producción avícola, 70% de
banano, 12% de frutos cítricos, 13% de cacao y 33%
del maíz (WB, 2014). Sin embargo, es posible que las
poblaciones latinoamericanas y del Caribe enfrenten
más obstáculos en el mercado mundial si los costos
relativos de producción son más elevados que aquellos
de otras regiones. Es importante mencionar que, a
pesar de la alta disponibilidad de alimentos en América
Latina y el Caribe, los rendimientos son menores en
comparación con otras regiones del mundo (FAO 2015).
Esto contribuye a enfatizar que los gobiernos deben
tener precaución al implementar políticas comerciales,
como impuestos y cuotas para los importadores
y reducción de tarifas de importación. Análisis
prospectivos re-cientes demuestran que es probable
que la dependencia de las importaciones aumente en
toda Mesoamérica y el norte de Sudamérica, además
de un mayor potencial de producir excedentes y para
la exportación en Brasil y el Cono Sur de Sudamérica
(Prager et al., 2016). Monier et al. (2016) ilustran cómo
la política de mitigación, que limitaría a 2 grados el
incremento de las temperaturas superciales globales,
daría lugar a la reducción de aproximadamente 50% del
im-pacto potencial en indicadores agrarios clave en los
Estados Unidos de América. Como el mayor exportador
de calorías (y los correspondientes recursos previstos)
hacia México (Macdonald et al., 2015), un futuro con 2
grados más podría potencialmente derivar en precios
más elevados, debido a un impacto negativo en la
producción y, en consecuencia, repercusiones para la
segu-ridad alimentaria de países que dependen de las
importaciones desde los Estados Unidos. Ello sugeriría
que México (y otros países de América Latina y el
Caribe que importan de los Estados Unidos) debería
tomar en consideración políticas comerciales que
Situación rural de América Latina y el Caribe con 2 grados de calentamiento
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compromiso social
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eviten la exportación de sus propios recursos previstos
y simultáneamente optar por áreas menos vulnerables
desde los pun-tos de vista climático y político.
5. Vulnerabilidad de comunidades rurales en
situación de pobreza en América Latina y el
Caribe con respecto a la población en general
Consideraciones socioeconómicas de la vulnerabilidad
de las comunidades rurales frente a las urbanas
La vulnerabilidad humana al cambio climático deriva
de la exposición a crisis y tensiones climá-ticas y a
la susceptibilidad de los medios de subsistencia a
dichos peligros (Sa et al., 2016). Ini-cialmente, el
IPCC denió vulnerabilidad como una función de la
vulnerabilidad física con las variables: exposición (E),
susceptibilidad (S) y Capacidad de Adaptación (AC)
(IPCC, 2007); V = E + S - AC. Desde el Quinto Informe
de Evaluación (AR5), los conceptos de vulnerabilidad
y riesgo están más estrechamente asociados
(IPCC, 2014). Se presta mayor atención a riesgos
relacionados con el clima que a la vulnerabilidad.
Además de la denición de vulnerabilidad del
IPCC, el concepto ha sido ampliamente utilizado y
operativizado en investigación (Adger, 2006; Hinkel,
2011), reconociendo la importancia de identicar
las causas fundamentales de la alta vulnerabilidad
de las personas y las comunidades (Ribot, 2014) y
abordar la vulnerabilidad a nivel local en el contexto
de la exposición a la interacción de múltiples factores
(Bennett et al., 2016). Räsänen et al. (2016) llevaron
a cabo una revisión sistemática de la actual literatura
sobre cambio climático y encontraron que el 76% de los
artículos reconocen diferentes motores aparte de los
relacionados con el cambio climático, incluidos factores
de perturbación múltiples, no climáticos y otros.
Aunque recientemente América Latina y el Caribe ha
logrado una reducción de la pobreza y una creciente
clase media, la región aún es socioeconómicamente
vulnerable y existen grandes diferencias entre las
áreas rurales y urbanas (Stampini et al., 2016). Incluso
con menores niveles de calentamiento, el desarrollo
regional y el bienestar humano de la región se verán
severamente afectados por el cambio climático. Entre
los impactos se encuentran: menor estabilidad de
suministros y servicios ecosistémicos de agua dulce;
mayor población rural y urbana viviendo en situación
de pobreza en áreas de alto riesgo; canales de drenaje
rebalsados a causa de lluvias intensas; reducción del
agua dulce y energía hidroeléctrica por el derretimiento
de los glaciares en los Andes durante la época seca y
aumento de la vulnerabilidad por ciclones tropicales
más intensos en el Caribe, tomando en cuenta que la
mitad de su población vive a lo largo de la costa y el
70% en ciudades costeras (Reyer et al., 2017).
Vulnerabilidad de comunidades periurbanas y urbanas
Un estudio mundial efectuado por Garschagen et al.
(2015) muestra que los países con rápida urbanización y
transformación económica enfrentan desafíos debido a
la vulnerabilidad huma-na y ambiental que ocasiona una
alta susceptibilidad y falta de capacidad de adaptación
a la ex-posición. La urbanización aumenta la exposición
al cambio climático a causa de una reducción de las
áreas de retención de inundaciones, debido al sellado
del suelo y los riesgos que represen-tan para la salud
los efectos de la isla de calor urbano (Qin et al., 2015).
Para comprender mejor la vulnerabilidad urbana a los
peligros relacionados con el clima en América Latina
y el Caribe, es importante evaluar la complejidad del
desarrollo urbano, desigualdades sociales, economía y
política (Krellenberg et al., 2016). Los países de la región
se caracterizan por una gobernanza ambiental débil,
impulsores sociopolíticos y ecológicos de procesos de
urbanización que son diversos y complejos, así como
por desigualdades socioeconómicas (Dobbs et al.,
2019). El cam-bio climático puede incluso intensicar la
desigualdad urbana (Reckien et al., 2017). El reciente
reconocimiento de la elevada vulnerabilidad urbana
a peligros ambientales ha dado lugar a una mayor
comprensión de que es necesario vincular el desarrollo
urbano y los sistemas alimentarios con el desarrollo
rural (Dubbeling et al., 2017).
Vulnerabilidad de las comunidades rurales
Varios estudios han encontrado que en América
Latina y el Caribe, la producción agraria a pequeña
escala es altamente vulnerable al cambio climático
(Montaña et al., 2016; Baca et al., 2014; Girard et al.,
2014). Bouroncle et al. (2017) llevaron a cabo un
análisis de conglomerados espaciales de la capacidad
de adaptación de cuatro países centroamericanos,
Guatemala, Hon-duras, El Salvador y Nicaragua, y
encontraron que la capacidad de adaptación es mayor
en luga-res cercanos a las áreas urbanas y menor en
áreas de la frontera agrícola, especialmente aquellas
propensas a sequía. La capacidad de adaptarse al
cambio en los sistemas de subsistencia del área
rural es baja y, con frecuencia, los agricultores
se encuentran expuestos a múltiples factores de
Alimentación, agricultura y desarrollo rural en América Latina y el Caribe
103
compromiso social
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perturbación tanto climática como no climática (Eakin
et al., 2014; Feola et al., 2015, Eitzinger et al., 2018).
Las comunidades rurales en situación de pobreza de
la región son particularmente susceptibles a peligros
naturales relacionados con el clima (Rubin y Rossing,
2012). Otra ca-racterística de los países de la región
es que los medios de subsistencia rurales dependen
tanto de estrategias agrarias como no agrarias, por
lo que las vulnerabilidades son difíciles de analizar.
El determinante principal de la alta vulnerabilidad y
exposición a los extremos climáticos, la desigualdad,
sigue prevaleciendo en la mayoría de países (Rojas,
2016). Para la mayor parte de las comunidades agrarias
rurales, bienes y capital son difíciles de adquirir y las
estrategias de respuesta basadas en adaptación, que
son ecaces a nivel local, son escasas y aisladas.
En pocas palabras, existen pocos estudios sobre
la vulnerabilidad de las comunidades rurales de la
región. Para poder respaldar políticas de adaptación
es necesario comprender mejor las vulnerabilidades
existentes y las capacidades de adaptación de la
población rural (Donatti et al., 2018). Sin embargo, lo
más importante es que los objetivos en materia de
políticas estén orien-tados hacia reducir la elevada
vulnerabilidad socioeconómica de las comunidades
rurales, abor-dar el riesgo actual de desastre y apoyar
todas las medidas que tomen las comunidades con
el n de aumentar su resiliencia socioecológica en el
futuro (O’Brian, 2013; Tompkins et al., 2018).
Variabilidad regional de la vulnerabilidad
Actualmente, en América Latina y el Caribe, 7,5
millones de personas se encuentran viviendo en una
franja costera de 42.600 kilómetros cuadrados a una
elevación que se encuentra por debajo del extremo del
nivel del mar de los últimos 100 años (Reguero et al.,
2016). Se estima que ha-cia nales del siglo, 4 millones
de personas se encontrarán expuestas a inundaciones
a causa del aumento del nivel del mar (Reguero et al.
2016). Asimismo, las predicciones futuras muestran
eventos más extremos de la Oscilación del Sur El
Niño (ENSO, sus siglas en inglés) con un au-mento en
la precipitación pluvial máxima de 5 días en puntos
críticos de Serra do Espinhaco, en Brasil, la región de la
Pampa, en Argentina y la costa del Pacíco de Ecuador,
Perú y Colombia, lo cual aumenta la vulnerabilidad
a inundaciones (Reyer et al., 2017). En las últimas
décadas, dos episodios severos de ENSO (1982-1983
y 1997-1998) han sido ya fuente de enormes pér-
didas y aumento de la vulnerabilidad de los medios de
subsistencia (Magrin et al., 2007).
Las personas y las comunidades se encuentran
expuestas a diferentes vulnerabilidades en distin-tas
regiones de América Latina y el Caribe.
Los pequeños Estados insulares en desarrollo (SIDS,
sus siglas en inglés) y comunidades de los países
centroamericanos son vulnerables a múltiples
riesgos relacionados con el clima. El Corre-dor Seco
Centroamericano (CSC) se caracteriza por su alta
vulnerabilidad (Gotlieb et al., 2019) derivada de la
pronunciada estacionalidad de la precipitación, la
pobreza arraigada, la inseguri-dad alimentaria y la
emigración de la juventud durante los periodos de
sequía (Baez et al., 2017). Además, en años recientes,
las inundaciones y los ciclones han tenido un impacto
profundo en la subregión, provocando devastación
por deslizamientos, destrucción de la infraestructura
y poniendo en peligro los medios de subsistencia de
las personas y comunidades locales (Reguero et al.,
2015). Entre los 10 países más afectados del mundo a
causa de fenómenos meteorológicos extremos, entre
1998 y 2017, se encuentran 5 países de América Central
y el Caribe: Puerto Rico, Honduras, Haití, Nicaragua y
Dominica.
En su mayoría, las vulnerabilidades de las comunidades
amazónicas asociadas con el cambio climático están
relacionadas con sequías prolongadas y variación
extrema del nivel de inunda-ción. Las comunidades
que viven en países del noreste de Sudamérica se
encuentran expuestas a la vulnerabilidad costera. Por
ejemplo, Guyana, que cuenta con una planicie costera
de poca altitud que sustenta al 90% de su población,
es extremadamente vulnerable al incremento
del volumen y frecuencia de las inundaciones, en
combinación con una mayor erosión litoral. El principal
desafío de Guyana es la gestión del recurso hídrico
(Hickey, 2012).
En la región occidental de Sudamérica, la irregularidad
de las lluvias y la elevación de la tem-peratura causan
mayor vulnerabilidad, sobre todo en Perú (Jarvis et
al., 2011). Los medios de subsistencia en las tierras
secas del área rural andina del sur de Sudamérica
presentan distintos niveles de vulnerabilidad, con gran
dependencia de diferentes modos de desarrollo, lo
cual agra-va la exposición y vulnerabilidad a factores
perturbadores del recurso hídrico.
Situación rural de América Latina y el Caribe con 2 grados de calentamiento
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Vulnerabilidad de la infraestructura
En América Latina y el Caribe, los indicadores de
infraestructura relativos al desarrollo ener-gético y las
telecomunicaciones se comparan favorablemente con
otras regiones emergentes de África subsahariana,
Asia emergente y Europa emergente, pero se quedan
atrás en cuanto a infraes-tructura vial (Cerra et al.,
2016). Un estudio efectuado por Espinet et al. (2016)
calcula que para el año 2050, el gasto nacional
complementario necesario para el mantenimiento
de las carreteras será de US$1,5 a 5 millardos, con el
n de favorecer la resiliencia al cambio climático del
sistema pri-mario de infraestructura de transporte de
México. Tal necesidad de gasto revela la vulnerabilidad
de la infraestructura de transporte de México,
una situación probablemente similar a la de otros
países en desarrollo. La inversión en infraestructura
resiliente al cambio climático es importante, porque
se proyecta que el costo anual de la inacción con
respecto a la infraestructura será de US$16 millardos
para el Caribe en el año 2050 (Bueno et al. 2008).
Una amenaza adicional en las regiones costeras es el
aumento del nivel del mar. La infraestructura costera
es vulnerable al aumento previsto del nivel del mar y
la probabilidad de una creciente incidencia de ciclones
tropicales (IPCC, 2014). En 2050, el costo de los daños
por huracanes podría elevarse a US$940 millones de
pérdida media anual en las 22 ciudades costeras más
grandes de ALC (Hallegatte et al. 2013), agravando
la vulnerabilidad de la región. Se esperan mayores
impactos de los extremos climáticos, tales como
un aumento de la frecuencia, duración y magnitud
de los extremos calurosos (IPCC, 2014), los cuales
posiblemente sean perjudiciales para la infraestructura
costera en los SIDS del Caribe y otros países de CAM. A
menudo, los sistemas energéticos de los países de ALC
dependen de la generación de energía hi-droeléctrica,
lo cual puede verse negativamente afectado, pues
varios estudios muestran los cambios proyectados
en cuanto a la disponibilidad de agua (Hamududu
y Aanund, 2012; Pereira de Lucena et al., 2009), es
decir, la reducción del deshielo de los glaciares a
causa de la disminución de la cobertura de nieve y el
impacto del cambio climático sobre la estacionalidad
del caudal del río. Sin embargo, es necesario tener
cuidado al interpretar los resultados de esos estudios,
pues raramente consideran el cambio potencial de la
estacionalidad o los efectos de fenómenos extremos
de lluvia o sequía sobre la generación hidroeléctrica
(Reyer et al., 2017). Se espera que el cambio climático
tenga un profundo impacto en un amplio espectro de
sistemas de infraestructura (IPCC, 2014), así como en
los servicios de atención médica y emergencias y el
entorno edicado.
El calor y la salud de los trabajadores rurales
Las altas temperaturas, junto con actividad física
intensa, son condiciones con las que muchos
trabajadores agrarios de todo el mundo tienen que
luchar diariamente. Sin embargo, la exposición a un
estrés térmico extremo representa un peligro para la
salud, sobre todo en entornos de pro-ducción agraria
donde la sombra es escasa y el acceso al agua es
limitado. Cuando el estrés térmico es severo, puede
ocasionar enfermedad renal crónica e insuciencia
renal (Nerbass et al., 2017), insolación e incluso la
muerte (Crowe et al., 2009). Es necesario efectuar
un estudio más riguroso del estrés térmico en
poblaciones rurales y trabajadores agropecuarios,
como señalan Crowe et al. (2009), quienes estudiaron
a trabajadores del sector cañero en Cuba, señalando
las condiciones sofocantes, falta de sombra y falta
de suministro de agua potable para tomar, como los
principales problemas. Pero con el incremento de
las temperaturas mundiales, se espera que aumente
también la duración, frecuencia y magnitud del estrés
y extremos térmicos (Stocker et al., 2013). Levi et al.
(2018) plantean un problema de aumento potencial de
enfermedades infecciosas transmitidas por vectores
en cuanto a su alcance, en la medida en que su hábitat
se amplíe con temperaturas más cálidas, con lo cual se
pone en riesgo a los trabajadores de campo. También
es probable que la pro-ductividad sufra consecuencias
de la exposición al calor ambiental. El suministro diario
de mano de obra en temperaturas por encima de 32 °C
puede reducirse hasta un 14% en sectores expuestos,
tales como la agricultura y la construcción (Levi et al.,
2018). Para el año 2050, se espera que varios países del
sureste de Asia pierdan de 30 a 40% de horas laborales
diurnas debido al exceso de calor (Kjellstrom et al.,
2016). La falta de estudios sobre este tema en América
Latina y el Caribe debe ser una prioridad para futuras
investigaciones.
Consideración de las cuestiones de género y juventud
En América Latina y el Caribe, el 78,5% de mujeres
del área rural se dedica a las labores agrarias. Las
estrategias diferenciadas de adaptación tienen mayor
posibilidad de conseguir los mejores resultados,
valiéndose de enfoques personalizados que
Alimentación, agricultura y desarrollo rural en América Latina y el Caribe
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compromiso social
COMPROMISO SOCIAL. Revista de la UNAN-Managua, Extensión Universitaria,
N° 3, Año 02. Vol 1 Ene-Jun. 2020.
promuevan la inclusión social, con el n de aprovechar
tanto las diferencias de género como generacionales
en las comunidades y a nivel familiar. Por tanto, es
fundamental tomar medidas más decisivas en cuanto
a la inclusión de género para adaptación y mitigación
del cambio climático y en el desarrollo de estrategias
y prácticas para mejorar la productividad rural. El reto
es estandarizar la inclusión de género en cada uno
de los diferentes proyectos, programas, estrategias,
iniciativas y políticas en torno al caracter integral del
desarrollo rural, así como para reducir la desigualdad y
mejorar el acceso de las mujeres a la información y a la
toma de decisiones.
Demandas de adaptación y extensión
Los impactos de un clima cambiante en los medios de
sustento agrarios y rurales son muchos y variados y,
con frecuencia, son especícos por contexto y están
interrelacionados. La presión que ejercen la variabilidad
y el cambio climático en el sistema agrario demanda
medidas de adaptación para aumentar la capacidad de
respuesta de las personas, comunidades y regiones.
Dichas medidas deben tomar en consideración
los enfoques más adecuados para abordar la
vulnerabilidad, pues la adaptación tiene el potencial
de reducir los impactos de la variabilidad y el cambio
climático en el rendimiento de los cultivos e ingresos
del productor (Reidsma et al., 2009). De hecho, la
mayoría de estudios sobre impactos del cambio
climático en los cultivos omiten la adaptación en los
modelos de cultivo. Los escenarios sin adaptación, o
con las condi-ciones habituales (business-as-usual),
han demostrado impactos negativos globales en la
produc-ción agrícola (Ramírez-Villegas et al., 2012).
Crane, Roncoli y Hoogenboom (2011) ponen de relieve
la manera en que la adaptación es un fenómeno
social que va más allá de dar respuesta a problemas
biofísicos. La adaptación es un proceso dinámico.
Seo y Mendelsohn (2008) realizan un modelo de cómo
la elección del cultivo por parte de los agricultores de
Sudamérica puede cambiar con el clima y predicen
que en la medida en que las temperaturas mundiales
aumenten, los agricultores se alejarán de la producción
de trigo, maíz y papa, en favor de la producción de
calabaza, vegetales y frutas. Otras estrategias de
adaptación em-pleadas por los agricultores pueden
incluir desinvertir del todo en producción agrícola
para dedi-carse a la producción pecuaria (Thomas et
al., 2007), buscar otras fuentes de ingreso (Egeru et
al., 2016) o enviar a los hombres jóvenes a trabajar
al extranjero (Ingram et al., 2002). Los servicios de
extensión tendrán que ajustar las recomendaciones
agropecuarias, de conformidad con los nuevos rangos
de aptitud, elección de estrategia de subsistencia,
elección de especies pecuarias, cambios en el periodo
de crecimiento y disponibilidad y elección de variedad
de cultivo, entre otros.
Conictos y transformaciones socioeconómicas con 2
grados más
El cambio climático puede agravar el conicto humano,
porque muchos factores del bienestar humano se
ven afectados, ya sea directa o indirectamente.
Por ejemplo, la grave escasez de ali mentos puede
provocar disturbios debido a los elevados precios de
los alimentos y la inseguridad alimentaria. Los precios
del trigo aumentaron en Medio Oriente cuando
las olas de calor en Rusia ocasionaron pérdidas en
el rendimiento e imposición de restricciones a las
exportaciones, lo cual probablemente contribuyó a
la Primavera Árabe (d’Amour et al., 2016). Asimismo,
en una síntesis de la literatura que vincula el conicto
humano con el clima, Hsiang, Burke y Miguel (2013)
encontraron que, estadísticamente, el clima ejerce
inuencia en el conicto humano moderno. La
frecuencia de violencia interpersonal aumenta en 4% y
el conicto entre grupos, en un 14% por cada entero
de desviación estándar hacia precipitaciones más
extremas o temperaturas más elevadas.
Así, las consecuencias socioeconómicas del cambio
climático pueden extenderse más allá de la desnutrición
y las repercusiones en la salud y alcanzar resultados
violentos y potencialmente fatales. El cambio climático
también puede tener un efecto en la migración tanto
dentro de los países como entre ellos. El impacto del
cambio climático en el desplazamiento y ujos migra-
torios es difícil de predecir, debido a la complejidad
que implica y a la falta de datos integrales sobre el
tema (Tacoli, 2009). El desplazamiento económico y
geográco comprende una estra-tegia vital que reduce
la vulnerabilidad a riesgos tanto ambientales como no
ambientales y es empleada por poblaciones urbanas,
rurales y agrarias (Tacoli, 2009).
Desafíos especiales de los pequeños Estados insulares
en desarrollo (SIDS)
Los SIDS del Caribe son altamente vulnerables al
cambio climático, sobre todo a los efectos adversos de
los desastres climáticos, incremento de la variabilidad
Situación rural de América Latina y el Caribe con 2 grados de calentamiento
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N° 3, Año 02. Vol 1 Ene-Jun. 2020.
climática interanual y futura reducción de la supercie
para la producción de alimentos en zonas costeras de
baja altitud (Rhi-ney et al., 2018). Pelling y Uitto (2002)
han señalado que los Estados insulares desvinculados
con el resto del mundo se ven más afectados por
los desastres naturales cuando son mayores, por
ejemplo, en el Caribe, Haití, República Dominicana,
Jamaica y Cuba (Bertinelli et al., 2016). Sin embargo,
islas más pequeñas se encuentran en mayor riesgo de
desaparecer en un solo evento. Los datos históricos
han demostrado que los huracanes pueden causar una
destrucción catastróca en el Caribe. Bertinelli et al.
(2016) estiman que el costo de un evento que sucede
una vez cada 50 años ronda los US$8 millardos. Los
daños normalizados anuales de huracanes podrían
duplicarse por lo menos a US$1395 millones en un
escenario con 1,5 °C más, dato que probablemente
sería signicativamente mayor en un clima con 2 °C
más (Burgess et al., 2018).
El aumento de las contingencias de los desastres
naturales ya está afectando a las comunidades
costeras. Los escenarios futuros de calentamiento
amenazan aún más sus medios de subsistencia por
los cambios en la aptitud de los cultivos a altitudes
más elevadas, lo cual en países como Jamaica dará
lugar a que haya menos disponibilidad de tierra para
la producción agrícola y el correspondiente reemplazo
de los medios de subsistencia (Rhiney et al., 2018;
Eitzinger et al., 2013). Un aumento de 2 °C de la
temperatura provocará que haya menos diversidad de
arrecifes de coral y generará tensiones locales a causa
de una calidad deciente del agua (Hoegh-Guldberg et
al., 2007). Igualmente, la disminución de la magnitud de
los arrecifes de coral podría conver-tirse en un factor
crónico de perturbación en todo el Caribe (McWilliams
et al., 2005) e incre-mentaría la vulnerabilidad de las
comunidades pesqueras. Datos históricos revelan una
mortali-dad crónica de los corales en los últimos 30
años, el aumento de la abundancia de macroalgas y 5
huracanes de gran intensidad que causaron una severa
mortalidad de corales (Edmunds, 2019).
6. La necesidad de políticas, tecnologías
y enfoques integrales conjuntos para el
desarrollo rural
Políticas climáticas en América Latina y el Caribe
Las políticas constituyen un mecanismo que permite
responder de manera ecaz a los desafíos relacionados
con el cambio climático. El marco regulatorio de la
región con respecto al cambio climático ha brindado
respuesta a muchos de los desafíos planteados
anteriormente. Dicho marco ha ido evolucionando
de conformidad con negociaciones internacionales,
sobre todo mediante la raticación de importantes
mecanismos mundiales en la mayoría de congresos na-
cionales. Con respecto a la agricultura, el más relevante
de dichos mecanismos internacionales globales son la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (CM-NUCC), la Convención de las
Naciones Unidas de Lucha contra la Deserticación
(CNULD) y el Convenio sobre la Diversidad Biológica
(CDB) (Rodríguez et al., 2015).
Todos los países de la región, salvo Nicaragua, han
preparado Contribuciones Nacionales Deter-minadas
dentro del marco del Acuerdo de París, muchas de
las cuales abarcan tanto adaptación como mitigación
e incluyen al sector agrario. La mayoría de países
también cuentan con una gran cantidad de políticas
que se reeren especícamente al clima, algunas de
las cuales son mul-tisectoriales y otras se enfocan
en un cierto sector. Algunos países de la región
han incorporado disposiciones constitucionales
relacionadas con el cambio climático, como es el caso
de Repú-blica Dominicana, que reformó su Constitución
para incluir la adaptación al cambio climático como
un mandato constitucional (CCAFS y MA, 2014);
Guatemala promulgó una Ley de Cambio Climático,
denominada “Ley Marco para Regular la Reducción de
la Vulnerabilidad, la Adaptación Obligatoria ante los
Efectos del Cambio Climático y la Mitigación de Gases
de Efecto Invernadero” (Decreto No. 7-2013) y Ecuador
incluyó el tema en su nueva Constitución en el año
2008 (Artículo 414).
Varios países han formulado planes, estrategias,
políticas y programas para hacer frente a los desafíos
del cambio climático y también como respuesta a
mecanismos internacionales estable-cidos en torno
al Protocolo de Kioto y actualmente el Acuerdo de
París, rmado en 2016. Por ejemplo, Perú estableció
su Plan de Gestión de Riesgos y Adaptación al Cambio
Climático en el Sector Agrario Periodo 2012-2021,
mientras que Nicaragua comenzó con la formulación
de políticas relacionadas con el medio ambiente,
recursos naturales y cambio climático en el año 2000
(FAO, 2003). En el ámbito regional, en 2017, el Consejo
Agropecuario Centroameri-cano lanzó la Estrategia
Regional de Agricultura Sostenible Adaptada al Clima
Alimentación, agricultura y desarrollo rural en América Latina y el Caribe
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para América Central y República Dominicana, como
una iniciativa para abordar los principales retos del
cambio climático en la región, en conjunto con la
agenda de ODS. También se han elaborado programas
gubernamentales relacionados con el clima, tales como
el Plan ABC de Brasil, que es una iniciativa crediticia que
proporciona préstamos con bajo interés a agricultores
que quieren implementar prácticas de agricultura
sostenible. En el año 2011, Colombia estableció Fondo
Adaptación, con el n de nanciar medidas para la
recuperación del país luego de un evento La Niña, pero
también para invertir en prácticas de gestión de riesgo
climático.
Aunque existen algunos ejemplos aislados de
incorporación de temas relacionados con el clima
en contextos normativos rurales más amplios, es
necesario que la región logre un mayor avance en este
frente. En particular, es necesario que los países vayan
más allá de trabajar en comparti-mentos dentro de
unidades gubernamentales, pues el cambio climático
es un tema verdadera-mente transversal. De la misma
manera, también será necesario adaptar las políticas
y estrategias económicas a los desafíos climáticos
con el n de abordar los impactos potenciales de
factores macroeconómicos y microeconómicos que
afecten de manera signicativa el comportamiento
económico. Dada la importancia del sector rural en las
economías nacionales, será imperativo tomar medidas
para garantizar un desarrollo agropecuario sostenible.
Para ello será necesario aprovechar los mercados
de carbono (Grieg-Gran, Porras y Wunder 2005), así
como mecanis-mos e incentivos que promuevan la
conservación y gestión de los servicios ecosistémicos,
pro-duciendo alimentos en las áreas rurales. El trabajo
conjunto de los diversos sectores económicos será
clave al hacer frente a los retos del cambio climático
mediante la formulación de políticas. Colombia
constituye un ejemplo interesante, pues en 2018
formuló una política sobre Creci-miento Verde que
cubre transversalmente todos los sectores relevantes
del país.
Es necesario que la agenda normativa para abordar los
desafíos del cambio climático en América Latina y el
Caribe abarque más que el sector agrario, como medio
de producción de alimen-to. El cambio en materia
de políticas debe incluir un criterio de protección
contra el clima de los servicios de extensión, derechos
territoriales y semillas; la seguridad alimentaria y
pautas dietéticas; el comercio; las regulaciones del
mercado y la tecnología, entre otros. Si se toma en
consideración que los países forman parte de un
sistema económico mundial, es fundamental que las
intervenciones a través de las políticas y las medidas
se conciban basándose tanto en las necesidades como
en las características nacionales y reconociendo la
función del entorno econó-mico internacional. La
intervenciones con base cientíca combinadas con
conocimientos locales y tradicionales y con estrategias
y planes de acción sólidos de parte de gobiernos
nacionales para gobiernos locales son fundamentales
para lograr una adaptación adecuada al cambio
climático, a la vez que reducen el impacto sobre el
medio ambiente y, por ende, contribuyen a mitigar la
emisión de gases de efecto invernadero. Si se toma en
consideración la compleja interacción de los desafíos
que perpetúan la inseguridad alimentaria y, sobre
todo, que la seguridad alimen-taria va acompañada
de fenómenos tanto a escala macro como individual
(Gregory, Ingram y Brklacich 2005), las políticas y las
actividades relacionadas con su formulación deben
actuar a diferentes escalas.
Oportunidades en un mundo con 2 °C más
La realidad de 2 °C más o un mundo más caluroso no
solo representan una amenaza para las comunidades
rurales, sino también una oportunidad. El deseo de
reducir las emisiones para cumplir con las metas
del Acuerdo de París seguirá aumentando y,
particularmente en América Latina y el Caribe, las áreas
rurales son el centro de las estrategias para alcanzar las
metas nacio nales e internacionales. Las emisiones de
la agricultura y el uso de la tierra en la región suman el
42% del total de emisiones, que es proporcionalmente
superior que en otras áreas, como Asia (10%) (Sova et
al., 2018). Las principales fuentes son la deforestación
(19%), ganadería (11%), fertilizantes (10%) y arrozales
(2%). La reducción de la deforestación ha sido
identicada como una forma económica y eciente de
mitigar el cambio climático y ha conducido al estableci-
miento de REDD+, entre otros marcos, para nanciar
medidas que reducen la deforestación. Dichas medidas
pueden beneciar directamente a las comunidades,
brindando estímulos nan-cieros, institucionales y
políticos para disminuir la presión sobre los bosques.
De igual manera, existe una inversión signicativa
en la búsqueda de una producción ganadera más
sostenible, que incluye iniciativas del sector privado,
tales como la Mesa Redonda para la Carne Soste-nible,
o mecanismos de nanciamiento climático dentro
Situación rural de América Latina y el Caribe con 2 grados de calentamiento
108
compromiso social
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N° 3, Año 02. Vol 1 Ene-Jun. 2020.
del Fondo del Biocarbono, que está invirtiendo en la
producción de bajas emisiones, como los sistemas
silvopastoriles. Un ejemplo de por qué la región podría
integrar la mitigación directamente en sus estrategias
de desarrollo rural viene dado por Herrero et al.
(2016). Ellos consideran que en América Latina y el
Caribe se cuenta con un potencial muy signicativo
de mitigación en el sector ganadero. En la medida en
que la demanda de opciones rentables de mitigación
crezca en las próximas décadas, América Latina y el
Caribe pueden identicar oportunidades signicativas
para invertir en el área rural en prácticas resilientes de
bajas emisiones en el sector agropecuario.
Opciones de adaptación climática en América Latina
y el Caribe
Existe una serie de opciones disponibles para que las
comunidades rurales y sus instituciones se adapten a
un mundo con 2 °C adicionales. Es imposible, y va más
allá del alcance de este tra-bajo, presentar toda la
evidencia de la ecacia de dichas opciones, si bien cabe
decir que dicha evidencia sigue siendo escasa.
No obstante, identicamos 5 opciones generales
de adaptación que deberían tomarse en
consideración:
Sistemas de extensión y asesorías (incluido el uso
de enfoques basados en TIC).
Transferencia de conocimiento y tecnología (por
ejemplo, semillas mejoradas, prácticas).
Intensicación sostenible y desarrollo
agropecuario con uso eciente de los recursos.
Desarrollo de resiliencia socioecológica en
comunidades y territorios rurales.
Servicios climáticos y redes productivas de protección.
Evidencia reciente señala que los mayores benecios
en términos de rentabilidad y resiliencia se dan cuando
las opciones se combinan en carteras (Jat et al., 2017),
que pueden incluir prácticas agrarias de adaptación
con servicios de información y programas de apoyo,
tales como seguros contra riesgos meteorológicos.
Sova et al. (2018) ofrecen una síntesis muy útil de
prácticas prioritarias sostenibles adaptadas al clima
para América Latina, las cuales se reproducen en la
Figura 6. En ella se identican los cultivos intercalados,
abonos verdes, sistemas silvopastoriles, agricultura
de conservación y rastrojo de cobertura, como
prioridades para lograr la adaptación y mitigación en
América Latina y el Caribe.
Servicios climáticos y redes productivas de protección
social
Muchas de las opciones de adaptación mencionadas
se discuten en otros capítulos, pero en este
proporcionamos una discusión más profunda sobre
de los servicios climáticos como una opción de
adaptación. Los servicios de información del clima
involucran la generación, traslado (en forma de avisos
y apoyo para la toma de decisiones), comunicación y
uso de dicha información. El acceso a la información
climática permite a los productores manejar los riesgos
climáticos an-tes, durante y después de la temporada
de producción. La región de América Latina y el Caribe
puede y debe aprovechar la creciente atención que los
servicios climáticos están recibiendo de la comunidad
de investigación e innovación para la agricultura
sostenible y de seguridad alimen-taria y nutricional
(AR4D) en todo el mundo en desarrollo con el apoyo
de iniciativas como el Marco Mundial para los Servicios
Climáticos.
América Latina y el Caribe ya cuentan con casos
interesantes de servicios climáticos ajustados para
pequeños productores. Particularmente en Colombia,
técnicos e instituciones locales del sector agrario están
formulando pronósticos agroclimáticos basados en
condiciones especícas por contexto como insumo para
hacer recomendaciones mensuales a los productores
en las reuniones de las Mesas Técnicas Agroclimáticas.
Dichas mesas están creando un entorno de diálogo
que reúne conocimiento cientíco (pronósticos
estacionales y resultados de modelos de cultivo) con
el conocimiento local (productores, grupos indígenas,
técnicos). El propósito de este diálogo es desarrollar
recomendaciones a la medida de los productores en
cuanto a la fecha de siembra, qué variedad y bajo que
prácticas de manejo, diseminadas a través de Boletines
Agroclimáticos Locales (Loboguerrero et al., 2018).
La región entera puede y debe beneciarse de esta
experiencia.
Las opciones para la reducción del riesgo, tales como
las pólizas de seguro, son prometedoras, dado que
desempeñan una función importante apoyando
la adaptación al cambio climático y desarrollando
resiliencia en pequeños productores vulnerables al
riesgo (Linnerooth-Bayer y Hochrainer-Stigler, 2015).
Alimentación, agricultura y desarrollo rural en América Latina y el Caribe
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N° 3, Año 02. Vol 1 Ene-Jun. 2020.
En particular, los seguros basados en índices protegen
a los produc-tores de peligros claramente denidos.
Las indemnizaciones se activan por un índice objetivo,
como la cantidad de agua que cae en un medidor de
precipitación pluvial. Por consiguiente, se elimina la
necesidad de visitar ncas individuales para vericar
perdidas, lo cual reduce costos administrativos, rebaja
primas y brinda pagos más puntuales. A menudo, la
adopción de seguros se mejora grandemente con
iniciativas, tales como la combinación de seguros
basados en índices con esquemas crediticios y banca
móvil. Existe evidencia de que al mejorar la comprensión
de los productores y la conanza en los productos de
los seguros se puede mejorar su aceptación (Roncoli
et al., 2009). El Mecanismo de Seguros contra Riesgos
Catastrócos del Caribe es un ejemplo que ha limitado
exitosamente el impacto nanciero de eventos
como huracanes catas-trócos, terremotos y lluvias
torrenciales en los países del Caribe y América Central.
América Latina podría beneciarse al explorar este
mecanismo.
Las redes productivas de seguridad social han probado
su potencial para prevenir la pérdida a largo plazo
de medios de subsistencia e incluyen transferencias
en efectivo y en especie para proteger a las familias.
A medida que los riesgos relacionados con el
clima incrementen a lo largo de este siglo, seguirá
aumentando la necesidad de redes de seguridad en
áreas rurales para minimizar los impactos y facilitar
la recuperación de dichas áreas de fenómenos
extremos. Ya hay varios países que enfrentan niveles
bastante extremos de riesgo climático, que han
estableci-do redes productivas de seguridad social
para comunidades rurales. Hoy, más de 130 países en
desarrollo han hecho de las redes de seguridad un pilar
importante de sus políticas de desarrollo (Honorati et
al., 2015).
Brechas del conocimiento en I+D
Aunque este artículo intenta sintetizar los impactos de
2 °C más en áreas rurales e identicar algunas medidas
prioritarias de respuesta, deja al descubierto las
brechas de conocimiento que aún existen con respecto
a la comprensión de las implicaciones regionales
y locales del cambio climático en comunidades
rurales. La investigación debe ser conjunta y aportar
enfoques mul-tidisciplinarios e intersectoriales para
poder comprender mejor la relación entre el clima y
la sociedad, captando el carácter multifacético del
problema. Aunque existe certeza signicativa de que el
clima está cambiando y de que dicho cambio tendrá un
amplio rango de impactos en los sistemas agrarios, falta
comprender la forma en que los sistemas humanos de
las áreas rurales responderán a él. Las ciencias sociales
son esenciales para fundamentar el conocimiento de
realidades socioeconómicas que son inherentemente
complejas y especícas para cada lugar, así como
para sintonizar la escala del problema climático con la
capacidad de adaptación de las comunidades rurales y
sus instituciones.
Una mejor comprensión a partir de la investigación nos
ayudará hasta un cierto punto. Es necesario redoblar la
I+D sobre nuevas tecnologías en agricultura y seguridad
alimentaria para obtener sistemas alimentarios de
bajas emisiones y resilientes a la variabilidad y cambio
climáti-co. Ello requiere nuevas tecnologías para
transformar los sistemas de producción, proporcionar
ganancias signicativas en eciencia dentro de
las cadenas de valor y suministrar exitosamente
alimentos nutritivos a los consumidores rurales y
urbanos. Por ejemplo, el Foro Económico Mundial
(WEF, sus siglas en inglés) identicó 10 tecnologías
innovadoras para los sistemas alimentarios, muchas de
las cuales son relevantes para la adaptación climática
(por ejemplo, big data y análisis avanzados en materia
de seguros, prestación de servicios móviles, Internet
de las Cosas, tecnologías de sensores aplicadas a los
alimentos, proteínas alternativas). El desarrollo de
dichas tecnologías requerirá un aumento signicativo
del nanciamiento de la I+D en el sector alimentario.
Asimismo, los servicios personalizados de información
para las comunidades rurales son indispensables y
ello signica una demanda de mejora en cuanto a
la capacidad de pronóstico y mejores modelos de
proyección para efectuar evaluaciones ex ante de
los impactos climáticos y mecanismos de respuesta.
Esto, acompañado de plataformas y tecnologías
ecaces de difusión facilitadas por TIC, proporcionaría
a las comunidades rurales y sus instituciones mejores
herramientas para aumentar su resiliencia a crisis y
cambios climáticos.
7. Conclusiones
El cambio climático presenta desafíos signicativos
que afectan al sector rural. El presente traba-jo ha
demostrado que el aumento de 2 °C no solo tiene
altas probabilidades de ocurrir, sino que en algunas
regiones ya se encuentra a la vuelta de la esquina.
Los efectos que el clima ha tenido y seguirá teniendo
Situación rural de América Latina y el Caribe con 2 grados de calentamiento
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COMPROMISO SOCIAL. Revista de la UNAN-Managua, Extensión Universitaria,
N° 3, Año 02. Vol 1 Ene-Jun. 2020.
en el desarrollo rural son profundos, tanto por los
impactos directos en los sistemas agrícolas y pecuarios
como por las consecuencias indirectas del cambio que
genera en los contextos sociopolíticos. Con el n de
que la región se encuentre a la altura de los desafíos y
permitir a las áreas rurales que se adapten a un mundo
con 2 °C más, es necesario tomar medi-das conjuntas de
investigación y desarrollo en el ámbito mundial y local
y en el sector público y privado. Es indispensable que
las políticas rurales cuenten con una visión holística e
incorpo-ren el cambio climático en sus instrumentos
para el desarrollo rural. La información debe uir
libremente desde las comunidades que se encuentran
en primera línea para comprender de qué manera el
clima afecta los medios de subsistencia y debe uir
libremente hacia las comunidades para prestarles los
servicios de información necesarios para adaptarse
de manera ecaz. Es ne-cesario que las instituciones
rurales se familiaricen con los riesgos climáticos y que
ajusten sus modelos de servicio a sus comunidades,
con el n de garantizar que la adaptación climática sea
un componente de sus acciones.
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